domingo, 28 de diciembre de 2014

QUEFAMILIA.COM

QUEFAMILIA.COM

Juan Aranda Gámiz

Hoy es el día de la familia, un momento para reflexionar sobre el concepto de familia y abogar para que todos tengan la suerte de tener una familia y que nadie esté náufrago, sin una familia a la vista.

Descubrir que tienes una familia es algo que se siente antes de verlo, a través de los roces y los apoyos, ese sostén que siempre se te ofrece para seguir levantándote sin importar las veces que hayas caído y estés tristemente apelmazado en la indiferencia y el olvido.

Vivir la familia, como un regalo del destino, para que puedas compartir, aprender y disfrutar de la verdad que también te regalan al considerarte necesario y útil para el recorrido de vida de los demás, es una maravilla de la naturaleza del ser humano.

Proponerte generar más familia de la que conociste, porque con tus aportes vas construyendo espacios de diálogo y una suerte de brisa de acogida para cuantos se van incorporando, poco a poco, a los apellidos y los hogares, en los que tú también te integrarás para potenciar, si cabe, el proyecto de vida familiar de los demás, es una tarea ardua por el desconocimiento de los intereses compartidos y el sello de calidad y la impronta que se les coloca a las prioridades.

Convencerte que has sido capaz de mantener tu familia y construir más familia es el mayor logro del ser humano, porque recogiste el fruto de la que te hizo grande y sembraste la semilla en la que te ayudará a ser más grande todavía.

Hay quien dice que la familia es cuestión de números o de sexo, de raza o de pertenencia, pero en sí la familia es una célula de la sociedad donde se da vida con respeto y amor, se construye un futuro estable y se aprende a generar conductas para que los apellidos se perpetúen y se abrillanten con frecuencia, pero al mismo tiempo se estrechen las miradas y se aprieten las inquietudes en común, pretendiendo anudar las relaciones padres-hijos, hijos-hijos y familiares-familiares con el único propósito manifiesto de agrandar ilusiones y discutir verdades.

Cuando te das cuenta que la familia se disgrega y reparte, que las relaciones se interrumpen o empiezas a sentirte huérfano de coloquios y presencias, en la agonía o el dolor de lo inesperado, es cuando empiezas a preguntarte si tendrá sentido seguir aferrado a la rueda de la vida y es entonces, cuando la melancolía y la pesadumbre se adueñan de tu vida, cuando la familia tira de ti y te atrae y te reincorpora porque no hay mejor elixir para el dolor que la misma familia.

Llega el momento en que se resquebrajan tus propuestas y empiezas a pensar en solitario porque para otros la familia empieza contigo y, de nuevo, encuentras el sentido a la vida con tu nueva historia aunque nunca abandones la naturaleza de quienes te ayudaron a conocer el verdadero sentido de la familia y acudes a visitar a quienes se fueron o te abrigas con el recuerdo de un patio o un balcón, creyendo que los vas a volver a ver.

Cuando te reencuentras con el peso de los pasos cortos vives con la esperanza de que la familia construida sea tan fuerte como para que no se rompa jamás y que la fragilidad sea sólo hasta que alguien levante su voz y demuestre con su actitud que lo aprendido de quienes estamos a las puertas de la despedida tienen que servir para volver a cohesionar.

En la familia, cuando nos vamos, dejamos dosis de entusiasmo y fortaleza, carisma propio y fuerza de carácter, muchas gotas de solidaridad para que aliñen el potaje del día a día, con una pizca de sabor a todos y con la sal justa y a gusto de todos.

Al fin y al cabo, lo que se busca en la familia no se encuentra en ninguna parte y lo que se pierde, sin la familia, es la oportunidad de vivir cerca de la mejor dirección de internet, en el mundo aparentemente virtual de la realidad cotidiana, siempre y cuando estemos orgullosos de las lágrimas y los desencantos, las despedidas y las enhorabuenas, porque siempre tendremos a “quefamilia.com” como nuestro primer contacto en los momentos difíciles y alegres, los de soledad y a los tantos de desencantos, a los de caminatas largas y a los que vamos a necesitar de los demás, porque es la mejor forma de nacer, crecer, integrarse y descansar en paz.

La mejor herencia que se puede dejar y el mejor lecho en el que se puede dormir, la mejor alternativa que se puede ofertar y el mejor escaparate en el que nos podemos ver reflejados es, ha sido y será, hoy y por siempre todavía, la familia.
Tu amigo, que nunca te falla.


JUAN 

ESTOY DE LUTO

ESTOY DE LUTO
Juan Aranda Gámiz

Hoy quiero desear una “feliz Navidad” a todos los seres humanos que han perdido un ser querido y cercano, porque no hay mayor dolor que sentir la ausencia en estas fiestas de recogimiento, paz y unidad.

Y cuando alguien te manifiesta un deseo de felicidad parece que chocase con tu sentimiento de vacío y ahonda más el sufrimiento, que queda aplastado por una impotencia y una rabia contra la vida, tapizando tu dolor de un menosprecio por todos aquellos que aparentemente menosprecian tu propio duelo.

“Felicitar” es querer estar presente y mantener el hábito trascendente de manifestarte ante los demás con la buena voluntad de que desean que sigas siendo feliz, aunque estés resquebrajada en los momentos de añoranza y recuerdo, intentando traer al presente escenas en las que compartías con quienes ya se fueron.

Hoy quiero felicitar a todos quienes sentimos pena y tristeza, soportando un hueco profundo de soledad y queremos que pasen los días para seguir soportando el peso de los acontecimientos, vinculándonos con aquel pasado en el que todos éramos una piña y, en teoría, todo funcionaba mejor, aunque otros lo pasasen peor que nosotros.

Sin embargo, hay días en que debemos acordarnos de los que van creciendo y sosteniéndonos, de quienes abren sus brazos para acogernos sin tapujos ni prejuicios, a los que serán quienes sostengan la sociedad del futuro, pues ellos y ellas necesitan el ejemplo del perdón y del arrepentimiento, de la resignación y la paz, manifiestos en nuestros gestos y nuestras expresiones, para que ellos aprendan de nosotros a perdonar y manifestarse tal cual, sabiendo que en su momento hicieron todo lo posible por acomodar el mundo, con su sonrisa y sus aportes, a las necesidades de quien hoy ya no está.

Es bueno y saludable que escuchemos expresiones en estas fechas, como “feliz Navidad” o “Próspero Año Nuevo”, pues hasta con el recuerdo disfrutamos del pasado y con la bondad del perdón y la reflexión del arrepentimiento estamos demostrando que somos capaces de recordar y reconocer, renovarnos y volver a crecer a la vida, muy a pesar de las circunstancias.

“Feliz Navidad” es un deseo de que seamos capaces de renovarnos y nacer a la nueva vida, pero en el pesebre más humilde, para saber lo que somos y de dónde venimos y, al mismo tiempo, es un mensaje de solidaridad que suena mejor que un nuevo pésame que genera más tristeza y frustración frente al vaivén de los acontecimientos.

Dios quiera para todos quienes hemos pasado por momentos de soledad, llanto y soberbia por haber sido señalados con el vacío de la presencia de un ser querido y cercano que ya se fue, que esta sea una Nueva Navidad y que seamos capaces de renacer llorando de alegría por lo que fuimos capaces de entregar y recibir, bendecidos con su presencia y receptores de un legado que debemos afianzar, abrillantar y volver a legar en mejores condiciones de lo que lo recibimos.

Que el próximo año nos llene de paz y que seamos capaces de devolver, en gratitud, a cuantos nos felicitaron por Navidad, un deseo de que vayan preparando sus corazones para que en ellos se pueda cultivar el perdón y la gracia del arrepentimiento,  como un acordeón capaz de estirarse para alargar su nota y que muchos otros pudiesen copiar la sinceridad de las palabras que salen del corazón y el deseo, siempre fraterno, de que seáis capaces de perdonar a cuantos os feliciten en estas fiestas con la alegría de la Navidad y que contraste tiernamente con la soledad y el vacío de corazones despedazados por la muerte repentina, o anunciada, de quien se cansó de seguir disfrutando navidades a nuestro lado, o fue llamado-a de forma inesperada y tomó el camino, por decisión propia u obra del destino, para descansar en paz.

“Feliz Navidad” a todos, aquí en la tierra y a quienes descansan en el cielo, porque quizás ya nos dieron también sus deseos de “Feliz Navidad” en el soplo fresco del viento de la madrugada, al abrir la ventana del vehículo y regresando de la casa de un familiar o en la gota de lluvia que nos mojó al salir de la iglesia.

