domingo, 29 de diciembre de 2013

¿SE HACE INVENTARIO EN EL CIELO?

A veces me pregunto si todo lo que llega al cielo tendrá su sitio ya predeterminado, pues desconozco dónde estará la alacena de los pecados o el baúl de los recuerdos vividos, si habrá un rincón para que se acumule el polvo o si se seguirán haciendo tres comidas allá arriba, o allá abajo, pues es difícil ubicar si a donde llegaremos algún día está sobre nuestra cabeza o bajo nuestros pies.

Debe ser un espacio finito y debería tener capacidad para distenderse y ampliarse automáticamente, donde los pedidos, nuestra vida después de la muerte, los pecados y los milagros, los inocentes y las almas vagabundas ya han reservado previamente. 

Me imagino un cielo donde se esté sobrepasando el cálculo realizado para albergar y sostener una población en continuo crecimiento, alterando la capacidad de cálculo de un stock vigente por parte de cualquier administrador y, por eso, me imagino que debiera existir un inventario.

Pienso en un niño con una muerte inesperada que no tenga su cuarto bien arreglado o una mujer violentada que no disponga de una caja fuerte con más cariño disponible del que tuvo aquí en la tierra, de un familiar que se nos fue y busca a sus padres, sin posibilidad de ampliar su chalet cerca de un lago del cielo, de un piropo con segundas intenciones que precisó ser reciclado y no se le dio mantenimiento a la máquina de deshacer lo inservible y oportunista.

Es complejo imaginarse cajones y estantes para guardar con etiquetas y anaqueles para tener disponibilidad, pues debe haber personas con un corazón de artistas o escritores famosos que se deben necesitar para seguir educando en el cielo, para representar obras de las que no se aprendió aquí abajo o un edificio de juguetes para que disfruten los que viven allá arriba desde su primera infancia, sin tiempo para jugar entre nosotros.

No sé el momento en el que se deben cerrar las puertas del cielo para llevar a cabo un inventario -tal y como lo conocemos-, anotando el número de hombres y mujeres, víctimas y sufridores, personas libres o reos, identidad sexual conocida o con dificultades para encasillarlos, defensores de los derechos o malhechores de los principios de los demás, reconocidos sin razón y aplaudidos sin merecimiento alguno, personas con suerte y abandonados, necesitados y sobrados, dominantes y dominados.

Sería interesante tener un conteo de todo lo que existe en el cielo y saber si debemos acumular algo de lo que falte para llevarlo con nosotros y así estaríamos contribuyendo al bienestar de los que nos miran y descansan, algunos de golpes y otros de menosprecio, en ciertos casos de injurias y habrá quienes estén faltos de besos y caricias, de abrazos y de buenas noches.

Debe haber un momento, cada año, en que se haga un balance de todo lo que tenemos disponible a nuestra llegada y de los inquilinos del cielo, de los buenos y los malos, los callados y los manipuladores, los críticos y los sinceros, los pecadores y los creyentes, porque aquí tenemos una idea del porcentaje que debe existir, al relacionar unos con otros, porque al fin y al cabo el cielo es un reflejo fiel de lo que vivimos aquí y de los que viven entre nosotros.

No podemos esperar mensajes de quienes los hayan utilizado para usufructuar y no se hubiesen arrepentido, ni carceleros de cuerpos bondadosos que no supieron respetar que hayan aprendido a hablar en voz baja, feroces manipuladores de conductas y verdades, huérfanos de aplausos, que no estén en la universidad de la obediencia, porque también debe haber universidades con matrícula obligatoria para cada cuál.

Digo esto porque a cada visitante del cielo se le debe elaborar un perfil a su llegada y se le debe ubicar en las plataformas que deba atravesar para que compense los pesados condicionantes que mantuvo aquí abajo y así debe haber universidades de la risa para quienes vivieron en continua amargura y universidades de la bailoterapia para quienes nunca caminaron, universidades de la reflexión para los que tuvieron oportunidades de servir y las convirtieron en ataduras para seres humanos serviles y dependientes, universidad de las manos limpias para los que acribillaron y mataron, asesinaron y actuaron de cómplices.

No puedo pensar que en el cielo esté todo alborotado, sin secretarias ni bodegueros, porque a pesar de que haya un espacio virtual donde todo esté computarizado y sea fácil asignarlo, debemos estudiar la realidad y purgarla si no se han alcanzado algunos objetivos, pues no debe haber beneplácito si se esperaba que todos los niños arrinconados por las guerras y la pederastia tuviesen oportunidades de crecer en libertad o que mujeres víctimas de violencia de género encontrasen la felicidad de una pareja a su imagen y semejanza.

 Yo tengo la necesidad de saber qué hay en el cielo y cómo está evolucionando, pero para eso necesito tener claro si hay inventario en el cielo y propondría que fuese abierto al conocimiento general, esperando que algunas madres se alegrasen de la re conversión de sus hijos o que algunos hijos disfrutaran con la alegría de sus madres, en el grupo de mujeres realizadas y felices.

Quisiera que en el primer año de universidad se completase la asignatura de "INVENTARIO DEL CIELO", para que todo profesional sepa a dónde se llega y cómo se vive, antes de que injurie y amenace, que un cuidador de personas mayores del futuro aprenda a tratarlos mejor y que un cura de mensajes que salgan del alma, sin medias tintas políticas, que un profesor enseñe matemáticas y literatura del cielo y para el cielo, porque son asignaturas pendientes en un mundo de desiguales.

Quisiera que algún niño, en su infancia más temprana, escriba algún día una muestra donde se lea "MI PAPÁ ME HA HABLADO DEL INVENTARIO DEL CIELO", porque ese niño ya sabrá qué debe cultivar aquí abajo para que sigamos pensando en mejorar la calidad de vida de los que hay allá arriba y que desde arriba luchen por tener el mejor inventario, para que nos sigamos sintiendo orgullosos de quienes ya se adelantaron en subir al cielo.

Vuestro amigo, que nunca os falla.



JUAN

jueves, 26 de diciembre de 2013

EL CUENTO QUE YA LLEGA A SU FIN

Terminamos el día con la alegría que lo comenzamos y nos fuimos a descansar al albergue, porque era nuestra última noche, temerosos de que tuviésemos que alquilar un cuarto en mitad del parque. De todos modos, la esperanza de seguir unidos nos da fuerzas y coraje, pues no hay mayor fortaleza que la que logramos alcanzar uniendo nuestras manos.

Todos rezamos alrededor de la única cama que ocupamos y cada uno formulaba una alternativa, la que los demás discutíamos y entre todos proponíamos la prioridad que mejor se acomodara a nuestra propia realidad.

Hay muchos momentos de verdad en una mirada, porque está dibujada con colores de pesar y amarguras, respuestas y preguntas, pero al mismo tiempo es un estímulo que quema y abriga, señala y alimenta almas adormitadas con la monotonía y el quemeimportismo. 

De repente, me miré en un espejo y salté de emoción, porque detrás de mí veía entrar a los camarógrafos y reporteros, con luces y altavoces, pero me estremecí cuando pronunciaron el nombre de mis padres, porque los dos firmaron al dejar a aquel niño en la televisión.

Recuerdo que las intenciones de la familia fue ayudar a un reencuentro, aunque después de un rato comprendí que aquel gesto desinteresado estaba abriendo las puertas a toda mi familia. Nos subieron a un autobús y nos condujeron a un hotel, donde nos pagaron la estadía hasta que nos buscaron un trabajo y nos pudimos trasladar a una casa que tenía un poco de todo.

Aprendí a bañarme en la piscina en la mañana temprano y a dar órdenes a los empleados, a cuestionar todo lo que se hacía, de buena o mala gana, a no hacer nada, a vivir observando y a dormir sin aparentes problemas, a no disfrutar del vuelo de los mosquitos y a no oler a orina, a comer y desperdiciar, a ver las noticias y a dejar de hablar entre nosotros.

