miércoles, 28 de febrero de 2018

HAY TANTOS MOMENTOS PARA SENTIRSE BIEN



Hay momentos en los que llego a tocarme el alma, porque siento en mis dedos una frescura que sólo cala si llegas hasta ahí, porque al mismo tiempo que palpas lloras. Y esto me ha pasado cuando me he hecho una promesa que no he podido dejar de cumplir, por la maravilla que encerraba el propósito de regalarle un mensaje a un ser humano desvalido.

Hay momentos en los que despierto y descubro que me rodea el silencio más exquisito y, desde ahí, escucho la voz de mi propia conciencia que me recuerda que es el momento de tener un sentimiento digno y el impulso me arrastra a realizar una llamada telefónica para preguntar por quien no se esperaba el gesto, enfermo de soledad y castigo.

Hay momentos en los que soy capaz de desayunar el vacío, porque ahí se encierra la sopa de letras que quedó almacenada la noche anterior, después de un diálogo -de cerca- con la persona que más quieres.

Hay momentos en los que deseo ser el más castigado porque así podré entender mejor a cuantos viven el castigo y llegan a consultar, deduciendo a veces que no entiendo la esencia del sufrimiento aceptado ni de la verdad resignada.

Hay momentos en los que leo para escucharme, porque así no perderé de referente el tono de mi voz y podré encontrarme si me busco en mi interior.

Hay momentos en que miro fijamente para buscar alguna imagen que me anuncie lo que pide a voces mi cerebro.

Hay momentos en que me quedo atónito con la actitud de mi mascota, porque es capaz de besar antes de que se haga algo por él y, como humanos, esperamos comportarnos al revés.

Hay momentos en que dialogo con mis sueños, porque quiero sentirme protagonista de mis sensibilidades acomodadas y descubrirme en mis propósitos arrinconados.

Hay momentos en que quiero transformar los saludos en instantes de apoyo, para que cuando ese alguien se sienta apoyado no vacile en saludarme.

Hay momentos en que camino por el simple hecho de sentir mis pasos y leer en el trayecto los mejores versos que se escriben al andar.

Hay momentos en que respiro hondo para sentir las historias que arrastra el oxígeno hasta mis pulmones y luego distribuye por todo mi organismo, enterándome de la verdad de la calle al tiempo que inhalo.

Hay momentos en los que rezo para pedir y no por monotonía, porque la religión no es más que el cuerpo de un compromiso vestido con harapos,  lo más sencillo y sutil de una carga de verdad, con la que se puede conquistar todo lo inimaginable.

Hay momentos en los que descanso para refrescar mis ilusiones, dedicando tiempo a quienes no tienen espacio ni paz para hacerlo, tiempo ni manos para acogerlos.

Hay momentos en los que me atrevería a formalizar una universidad única, con sólo dos títulos: 1- Apto para ser ciudadano  2- Incapaz de ser ciudadano. Y muchos pseudo-líderes y manipuladores de coyunturas terminarían regresando a estudiar el primer curso.

Hay momentos en los que desearía saltar charcos durante horas, para que me salpique la humedad de la calle y así se refrescasen mis intenciones alienadas.

Hay momentos en que quisiera seguir siendo oportuno y nunca oportunista, para que los demás hablen de todo lo que les regalé y jamás se quejen de lo que les quité.

Hay momentos en que quisiera ser una ribera, que se refresca con el agua del caudal y controla el cauce, arrastra alimento para el follaje que le cubre y se acumulan las piedras que saben a historia.

Tu amigo, que nunca te falla



JUAN 

jueves, 22 de febrero de 2018

¿ES TU POSICIÓN LA CORRECTA?


Nos quejamos de contracturas constantes por las supuestas malas posiciones en el espacio de trabajo, como consecuencia de una falta de estudios ergonómicos, por lo que estamos quejándonos de dolores y tiranteces en espalda y cuello.

A veces nos dedicamos a llevar enseres y equipamientos para desarrollar nuestra tarea diaria, sin recordar que están provocando elongamientos y cargas en diferentes partes de nuestro cuerpo, por lo que hay segmentos corporales sometidos a presiones y otros que descansan, temporalmente, hasta que el maletín se cambie de miembro superior o la mano más relajada empiece a empujar la maleta, por turnos.

Pero no siempre en horario laboral, porque durante el reposo diario, o en el que se busca el fin de semana, estiramos los miembros para ocupar todo el ancho de la cama o toda la extensión del sillón, con lo que anunciamos al mundo que nadie nos levantará de ahí hasta que el sueño nos deprima y,  al despertarnos, empezamos a sentir el hormigueo del descuido y las rigideces del des-estrés al que no estamos acostumbrados. 

En ocasiones queremos ser jardineros de domingos o mecánicos de los huecos de la semana y nos arrinconamos a fabricar o diseñar, recomponer o aliñar nuestro jardín, poniendo todo el empeño en cargar y descargar, con lo que al final de la semana estamos listos para que nos trasladen al "spa".