Estoy de luto, pero gracias por desearme “Feliz Navidad”, sé a ciencia cierta que las palabras os salieron del corazón y hasta el mío van a llegar en paz.

Tu amigo, que nunca te falla.


JUAN


lunes, 22 de diciembre de 2014

DIME DÓNDE VAS

Qué bueno es saber dónde puedes encontrar a los demás para poder auxiliarles si te llaman preocupados por la tardanza o la falta de transporte, pues lo ideal es estar dispuesto a atender las necesidades de cuantos te quieren y te necesitan.

Qué malo es que sepan dónde estás porque alguien te puede espiar y manipular tu espacio de libertad, observarte en tus movimientos y tus sonrisas, tiritando de celos por lo que se imagina que pudiese estar ocurriendo ahí donde estás.

Qué bueno es conocer dónde vas porque sabemos con quiénes vas a estar y que te van a cuidar bien, que no vas a estar sola y que el calor del ambiente te va a proteger y animar a que seas capaz de superar tu propia timidez.

Qué malo es que te vayas a algún lugar y no sepa con quién, porque confiar en los demás es un ejercicio de responsabilidad que nos hace grandes y precavidos, al mismo tiempo, pues vivimos en un mundo de elegancia y oportunismo, también al mismo tiempo.

Qué bueno es tener la dirección y poder llamar por teléfono si ocurrió algo en ese lugar y escuchar cualquier queja para saber con quién andas, antes de que me digas quién eres y asesorarte en tus amistades y tus dudas.

Qué malo es que él sepa dónde estás y que pueda sentir la obligación de acudir antes de tiempo porque tenga miedo de que alguien pueda convencerte de que tu destino está literalmente ligado a tu propio secuestrador.

Qué bueno es vivir convencido de que puedes ir y venir, porque la confianza está presente en toda relación y ahí donde se vaya se respeta la presencia de quien te quiere de verdad.

Qué malo es que sepa dónde estás el que te martiriza y te humilla, porque te espera con la soledad que le permitió pensar en el daño que iba a hacerte por no cumplir con su esquema de comportamiento, el que él quiere para ti.

Qué bueno es saber que vas a ir a dónde puedes contar tu historia, porque hay que aprovechar cualquier espacio y lugar, para encontrar soportes y apoyo para tu carga y tu pena.

Qué malo es saber que nadie responde a tus inquietudes y tus llamadas de atención y auxilio, porque cada día se van cercando las oportunidades para salir y sólo queda tolerar lo intolerable.

Qué bueno es cuando ves llegar a ese alguien que se compadeció o te comprendió y sabes que llegó a tiempo, porque algo más tarde hubiese sido demasiado tarde para ti y tus esperanzas de despertar al mundo, alejada del infierno.

Que estas Navidades sirvan para que todos entendamos lo bueno y lo malo de saber a dónde vas, pero que debes aprovechar para saber de dónde vienes y a dónde quieres volver a ir, en libertad.

Tu amigo, que nunca te falla


JUAN

sábado, 13 de diciembre de 2014

NO TOCO LO QUE VEO

Estamos atravesando unas fechas en las que veo mucha ilusión por estar junto los tuyos y disfrutarlos, escuchar lo que te escuchan y mirarse a cada rato, pero ya no puedo tocarlos a todos porque la distancia me mantiene lejos y algunos momentos de despedida ya pasaron en mi vida.

Quiero escuchar que mucha gente está alegre con su situación de salud y que ha superado su episodio triste de enfrentar momentos vitales, pero no puedo llegar a tocarlos porque son pocos y están muy dispersos en esta Navidad.

Estoy viendo besos y abrazos -a raudales- entre los que al momentos están viviendo momentos discrepantes y buscan espacios para enfrentar posturas irreconciliables, sin medir el daño provocado a terceros, pero no puedo tocarlos a la vez porque viven alejados y distantes.

Quiero ver un mensaje de Navidad que nos acerque y nos motive, pero no puedo tocarlo porque pareciese que no es real, ya que todos están escritos en mensajes vacíos y fríos, adosados a la página interior de una tarjeta navideña.

Espero ver un perrito en el árbol de Navidad porque sea el alma de la casa y quizás no el burro o la vaca, pues lo que quisiera tocar es armonía y paz, entrega y respeto, alegría al verse y saltos de entusiasmo al reconocerse.

Ansío ver el calor de la hoguera y sólo puedo alcanzar a tocar rostros congelados en la noche de Navidad.

Quiero ver regalos de amigos secretos que se lleven a cabo con seres humanos de otros mundos, necesitados de voces y palabras, gestos y mensajes, pero sólo toco una cuota para un presente con el que tienes más cerca y quizás con el que mejor te llevas en estos días más próximos a Navidad y que así no suene a extraño ni comprometedor el gesto.

Espero ver una película rodada en la vida de la calle y en la realidad de los arrabales, donde Jesús debe estar en el cuerpo de un vagabundo o en el de un niño recién nacido, abandonado a su suerte o regalado, pero sólo toco una ventisca fría porque eso es lo que regalamos a nuestro entorno y nos quedamos tan tranquilos.

Necesito ver almacenes para regalar ilusiones con la tarjeta de crédito de corazones desprendidos y donde sólo pudiesen comprar aquellos corazones iluminados, pero sólo toco carrocerías y trenes automáticos, muñecos manipulados y trajes deslumbrantes, algo muy parecido a cómo se comporta la sociedad en la que vivimos.

Estoy procurando ver un árbol lleno de chupetes y pan y leche para todos los refugiados, para que alguien se encargue de llevarlos a todos los rincones del mundo y que las migajas y la lactosa fuesen capaces de detener el flujo de balas que no paran por sí solas, procurando que el chupete les permita dormir en silencio y en paz.

Estoy queriendo ver unos Reyes Magos transformados en líderes internacionales que vayan alumbrados por la estrella para llegar a donde se necesitan, colmando de buenas nuevas e interviniendo por obligación y convicción donde haga falta una noche de Paz y lo que toco son cenas de trabajo olvidadas en la más cruel indiferencia.

Voy queriendo ver el oro de las necesidades, el incienso de los limitantes y la mirra de las muertes que no importan, en la soledad del desierto o la obscuridad de una selva apaleada por los conflictos, con gente arrinconada por años porque a nadie le importan sus enfermedades hasta que nos se globalizan y nos afectan a todos.

Estoy viendo un portal de los noticieros, en cualquier esquina del mundo y sin embargo hacemos nacimientos iluminados y suaves, pero lo que toco es un camino pedregoso para más de la mitad del mundo y un pajar que suena a derrumbes, inundaciones, marginación y manipulación, allá donde vayamos.

Quiero ver abuelos disfrutando de una comprensión mantenida y lo que toco es una obligación por entretenerlos, pues parece que ya no fuesen útiles para nada ni para nadie.

Deseo ver ojos brillando de esperanza y toco cuerpos desnutridos, donde no hay esperanza en un juguete sino en un trozo de pan.

Quiero ver oportunidades para muchos seres humanos que luchan por sobrevivir en el día a día, arropados en la cama de un hospital o un ancianato, caminando descalzos o contándose sus penas en familia, pero lo que toco es una realidad que discrimina y aliena, con la anuencia de intelectuales y oportunistas.

Espero ver una Navidad y toco unos días del calendario en los que no hay espíritu de Navidad.

Tu amigo que nunca te falla.


JUAN

sábado, 22 de noviembre de 2014

LOS PIRATAS TAMBIÉN LLORAN

Loja, 19-11-2014

A MI MAMI Y A MI ABUELITA

Ayer se cumplió un mes que me dejaste, mami, y aún recuerdo cuando estaba en tu vientre, pataleando porque quería salir pronto para conocerte y disfrutar juntos los primeros paseos, cogidos de la mano.

Ayer se cumplió un mes que me dejaste, abuelita, y me emociona saber que me diste de comer y me contemplabas mientras dormía, entre ronquidos y sueños de piratas.

Ayer se cumplió un mes que me dejaste, mami, y no me puedo olvidar de tu perfume y tus desayunos, tan tiernos y penetrantes como madrugadores y sencillos.

Ayer se cumplió un mes que me dejaste, abuelita, y sigue caliente mi deseo de ir a verte, de darte las buenas noches, de estudiar contigo y de compartir tus lágrimas cuando creí que me portaba bien y tú querías que fuese mejor ser humano de lo que fui en aquel momento.

Ayer se cumplió un mes que me dejaste, mami, y nadie podrá reír y emocionarse conmigo como tú lo hiciste, porque fuiste mi mejor amiga y compañera, mi mamá y mi confidente, a quien le debo la vida y siempre estaré en deuda con los ratos que me dedicaste y los abrazos que me diste, desde lo más profundo de tu corazón.