Por eso mismo, sin miedo a la calle y sus entrañas, me escapé de aquella casa y salí a la calle, rememorando la vida de vagabundo y queriendo visitar mi vieja casa, de la que nos despojaron sin compasión y vi un cartel que decía "se vende".

Corrí y le dije a mi familia que podemos agradecer a la familia que nos acogió que preferíamos trasladarnos a nuestra casa de siempre y agradecerles por el gesto de la casa brillante y grande, pero que necesitábamos luchar para que nunca más nos desahuciaran, porque ningún ser humano se merece eso sin antes haberle dado una oportunidad para superar las dificultades y que quisiera salir un día de ahí para visitar el albergue y el parque, a ver si caminando por las calles y cogidos de la mano, volvemos a recuperar el encanto familiar de antaño.

Nada ocurre porque sí, todo tiene un sentido, pero depende de nosotros adaptarnos y re-enfocar nuestros pasos o regresar a nuestras huellas, hablándoles de nuestros pesares y siempre conseguiremos seguir haciendo camino al andar.

Vuestro amigo, que nunca os falla.


JUAN

domingo, 22 de diciembre de 2013

EL CUENTO QUE PUEDE TENER UN FIN

Comimos y disfrutamos, agradeciendo lo que he aprendido de la gente que antes ignoraba, porque tiene tantas experiencias acumuladas que da gusto escucharles atentamente; son algo así como un libro abierto y ahí puedes mirarte e identificar tus propias vergüenzas y ambiciones.

A la mañana siguiente salimos en grupo, como debieran salir las familias, pues normalmente el esposo o el novio van delante, corriendo antes de que se acabe la calle, la esposa o la novia va a su ritmo o le deja a su aire y conversa con quienes quieren seguir su paso, los niños van a los laterales, escuchando lo que dicen otros y no la supuesta conversación de los padres, enfadados porque algo no les salió bien y las caras largas van retratándose en la calle.

Llegamos a algún lugar y nos reunimos, abrazados, porque queremos ver a un payaso que interpretaba en plena calle y eligió a mi papá para burlarse de él, como lo mandaba el guión, pero conocí al papá payaso que siempre quise tener y disfruté como nunca, provocándome un arrebato de locura que me impulsó a abrazarlo y a perdonarle todo, porque me había hecho reír a mí y a todos. Ese era mi papá.

Es ilógico, pero cierto, que encontremos una verdad desconocida en plena calle, cuando huimos de la calle para refugiarnos en la seguridad del hogar. Creo que la calle va a ser mi verdadero hogar, porque tengo el calor de unos padres que en la calle pasan abrazados, después de una actuación como esta, mientras que en la casa pasan distantes y enojados.

Quería que no terminase el día, pero ya estaba llegando el almuerzo y a lo lejos había una señora que vendía pollos, pero el olor no era muy agradable y mi madre se acercó sigilosamente y le dijo que le pusiese laurel y cerveza, que el fuego y un poco de movimiento se encargarían del resto y así fue, pues enseguida se llenaron las mesas y, cuando íbamos caminando unos metros más allá del puesto nos llamaban para invitarnos para el segundo pollo que había salido, porque el primero fue un verdadero éxito.

Tantos pollos que hemos comprado en el mercado o en la tienda de la esquina y sólo aquel que fue a cambio de un consejo culinario supo mejor que ninguno. Lo fácil que es comer en la calle si eres solidario, lo que se necesita cuando tienes asegurado el sustento y no necesitas agudizar el ingenio ni estar tan cerca de los demás.

Nos sentamos a descansar y un ladronzuelo quiso quitarnos una maletita de ropa y le dije: Si es para arroparte, porque tengas frío, coge algo, pero si es para robarla en la noche te voy a ver en el refugio, a donde llegamos todos, más tarde o más temprano, y ahí te voy a señalar y tampoco vas a tener cobijo en esta noche de frío, tú sabrás lo que haces.

Al instante me devolvió la maleta y le dije que se portara mejor con los demás, porque eso es lo que va a recibir en el futuro y me pidió algo de pan y fuí a comprarlo con una moneda que había encontrado en la calle, porque en la calle de la familia hay de todo.

Encontramos a un recién nacido llorando en una esquina y mi madre, que recién había dado a luz, le brindó leche calentita de su seno y el niño sonrrió, creo que no sabía cómo darle un beso a mi madre y yo le dije que se lo daría por él. Lo llevamos a la televisión, a donde siempre reclaman a personas desaparecidas, indicándoles dónde lo habíamos encontrado y nos pidieron nuestra dirección y mi madre le dijo que no hay que decir de dónde se viene sino a dónde se va, pero que no lo hacemos por dinero ni por algún interés sino porque es Navidad.

La cantidad de mensajes que podemos recibir de una familia de desahuciados y luego lloramos al verles por la calle, cuando deberíamos agradecer al cielo que nos acompañen en nuestros silencios y nuestra ignorancia, porque la calle de una familia es un capítulo -muy largo- de la escuela de la vida.

Vuestro amigo, que nunca os falla.

JUAN

miércoles, 18 de diciembre de 2013

EL CUENTO QUE NO TIENE FIN

Un día salió un hombre de su casa y se fue caminando a buscar trabajo, pues el desempleo había llamado a su puerta y cuando regresó, cabizbajo y aturdido, ya no tenía puerta porque había sido desahuciado; la familia lloraba y la gente amontonada pretendía defender la  falta de energía de toda una familia, acongojada por el pesar y la desdicha de quienes ya habían perdido hasta la última gota de esperanza.

Terminó la actuación judicial y me fui corriendo a la escuela para recoger a mis hijos, antes de que llegasen y encontrasen a una multitud a la puerta de la casa, pero al llegar me lo encuentro sentado y aburrido, porque tenía el presentimiento que le habían robado su cuarto y eso era tan verdad como que por poco me desmayo de desilusión e iras contra la vida que tanto atormenta.

Me arrodillé y le dije que no sufra por lo que pasa sino que deje pasar lo más difícil para no sufrir, que se alegre porque nos queda la unión que siempre respetamos y que siempre tendrá quien le acompañe a jugar en el parque y que nunca le va a faltar una cocinera como su madre ni un juguete como su hermano pequeño.

Íbamos caminando y observamos cómo tiritaba de frío un indigente, en la víspera de Navidad, cuando pensaba que algún secretario del cielo no permitiría esas escenas en este mundo tan desigual, por lo que le dejé mi chaqueta, la última que me quedaba y mi hijo quiso dejarme su abrigo; sólo por eso mereció la pena haber atravesado la laguna de adversidades en la mañana y haberme sentido indignado.

Tomamos el autobús y un niño canta para que le regalen unas monedas, pero mi papá dijo que no hay que regalar sino ofrecer y le dijimos que fuese en Navidad a un lugar donde íbamos a estar la familia, porque ya no teníamos casa y compartiríamos la cena de mi madre, con lo que poco que pudiésemos reunir y nos fuimos contentos porque en la miseria más redonda teníamos también invitados.

Al llegar todos corrimos a abrazarnos, como casi nunca lo hicimos, porque la necesidad generó desesperación, la falta de argumentos frente a lo ocurrido era el impulso para querer salir de la desgracia corriendo y, en ese momento, el semáforo se puso en verde y estuvimos a punto de quedar atrapados en medio de la calle; en ese instante, a mi padre se le ocurrió hacer señales para dejar indicando que estaba dirigiendo el tráfico y de desahuciado pasó a ser policía de tráfico y lo hacía muy bien.

Eso es sentirse orgulloso de un desahuciado, porque con el ingenio se vencen adversidades y se confunde a la gente, pero necesitábamos saber qué hacer y mi madre dirigía a los coches que querían aparcarse en un rincón de la calle y nos daban unas monedas, mientras más agradecíamos recogíamos más y yo me puse a limpiar los limpia-parabrisas y mientras, mi hermano menor lloraba de frío.