Nos disfrazamos de caza-fantasmas y nos lanzamos al mundo de la limpieza, de la casa o del garaje, del área cercana a la casa o de las malezas que nos rodean en la casa de campo, del abandono del terreno o nos incorporamos en una piña humana para contribuir a asear la escuela de nuestros hijos o las cunetas de la carretera, para que las lluvias no nos sorprendan, limpiamos las tejas o los canalones, pintamos el desván o nos dedicamos a ordenar el desbarajuste del estudio.

A pesar de todo, la postura no solo se relaciona con la posición sino también con la predisposición hacia un evento, con el afán de descargar nuestra emotividad, afrontar nuestra decisión, manifestar nuestra alineación o presentar nuestra visión de aplauso, pensando siempre en el bien común antes que en el propio.

Y sabremos si la posición es la correcta si no tenemos molestias después del esfuerzo, si vivimos relajados porque hemos aprendido a hacer lo suficiente cuando estemos entrenados y si los problemas que enfrentamos se solucionaron efectivamente, respetando siempre a los menos favorecidos y nuestro empuje supuso un apoyo fundamental para todos aquellos que esperan, en silencio, un gesto de apoyo concreto.

Así que preocúpate de tus esfuerzos y corrige tus emociones, para que los primeros no provoquen un malestar futuro, con consecuencias mórbidas y para que las segundas vayan siempre orientadas a satisfacer las necesidades más elementales de los que más nos necesitan, sin esperar aplausos ni vítores, sólo manteniendo la conciencia tranquila del compromiso verdadero y sólo así sabremos, a ciencia cierta, que la posición siempre fue la correcta.

Tu amigo, que nunca te falla



JUAN 

viernes, 16 de febrero de 2018

MIS PELEAS CONSTANTES CON EL CALENDARIO


Desde siempre he sido rebelde en mi relación de miradas con el calendario, porque no puedo entender que un papel me diga cuándo y cómo debo comportarme con los demás, qué días deben ser de asueto y si hay oportunidad para descansar de la labor monótona y cansina.

Me apena ver el almanaque y que se despierte la angustia por ir a comprar flores por el día del amor y la amistad, aunque las incoherencias y el olvido de un trato digno presidan el día a día, en la relación de amor y amistad en una pareja o en la relación entre amigos o padres e hijos.

Me entristece que ese mismo almanaque me recuerde que tengo primos o familiares con un nombre y apellidos y que me mueva a querer estar presente en sus vidas, aunque me olvide el resto del año, porque pareciese que importase más quedar bien ante los demás que abrir una relación espontánea y dinámica, dure lo que dure.

Quedo abatido cuando alguien me dice "ya pronto será Navidad y este año está marcado en el calendario en lunes, con lo que habrá un puente seguro" y ahí se me pierde el sentido verdadero de la fiesta, caiga en el día de la semana que tenga que caer, porque al fin y al cabo precisamos vacaciones para emplear ese tiempo en algo más productivo y con más carga afectiva hacia los nuestros y no porque el almanaque tenga la intención de motivar mis ilusiones y hasta la compra de un boleto de avión para planificar mis vacaciones.

Hay ocasiones en que descolgamos este mismo almanaque y comprobamos que pronto será el "Día de las Misiones" y nos metemos la mano en el bolsillo para extraer unas monedas y cumplir con la tradición, aunque nos siga importando muy poco el sentir de tantos seres humanos que requieren que nos acordemos de ellos durante todo el año, porque con el corazón también se mandan mensajes de apoyo y verdad.

Me quedo perplejo ante la costumbre de marcar en el calendario lo que creemos que no se nos debe olvidar, porque podría propiciar una respuesta negativa de quien tenemos a nuestro lado, ya que no tenemos interiorizada la verdadera razón de ser de una declaración de amor o un día en que se despidió alguien tan importante en nuestras vidas y esperamos, pacientemente, que una mirada al calendario nos despierte al ver una marca con rotulador en esa fecha concreta, olvidándonos de preguntarle a nuestra alma si está cerca el día en el que despertamos a la vida o el destino llamó a nuestra puerta.

Hay instantes que no debiera determinar el calendario, porque resulta incontestable que los domingos lo sean porque así lo dice el almanaque, que combinar la ropa, para no repetir, también quede inscrito en tal papel, o que las visitas al ancianato queden reflejadas, con una redonda, en algún día del mes.

No hay perdón para quejarse de la demencia de un familiar y disponer de almanaques por doquier, porque para evitar esta enfermedad hay que ejercitar nuestro almanaque interior, el que mueve los sentimientos más nobles y las necesidades más apremiantes, mientras sigamos sintiendo la verdad en lo más profundo del alfabeto del alma.

Tu amigo, que nunca te falla, te recomienda que te abras un almanaque entre la monotonía de los días de tu vida y que lo actualices a cada rato, poniéndole sentido a los recordatorios porque para eso somos humanos y que el calendario nos recuerde lo que no es trascendente, como los días de lluvia o el alineamiento de los planetas, la fecha en que nos alejamos de un hábito malsano o los días transcurridos en nuestro proceso de recuperación, porque así estaremos convencidos del éxito de la cirugía a la que nos sometimos y por la que seguimos disfrutando de la vida.

JUAN