Ayer se cumplió un mes que me dejaste, mami, y te agradezco que me enseñaras a sumar amistades y consejos, a restar avaricias y a multiplicar entusiasmos y sueños, a dividir lo que debía aprender a compartir y a vivir como tú querías que viviese.

Gracias, abuelita, por protegerme y mimarme, por darme lo mejor de ti y por abrazarme. Gracias, mami, por lo que me has permitido crecer a tu imagen y semejanza.

Hoy puedo leeros esta carta porque tengo vuestra fuerza y vuestro cariño.  Desde el corazón de un hijo bendecido por haberos tenido tanto tiempo a mi lado, Gracias y un abrazo trascendente para mi mami y mi abuelita, desde lo más hondo de mi alma.



Luisito

miércoles, 12 de noviembre de 2014

SOMOS UNA CAJA DE LÁPICES DE COLORES.

Hay días en que somos el color amarillo, porque el tono ocre manifiesta que estamos con un humor bilioso, nos irritamos por cualquier cosa y hasta protestamos por aquello que nos toca con una sinceridad cargada de bondad, porque nos impresionamos por lo que nos llega y por lo que se nos va, no nos dejamos motivar por quien se acerca ni por el que se despide.

Otros días parece que llevamos el color rojo, con el que manifestamos que estamos hirviendo por dentro y la sangre fluye a una velocidad y con un torrente que nos sobrepasa, presentamos dolor de cabeza y mareos, nos late el corazón a una velocidad incontrolable y pareciese que hemos sido premiados con el gordo de la lotería pero, en el fondo, no es ni más ni menos que un estado de hartazgo de la vida y de las circunstancias, tan reales como duras.

Muchos días parecemos un color negro porque estamos de luto por lo que perdemos de oportunidades y derrumbamos el interés de otros por ayudarnos, no sentimos placer por todo lo que pinta nuestra vida de encanto y somos capaces de cubrir con una capa negra las escenas que se nos presentan a nuestro alrededor, cargadas de encanto y cercanía de todos los que pretenden acomodar nuestras penas y re-ubicar nuestras alegrías maltrechas.

Y algunos días parecemos un color azul, como el mar en calma y aceptamos las críticas como oportunidades, damos y repartimos consejos como un líder cercano, acompañamos a todos a satisfacer sus necesidades más elementales y protestamos por lo que quienes nos acompañan han carecido durante el último mes, damos todo lo que creemos que otros precisan para vivir con calidad y dignidad y no provocamos truenos ni tormentas, como un verdadero cielo resplandeciente, aceptamos ser lo que otros desean que seamos y balanceamos nuestras ilusiones con las miradas de esperanza de los demás.

Unos pocos días tenemos el color verde esperanza y somos capaces de tolerar las vicisitudes con mucha paz interior, porque confiamos en ese otro momento que ha de llegar, cargado de sorpresas e impregnado de verdades, no nos cansamos de insistir y empujar al que se cansa y precisa seguir caminando, en espera de que comparta con nosotros la alegría del triunfo, manifiesto en objetivos sencillos y al alcance del mismo corazón enamorado de la vida.

Sólo ciertos días tenemos un color blanco, puro, entusiasta, selectivo y ordenado, capaz de abrir caminos y despejar dudas, animado a servir de apoyo para consolar y de soporte para levantar. En esos días nos dedicamos por entero a los demás y sus limitantes, damos charlas y visualizamos un mundo diferente, donde las manchas no se ven y las arrugas no existen.

Sin embargo, en algunos días tenemos un color marrón obscuro, cargado de tristeza y pena, enturbiados por el pesar y el recuerdo, la añoranza de lo que se nos fue y la temeridad de enfrentar, día a día, a nuevos retos y con muchos vacíos.

Pero, cuando surgen los días del color lila, las tormentas y la neblina se acerca a nuestra existencia y pareciese que presentimos algo, que la verdad no se ve a simple vista y que la interacción se está transformando en un río turbio que no deja vislumbrar el fondo de los problemas y los compromisos.

Alguien me dijo alguna vez que en ocasiones portamos el color gris, porque estamos cansados y agotados, lloramos y nos acongojamos con facilidad, menospreciamos lo bueno de la vida y nos olvidamos de sonrreir, porque estamos nublados por dentro y por fuera.

Hoy estoy de color naranja claro y estoy experimentando la alegría desbordante del rojo, efusivo, con un amarillo bilioso aplacado, en un intento de ser manifiestamente abierto y crítico conmigo mismo, porque cada día estoy aprendiendo a estudiar el color que manifiesto.

Te invito a que analices el color que llevas hoy, pegado a tu alma, para que aprendas de esta caja de làpices de colores que todos somos.


Tu amigo, que nunca te falla.


JUAN

sábado, 1 de noviembre de 2014

HOY ME HACES FALTA

Hoy, en el día de todos los santos, me acuerdo de mi padre y sus ojos cansados, levantando la cabeza para hablarme porque distraía su atención y le entusiasmaba tener alguien que le escuchara sus planteamientos y sus reflexiones.

Hoy supe que necesitaba tu despedida para saber que dormías en la casa y que ibas a despertar al día siguiente, como todos nosotros en el día a día, sin importar lo que dijera el calendario de turno ni el pregonero que cabalgaba de casa en casa.

Hoy quise saber si el sillón seguía vacío y, cuando miré atentamente, quise saber si olía a ti y cuando olí supe que estabas ahí y no te veía.

Hoy revisé la imagen de la lápida tras la cual reposarás por siempre y las flores están vivas porque reconocen que ahí hay un ser humano cargado de bondad y soledad.

Hoy supe los esfuerzos que hacías para despedirme y, aún pesando las lágrimas, seguías caminando con el mismo esfuerzo, jorobado por el paso de los años mientras decías adiós sin mirar.

Hoy estuve pensando en aquellos años de miradas vivas y ausencia de pesares, cuando éramos un equipo y todos se alegraban del esfuerzo y me enseñabas a leer la hora en los relojes de cartón que me construías.

Hoy hace 5 meses que nos dejaste y aún se sienten los pasos y los frotes de las manos por el frío que calaba en el invierno.

Hoy reviví la alegría de aprender a conducir sentado entre sus piernas y de mantener un silencio, mientras escuchaba la radio, porque en aquel entonces no había televisor, hasta que el sueño nos rodeaba y las manos de mi madre me acariciaban.

Hoy recuerdo que todos nos sentábamos a la mesa para comer lo mismo, porque eso mismo era la ilusión de todos.

Hoy siento tu presencia caminando, regresando del campo o saludando en la mañana temprano, calentando los molletes y envasando matalahúga.

Hoy quiero acordarme de tus paseos y tu bastón, sentado en los bancos junto a Burriana y agachado para que nadie te viese fumar.

Hoy siento tus ausencias y tus almuerzos tempraneros, tu sinceridad en los consejos y tus convicciones tan profundas en esa verdad tan propia, real y meditada, que me hacían reflexionar sobre mis propias verdades, tan elementales como caducas.

Hoy me acuerdo de ti y tus momentos de tos, cargados de ese humo que fue tu verdadero compañero de siempre y para siempre.

Hoy quiero decirte que sigo acordándome de ti, igual que yo sé, a ciencia cierta, que tú también te acuerdas de mi y mis hermanos, de mi madre y de toda esa vida que nos permitiste compartir contigo.

Hoy quiero desearte que sigas descansando por el peso de los años en ese rincón donde hay paz y tranquilidad eternas.

Hoy es un día para visitarte y yo te he visto en la foto y he leído la lápida donde duermes plácidamente, ese mármol donde también pudo añadirse la frase "no hay olvido para el corazón porque en cada gota hay recuerdo".

Gracias por todo, papá y que tu corazón aplacado tampoco se olvide de nosotros.

Hasta siempre, papá.


Tu hijo.

JUAN

viernes, 31 de octubre de 2014

NO SE PUEDE PREPARAR PARA LO INESPERADO

Somos capaces de estudiar para afrontar la lección y superar la prueba que nos puso el profesor, hasta colocando los signos de ortografía y explicando cada término nuevo.

Somos capaces de prepararnos con la ropa adecuada para un aguacero inesperado, porque debemos ser seres racionales y preparados para las inclemencias del tiempo.

Somos capaces de respirar hondo y atender los reclamos de otros seres humanos, porque necesitamos ser más tolerantes con los demás y callar para otorgar.

Somos capaces de ir con neumáticos nuevos el día que llueve y graniza, porque así evitaremos cualquier percance en cualquier carrera, más aún cuando hay tanta sobrecarga de tráfico en esos puntos del trayecto.