Llegó la hora de regresar a algún lado y nos marchamos de allí, señalando la calle para regresar al día siguiente, pero felices por haber emprendido una tarea común, entre todos. Entramos a un restaurante barato donde se servía comida de casa y el olfato de mi madre no se equivocó.

Comimos como desesperados, queriendo dar ejemplo a otros desahuciados para que no se hundan y permitan que cualquier verdugo se alegre de la insensatez del clima, arreciando sobre personas despojadas de todo, porque nos quedó, después de pagar el manjar que degustamos y devoramos, hasta para comprar un paraguas y nos fuimos a un albergue.

Al llegar nos encontramos al niño cantor del autobús, porque estaba preparando una cena con su familia y entonces le pedí su permiso para trabajar juntos, con el propósito de que nuestras familias se sintieran unidas, más aún que cuando teníamos casa y techo, pero desconocíamos el corazón de los demás.

Y ahí me hago la pregunta ¿será necesario ser vilipendiado y humillado para descubrir en los demás el misterio de la solidaridad?.

Este cuento continuará.

Tu amigo, que nunca te falla.


JUAN

miércoles, 11 de diciembre de 2013

COMPRO MOMENTOS ROTOS

Nunca he encontrado a alguien que vaya por ahí "comprando momentos rotos", porque no se parecen a los momentos "nuevos", a esos minutos a los que nos enfrentamos por primera vez y vivimos con la integridad de reconocer que nos pertenecen y que podemos jugar con ellos a nuestro antojo.

Un "momento roto" es un espacio en el tiempo pasado, que ya usaste según tus convicciones, sin haber pedido consejo, sin encontrar un soporte para superarlo con creces, que te dejó alguna huella que te va a marcar por siempre y en el que siempre vas a pensar porque fuiste capaz de destruir la magia con la que se te acercó para que lo aprovecharas.

Los momentos se rompen porque nos creemos dueños de las manecillas del reloj y dejamos que sigan corriendo sin observar con detalle su caminar constante, mirando siempre hacia el suelo porque pensamos que solo puede haber secretos escondidos y maravillas por descubrir en nuestra sombra y nuestras huellas, ensimismados con nuestros pensamientos y ajenos a las influencias de la vida.

Un momento se rompe cuando desatamos una actitud incoherente, sin relación con la luz que nos ilumina o cerramos los ojos y nos alejamos del instante cuando este sigue intentando atraparnos porque nos tiene guardada una sorpresa.

Aprovechar el momento implica vivir preocupándonos de ser cada día más integrales y cercanos, predispuestos a estar con algo más que con nosotros mismos y dispuestos a empaparnos de esa verdad que nos ronda, en las palabras que compartimos, las miradas que intercambiamos o las escenas de la vida de la calle o del ambiente familiar en cuyo rodaje intervenimos.

Hay momentos rotos en nuestras discrepancias no aceptadas, en el beso que robamos a alguien, en el piropo que nos guardamos, en el aplauso que no quisimos entregar, en el agradecimiento que usurpamos por envidia, en el traje de odio que compramos a nuestro ego, en la prisión en la que arrinconamos una verdad susurrada y no compartida, en la compañía que ignoramos, en la mano alzada que interrumpió nuestra actitud manifiesta, en esas sílabas que fracturaron la confianza, en la ausencia que no supimos llenar, en la expresión de llanto que nos faltó entregar, en la fiesta de la concordia a la que nunca fuimos, en la calle de la humildad que nunca pisamos o en esa tienda de los abrazos donde nunca compramos uno, aunque fuese de segunda mano.

Cuando un momento se rompe surge instantáneamente el afán de auto-defenderte, aunque no tengas defensa disponible ni válida, quieres solucionar el vacío con relleno de escaparate, ese que anuncia lo que tú quieres ver y no se dispone en stock, te amparas en el borrón y cuenta nueva, en espera de nuevos momentos, vírgenes y cargados de retos, aún con la opción de volver a romperlos porque se quieren aprovechar, en beneficio propio, sin pensar en la repercusión de tu presencia, en el alma de tus gestos o el aprendizaje de tu ejemplo por quienes miran y observan, se llenan de expectativa y se rellenan de exclamaciones de amparo incondicional cuando te ven llegar.

Romper un momento es destruir el regalo que te ofrece la vida porque es un libro abierto a la verdad que vas buscando y que puedes encontrarla en ese rincón que te parecía obscuro, en la habitación solitaria y callada, delante de un espejo al que confiesas tus mentiras o ante quien menos te esperabas que te dictara cátedra, en relación a tus actitudes hipócritas y falsamente samaritanas.

Tantos momentos rotos que han acabado con la paciencia y la paz de un ser humano esperanzado, con las ilusiones de niños enamorados, con la entrega de adolescentes adormitados por el efecto del boom hormonal, con la tranquilidad del ocaso del adulto mayor o con la serenidad de una madre en la jornada de cocina, esperanzada en que la ensalada aliñada con tanto cariño sirva para un nuevo momento que nadie rompa jamás.

Por todo esto, quiero comprar momentos rotos con monedas virtuales de consejos, para que aprovechemos al máximo la verdad de la cercanía de un alguien que tiene más valor que una sombra y más presencia que un rayo simple de luz, porque necesitamos dedicar espacios grandes para que se rellenen con oportunidades que iluminen nuestros momentos y los podamos hacer vivenciales para seguir creciendo.

Tengo un taller donde barnizo caracteres irrascibles y doy brillo a palabras mojadas de desencanto, un lugar donde se puede afinar las cuerdas de la mentira y calibrar relojes con campanadas de odio y envidia, un lugar donde se pueda devolver el color a los muebles viejos y el encanto de antaño a la post-modernidad que empalaga y distancia, un cobertizo donde se inyecta gasolina súper, sin plomo y ecológica a quien va por la vida con combustible contaminante que hace daño e intoxica.

Yo te ofrezco comprarte tus momentos rotos, porque quiero devolverlos con vida para que recapacites y reflexiones, te detengas y no involucres a los demás, a quienes comparten tus momentos, en otra ruptura que les va a marcar porque esperaban más de tí y de tus propias actitudes.

Te invito a que seamos capaces de seguir viviendo los momentos como únicos, porque los demás, personas o animales, paisaje o recursos naturales, se merecen miradas y actitudes, gestos y formatos de vida que les alegren los minutos y les devuelvan la esperanza. No rompas más momentos y si tienes alguno roto yo te lo compro.

Tu amigo, que nunca te falla.



JUAN

lunes, 25 de noviembre de 2013

POR UNA NUEVA NAVIDAD 2013

                        

 La Navidad es un alto en el camino diario, al final del calendario y donde todos albergamos recuerdos, añoranzas, tristezas y vínculos que nadie quiere olvidar.

Vivimos a plenitud todas las festividades señaladas en los meses precedentes y pareciese que llegamos sin fuerzas al nacimiento de una nueva esperanza, la que nos mueve a seguir siendo y estando entre los demás.

A veces, queremos acompañar nuestro olvido con pasteles y turrón, pero el vacío se llena de abrazos y voces cálidas que transmiten ese cariño que sólo fabrica el corazón enamorado de relaciones fraternales, padres-hijos o de pareja, abuelos-nietos, tíos-sobrinos, entre primos o vecinos, compañeros de trabajo o coterráneos.

Creemos que poner cara de circunstancia y alma  acongojada, manifestar actitudes solemnes y encender una antorcha en la obscuridad de la noche de Navidad nos va a hacer más humanos y cercanos, pero la proximidad la da el trato y la cercanía, los pensamientos dedicados en silencio y los consejos pedidos a la vida y no transmitidos, porque se solicitaron para no olvidarse de las circunstancias que separan y las decisiones que comprometen y obligan.

