viernes, 30 de noviembre de 2018

TU PESEBRE ES IGUAL QUE EL MÍO


Nos estamos acercando a Navidad y pareciese que nos cuesta trabajo reflexionar sobre la verdad con la que nos vestimos y salimos a la calle, porque da la impresión que algunos pretenden hacer creer que vinieron al mundo en un pesebre distinto al de los demás y a ellos quiero dirigir mi atención en el día de hoy.

Si duermes cerrando tu conexión con el mundo y sueñas sobre lo cotidiano, sintiendo la paz interior que sólo puede proporcionar tu paso por este mundo es, ni más ni menos, porque tu pesebre es igual que el mío.

Si gritas y corres, protestas y aceptas, porque eres parte de una sociedad que incluye lo que le interesa y margina lo que le molesta, es porque tu pesebre es igual que el mío.

Si lloras por rabia y te sientes impotente ante las injusticias, entablando conversaciones contigo mismo en los ratos de soledad, es porque tu pesebre es igual que el mío.

Si añoras el paso de los años y tu verdad quieres contrastarla con la de los demás, pensando que podrías actuar mejor de lo que haces en tu día a día, es porque tu pesebre es igual que el mío.

Si cuando rezas te acuerdas de quien está harto de pedir y no recibir nada, por lo que detienes tus voces de protesta y sacrificas lo que quieres para ti porque piensas que otros lo están mereciendo mucho antes que tú, es porque tu pesebre es igual que el mío.

Si te conformas con lo que tienes y aspiras a ser más grande como ser humano y con menos avaricia en tus propósitos, es porque tu pesebre es igual que el mío.

Si consideras que la herencia se  ve en los gestos y no en las posesiones, en los ejemplos que se copian y no en las escrituras que se firman, es porque tu pesebre es igual que el mío.

Si te vuelcas en las causas perdidas, esperando que el eco de tu voz le de fuerza a las esperanzas rotas de los lamentos que hicieron huella en la vida de quienes necesitan todo y de todos, es porque tu pesebre es igual que el mío.

Si te llena saber cada día lo que pasa a tu alrededor y cuestionar lasa actitudes con intereses creados, escondidas detrás de frases hechas y promesas de hojalata, es porque tu pesebre es igual que el mío.

Si no te desesperas por lo inalcanzable, porque estiras tus sueños para llegar a tocar el sol con la sencillez del niño que recién despierta, es porque tu pesebre es igual que el mío.

Si crees que los Reyes Magos son las oportunidades que tenemos en esta vida, cambiando el oro por la presencia, el incienso por la protección de los derechos y la mirra por la igualdad en las aspiraciones de todos, incluyendo a todos por igual, es porque tu pesebre es igual que el mío.

Si sigues mirando a tu alrededor y te da tristeza la falta de planificación y te armas de valor y llevas tus quejas al modelo organizativo, despertándoles el interés por los detalles que nos hacen grandes y necesarios, es porque tu pesebre es igual que el mío.

Si abonas tus deberes, al tiempo que exiges con la misma firmeza que se respeten tus derechos, a la luz de las injusticias del día a día, sin menoscabar en el rencor ni la envidia, es porque tu pesebre es igual que el mío.

Si cada día haces un balance de los abrazos recibidos y los mensajes regalados, y nunca sale a tu favor, es porque tu pesebre es igual que el mío.

Si al defecar huele mal y la orina sigue teniendo el mismo tinte de siempre, sin estar enfermo, si tu sangre sigue derramándose de color rojo rutilante y tus signos vitales son un reflejo de tus hábitos aprendidos, es porque tu pesebre es igual que el mío.

Si te sigue atrayendo un beso de la abuela o un consejo de la persona mayor que tengas cerca, si te ilusiona pasear a una mascota o acompañar en el llanto a un niño abandonado, es porque tu pesebre es igual que el mío.

Si lloras ante el espejo sin saber por qué y si te alimentas pensando en quien no puede hacerlo, si una vez al año pasas por el Hospital y te atreves a entrar a una habitación para saludar, si das los "buenos días" a la mañana fría y las "buenas noches" a la lagartija que se desplaza por la pared que alumbra la farola de la puerta de tu casa, es porque tu pesebre es igual que el mío.

Si necesitas abrigarte y te sigues preparando para que los demás te evalúen, si te entristece una despedida o te calma el corazón la brisa de la tarde, es porque tu pesebre es igual que el mío.

Si nunca te apetece ofrecer lo que no tienes, si proclamas lo que eres capaz y estás dispuesto a hacer, si procuras poner en práctica lo que dijiste y si te presentas desnudo ante la vida, es porque tu pesebre es igual que el mío.

Desde mi pesebre, el mismo que el tuyo, tu amigo que nunca te falla




JUAN  

lunes, 12 de noviembre de 2018

EL PRINCIPIO DEL FIN


Todo el mundo piensa que debe terminar una cosa para alcanzar metas, que al fin y al cabo son "altos en el camino" donde hemos de revisar si vamos por el camino trazado.

Nos despertamos pensando en acabar la tarea y felicitarnos por el empeño, pudiendo descuidarnos cuanto sea necesario y suficientemente válido para darnos un empujón de ánimo.

Nos cargamos de buenas intenciones y somos partidarios -siempre- de convocar a los objetivos para comprobar que alguno de ellos sí se alcanzó y entonces dar fe de nuestro recorrido veraz y propositivo.

Hacemos gala del señorío de nuestros gestos y, aunque sólo sea para sacar a pasear a la presunción, delante de los demás, nos resignamos y llegamos al final, aunque con la lengua fuera y hartos de tanto hastío y sacrificio vano.

Volcamos nuestros afanes en creer que tenemos que escribir un libro, tener un hijo y sembrar un árbol, porque eso nos hará más padres, más ecológicos o se nos rellenarán las actitudes de más prosa en nuestra vida.

Y creemos que damos ejemplo al transmitir que somos resistentes y que el descanso se copia del mayor gestor de la Creación, para el mundo cristiano, pues después de crear el mundo, los animales, el sol y las estrellas, los mares y las cordilleras, después aún de darle vida al barro y a la costilla, se puso a descansar.

Pero en el punto y final es donde está el origen de un nuevo empeño y donde nacen las nuevas tareas, porque la vida debe sentir el ejercicio constante de enlazar los principios con los fines.

Hacemos algo porque terminó una anterior, que dió validez y textura, color y vida a lo que ahora emprendemos, porque el pasado es la plataforma de lanzamiento de lo que está por venir y el futuro, cuando acabemos, será el origen de un nuevo lanzamiento.

Sólo podemos transmitir empeño cuando seamos cíclicos, entendiendo que el principio del fin está en cada final, cuando tras el último paso nos quedaron ganas para impulsarnos una vez más hacia adelante, con un paso extra que inicia otro recorrido en nuestra vida. 

La vida no termina, por tanto, sino que se transforma en otra perspectiva o recorrido, cuerpo o alma, para que todo recicle nuestro esfuerzo en el alcance de un objetivo más, lo que dará sentido a nuestra existencia, sin momentos de vacilación ni auto-complacencia, porque ahí es donde perdemos minutos de libertad. 

Tu amigo, que nunca te falla




JUAN