Somos capaces de escribir unos apuntes por si ganamos el premio y nos toca agradecer a cuantos contribuyeron y formaron parte del tribunal que evaluó nuestro trabajo.

Somos capaces de ir a la playa con la toalla ya las gafas, para mirar directamente al sol, el sombrero para que no nos insolemos y el protector solar, por el miedo a las quemaduras solares.

Somos capaces de conducir despacio antes de llegar al paso de cebra, pensando que algún transeúnte va a atravesarla en el preciso instante en que nos acerquemos.

Somos capaces de leer un capítulo extra del manual que nos pusimos a subrayar, porque de ahí vamos a responder el contenido de las preguntas para obtener el permiso de conducir.

Somos capaces de comprar leche porque podemos estar esperando una visita y nos preocupamos de ofrecerles una merienda, como Dios manda.

Somos capaces de ahorrar un poco de nuestro sueldo, porque llegarán las vacaciones y necesitaremos disfrutar con los nuestros, alquilando previamente el local y disponiendo de lo necesario para disfrutar sin preocupaciones.

Somos capaces de dejar de fumar o de beber, porque nos han llamado la atención por los resultados de los exámenes y necesitamos prevenir complicaciones a futuro.

Somos capaces de hacernos preguntas a fin de averiguar si somos lo suficientemente rígidos con la educación de nuestros hijos, exigiéndoles por encima de la templanza de un padre, con el único propósito de que sean mejores seres humanos en el futuro y más capacitados que nadie.

Somos capaces de llamar a la puerta del vecino y preguntar por el enfermo, antes de que algún día pueda morir de forma inesperada y no hayamos tenido la oportunidad de dialogar con él o ella de su patología.

Somos capaces de escribir porque creemos que algo va a pasar y necesitamos que lo sepa todo el mundo, como si al hacernos caso se estuviera evitando un mal mayor.

Somos capaces de dar un beso a nuestra madre en la víspera de su cumpleaños, por el temor de que nos olvidemos el mismo día de su nacimiento.

Somos capaces de aceptar un sorbo de ese vino que no nos gusta, por el simple hecho de pasar desapercibidos y hacer sentir bien a quienes nos invitaron a compartir la mesa.

Somos capaces de bailar una pieza que desconocemos, moviéndonos al ritmo que se mueven los demás, porque así no desentonamos, aunque no sea el modo ideal de hacerlo.

Somos capaces de salir a una manifestación y gritar, aupados por la masa, aún desconociendo los motivos que determinaron tal mecanismo de protesta, pero lo importante es que los demás reconozcan nuestra vena revolucionaria.

Somos capaces de hacer las tareas más delicadas y las más sucias, pero esperando que todo nos ayude a ser mejores y más humildes.

Somos capaces de aceptar una reprimenda, callando y ocultando, porque la sinceridad no se hizo presente en nuestras vidas y creemos que aguantando ya exculpamos nuestra penitencia.

Somos capaces de comer menos que los demás si encontramos que hay quien pasa hambre, porque así nos ubicamos más cerca de la necesidad y el sufrimiento de los demás.

Somos capaces de compartir lo poco que tenemos, porque así podremos hablar de democracia participativa en la calle y con los nuestros, sin ser señalados.

Pero ante lo inesperado es imposible ser capaz, simple y llanamente porque nunca pensamos que podría ocurrir y así no sabemos compartir ni aceptar, se nos hace difícil salir ni bailar, aceptar ni escribir, llamar, estudiar, leer, comprar, ahorrar o conducir, porque simplemente era todo inesperado y no tuvimos acceso a la libreta del día a día, donde debió haber quedado escrito el resumen de lo que estaba por venir.

Tu amigo, que nunca te falla.


JUAN




miércoles, 22 de octubre de 2014

QUIERO CREER QUE CREO

Hay situaciones que te ponen al límite de la fe, porque estás convencido que crees en que toda creencia es inmutable, pero tambalea tu creencia y eso te ubica al filo del concepto de ti mismo, porque no entiendes que la verdad te haya jugado una mala pasada.

Hay momentos en que quiero creer que nada ocurrió porque creo que no debió haber sido así y los momentos se transformaron, en algún momento, en menosprecio y vacíos.

Hay personas en las que se quiere creer porque te demuestran que su propia verdad no la complementan con otras verdades de más peso y, sin embargo, dejo de creer porque sus actitudes son tan dispares de sus propios valores.

Hay días en los que quiero creer que la naturaleza me va a deslumbrar y no puede creer que pueda llover con el nacimiento del sol o que, acostumbrados a ver destellos de luz, se nos despierte el interés por seguir sin creer que todo está ocurriendo a nuestro alrededor.

Hay minutos en los que quiero creer que yo soy yo y que vivo pendiente de las circunstancias de los demás, pero no creo que creer en mí sea motivo suficiente para que otros también crean.

Hay amigos que han dejado de creer en mi y mis relatos, pero quiero creer que ellos y yo debemos cambiar para acercar y estrechar distancias, porque a todos nos va a beneficiar una relación de amistad que entraña silencios y experiencias vivas.

Hay padres que quieren creer y no creen que los hijos siguen creyendo en ellos, porque lo quieren y lo desean, como el primer paso para creen en la vida y los ejemplos.

Hay brisas que quieren creer en las tempestades, pero creen que si el río suena es porque agua lleva, pero al mismo tiempo queremos creer en que no nos deben importar los comentarios y prejuicios, aunque también hay que creer en que quiero creer para poder prevenir situaciones a futuro.

Hay curas que quieren creen en que el mundo va a cambiar desde el púltipo y pronto se convencen que su tarea es seguir creyendo en que creen que los cambios son posibles.

Hay personas necesitadas que quieren creer en que otros creen en un mundo de iguales y diferentes, al mismo tiempo, pero con la envidia y el menosprecio, el aislamiento y las diferencias, empiezan a esforzarse porque no quieren creer que pueden seguir creyendo en que eso es real y probable.

Hay modos y maneras de sentir a los demás y sus verdaderos imposibles, pero lo real es empezar a querer creer que hay mucha verdad en las creencias de que las reacciones se acomodan a las expectativas.

Hay teclas que quieren creer que tocan y pulsan letras de desencanto y rabia, porque hay máquinas de escribir que sólo sirven para detallar lo malo de los demás y evitan señalar lo bueno y maravilloso de todos los que nos apoyan y nos manifiestan su cariño, por lo que seguimos creyendo que creemos en los demás y sus medias verdades.

Hay abuelos que quieren creer que sus familiares saben que existen y no se expresan con la iniciativa de quienes esperan creer que quieren seguir creyendo en todo y en todos, porque la tercera edad tiene mucho de arrinconamiento y poco de creencia y verdad.

Hay embriones que quieren seguir creyendo que pueden llegar a nacer y que los van a querer, porque el simple hecho de creer que creen en las salas de partos y los profesionales de la salud es para querer creer en el parto y el alumbramiento como algo espontáneo y vivificante.

Hay testigos que quieren creer en los acusados y dejan de creer en la justicia si nadie aplaude y todos cuestionan, porque también se desea seguir creyendo en que merece la pena creer en todos los posibles para seguir creyendo en los testigos.

Hay blogs que luchan por extraer verdades de donde sólo hay sombras y creen que pueden seguir creyendo en que no hay mentiras más allá de la luz de las relaciones humanas.

Hay zapatos que quieren creer en las huellas que dejan y dejan de creer en la arena que se borra. 

Con la creencia de que se quiere creer que creo de verdad en mi blog y las palabras que salen de mis manos, sigo día a día con mis reflexiones y creencias.

Tu amigo, que nunca te falla.


JUAN

domingo, 19 de octubre de 2014

QUIÈN SABE Y QUIÈN NIEGA

Quién sabe dónde vamos ni a qué hora nos levantamos para sacar el boleto de partida y tomar ese autobús que nos recoge, si la labor de los seres humanos -que siguen inconclusas- están pendientes de reconocimiento para ejemplo de madre y abuela, protectora y misionera, al mismo tiempo.

Quién sabe si vamos por la vida esperando el minuto para disfrutar y desahogarnos de tanta tensión de lucha y, en el primer segundo, casi sin notarlo, se nos puso delante de nuestros ojos la señal de "alto" en nuestras vidas.

Quién sabe si siendo como se es se participa de una lotería de la vida, de la que no pensaste llevar ningún boleto y, por eso, nos creímos amparados por el beneplácito de un ser superior, que consideramos que nos cuidaría y empujaría a seguir luchando.

Quién sabe si madre e hija son dos gotas que deben derramarse al unísono, porque brotan del mismo grifo de esperanza y pasión por la vida, humedecidas de sobresalto y angustia.