En una canasta de  Navidad debiera abrirse un espacio para envolver unas palabras de agradecimiento y unos abrazos de sinceridad plena, por el alcance de una confianza que nace del trato diario en una relación entre dos, así como un hueco para una botella llena de ese elixir que refresca y embriaga de  satisfacción por el respeto cosechado y la armonía alcanzada.

Se debieran regalar tarjetas diseñadas por aquellos que se mantienen olvidados y marginados, con tinta de coraje por lo que les quitamos de reconocimiento y de apoyo por lo que nos entregaron en nuestra vida cotidiana.

La Navidad debiera servir para remover las palabras y ordenarlas mejor en los piropos a los que nos debemos, a fin de saldar cuentas con saldos pendientes con nuestras madres, padres, hermanos, vecinos y conciudadanos, a los que a veces prometimos lo que nunca hicimos e hicimos frente a ellos lo que nunca les prometimos.

En Navidad debiéramos despojarnos del cinismo de asomarnos a una tarima para ofrecer lo que nos sobra, en nombre de un regalo para un no-contactado por el cariño de cuantos alardeamos de ciudadanos, sin saber que nos debemos -por lo mismo- a una ciudad de aparentes iguales en un mundo de evidentes desiguales.

Llega la Navidad y seguimos acumulando más de lo que trajimos al mundo, peleamos por tener más de lo que alcanzamos en la pubertad, nos enorgullecemos de tener más que el vecino que enfermó trabajando y no supo aspirar, aunque estuviera cargado de humildad y seguimos esperanzados en acumular para entregar una herencia cargada de todo menos de ejemplo y beneplácito, sinceridad y compostura.

Entramos en otra Navidad sin haber eliminado del diccionario la expresión “Violencia de género” porque no hemos sido capaces de erradicar actitudes violentas y discriminación por que hay quien aún hoy día cree que el mundo se parece más a ellos que a los que piden en las esquinas, a los que lloran en el desierto o los que padecen, sin haberlo solicitado, un SIDA y fruto de una violación consentida por una sociedad, de la que todos formamos parte.

Rezamos a un Dios del que esperamos que nos reconozca nuestra actitud de rodillas y nuestros golpes en el pecho, aunque despreciemos la buena voluntad de quien se acerca o la crítica de quien espera que cambiemos, porque pensamos que pertenecen  a otra casta y son guerreros de otra contienda.

Continuamos con la misma prepotencia y demagogia de antaño, despilfarramos lo mismo al final del año, el paganismo y la hipocresía se visten con los mismos colores, continúan celebrándose los mismos eventos de trabajo, en pos de un objetivo que siempre fue una muerte anunciada y no vacilamos en dudar de todo lo que no me va a generar algún interés, manipulamos los discursos a costa de mantener dependiente el alma de gente esperanzada en la nada y no nos damos cuenta que ya entramos en la siguiente Navidad.

Se tira comida y tenemos la osadía de pensar en quien pasa hambre, despilfarramos tiempo y nos sentimos afortunados celebrando con aplausos la caravana para un país del tercer mundo, que agradecería más nuestra presencia comprometida que nuestra oración sin contenido.

Miramos el dolor y agradecemos por estar vivos, escuchamos el lamento y seguimos pendientes de la prima de riesgo, siguen pasando los días y aún no he leído un periódico que resalte lo que pasó a un desconocido o un noticiero que sólo relate la vida misma, aunque no sea noticia para muchos, porque se pierde audiencia y no se aplaude indirectamente al corrupto o se premia al ladrón con un minuto del tiempo de los demás.

Somos globales, todos lo decimos, pero seguimos bailando en nuestro propio terreno, viajamos para disfrutar de vacaciones y lloramos porque tenemos miedo, pero nunca reflexionamos sobre el terror de los demás ni somos capaces de sacrificar unos días de asueto para compartir con quien no dispone de nada.

Aún hoy nos alejamos de las mascotas desprotegidas tras los barrotes de una jaula, como escaparates de moda y en lugar de protestar por su estilo de vida compramos una y dejamos el resto en su hábitat de reclusión y pena. Incluso miramos al lado opuesto, con el propósito de no involucrarnos, cuando vemos maltrato o humillación, arrebatos de locura contra la dignidad del ser humano y callamos por dentro, a la espera de que un jabato arriesgue su vida por la víctima que reclama un segundo de apoyo anónimo.

Seguimos educando nuevas vidas con mensajes de la llegada de Jesús, pero impresiona que no se pisa mucho la calle porque pareciese  que nunca hubiésemos tomado una copa con el harapiento y nunca nos inmiscuimos entre las diferencias notables que estamos colocando –arbitrariamente- entre los que viven en el mundo del banco malo y los que esperan alcanzar, algún día, un verdadero banco bueno.

Repetimos las miserias y no nos acordamos de las bondades, pintorreamos la vida de color gris porque siempre hay nubarrones de odio, aislamiento, marginación y olvido, desastres naturales y distanciamientos, pero vamos a entrar en Navidad y aún no se ven colores de tonos claros porque quizás no haya quien aún vea esperanza en este mundo de cinco barcos, cargados de tripulantes, que no pueden navegar en el mismo mar sino a costa de cañonazos, piratería, desembarcos, amarres y banderas que separan.

 Estamos llegando a Navidad y no despertamos porque dormimos con la verdad con la que nos arropamos, olvidamos que somos de carne y hueso para sentir y temblar, pensando que la vida nos hizo duros como el hormigón, rellenos de hierros fríos y verticales, sin espacio para la comprensión ni la solidaridad. Lamentablemente, llegamos a Navidad sin esperanzas de cambio ni de mensaje, con el mismo ser que cuando arrancamos el año y sin haber aprendido de las voces que claman, escuchando lo que nos apetece y acostumbrándonos a seguir ganando el pan con el sudor del de enfrente.

Nos acostamos con callos en las manos por los golpes repartidos, con dudas razonables por las actitudes indeseables derramadas con nuestros cercanos y con las mismas cuentas bancarias cargadas de intereses de lo que quedamos debiendo al mundo y a los nuestros, cargados de proyectos rotos porque los diseñamos con envidia y afán de superar al otro por orgullo y no por humildad. Espero, en esta Navidad, que Jesús no se despierte en su cuna porque esté molesto con nosotros y que llorase sin consuelo porque quizás no sea este el mundo al que tenía que haber llegado.

Sin embargo, espero que a partir de esta lección de vida aprendamos a cambiar nuestro ropaje y nos vistamos de más franqueza y menos apariencia, más despertar y menos somnolencia, más verdad y menos carisma, más comprensión y menos orgullo, más entrega y menos envidia, más respeto y menos prepotencia, más hermanos de riesgo y menos prima de riesgo, más renuncias y menos opulencia, más solidaridad y menos individualismo, más franqueza y menos manipulación, más pureza y menos relleno, más sociedad y menos intereses, más visibilidad y menos globalidad.

Que Dios reparta ilusión, iluminación e inteligencia a todos por igual, para seguir esperanzados en un mundo mejor, para aprender a iluminar el cambio que todos necesitamos, desde nuestro esfuerzo personal y con la inteligencia de saber que somos animales racionales para buscar la comprensión y el apoyo, no la delimitación de terrenos y la voracidad de animales salvajes.

Por Navidad, en esta Navidad, quisiera vivir un día sin pronunciar las palabras “oportunismo”, “violencia”, “accidente” y “manipulación”, que no hubiese ningún acto que conllevase estos apelativos y que nos olvidemos del cinismo de conjugar el verbo amar en indicativo (yo amo, tú amas, el ama, nosotros amamos, vosotros amáis, ellos aman), y aprendamos a conjugarlo en condicional, soñando qué pasaría en este mundo si (yo amara, tú amaras, él amara, nosotros amásemos, vosotros amáseis o ellos amaran), siempre de verdad.

Feliz Navidad desde el corazón de un soñador.  



Vuestro amigo, que nunca os falla.


