domingo, 20 de octubre de 2013

¿QUÉ PIENSA UN PEN-DRIVE O UNA MEMORIA DE SU DUEÑO?

Si pudiésemos revisar en las entrañas de nuestra memoria, ese útil en el que hemos confiado parte de nuestra memoria diaria y donde relatamos, describimos, descargamos e incluso testificamos y disponemos de los ángeles que nos salvan de catástrofes en los datos ingresados en nuestro portátil, es simplemente un dispositivo de memoria externo que tiene una capacidad de almacenamiento. 

Pero, a veces, lo tenemos con clave porque no permitimos el acceso de extraños, creyendo que ahí se transformaría nuestro mundo de secretos, pretendemos no dejar rastro de nuestro caminar por el mundo virtual y a veces nos enfadamos con el dispositivo porque no corre lo suficiente, se atasca con facilidad o hay archivos que se presentan como artilugios dañados por un virus.

En ocasiones los atamos a nuestro cuello o a las llaves de la casa porque creemos que forman parte de nuestro atuendo o son parte integral de nuestras verdades y mentiras, las que integran nuestra actividad profesional, resguardando nuestra intimidad y dándole vida a un sencillo aparato conector.

Comparamos modelos y a nuestra memoria (PenDrive) le encontramos algo especial, como si hubiese sido fabricado con dedicatoria, merecedor de llenarlo de mensajes con contenido y libre de virus, pues hay que comprar programas anti-virus de calidad para que los limpie de impurezas.

Vamos por la vida como una aspiradora, pretendiendo recoger todo lo bueno y malo para grabarlo, aunque después haya que filtrar parte del contenido, pensamos que estando ahí refugiadas las palabras no se van a enriquecer en el diccionario, porque ya fueron extraídas por arte de la red.

Esperamos que alguien compre otro igual y ya estamos sumándole pegatinas, marcas o comprándole aditamentos, de los que siempre están disponibles en el mercado, para seguir haciéndolo diferente y especial entre los demás, como si no hubiese posibilidad de réplica en este planeta.

Hay que elaborar leyes especiales para revisar lo que hay ahí y si se viola la intimidad de este complemento externo, cargado de una memoria que más bien es un pozo con un cierto fondo y que cuando el cieno llega a un nivel te avisa que no queda espacio suficiente para rellenar más tu ego, pues adolece de circuitos integrales de memoria que le permitan pensar y actuar por sí mismo, viviendo el presente con apoyo en el pasado, pudiendo proyectarse hacia el futuro de tus propias intenciones.

Sin embargo, debemos dedicar un tiempo a comunicarnos con el PenDrive o memoria y preguntarle si merece la pena tener guardado un contenido que sólo tiene sentido para tus momentos de silencio, pues nunca llevaste a la práctica esos ideales con los que intentas confundirte entre los demás.

Sería bueno conversar sobre la necesidad de que te aceptara contenidos verdaderos, que no hayan sido tergiversados, manipulados, o se presenten como empedernidos o humillantes, pues debería tener una orden de un borrado automático, así podrías presumir de PenDrive con una carga útil y no con un aspecto deslumbrante.

Creo lógico preguntarle al PenDrive porqué no vistes igual a los tuyos, reservas con clave la dignidad de quienes conoces y procuras llenarte los bolsillos de piropos, caricias, un carácter que llene y una fuerza que equilibre diferencias, al mismo lado de la cinta con la que te cuelgas el dichoso dispositivo al cuello.

Pienso que sería sensato enviarle un E-mail a tu PenDrive para que limpie tu memoria de lo que eres capaz de relatar para tus adentros, porque es una manera brusca de señalarte en tus bases resquebrajadas y todo lo hace público por convicción, porque compartir las legañas de las mañanas, en esos ojos pegados y los rizos provocados por la almohada, en esas mañanas en que nadie tiene un centímetro de guapo, te hace más natural, aún sin PenDrive.

Me imagino dedicar tanto tiempo a revisar lo escrito y archivado, en un juego de manías de las que solo alimentas tus vacíos, porque hay que dedicar más tiempo a escuchar esas noticias de quien no tiene estos artilugios pero tiene una boca que habla, esperando que alguien lo escuche. Por eso mismo, creo que algún día habrá PenDrive con antena y así se grabarán en todas las memorias las mismas noticias, generadas espontáneamente, como la vida en la Tierra, a fin de que todos nos sigamos sensibilizando con lo que escriben otros y no sólo con nuestros pensamientos.