Quién sabe si las circunstancias adversas son un señor de negro que se presenta ante todos nosotros sin sospecha alguna y con la única pretensión de robarnos la paz que nos corresponde.

Quién sabe si vinimos hasta aquí para sufrir más de lo necesario y sólo tenemos respiro en las instantáneas, cuando se nos impide seguir repartiendo bondad y amor a quien las necesita de nosotros.

Quién sabe si tantos días, con sus noches, supieron prepararnos para una última despedida por el trabajo bien hecho, con los hijos y su desencanto constante o con los nietos y esa capacidad para hurtar cariño de los verdaderos abuelos.

Quién sabe si palidecemos antes de partir por miedo a lo desconocido y encerramos los recuerdos y las ilusiones en la maleta que cargamos, pesada por la añoranza de la madurez y ligera por los pesares llevaderos de la juventud más soñadora.

Quién niega que fuimos amigos tan cercanos que nos duele mirar hacia atrás y vecinos tan cercanos que nos apenan tanto las despedidas. 

Quién niega que hoy no tiene nada de ilusión y bastante de sufrimiento, aún a pesar de resistencias a creer que todos estuvimos ahí y nos abrazamos, quisimos reír y también soñamos.

Quién niega que las lágrimas también pesan y que todos nos iremos alguna vez.

Gracias, Piedad y Mónica, por lo que siempre recibimos de vosotros y nos permitisteis crecer en generosidad y solidaridad, familiaridad y sensibilidad, verdad y entrega a una vida de respeto y afán constante de superación.

Hasta siempre y hasta nunca o hasta cuando Dios así lo quiera.


Juan, un cuñado orgulloso, un tío político impresionado con el nivel y la entereza, la sencillez y la capacidad de afrontar retos y un papá de corazón sensibilizado y terriblemente afectado por las circunstancias vividas en estos días.

sábado, 11 de octubre de 2014

MÁS VALE IR RODANDO

Si caminamos erguidos nos damos cuenta que la cabeza está a mucha distancia de nuestros zapatos y caminamos sin que nuestros pasos se hagan conscientes en ese mismo instante, un motivo más para pensar que con frecuencia metemos la pata.

Pero, también es cierto que el corazón está a medio camino entre nuestro cerebro y los dichosos zapatos, por lo que dar un paso debe acompañarse de unos latidos de entusiasmo o preocupación, cuando hay incertidumbre en el resultado, mucho antes de que convirtamos nuestro deseo en una actitud consciente.

Siempre caminamos de pie, orgullosos de lo que llevamos puesto y bien arreglados, como si las decisiones debiesen estar en consonancia con el perfume o el cuello limpio. Vemos, a diario, tanta pulcritud cubierta de intereses creados que me atrevería a pensar que se puede caminar sin tanto maquillaje ni vestidos de algodón.

Muchas veces me he puesto a pensar y creo que es tanto el camino que debe recorrer el impulso del pie que se adelanta, en su afán de dar el primer paso, que hasta que pasa por el punto del corazón y empieza a latir y, hasta que alcanza el cerebro, ya pudimos dar un mal paso.

Hay quien reprende y luego se siente agitado durante más de cuarenta y ocho horas para que, al final, cuando se ha dado cuenta del error apresurado, salga despavorido para pedir perdón por la escena de furor, envidia o celos que había representado.

En ocasiones, entregamos un trabajo revisado por encima y al dejarlo en su destino nos ponemos nerviosos, porque en ese instante pasa por nuestro corazón ese impulso de dejar el informe o la carta para la novia porque quisimos romper de repente, pero al pensarlo bien somos capaces de retroceder y buscar la fórmula para retirar el paquete que dejamos con tanta decisión y respirar profundo, si fuimos capaces de rescatarlo a tiempo, evitando así un mal mayor si su destinatario lo hubiese leído sin la suficiente meditación, o sea, el momento en que pasó por nuestro cerebro ese impulso que nació en el zapato.

Por todo esto y mucho más creo que deberíamos caminar rodando, así el impulso de dar un primer paso adelante lograría llegar al corazón en ese mismo instante y no sufriríamos por habernos equivocado, ya que inmediatamente alcanzaría el cerebro y seríamos capaces de rectificar a tiempo para no seguir metiendo la pata.

Y así no podríamos caminar, dando pasos erróneos, porque al estar acostados podríamos avanzar sólo las manos y servirían para acercar actitudes y aproximar distancias, con lo que los pasos que pudieran darse serían todos en el mismo plano y, por tanto, con escasa posibilidad de error.

Yo, sinceramente, estoy convencido que debiéramos vestirnos con un cuero resistente y rodar para mirarnos a la cara, pudiendo avanzar en todos los sentidos y pudiendo, además, acoplar los impulsos con los latidos y los caracteres con las emociones.

Ahora me imagino un mundo con un suelo basculante y que todos pudiésemos rodar, uno junto al otro, durmiendo en la misma posición y con ascensores para subir al último piso, donde nos esperase un trabajo reposado, para pelearnos con quienes no se desempeñan adecuadamente dándole una palmetada de ánimo, al mismo tiempo, porque trabajarían al unísono el cerebro y el corazón.

Creo que podríamos crecer y reproducirnos, envejecer y dormir eternamente, sin cambiar de posición, porque vivir caminando, con el cerebro distante del corazón y muy alejado de nuestros pasos, es un trastorno de la coordinación de sentimientos y emociones, por lo que siempre estamos con arrepentimiento y disculpándonos, abusando de la humildad para envilecer y aspirando a ser superiores por aplastar al contrincante.

En este caso no podríamos hablar de crecer sino de demostrar, porque todos tendríamos la misma posibilidad de estirarnos y nunca se hablaría de razas superiores ni culturas que adolecen de una talla promedio, no habría gigantes ni enanos, pues sólo nos acostumbraríamos a acercarnos por las miradas y a reconocernos por el tacto.

Sí, sinceramente, pienso que nadie llevaría bolsillos porque todo sería virtual, ya que la gravedad lo derramaría continuamente, creo que las medallas no servirían para lucir nada y el sol brillaría dando la misma sombra para todos y hasta el corazón daría sombra, lo que nos hace falta para reconocer quien lo utiliza bien y pesa por el contenido que alberga y en quien es hueco y transparente.

Quisiera ir rodando por la vida, me cansé de un mundo que va de pie y presume por el talle y la talla, la presunción y los aditamentos, el ruido de los zapatos y la forma de abrirse paso, los adelantamientos prohibidos y las prohibiciones de adelantar.

Quisiera ir rodando por la vida para evitar los señalamientos y las críticas, porque nadie podría ver más allá del cuerpo del otro, para esconder la vanidad ni el ruido de los zapatos, las hebillas distintivas ni el cuero, frente al harapo, porque todos saldríamos y entraríamos por la misma puerta y del mismo modo.

Gracias por seguir siempre ahí, espero tu opinión rodando. Tu amigo, que nunca te falla.


JUAN

viernes, 10 de octubre de 2014

¿TE GUSTAN LAS CANICAS?

He puesto mucha atención al ver a unos niños jugar a las canicas y siempre me pregunté si había algún secreto en esa bola que corre y rueda, porque en apariencia es un simple juego que no encierra mensajes y, sin embargo, es un libro abierto para el aprendizaje.

Las canicas permiten integrar más que la política y reunir a varios niños alrededor de unas bolas, como motivo principal de encuentro. Ojalá en la madurez fuésemos capaces de auto-convocarnos en las diferencias para que una bola de pasta o cristal nos acerque y nos obligue a observar y dialogar.

Una canica rueda por inercia y tiene el propósito de alejar a las demás de su camino hasta que entra en el hoyo, ese hueco que supone el alcance de tu objetivo, por el que eres capaz de quedarte con las canicas de los demás. A veces, tenemos metas y somos capaces de alcanzarlas sin importar lo que encontremos en el camino, por lo que debiésemos construir una reflexión crítica para que las canicas no arrastren ni despidan del camino de todos a los que llegaron antes o se impusieron por un movimiento más especial que el de las demás canicas.

Toda canica tiene un receptor "el hoyo", que la acoge y la involucra, al igual que las relaciones humanas, pues debemos siempre buscar ese cobijo y soporte que necesitamos. En muchas ocasiones, es importante buscar la complementariedad, desde la aceptación de tu incapacidad de caminar solitario y la manifestación abierta de que se necesita de los demás para emprender una lucha en cualquier propósito emprendido.