JUAN                  

lunes, 11 de noviembre de 2013

LA TIENDA QUE FALTA EN TU BARRIO

HOY ME HE DADO UN PASEO POR EL BARRIO Y ENCUENTRO QUE HAY PARQUES, CARRETERAS, CAMINOS HACIA LA MONTAÑA, ESCUELAS, RESIDENCIAS PARA ANCIANOS, APARCAMIENTOS PARA BICICLETAS, SEÑALES DE CIRCULACIÓN Y COLEGIOS Y ESCUELAS, PERO FALTA UNA TIENDA DEL BARRIO EN LA QUE SE PUEDA COMPRAR LO QUE NO SE COMPRA EN NINGUNA OTRA.

QUISIERA LEVANTARME UN DÍA Y SALIR EN PIJAMA A CANJEAR LA ACTITUD NEGATIVA QUE HE TRANSMITIDO AL CONTESTAR EL TELÉFONO TAN TEMPRANO, NEGANDO A ALGUIEN LA POSIBILIDAD DE RESOLVER SU PROBLEMA, POR UN TIQUE PARA VISITAR A UN ANCIANO Y QUE PURGUE MIS VACÍOS CON CONSEJOS DE LOS QUE NO SE PUEDEN COMPRAR EN TIENDA ALGUNA.

O ESPERAR EL AUTOBÚS QUE VIENE A RECOGER A LOS NIÑOS , CERCA DE LA MISMA TIENDA DE MI BARRIO, MIRANDO CÓMO OTRO SE ADELANTA A QUE UN ANCIANO PASE LA CALLE, COGIDO DE SU BRAZO, PORQUE NO QUISE DARLE EJEMPLO A LOS MÁS PEQUEÑOS, AUNQUE LO DIGA A DIARIO PARA QUE OTROS CREAN QUE SOY LO SUFICIENTEMENTE HUMANO Y SOLIDARIO COMO ME PRESENTO EN SOCIEDAD Y CANJEARLO POR UNA BARRA DE CHOCOLATE AMARGO PARA QUE INTOXIQUE MI DESEO Y ME DESPIERTE A LA VIDA.

ME ENCANTARÍA IR A LA TIENDA DEL BARRIO Y COMPRAR UNAS GALLETAS QUE HABLASEN PARA QUE NO ESTUVIESEN SOLOS LOS ENFERMOS MENTALES Y CARAMELOS DE LOS QUE ANIMAN A LOS NIÑOS A ENFRENTAR LOS CARACTERES AUTORITARIOS DE SUS PADRES, CHOCOLATINAS PARA QUE LOS MÁS PEQUEÑOS PUEDAN AGRADECER A SUS ABUELOS CUANDO VENGAN A RECOGERLOS AL JARDÍN DE INFANTES Y DONDE SE REGALASE UN TROZO DE COMIDA PARA ANIMALES A CADA PERSONA DEL BARRIO QUE HAYA HECHO ALGO BUENO POR LOS DEMÁS, CON EL PROPÓSITO DE QUE LOS ANIMALES SEAN CONSIDERADOS Y RESPETADOS.

HACE FALTA UNA TIENDA EN EL BARRIO PARA QUE SIRVA UN PLATO DE COMIDA A LOS INDIGENTES Y SE LO RESTE DE LA CUENTA DE QUIEN DEJO ALGUNOS BILLETES PARA QUE PUDIERA SERVIRLES CON TODO EL ALTRUISMO DEL MUNDO, DONDE LOS JÓVENES INTERCAMBIASEN LA DROGA QUE LLEVAN EN EL BOLSILLO POR UNA CARTA PARA ESCRIBIR ALGUNAS FRASES QUE LLENEN DE ORGULLO A SUS NOVIAS.

QUIERO UNA TIENDA DEL BARRIO DONDE SE IDENTIFICASE AL PROPIETARIO POR SU DIGNIDAD Y SU HONRADEZ, CON EL PAN FRESCO PARA QUE LAS PERSONAS VOLUNTARIAS LO RECOGIESEN Y DEJASEN ESCRITO QUE VAN A ENTREGARLO A ENFERMOS AGONIZANTES Y QUE SE LE PUEDA APUNTAR A LA CAJA CHICA DEL BARRIO, DONDE TODOS APORTARÍAMOS CADA SEMANA UNA CANTIDAD VOLUNTARIA.

ME ENCANTARÍA UNA TIENDA DEL BARRIO DONDE PUDIESE PAGAR LA LUZ QUE CONSUMO Y ENCONTRASE UN PUNTO PARA CONCERTAR CITAS CON MI MÉDICO DE CABECERA, A DONDE SE ENTREGASE LA LIBRETA PARA SACAR UN POCO DE DINERO, A SABIENDAS QUE EL BANCO ME VA A RECONOCER UN PLUS MÁS ALTO QUE EN LA MATRIZ Y POR LO QUE NO TUVIESE QUE PAGAR INTERESES PORQUE ES EL BANCO MÁS CERCANO Y ESE AHORRO ME APOYA PARA EL DESAYUNO EN LA CASA.

VIVO PENSANDO EN UNA TIENDA DEL BARRIO DONDE HUBIESE UN PROFESOR DESINTERESADO QUE EXPLICASE LO INCOMPRENSIBLE PARA UN NIÑO QUE NO PUDO ACUDIR HOY A CLASE, PORQUE LA VERDAD DEL APOYO SE REGALA Y NO SE COMPRA, UN AMBIENTE DONDE SE PUDIESEN REUNIR LAS PERSONAS A CONVERSAR DE LO MALO HABIDO Y LO BUENO POR VENIR, DE LA LLUVIA Y SU APORTE AL CAMPO, DE LOS VECINOS QUE NO SALEN Y DE LA CONTAMINACIÓN DE LAS CALLES.

HACE FALTA UNA TIENDA DEL BARRIO DONDE SE DEJASEN QUEJAS ANÓNIMAS POR LO QUE PENSAMOS DEL MUNDO Y SUS VICISITUDES, DEL PLANETA Y SU SENTENCIA, DE LAS GUERRAS Y EL HAMBRE, DE LA MANIPULACIÓN Y DEL OLVIDO, DONDE TAMBIÉN HUBIESE UN MUSEO PARA NO OLVIDARSE DE LO QUE SE HIZO A REGAÑADIENTES Y DE LO QUE NO SE ENTREGÓ CON AMOR, CON UN BAÚL PARA ALMACENAR PALABRAS VACÍAS Y CON UN SALÓN PARA PROCURAR SOÑAR, PORQUE ESTAMOS PERDIENDO EL HÁBITO DE CREER EN LOS SUEÑOS Y CON LA REALIDAD NO SE AVANZA LO SUFICIENTE.

ME ENCANTARÍA VIVIR EN UN BARRIO CON UNA TIENDA PARA CONTACTAR CON PERSONAJES A TRAVÉS DE VÍDEO-CONFERENCIAS , DONDE PUDIESE INFORMARME DE LOS PLANES Y LAS POLÍTICAS, LAS DECISIONES Y LAS CONTRADICCIONES, QUE ME PUDIESE ACERCAR A BIBLIOTECAS VIRTUALES Y DONDE SE PUDIESE IMPRIMIR UNA NUEVA TELA PARA QUIENES TIENEN YA LA CAMISA ROTA POR EL HASTÍO Y LA DESESPERANZA, EL ODIO Y LA VANIDAD.

SERÍA INTERESANTE UNA TIENDA DEL BARRIO DONDE LOS DISCAPACITADOS FUESEN LOS ÚNICOS PROPIETARIOS Y PARA QUE PUDIÉSEMOS COMPRENDERLES MEJOR Y ESTUVIERAN POR ENCIMA DE NOSOTROS, DONDE TODOS LOS MARGINADOS FUESEN VENDEDORES ASALARIADOS, PARA QUE REPARTAN LO QUE NO TIENEN Y EN LA QUE SE PUDIESE HABLAR DE TODO Y CON TODOS, SIN MEDIR VOCABLOS NI RESCATAR SILENCIOS, DONDE SE PUDIESEN DAR DUCHAS DE PAZ Y CONCORDIA PARA LIMPIARNOS LA MISERIA DEL DÍA A DÍA Y EN LA QUE APRENDIÉSEMOS A ENVOLVER LAS FRUTAS CON PAPEL DE ENTUSIASMO Y A ENTREGAR PESCADO SIN ESPINAS.