Quisiera aplaudir a los PenDrive que intentan balbucear para comunicarse, a los que parece que a veces se vuelven torpes, porque quizás les falte descanso, a los que llevan virus porque están necesitados de atención de emergencia, a los que están desgastados y aún les falta mucho por rellenar, a los que pueden auto-borrar archivos sin contenido de verdad, a los que se pudiesen cambiar automáticamente el nombre de una carpeta, porque es más real y se acomoda mejor a los objetivos y proyectos de una sociedad en crisis, a aquellos que amanecen mojados porque se orinaron en la noche anterior, creyendo que iban a ser utilizados para seguir escribiendo verdades a medias, a los que están fríos porque les falta riego sanguíneo, a los que se opacan con el paso del tiempo porque ya no hay transparencia en sus mensajes y a los que parecen ser un poco más anchos porque se les escapó un gas de la indigestión del día que llevaron a cuestas y la sobrecarga de comida chatarra que le dieron sus dueños.

Vuestro amigo, que nunca os falla.



JUAN 

sábado, 12 de octubre de 2013

¿QUÉ NOS PUEDE ENSEÑAR EL AGUA?

El agua corre y tiene vida, dispone de un caudal compuesto de gotas individuales que juntas arman un movimiento armónico y ordenado, desprendiendo un ruido grácil al oído y estabilizando nuestro estado de ánimo por la constancia de tu tarea continua (correr y arrastrar, acariciar y alimentar).

Nosotros somos gotas de agua que tenemos una corriente de vida, cada cual haciendo su tarea, aunque no siempre en forma armónica y, entre todos, debiéramos aportar para que este mundo funcione con un ruido que satisfaga a todos y que pueda estabilizarse nuestro estado de ánimo porque tengamos satisfechas nuestras necesidades más elementales si entre todos corriésemos y arrastrásemos adecuadamente todos los limitantes posibles, acariciáramos y alimentáramos a cuantos encontrásemos a nuestro paso.

La verdad es que somos gotas independientes, poco coordinadas y con muchos intereses, como si las gotas de agua de la corriente de un río saliesen disparadas cada cual por su lado y se perdiese la armonía de ese caudal de agua con un sentido prefijado, desde su origen en la montaña y hasta el final, al acabar en el mar. Nosotros debiésemos comprender que la tarea que tenemos, desde que nacemos y hasta que morimos, es procurar convencer al resto de gotas que es mejor mantenerse unidos, aunque cada gota tenga su propia filosofía de vida, pero lo que se aprende de la otra gota que está a tu lado supera a tu propia iniciativa para llevarte por delante a cuantas gotas encuentres a tu paso.

En el cauce del río y en sus orillas hay piedras que el agua moldea y procura erosionar, en algunos casos; otras, sin embargo, las arrastra por la fuerza de la corriente, pero siempre pretende mantener libre ese cauce para que el agua pueda correr libremente.

En nuestra vida, a veces actuamos liberando el camino para que la vida siga, pretendiendo arrastrar y moldear cualquier piedra que encontremos en el camino, buscando la mejor manera de despegarla del suelo y esperar que la corriente la lleve lejos.

Por momentos, pienso si las gotas de agua tuviesen sentimientos nobles y pudiesen hablar con las piedras y las pudieran invitar a incorporarse a la corriente o que le transmitan sus secretos y, quién sabe, si hasta las gotas de agua cambiarían su ruta y detendrían su paso para tomar otro rumbo, hasta fortaleciendo sus propias convicciones.

La tolerancia, al fin y al cabo, es una actitud abierta con cualquier piedra o guijarro, pero que podría llegar a moldear las gotas de agua, porque hay que aprender de lo imposible, lo que aparenta no tener vida o las circunstancias que creas adversas, porque se aprende de lo fácil, de lo coyuntural, de lo inerte y hasta de lo contradictorio, porque todo se necesita para seguir construyéndose uno mismo y seguir aportando a la construcción de un mundo mejor desde la verdad que nos identifica a todos, nuestra verdadera razón de ser, el alma de entregarse para llenarse de más verdad.