Las canicas transmiten curiosidad, a pesar de su uniformidad redonda y de tamaño similar, pero en su interior hay motivos y señales, dibujos y colores que las hacen particulares o singulares en la pluralidad. Todos debiésemos proponernos cambiar en nuestro interior, con el único propósito de ser diferentes en la pluralidad, pero que ese distingo nos irradie desde el interior y no se nos considere diferentes por la apariencia, la voz, los movimientos, las señales o los acompañamientos.

Las canicas pueden coleccionarse, al igual que pudiésemos coleccionar momentos de nuestra vida que repercutieron en nuestra forma de ser y actuar, desde el aprendizaje continuo de todo lo que nos rodea y la sencillez de las miradas de los demás, de las que debemos aprender a abrirles paso y que nos penetren para que deslumbren ese rincón negruzco que siempre hemos sido capaces de almacenar, como un trasto viejo y caduco.

Una canica es un objeto redondo, sin aristas, tal y como debiésemos presentarnos ante los demás, ofreciéndoles oportunidades y no amenazas a su deseo de integrarse o acercarse, dialogar o manifestarse tal y como son.

Las canicas nos involucran en el mundo de la competitividad, en ese espacio del cosmos donde se discute dialogando y se empuja caminando, se desea lo que no quieres que te pase y se descubren movimientos para empujar al que tienes a tu lado, por lo que esta propuesta de vida es la que debemos reclamarle también a las canicas, sin las cuales no jugamos ni competimos, pero con las cuales podríamos aportar a un mundo que no se mueve y que compite en exceso y sin escrúpulos.

Qué bueno sería rodar y tener un propósito, convocar a tu alrededor y procurar que las manifestaciones sean para complementar y construir, que la curiosidad sirva para que te inicies en el diálogo y no en la disputa, que su forma te de oportunidades de romper las amenazas que ponemos deliberadamente a los demás, en una actitud que llamamos erróneamente "competitividad"y que nos obliguen a cambiar desde lo más hondo de nuestra alma para procurar ser los mejores diferentes, con derecho a que otros sigan tu ejemplo.

Tu amigo, que nunca te falla.


JUAN

domingo, 5 de octubre de 2014

¿POR QUÉ HABLAMOS DE PARES?

Acostumbramos a vestirnos y siempre lo hacemos sin olvidar el par de calcetines, porque es la mejor manera de calzarse un buen par de zapatos.

No podemos olvidarnos del par de gemelos si queremos vestir bien una camisa blanca y presumir de chaqueta con un par de bolsillos.

Siempre hay un par de cosas que quieren contarnos y nunca es una sola o un montón de acontecimientos. Quizás sea porque ese par de amigos quiere arreglar al mundo con un par de tortas, porque a golpes entra mejor la letra.

Muchas parejas se conformarían con un par de hijos, o sea, la parejita, para ser más concretos. Y no podemos regresar a la casa si no nos tomamos un par de cervezas, porque es lo que contamos y nos callamos las otras seis que tomamos conversando y disfrutando la tapa que contenía un par de aceitunas.

Compramos unos pares de panes para comer y nos vamos a comprar un par de corbatas, porque hay que tener para combinar adecuadamente.

Si preguntamos por una dirección nos indican que caminemos un par de cuadras y, si creemos que hemos llegado tarde a la cita, nos tranquiliza un asistente que llevaba ahí un par de minutos.

Ya sólo nos queda un par de pueblos, dice atareado en el control del volante quien nos transporta a un punto lejano y, para resaltar la excelencia del sermón, exclamamos a viva voz ¡qué falta haría un par de curas como éste¡.

Compramos un par de pajaritos y los metemos en la misma jaula, ponemos un par de pimientos en cada plato para que se sacie la curiosidad culinaria y con un par de aceitunas rellenas nos quedamos verdaderamente hartos.

Nos serena la idea de que el examen tendrá un par de preguntas de cada capítulo y nos piden el favor de ir un par de veces a misa, porque así podremos seguir llevando el cartel de "católico".

Se nos critica si hacemos lo mismo un par de veces y se nos pone el apodo que nunca pensamos si adoptamos la misma actitud un par de domingos.

Un par de reyes es importante en el pócker y un par de días sin comer puede ser un verdadero problema. 

Un par de hermanos es casi la norma y un par de profesores puede llegar a ser la discordia. 

Un par de bolsillos nos ayuda a repartir la carga de necesidad y un par de botones en el cuello de la camisa implica ir a la moda, mientras que un par de mulos para el arado hacen una yunta y hace falta un par de enamorados para que nos percatemos que el mundo está más cercano y sutil.

Un par de salidas al año dicen que no hace daño y un par de piropos, a su hora, puede ser una llamada de atención muy sonora.

Un par de repasos es lo ideal antes de un examen y un par de ojos sensibles te permiten tener una visión panorámica, aunque un par de orejas trabajando bien puede ser mejor para escuchar el doble de lo que se habla.

Un par de consejos ayudan a sobrellevar la carga y un par de horas con los hijos te harán mejor padre y madre. 

Mientras tanto, hay quien habla de que mató un par de pájaros o que solo insultó un par de veces, que se portó mal un par de días o que solo manipuló a un par de estúpidos. También hay quien cree que no tiene su propio par y hasta piensa en inventarse un par de historias para no dormir.

Han nacido personas que creen que están autorizados a manipular un par de veces, para que no se note mucho y otros que disparan un par de cartuchos y hablan de un par de efectos colaterales.

Algunos siguen firmes en un par de propuestas y la mayoría sigue dudando entre un par de opciones. Muchos niños y niñas piensan que se puede suspender un par de veces y no hay error en la ejecutoria y otros satisfacen su ego pensando que por un par de palabras de egocentrismo no se va a acabar el mundo.

Para todos, un par de reflexiones con esta entrada a mi blog.


Vuestro amigo, que nunca os falla.


JUAN


domingo, 28 de septiembre de 2014

NO ESCUCHO TU SILENCIO

Cuando salimos y conversamos, hablamos en voz baja o gritamos, reconocemos la voz del otro y estamos acostumbrados a identificar al amigo o al familiar por su voz o sus quejidos. 

No es raro acudir a la Iglesia y escuchar la voz de quienes se sientan cerca de nosotros, porque creemos que los conocemos tan bien que sabemos cuándo acentúan la voz y cuando callan prudentemente.

En las manifestaciones identificamos la voz de los líderes porque ya los escuchamos previamente y no es complejo saber si se trata de quien apoyamos o del contrincante.

En una disputa familiar, al despertarnos mientras dormimos profundamente, nos imaginamos los acontecimientos porque reconocemos la voz que sobresalta en la madrugada o el lamento de quien entra a toda prisa en el salón, con el propósito de transmitir una nota de pesar.

Si alguien en la escuela hace una pregunta enseguida le identificamos por el tono de su voz, su perspicacia o su interés, pues es ese amigo -o enemigo- al que hemos estado escuchando hablar durante todo el año.

Alguien descubre algo inaudito en el trabajo y sabemos, en ese mismo instante, si es Pedro o María, pues su exclamación suena a voz conocida y ya estuvimos enterados que estaban trabajando en algún particular, con lo que sólo faltaba el momento del mismo descubrimiento y el sobresalto subsiguiente.

Si estamos visitando a los enfermos de una sala y alguno llora o se queja, camina hablando o habla caminando, podemos imaginar de quién se trata si ya dio motivos para que todos pensemos en Daniel o en Sebastiana, ya que son los más extrovertidos, desorientados o desconectados, desadaptados o inconformes.

Si en el cine de un pueblo se interrumpe la película por una tos persistente o un murmullo propio de quien no ha aprendido aún a estar entre los demás, todos los vecinos lo identifican con rapidez y pueden afirmar que se trata de Sigfrido "el mismo de siempre".

Sin embargo, si en una iglesia o una escuela habla todo el mundo y, de repente, alguien se calla, somos incapaces de acertar a saber quién fue, porque no escuchamos ese silencio tan oportuno o inverosímil.

La verdad, es que estamos prestos para identificar por la voz pero somos incapaces de reconocer el silencio, simple y llanamente porque no nos hemos detenido algún minuto a reconocer los silencios de los demás.

Todos tenemos silencios cuando nos impresionamos o nos derrumbamos, cuando estamos solos o cuando estamos enfrentados a un destino cruel, cuando nos dejamos llevar y desconocemos el destino o cuando sabemos que se avecina lo peor.

Otros mantienen el silencio cuando se recuperan de algún trastorno muy grave, cuando hablaron más de la cuenta o cuando enmudecieron de pena, al perder su hilo de conexión con el mundo o cuando saben que nunca más hallarán a su lado a la persona que tanto quisieron.