SI CONOCÉIS ESTA TIENDA DEL BARRIO, HABLADME DE ELLA Y ALLÍ ME VOY.

VUESTRO AMIGO, QUE NUNCA OS FALLA.


JUAN

domingo, 20 de octubre de 2013

¿QUÉ PIENSA UN PEN-DRIVE O UNA MEMORIA DE SU DUEÑO?

Si pudiésemos revisar en las entrañas de nuestra memoria, ese útil en el que hemos confiado parte de nuestra memoria diaria y donde relatamos, describimos, descargamos e incluso testificamos y disponemos de los ángeles que nos salvan de catástrofes en los datos ingresados en nuestro portátil, es simplemente un dispositivo de memoria externo que tiene una capacidad de almacenamiento. 

Pero, a veces, lo tenemos con clave porque no permitimos el acceso de extraños, creyendo que ahí se transformaría nuestro mundo de secretos, pretendemos no dejar rastro de nuestro caminar por el mundo virtual y a veces nos enfadamos con el dispositivo porque no corre lo suficiente, se atasca con facilidad o hay archivos que se presentan como artilugios dañados por un virus.

En ocasiones los atamos a nuestro cuello o a las llaves de la casa porque creemos que forman parte de nuestro atuendo o son parte integral de nuestras verdades y mentiras, las que integran nuestra actividad profesional, resguardando nuestra intimidad y dándole vida a un sencillo aparato conector.

Comparamos modelos y a nuestra memoria (PenDrive) le encontramos algo especial, como si hubiese sido fabricado con dedicatoria, merecedor de llenarlo de mensajes con contenido y libre de virus, pues hay que comprar programas anti-virus de calidad para que los limpie de impurezas.

Vamos por la vida como una aspiradora, pretendiendo recoger todo lo bueno y malo para grabarlo, aunque después haya que filtrar parte del contenido, pensamos que estando ahí refugiadas las palabras no se van a enriquecer en el diccionario, porque ya fueron extraídas por arte de la red.

Esperamos que alguien compre otro igual y ya estamos sumándole pegatinas, marcas o comprándole aditamentos, de los que siempre están disponibles en el mercado, para seguir haciéndolo diferente y especial entre los demás, como si no hubiese posibilidad de réplica en este planeta.

Hay que elaborar leyes especiales para revisar lo que hay ahí y si se viola la intimidad de este complemento externo, cargado de una memoria que más bien es un pozo con un cierto fondo y que cuando el cieno llega a un nivel te avisa que no queda espacio suficiente para rellenar más tu ego, pues adolece de circuitos integrales de memoria que le permitan pensar y actuar por sí mismo, viviendo el presente con apoyo en el pasado, pudiendo proyectarse hacia el futuro de tus propias intenciones.

Sin embargo, debemos dedicar un tiempo a comunicarnos con el PenDrive o memoria y preguntarle si merece la pena tener guardado un contenido que sólo tiene sentido para tus momentos de silencio, pues nunca llevaste a la práctica esos ideales con los que intentas confundirte entre los demás.

Sería bueno conversar sobre la necesidad de que te aceptara contenidos verdaderos, que no hayan sido tergiversados, manipulados, o se presenten como empedernidos o humillantes, pues debería tener una orden de un borrado automático, así podrías presumir de PenDrive con una carga útil y no con un aspecto deslumbrante.

Creo lógico preguntarle al PenDrive porqué no vistes igual a los tuyos, reservas con clave la dignidad de quienes conoces y procuras llenarte los bolsillos de piropos, caricias, un carácter que llene y una fuerza que equilibre diferencias, al mismo lado de la cinta con la que te cuelgas el dichoso dispositivo al cuello.

Pienso que sería sensato enviarle un E-mail a tu PenDrive para que limpie tu memoria de lo que eres capaz de relatar para tus adentros, porque es una manera brusca de señalarte en tus bases resquebrajadas y todo lo hace público por convicción, porque compartir las legañas de las mañanas, en esos ojos pegados y los rizos provocados por la almohada, en esas mañanas en que nadie tiene un centímetro de guapo, te hace más natural, aún sin PenDrive.

Me imagino dedicar tanto tiempo a revisar lo escrito y archivado, en un juego de manías de las que solo alimentas tus vacíos, porque hay que dedicar más tiempo a escuchar esas noticias de quien no tiene estos artilugios pero tiene una boca que habla, esperando que alguien lo escuche. Por eso mismo, creo que algún día habrá PenDrive con antena y así se grabarán en todas las memorias las mismas noticias, generadas espontáneamente, como la vida en la Tierra, a fin de que todos nos sigamos sensibilizando con lo que escriben otros y no sólo con nuestros pensamientos.

Quisiera aplaudir a los PenDrive que intentan balbucear para comunicarse, a los que parece que a veces se vuelven torpes, porque quizás les falte descanso, a los que llevan virus porque están necesitados de atención de emergencia, a los que están desgastados y aún les falta mucho por rellenar, a los que pueden auto-borrar archivos sin contenido de verdad, a los que se pudiesen cambiar automáticamente el nombre de una carpeta, porque es más real y se acomoda mejor a los objetivos y proyectos de una sociedad en crisis, a aquellos que amanecen mojados porque se orinaron en la noche anterior, creyendo que iban a ser utilizados para seguir escribiendo verdades a medias, a los que están fríos porque les falta riego sanguíneo, a los que se opacan con el paso del tiempo porque ya no hay transparencia en sus mensajes y a los que parecen ser un poco más anchos porque se les escapó un gas de la indigestión del día que llevaron a cuestas y la sobrecarga de comida chatarra que le dieron sus dueños.

Vuestro amigo, que nunca os falla.



JUAN 

sábado, 12 de octubre de 2013

¿QUÉ NOS PUEDE ENSEÑAR EL AGUA?

El agua corre y tiene vida, dispone de un caudal compuesto de gotas individuales que juntas arman un movimiento armónico y ordenado, desprendiendo un ruido grácil al oído y estabilizando nuestro estado de ánimo por la constancia de tu tarea continua (correr y arrastrar, acariciar y alimentar).

Nosotros somos gotas de agua que tenemos una corriente de vida, cada cual haciendo su tarea, aunque no siempre en forma armónica y, entre todos, debiéramos aportar para que este mundo funcione con un ruido que satisfaga a todos y que pueda estabilizarse nuestro estado de ánimo porque tengamos satisfechas nuestras necesidades más elementales si entre todos corriésemos y arrastrásemos adecuadamente todos los limitantes posibles, acariciáramos y alimentáramos a cuantos encontrásemos a nuestro paso.

La verdad es que somos gotas independientes, poco coordinadas y con muchos intereses, como si las gotas de agua de la corriente de un río saliesen disparadas cada cual por su lado y se perdiese la armonía de ese caudal de agua con un sentido prefijado, desde su origen en la montaña y hasta el final, al acabar en el mar. Nosotros debiésemos comprender que la tarea que tenemos, desde que nacemos y hasta que morimos, es procurar convencer al resto de gotas que es mejor mantenerse unidos, aunque cada gota tenga su propia filosofía de vida, pero lo que se aprende de la otra gota que está a tu lado supera a tu propia iniciativa para llevarte por delante a cuantas gotas encuentres a tu paso.

En el cauce del río y en sus orillas hay piedras que el agua moldea y procura erosionar, en algunos casos; otras, sin embargo, las arrastra por la fuerza de la corriente, pero siempre pretende mantener libre ese cauce para que el agua pueda correr libremente.