Si algún día viésemos un río sin corriente y, al rato, comprobásemos que todo vuelve a su cauce, es porque las piedras y las gotas de agua se pusieron de acuerdo para retomar el sentido de la corriente, aprendiendo de la erosión del agua que ahora negamos y olvidándonos de la única erosión de la piedra que ahora conocemos.

En un río hay vida, en un ecosistema rico y frondoso, al igual que en nuestra vida debe haber vida por cobijar a otros seres humanos que se alimenten con nuestra paciencia, nuestra tolerancia y nuestra propia verdad.

Seamos ríos con un cauce que aprenda a ser tolerante, porque así tendremos la corriente de la mejor verdad, de la verdadera autoestima y con el mejor de los caracteres, el que se transmite desde la necesidad de permitir que el otro pueda realizarse a través de tus actos, antes de lo que tú puedas hacerlo con la convicción de que eres único y singular, al tiempo que diferente, cuando en este mundo no hay mayor igualdad que ser diferente en la singularidad de quien espera asimilar lo que la vida del otro te esté aportando en el día a día, para construirte desde los cimientos de la aceptación del otro como un soporte fundamental en tu vida.

Tu amigo, que nunca te falla.



JUAN

martes, 1 de octubre de 2013

¿POR QUÉ LLORAN LOS NIÑOS?

Creemos que los niños deben vivir y que sólo lloran cuando se golpean o caen en la calle corriendo y no pensamos que unas lágrimas pueden ser ese semáforo en rojo que nos debe detener a pensar si también se han caído por dentro o se han golpeado con un mundo que no comprenden.

Un niño se cae por dentro cuando se le frustran sus ilusiones, pues a veces espera al padre que llega cansado y va camino de su dormitorio cuando la puerta entreabierta del cuarto de su hijo esperaba que la traspasara y dentro le esperaba un dibujo recién fabricado, un artilugio con cara de invento o unas calificaciones con las que quería demostrar que lo imposible estaba camino de convertirse en éxitos y realidades.

Un niño se golpea con un mundo que no comprende cuando le quieren enseñar a pensar en un mundo que tiene marginados a sus padres por alguna condición y le piden que lo abrace porque es el mundo de todos, cuando también ojea la calle y encuentra a quien tiene más que él y con menos esfuerzo, aparentemente su vecino tiene más felicidad que la que él disfruta cuando está desbordante y le cuesta menos conseguirla.

Un niño se cae por dentro cuando no puede presumir de familia delante de los amigos, porque todos inventan y su sinceridad le acobarda, muchos de ellos enseñan fotos y él sólo tiene señales de castigo en su cuerpo, algunos hablan de las vacaciones y él recuerda sus días alimentando a las gallinas.

Un niño se golpea con un mundo cuando quiere participar y lo quitan de la lista porque no puede hablar bien o no puede mantenerse de pie por su cojera, aunque fuese temporal, se aprendió el papel de una obra de teatro entre la luz del candil y los rebuznos de su burra, en ese establo que pareciese ser la puerta trasera de su casa y perdió la oportunidad porque el autobús no arrancó a tiempo y hay dos horas de su casa a la escuela.

Un niño se cae por dentro cuando le piden un libro nuevo para seguir la lección y aún no ha podido intercambiarlo o no encuentra un banco de libros cercano, no tiene quien le asesore en las tareas o terminó cansado de trabajar después de la escuela.

Un niño se golpea con un mundo cuando manda correos y recibe mensajes, chatea y se entretiene con la tecnología del mundo digital, a pesar de que cuando quiere una opinión o tiene una duda se le empuja diciendo que no hay saldo para hablar con él.

Un niño se cae por dentro cuando lo comparas y se hunde, al regañarle sin explicaciones, si lo miras y no lo acaricias, al momento de mirarlo con rabia porque esa rabia no te permite mirarlo como se debe, al exigirle y no llegar a un acuerdo, al sacarle la podedumbre de circunstancias negativas que todos llevamos dentro y al considerarle inútil hasta para respirar, cuando el aire no puede ser deglutido, cuando no come lo que tú le pides y si no se viste con el verde que encaja con sus zapatos.

Un niño se golpea con el mundo si le das más importancia a un seis en las calificaciones que a un excelente en su conducta, a la palabra de un profesor guía que a la presencia de un buen amigo, a su soledad perdida que a su ilusión vivida, a los que dicen que hacen que a los que hacen diciendo.