Hay personas que ya saben lo que padecen y no tienen palabras para decir cómo se sientes, que se les fue el vecino o que se sienten incapaces de seguir adelante, que la vida les dio un duro golpe o que otros le hicieron callar a la fuerza.

Y como no estamos acostumbrados a escuchar el silencio de los demás, para compartirlo y romperlo con nuestro apoyo constante, es imposible que lo reconozcamos.

Y sin embargo, si alguien me dijera "he sido capaz de reconocer tu silencio", le diría "me alegro que compartas mis dudas y mis silencios, porque sólo así sé, a ciencia cierta, que nunca más estaré sólo".

Tu amigo, que nunca te falla.


JUAN

jueves, 25 de septiembre de 2014

¿DE QUÉ MATERIALES SE FABRICA EL APLAUSO?

Cuando miramos y aplaudimos estamos agradeciendo a la vida que se nos presentase ese hecho o hubiésemos tenido la oportunidad de estar ahí, en el momento preciso, cuando ocurrieron los acontecimientos y nos permitieron ser vigilantes de lo sucedido.

En ese instante, sin mediar palabras, nos encontramos aplaudiendo de emoción porque consideramos que no hubiésemos podido hacerlo mejor y nos brota una sonrisa que acompaña a esas palmas de entusiasmo por lo que aprendimos de los demás y, desde el corazón, escribimos ese aplauso para reconocimiento de algún gesto que brotó de alguno de los intérpretes de la vida, ciudadanos que nos dieron una lección con su comportamiento o su actitud.

También hay momentos en que aplaudimos a actores y cantantes, por no desentonar con el resto, ya que no reconocemos el éxito y queremos pasar desapercibidos, pero ahí el aplauso va cargado de desinterés y menosprecio.

Algunos días nos levantamos cansinos y no somos capaces de aplaudir ni a los nuestros, por lo que demostraron cariño por los demás, lo que fueron capaces de construir o destruir, e incluso por lo que se levantaron y fueron valientes para seguir trotando por los caminos de la vida, muy a pesar de las circunstancias que le rodearon.

En algunos ámbitos hay que aprender a aplaudir porque si no lo hiciésemos aparentaríamos que somos ingenuos o legos en la temática que escuchamos o la representación que vemos y nuestro bagaje cultural puede quedar en evidencia.

En determinadas etapas de nuestras vida aplaudimos con entusiasmo diferente y enfoques distintos, pues un niño puede aplaudir un gesto caricaturesco de la madre y un anciano puede aplaudir que un eructo haya interrumpido un silencio de ultratumba.

Hay aplausos grabados porque los organizadores de los eventos no confían en que la gente reconozca el esfuerzo de los que participarán en el evento planificado y, de vez en cuando, encienden el aparato y suena un estruendo de aplausos para cargar de ánimo la sala y extraer algún tímido aplauso adicional a los indecisos del momento o a quienes no llegó el tema, la letra o la música que se lanzó al viento.

Hay aplausos con ritmo que se castigan cuando se descompasan o aplausos sin rima que parecen agonizar por la lentitud de los movimientos, aplausos efusivos porque los quieren sustituir por el beso que le darían a quien los estaba mereciendo en ese preciso momento, aplausos respetuosos porque el ambiente lo permite y aplausos con eco, ya que no acaban nunca, como queriendo perpetuar el agradecimiento a quien nos llenó de palabras y motivos para seguir luchando.

Hay aplausos insonoros porque se quedan en el intento y aplausos cobardes, porque no están compenetrados con la expresión facial, aplausos con picardía por cuanto se lanzan oportunamente ante un desliz o equivocación manifiesta, aplausos de liderazgo cuando nos ponemos de pie y llevamos las manos hacia la cabeza de quien se los merece sin menoscabo y con mucha razón.

Hay aplausos resignados, como los de quienes reconocen que han sido superados y no quieren aceptarlos, aplausos famélicos por el sigilo del contacto de las manos y aplausos húmedos por el estrés que viven unas manos sudorosas.

Hay aplausos rotos porque se interrumpen con facilidad, aplausos enfocados, como los de quienes quieren hablar de otros y los aplauden por lo poco que manifiestan, destacándolos con ironía y sin pudor. 

Hay aplausos egoístas al reconocernos lo poco que hacemos y aplausos falsos por el vacío de una palmas que no suenas a nada, en medio de la nada.

Por tanto, es mejor aplaudir lo que sentimos y lo que lloramos, lo que reconocemos y lo que manifestamos, lo que vivimos y lo que aprendemos. Lo demás no tiene los materiales ni ingredientes necesarios para fabricar un aplauso.

Tu amigo, que nunca te falla.


Juan

martes, 16 de septiembre de 2014

¿POR QUÉ HACEMOS SIEMPRE LO MISMO?

Nos acostumbramos a comer e ingerimos siempre lo mismo, nos ponemos a trabajar y sudamos el mismo sudor, bailamos y damos los mismos pasos, lloramos y usamos el mismo pañuelo, nos callamos y siempre suena igual el mismo silencio.

No sé por qué nos da tanto miedo ser diferentes y hacer algo que no nos identifique ni que afecte a nadie, por que así vamos a aprender de una experiencia sencilla, al alcance de cualquiera e inesperada en el aprendizaje que vamos a interiorizar, eliminando la monotonía de nuestras vidas.

Procuremos comer con la mano izquierda o caminar por la acera de enfrente, cortemos el pelo un poco más de lo normal o aprendamos a cepillarnos los dientes antes de cada comida y no después, para que encontremos la diferencia entre lo que pensamos y lo que realmente sucede cuando estas cosas ocurren.

Procura besar a tu hijo en un momento inesperado o dale una palabra de aliento a quien está feliz, deja que los demás te critiquen sin protestar o acude a una reunión de amigos, de aquellos a los que siempre criticaste.

Intenta rezar en serio o respirar por necesidad, cierra los ojos para ver más allá de lo que puedes divisar y camina para ir al servicio higiénico público que está en la otra calle, sin necesidad de encender el carro, abraza a tus padres el día en que no cumplan años y levántate temprano para prepararle el almuerzo a los tuyos.

Prepárate para hablar con tus hijos del tema que se les ocurra, acepta todo lo que te ocurra ese día y espera que la vida le de la razón a los que te regalaron algo desde el corazón, porque en la aceptación está la etiqueta del verdadero regalo.

Llama a todos los que conozcas y pregunta el nombre a quienes no hayas visto jamás, detente a leer algún epitafio y reconoce las estatuas del lugar donde vives, acude a alguna institución pública y mira cómo funciona todo antes de hablar con desconocimiento y juega el partido de fútbol que nunca te atreviste, para que entiendas el esfuerzo que supone jugar y el menosprecio de haber fallado un penalty.

Escucha durante horas a las personas mayores y hazles preguntas para que te noten el interés, tómate una cerveza junto al que tiene un cólico renal para que sepas el por qué la toman ellos y ve a una sala de espera para que aprendas a echar paciencia.

No tengas miedo de sacar la basura sin taparte la nariz y limpia al niño pequeño, porque tú también eres su padre, corre al encuentro del vecino que tiene un problema y ayúdale sin esperar nada a cambio, acude a las reuniones de padres y convéncete del papel que te toca en la construcción de una educación de calidad para el futuro de tus hijos.

Aconseja a tu hijo sin gritarle y vístete como él, peínate diferente y disfrázate para que no te reconozcan en la casa, juega a esconderte para que descubras la iniciativa de tus hijos y mándale muchos besos a tu madre, que siempre los está esperando impaciente.

Procura dar sólo buenas noticias, a pesar de las circunstancias y no hables de lo que rinde dinero para los demás, rompe tu propio diario y aconseja que los demás hagan lo mismo para que no sufran por lo realizado, no limpies la suela de tus zapatos que tanta historia de recorrido albergan y ve a comprar al mercado, aunque desconozcas lo que le gusta a los tuyos.

Escucha música y camina abrazando a los tuyos, no des propinas sino consejos y hazte presente en el interior del colegio donde estudiaste, porque eso rejuvenece tu madurez y revive tus esperanzas, opina de lo que pasa en el mundo y pídele a tus nietos que emitan su propio criterio para que valores más la calidad humana de tu propia sangre.

Manda un mensaje virtual y luego comprueba qué sintió la persona que lo recibió y compleméntalo con un piropo, repártete al final la comida y sal a la calle si llueve.

Antes de acostarte ve a un ancianato y pregunta a alguien qué hora es y todo el mundo estará contento porque alguien entró inesperadamente en sus vidas y les darás ilusión por el mañana. No grites en un campo de fútbol y saluda a todos en la distancia, no maldigas antes de escuchar y procura ser feliz sólo por no hacer siempre lo mismo.