En nuestra vida, a veces actuamos liberando el camino para que la vida siga, pretendiendo arrastrar y moldear cualquier piedra que encontremos en el camino, buscando la mejor manera de despegarla del suelo y esperar que la corriente la lleve lejos.

Por momentos, pienso si las gotas de agua tuviesen sentimientos nobles y pudiesen hablar con las piedras y las pudieran invitar a incorporarse a la corriente o que le transmitan sus secretos y, quién sabe, si hasta las gotas de agua cambiarían su ruta y detendrían su paso para tomar otro rumbo, hasta fortaleciendo sus propias convicciones.

La tolerancia, al fin y al cabo, es una actitud abierta con cualquier piedra o guijarro, pero que podría llegar a moldear las gotas de agua, porque hay que aprender de lo imposible, lo que aparenta no tener vida o las circunstancias que creas adversas, porque se aprende de lo fácil, de lo coyuntural, de lo inerte y hasta de lo contradictorio, porque todo se necesita para seguir construyéndose uno mismo y seguir aportando a la construcción de un mundo mejor desde la verdad que nos identifica a todos, nuestra verdadera razón de ser, el alma de entregarse para llenarse de más verdad.

Si algún día viésemos un río sin corriente y, al rato, comprobásemos que todo vuelve a su cauce, es porque las piedras y las gotas de agua se pusieron de acuerdo para retomar el sentido de la corriente, aprendiendo de la erosión del agua que ahora negamos y olvidándonos de la única erosión de la piedra que ahora conocemos.

En un río hay vida, en un ecosistema rico y frondoso, al igual que en nuestra vida debe haber vida por cobijar a otros seres humanos que se alimenten con nuestra paciencia, nuestra tolerancia y nuestra propia verdad.

Seamos ríos con un cauce que aprenda a ser tolerante, porque así tendremos la corriente de la mejor verdad, de la verdadera autoestima y con el mejor de los caracteres, el que se transmite desde la necesidad de permitir que el otro pueda realizarse a través de tus actos, antes de lo que tú puedas hacerlo con la convicción de que eres único y singular, al tiempo que diferente, cuando en este mundo no hay mayor igualdad que ser diferente en la singularidad de quien espera asimilar lo que la vida del otro te esté aportando en el día a día, para construirte desde los cimientos de la aceptación del otro como un soporte fundamental en tu vida.

Tu amigo, que nunca te falla.



JUAN

martes, 1 de octubre de 2013

¿POR QUÉ LLORAN LOS NIÑOS?

Creemos que los niños deben vivir y que sólo lloran cuando se golpean o caen en la calle corriendo y no pensamos que unas lágrimas pueden ser ese semáforo en rojo que nos debe detener a pensar si también se han caído por dentro o se han golpeado con un mundo que no comprenden.

Un niño se cae por dentro cuando se le frustran sus ilusiones, pues a veces espera al padre que llega cansado y va camino de su dormitorio cuando la puerta entreabierta del cuarto de su hijo esperaba que la traspasara y dentro le esperaba un dibujo recién fabricado, un artilugio con cara de invento o unas calificaciones con las que quería demostrar que lo imposible estaba camino de convertirse en éxitos y realidades.

Un niño se golpea con un mundo que no comprende cuando le quieren enseñar a pensar en un mundo que tiene marginados a sus padres por alguna condición y le piden que lo abrace porque es el mundo de todos, cuando también ojea la calle y encuentra a quien tiene más que él y con menos esfuerzo, aparentemente su vecino tiene más felicidad que la que él disfruta cuando está desbordante y le cuesta menos conseguirla.

Un niño se cae por dentro cuando no puede presumir de familia delante de los amigos, porque todos inventan y su sinceridad le acobarda, muchos de ellos enseñan fotos y él sólo tiene señales de castigo en su cuerpo, algunos hablan de las vacaciones y él recuerda sus días alimentando a las gallinas.

Un niño se golpea con un mundo cuando quiere participar y lo quitan de la lista porque no puede hablar bien o no puede mantenerse de pie por su cojera, aunque fuese temporal, se aprendió el papel de una obra de teatro entre la luz del candil y los rebuznos de su burra, en ese establo que pareciese ser la puerta trasera de su casa y perdió la oportunidad porque el autobús no arrancó a tiempo y hay dos horas de su casa a la escuela.

Un niño se cae por dentro cuando le piden un libro nuevo para seguir la lección y aún no ha podido intercambiarlo o no encuentra un banco de libros cercano, no tiene quien le asesore en las tareas o terminó cansado de trabajar después de la escuela.

Un niño se golpea con un mundo cuando manda correos y recibe mensajes, chatea y se entretiene con la tecnología del mundo digital, a pesar de que cuando quiere una opinión o tiene una duda se le empuja diciendo que no hay saldo para hablar con él.

Un niño se cae por dentro cuando lo comparas y se hunde, al regañarle sin explicaciones, si lo miras y no lo acaricias, al momento de mirarlo con rabia porque esa rabia no te permite mirarlo como se debe, al exigirle y no llegar a un acuerdo, al sacarle la podedumbre de circunstancias negativas que todos llevamos dentro y al considerarle inútil hasta para respirar, cuando el aire no puede ser deglutido, cuando no come lo que tú le pides y si no se viste con el verde que encaja con sus zapatos.

Un niño se golpea con el mundo si le das más importancia a un seis en las calificaciones que a un excelente en su conducta, a la palabra de un profesor guía que a la presencia de un buen amigo, a su soledad perdida que a su ilusión vivida, a los que dicen que hacen que a los que hacen diciendo.

Un niño se cae por dentro cuando nadie le explica lo que está viendo en la tele, todos se ríen de lo que él no entiende, algunos se quejan y todo el mundo pasa de largo, porque al día siguiente va a estudiar el concepto de solidaridad y lo va a confundir con un árbol, una sonrisa de felicidad y va a desconocer lo que se siente, al igual que cuando se siente de contertulio en un ejercicio en la escuela y no sepa cómo actuar porque nunca tuvo respuesta para sus dudas.

Un niño se golpea con el mundo cuando alguna compañera le echa un piropo y no sabe cómo digerirlo porque nadie le explicó al respecto, cuando ayuda a pasar la acera a un adulto mayor y siempre hay quien le mira por si tuviese algún otro interés oculto, si alza la mano para discrepar con algún tutor y le callan por indiscreto, cuando le tira del vestido a la madre pidiéndole un poco de la rica comida que tiene preparada y le increpa para que espere con paciencia, porque no es la hora exacta para degustar absolutamente nada o cuando le mira a la cara a un adulto y le responde con un gesto y una pregunta indiscreta ¿tengo monos en la cara?.

Un niño se cae por dentro cuando le piden que se confiese y que junte las manos durante la comunión, pero también comulga quien no comulga con nadie fuera de la iglesia y vive mejor que él el quien nunca se confesó, confía en quien le falló y sus secretos son narrados por ahí como errores de personas simples y demasiado tontos, por francos y sencillos.

Un niño se golpea con el mundo cuando no comprende si hay que ir de blanco a la primera comunión, si se deben escribir con el mismo tino los renglones de caligrafía, aunque no tengan ningún mensaje o estén rotos por dentro, si es importante que los zapatos siempre estén limpios o si pensar en un minuto es porque vives despistado, si hablarle a un pájaro es motivo de preocupación y si es un castigo rezar en silencio.

Un niño se cae por dentro cuando hace fila en un banco, cogido de la mano de su madre y escucha a quien se adelanta o busca un amigo para infiltrarse, cuando ve nacer a un niño y sigue soñando con la cigüeña, si ve crecer a su hermano y él no despega del suelo, cuando todos lloran porque se fue el abuelo o saludan a un avión cuando va despegando del suelo, si ve una cama vacía porque su hermana está en el hospital o si los padres lloran y él protesta orinándose en la cama; y todo, porque nadie le explicó nada.