Un niño se cae por dentro cuando nadie le explica lo que está viendo en la tele, todos se ríen de lo que él no entiende, algunos se quejan y todo el mundo pasa de largo, porque al día siguiente va a estudiar el concepto de solidaridad y lo va a confundir con un árbol, una sonrisa de felicidad y va a desconocer lo que se siente, al igual que cuando se siente de contertulio en un ejercicio en la escuela y no sepa cómo actuar porque nunca tuvo respuesta para sus dudas.

Un niño se golpea con el mundo cuando alguna compañera le echa un piropo y no sabe cómo digerirlo porque nadie le explicó al respecto, cuando ayuda a pasar la acera a un adulto mayor y siempre hay quien le mira por si tuviese algún otro interés oculto, si alza la mano para discrepar con algún tutor y le callan por indiscreto, cuando le tira del vestido a la madre pidiéndole un poco de la rica comida que tiene preparada y le increpa para que espere con paciencia, porque no es la hora exacta para degustar absolutamente nada o cuando le mira a la cara a un adulto y le responde con un gesto y una pregunta indiscreta ¿tengo monos en la cara?.

Un niño se cae por dentro cuando le piden que se confiese y que junte las manos durante la comunión, pero también comulga quien no comulga con nadie fuera de la iglesia y vive mejor que él el quien nunca se confesó, confía en quien le falló y sus secretos son narrados por ahí como errores de personas simples y demasiado tontos, por francos y sencillos.

Un niño se golpea con el mundo cuando no comprende si hay que ir de blanco a la primera comunión, si se deben escribir con el mismo tino los renglones de caligrafía, aunque no tengan ningún mensaje o estén rotos por dentro, si es importante que los zapatos siempre estén limpios o si pensar en un minuto es porque vives despistado, si hablarle a un pájaro es motivo de preocupación y si es un castigo rezar en silencio.

Un niño se cae por dentro cuando hace fila en un banco, cogido de la mano de su madre y escucha a quien se adelanta o busca un amigo para infiltrarse, cuando ve nacer a un niño y sigue soñando con la cigüeña, si ve crecer a su hermano y él no despega del suelo, cuando todos lloran porque se fue el abuelo o saludan a un avión cuando va despegando del suelo, si ve una cama vacía porque su hermana está en el hospital o si los padres lloran y él protesta orinándose en la cama; y todo, porque nadie le explicó nada.

Un niño se golpea con el mundo si nadie le escucha, muchos le miran y casi nadie le coge la mano, cuando se ha olvidado del parque y sólo nada en sus sueños, cuando le quedan cosas por descubrir y va pasando el tiempo, si los pájaros no trinan cuando nos acercamos a la jaula o si hay que cerrar las puertas de la casa en la noche, porque en la obscuridad de sus interrogantes no encuentra una respuesta.

Un niño se cae por dentro si no puede hablar con la computadora para que esta le aconseje, si el celular no tiene manos para saludarlo, si la cama siempre abriga lo mismo y no puede llevársela a la escuela en las mañanas de frío, si no comprende por qué la bufanda no puede ser un amigo o porqué parece que los profesores siempre llevan razón, el que no haya filósofos o matemáticos a su edad y que ningún niño haya merecido un premio Nobel.

Un niño se golpea con el mundo cuando escucha una dialéctica vacía en el mundo de los adultos, si la sinrazón provoca alzar la mano o si los noticieros están cargados de más balas que consejos, cuando la verdad huelga por su ausencia y que nadie acuda al cuarto del abuelo cuando cree que está llorando.

Un niño se cae por dentro si no grita en libertad, no llora con paciencia, no estudia pintorreando, no disfruta soñando, no imagina inventando, no quiere abrazando, no demuestra regalando y no enferma suspirando, no se cobija refunfuñando y no descubre amando.

Y un niño llora cuando se cae por dentro o se golpea con el mundo que todos estamos construyendo, por lo que hay que dejarlos vivir para que nos enseñen a dejarles vivir en libertad, con paciencia, pintorreando, soñando, inventando, abrazando, regalando, suspirando, refunfuñando y amando. 

Vuestro amigo, que nunca os falla.


JUAN