Tu amigo, que nunca te falla.

JUAN

lunes, 1 de septiembre de 2014

HACE SOLO UN PASO QUE DI EL PRIMER PASO

Muchas personas se piensan si deben, o no, dar el paso que se han propuesto y para lo cual analizan todos los posibles inconvenientes y se plantean desde los más tristes y negros hasta los más promisorios, como si de una cuestión de estado se tratase.

Otros, sin embargo, se proponen avanzar para dar envidia y lo anuncian por todos los medios de comunicación social habidos y por haber, como si se tratase de una oferta pública de empleo a la que todos deben tener acceso.

Al momento de pensar queremos compartirlo, porque parece que la moda es manifestarte como el propietario único de la motivación que te va a impulsar a poner algo en marcha y por lo que te consideras único e intransferible.

Ya está todo el mundo enterado de los detalles y ahora quieres tardar un siglo para avanzar, porque la gloria está en que recibas todos los aplausos disponibles y estés en la primera página de todas las revistas y semanarios.

Te preparas para no recibir golpes, aún habiendo recibido elogios, por lo que incluso después del baño de multitudes das marcha atrás y te arrinconas por un tiempo, ahogándote en tu propio desliz de prudencia, que no es sino un desperdicio de vanidad y te vas alejando socialmente hasta que algún otro día te sientas presa de otra idea que quieras poner en marcha, aunque sólo sea con el propósito de confundir y vanagloriarte en tu propio espacio de ignorancia.

A veces, pensamos que todo va mal porque lo hemos compartido y los demás son los únicos culpables confesos de lo que ha ocurrido con nuestra propuesta, pues manifestar nuestra ruta fue el error que nos llevó al desastre de una muerte anunciada.

No pensamos, si quiera, que dar un primer paso anunciado y predestinado al descalabro, puede arrastrar a otros muchos ingenuos, en espera de brillantes destellos fugaces de oportunistas de los ratos muertos, pueden seguir maltratando sus ilusiones porque se dejaron arrastrar sin pensar en las consecuencias más ligeras o inmediatas.

Es mucho más prudente ser reflexivo y plantarte ante el destino, descifrar bien tus posibilidades frente al proyecto de vida que has emprendido, derramar ímpetu sin igual y lanzarte sin miedo, procurando que tus debilidades se transformen en fortalezas.

Cuando hayas adelantado un paso te darás cuenta que, sin haberlo hecho público, te ha vestido de grandeza por haberlo conseguido sólo, sin empujones ni planteamientos superfluos de prejuicios inútiles, que fue parte de la direccionalidad que quisiste imprimir a tu vida y que estos momentos son los que van dejando escrito un rastro de actitudes positivas, por si alguien quisiera seguir tus huellas.

No es bueno presumir, pero es digno mirar hacia atrás y decir, con la boca llena de esperanza y vestido de seguridad y verdad "Hace solo un paso que di el primer paso".

Una vez seguro del paso que diste ya nadie te puede parar porque iniciaste un camino por propia convicción, lleno de una fuerza interior que te mueve por inercia y con un bagaje de aprendizaje y una personalidad construida a base de empeño, que vas a necesitar mejorar tu temple para aguantar a todos los que te van a seguir.

Sinceramente, frente a los que anuncian lo que quizás no sean capaces de pragmatizar y todo lo dejan al nivel conceptual, prefiero dar los pasos necesarios y descansar, para mirar atrás y decir que ya avanzaste un paso y que el camino te lo ha permitido, que las circunstancias no han podido detenerte y que es el momento de seguir forjándose objetivos a corto y mediano plazo, que la felicidad es creer en tí mismo y que la seguridad que te imprime confiar en tu empuje es la gasolina que te cargará para seguir adelante.

Dejar de aplaudir otros comportamientos porque creas que tú nunca serás capaz de avanzar, no pienses ni hagas públicos tus intentos y mira hacia atrás cuando hayas dado el primer paso, porque ahí está la grandeza del ser humano y te encontrarás con miradas de aplausos de quienes de ahora en adelante empezarán a confiar en ti y seguirán por el sendero que les abras en la vida.

De ahora en adelante ya no puedes regresar, sólo seguir a tu nariz y aprendiendo de los roces del viento y las gotas del rocío, del canto del pájaro y del sudor de los que vayas encontrando en el camino; en otras palabras, irás aprendiendo a superarte y a ser cada día mejor ser humano, la única estrategia para poder seguir siendo tú mismo, con una pizca más de presencia en este mundo, con la verdad de lo que ya hiciste y bien y no con la quimera de lo que harás, aunque en el fondo eres incapaz de dar ese primer paso.

Vuestro amigo, que nunca os falla


JUAN

domingo, 3 de agosto de 2014

¿DESDE DÓNDE ME MIRAS?

Caminamos por la calle y desconocemos si alguien nos mira, pero intentamos girar nuestra cabeza porque insistimos en creer que alguien nos mira.

Y en ese momento, nos acordamos del que nos miró de mala gana, porque pensamos que aun está preocupado por hacernos la vida imposible, mirándonos desde algún rincón escondido.

A veces, pensamos que aquel con quien nos peleamos ha encendido su afán por complicarnos la vida y no nos va a dejar en paz por mucho tiempo, creyendo que nos persigue con la mirada.

Hay momentos en que creemos que el ser querido que se nos fue está mirando desde algún rincón, como si hubiese quedado algo pendiente por resolver entre los dos y uno se desespera por saber si la vida va a dar la oportunidad de hacer una nueva cita y despojarse de las dudas y las deudas sentimentales.

Algunos tienen miedo de sus comportamientos y viven huyendo de todo y de todos, como queriendo acelerar el paso de los días y salir con un pellejo noctámbulo, para pasar desapercibidos como los gatos negros en la noche.

Sólo unos pocos salen a la calle y se alejan disfrazados, con el sigilo propio del que pretende camuflarse para pasar desapercibido y procurar que el paso de los días se aleje del momento y del recuerdo, en un intento de borrar la pesadilla de una huella que dejó un impacto negativo.

Firmas un contrato y sigues pensando si serás capaz de responder a quien se lo leíste, porque crees que tus fuerzas no te van a responder, porque todos te dicen que no vales para eso, pero la firma es ese alguien que te está mirando y el testigo que te impulsó a firmarlo, lo que te dará fuerzas para demostrar que eres grande por la actitud adoptada y el compromiso generado.

Hasta los Reyes Magos se pudieron preguntar, más de una noche, desde dónde le miraban, porque sabían a dónde debían ir pero no conocían a dónde, con exactitud.

Cuando planificas presentar un trabajo y transmitir lo que piensas sobre un particular, te preparas con meticulosidad y te apoyas en suficientes textos bibliográficos, asumes que ere el mejor preparado y sin embargo sigues pensando que alguien te está supervisando y te aconseja lo que debes redactar y lo que tienes que exponer. 

Llegas a tu casa y en cualquier rincón está ese alguien que te mira, quizás preocupado por recordarte el gesto que te falta con los tuyos o los escondites de tus piropos, para que los encuentres y los manifiestes sin miedo.

Sales a la calle y todos te miran, porque se olvidaron de tu cara y tus movimientos, pero no atinas a saber de dónde viene la mirada más sincera y quién la disparó primero.

Llegas a clase, en el primer día y tienes miedo de llegar y encontrarte nuevos amigos, pero alguien vigila tu forma de escuchar y tu afán por integrarte, aunque tampoco sabes de dónde te miran.

Te contratan en el mejor trabajo de tu vida y tienes la impresión de que alguien te está mirando y vigila hasta el último renglón que escribes y cuestiona la menor orden que transmites, por lo que tu inseguridad te conduce a cometer algún que otro error.

Hay muy poca gente que no se asusta porque los miren, aunque no sepan de dónde, pero necesitan confiar en que eso pasará y así sabrán que su empeño o su trabajo son supervisados o corregidos, con lo que tienen la impresión de que en esta vida no van a dejar nada inconcluso.

No hay que enfadarse porque alguien te mire, ni incluso cuestionar que te falta un espacio de libertad para hacer y deshacer, porque hay que procurar que el momento sea constructivo o te impulsa a reflexionar 

No sigas preguntándote ¿De dónde me miras?, porque lo importante es hacer las cosas bien para no tener resentimientos y caminar preocupándote porque todo lo pensaste y lo vas a hacer mejor aún, procurando que el otro se sienta acogido y realizado con tu intervención en cualquier momento.

Lo importante sería hacerse la pregunta ¿Por qué no me miras? y seguir luchando por superarte a tí mismo, dando ejemplo en cada un o de tus pasos.

Tu amigo, que nunca te falla.


JUAN