Un niño se golpea con el mundo si nadie le escucha, muchos le miran y casi nadie le coge la mano, cuando se ha olvidado del parque y sólo nada en sus sueños, cuando le quedan cosas por descubrir y va pasando el tiempo, si los pájaros no trinan cuando nos acercamos a la jaula o si hay que cerrar las puertas de la casa en la noche, porque en la obscuridad de sus interrogantes no encuentra una respuesta.

Un niño se cae por dentro si no puede hablar con la computadora para que esta le aconseje, si el celular no tiene manos para saludarlo, si la cama siempre abriga lo mismo y no puede llevársela a la escuela en las mañanas de frío, si no comprende por qué la bufanda no puede ser un amigo o porqué parece que los profesores siempre llevan razón, el que no haya filósofos o matemáticos a su edad y que ningún niño haya merecido un premio Nobel.

Un niño se golpea con el mundo cuando escucha una dialéctica vacía en el mundo de los adultos, si la sinrazón provoca alzar la mano o si los noticieros están cargados de más balas que consejos, cuando la verdad huelga por su ausencia y que nadie acuda al cuarto del abuelo cuando cree que está llorando.

Un niño se cae por dentro si no grita en libertad, no llora con paciencia, no estudia pintorreando, no disfruta soñando, no imagina inventando, no quiere abrazando, no demuestra regalando y no enferma suspirando, no se cobija refunfuñando y no descubre amando.

Y un niño llora cuando se cae por dentro o se golpea con el mundo que todos estamos construyendo, por lo que hay que dejarlos vivir para que nos enseñen a dejarles vivir en libertad, con paciencia, pintorreando, soñando, inventando, abrazando, regalando, suspirando, refunfuñando y amando. 

Vuestro amigo, que nunca os falla.


JUAN

sábado, 21 de septiembre de 2013

VEINTE REGLAS PARA VIVIR MEJOR

Me imagino un mundo en el que existiera un centro donde pudieses depositar un dinero, quizás el que te sobra, para que después de unos días alguien muy necesitado lo pidiera y se lo pudiesen abonar a la cuenta del pago de la luz, del agua, o las anotaciones pendientes en la tienda de la esquina, sin esperar que te agradezcan ni te identifiquen, a miles de kilómetros de tu casa y disfrazado para que no te encuentren en esta vida ni en la otra.

Me imagino a un parado de larga data, sin apoyo ni condición, despojado hasta de las maletas con el contenido más elemental, sin dignidad para algunos y harapiento para otros, perdido en el alboroto de las calles y en el peligro de las noches, hablándole a una banca o rebuscando en la basura y dirigiéndose a todos los feligreses en el sermón dominical, entre trajes y atuendos, abanicos y zapatos nuevos.

Me imagino un día cualquiera, en algún rincón del mundo donde se conozca que hay un sentido puro e integral de la democracia, normatizando el día de los mensajes muertos, para vergüenza de quienes los pronunciaron, esperando que todo el mundo los señale y así podamos vivir con la tranquilidad de que vamos a aprender a pensar en el otro, antes que a vivir del otro, unos minutos antes de abrir la boca.

Me imagino un fondo de la Unión Europea para capitalizar las esperanzas de tantas madres sin sueldo, cargadas de problemas y vacías de recursos materiales, empeñadas hasta con su imagen en el espejo, pero sin reclamar lo que necesitan y a lo que tienen derecho, permitiendo que cada mes tengan un sueldo ingresado en su cuenta corriente, porque son seres humanos y también desempeñan la única profesión de la que deben estar orgullosas porque no hay que pasar por la Universidad ni nadie te da un título, sólo disertas tu tesis con el aplauso de los besos de tus hijos y la comprensión de tu pareja.

Me imagino un Plan de Estudios donde un año adicional hubiese que dedicarlo al mundo, pudiendo enviarte a cualquier rincón y en algún momento de la historia, porque así aprenderíamos a ser más entusiastas con la solidaridad, se necesitarían menos recursos para especialistas y recibiríamos mucho de otros a los que ya no podríamos llamar negros, chinos, blancos, mestizos, refugiados, adoptados, apátridas, secuestrados, huérfanos o víctimas, sino solo los aceptaríamos como nuestros hermanos, algunos más pequeños y a los que deberíamos proteger, mientras que a los mayores procuraríamos imitarlos en su sencillez y su fortaleza, su hambre y su deseo de viajar un verano ara ser acogidos, en sus virtudes y sus defectos.

Me imagino un día de la vida de cualquier ser humano en el que se diese la orden para no hablar de política ni de guerras, porque fuese desconocido en la calle todo ser político y con sueldo y se detuviesen todos los conflictos.

Me imagino al Whatsapp llevando un mensaje y pudiendo salir escrito en el tronco de un árbol o en la fachada de la chabola de quien no tiene celular (móvil), pero que aún no ha perdido las esperanzas de contar con un amigo más, aunque tuviese rifle en mano o permaneciese sentado en un tienda de campaña, atendido como refugiado, detrás de una mesa esperando que le sirvan en un comedor popular o sentado en el suelo, dependiendo de lo que no debiera permitirse, al servicio de una limosna.

Me imagino un mundo en el que todo directivo, secretario, banquero, político o mercenario, ladrón o guardián, tuviese la obligación de llevar a su lado -como consejero- a un niño, para que abortara sus impulsos con la sinceridad y prometiera lo que va a cumplir con la verdad, que soñara sin barreras ni limitantes y que preguntase el por qué de todo lo que viese, tocase o escuchase, porque hay que aprender a dialogar para luego analizar y no lo contrario.

Me imagino incluir en los presupuestos del Estado una partida de 1.000 millones de euros para una crítica constructiva, venga de donde venga, impulsada con fondos de todos porque van a servir para todos, establecida por ley para observarla y discutirla, como antecedente fiel de todas las reformas que estuviesen por venir.

Me imagino a quienes han tenido un pasado de luto y a quienes han enlutado a la sociedad con su pasado, indicándoles que no tienen derecho a una pensión, sino que al hacer el balance de su vida de cuentas y hechos deben seguir trabajando, hasta el cansancio, para pagarle a ese pueblo que confió y lo defraudó, a pagar una cuota mensual hasta que capitalice, con intereses, su comportamiento en entredicho.

Me imagino a los niños de una escuela mirándose en silencio y descubriendo en el otro lo que no conoce de sí mismo, preguntando a los amigos y pidiéndoles que le digan lo que ven en ellos, porque es un paso adelante para aprender a vivir en una sociedad de iguales, donde debes estar expuesto a lo que te digan y a lo que te resalten, ya que tu actitud va a influir en los demás y va a servir de ejemplo para los que vienen detrás.

Me imagino una familia en la que los padres, por un día, se queden durmiendo con pañal y los hijos salgan a trabajar o a comprar y cambien en el banco de las ilusiones, para que tarjetas de esperanza de cambio le puedan alimentar a esos padres-hijos con sopas de cariño, mezcladas con letras de consejos y algún trozo de carne sin sabor a vanidad, salpimentado con el orgullo de poder estar siempre juntos.

Me imagino que los animales pudiesen hablar por una hora y nos transmitiesen su dolor y su cansancio, su humillación y su muerte anunciada, porque sería la oportunidad de comprender que no tenemos derechos sobre ellos, porque no nos lo permitieron, invitando algún día a la mesa a una gallina para que compartiese el arroz con nosotros, babero al cuello y un vaso de vino tinto cercano para que no se atragantase con la voracidad humana.

Me imagino dejar un premio gordo de la lotería desierto y repartir los fondos en alguna comunidad sin vida, cerca o lejos, ese mismo día u otro, porque esa sería la verdadera pedrea de la vida, la que ansiamos para no ver telediarios cargados de noticias, que no son otra cosa que frustraciones, arrebatos, miserias e imposiciones, mezcladas con segundos impactantes de falta de verdad, balones de oro y ciertos medallones del siglo de oro, colgados del cuello de quienes no han sabido respetar nuestra propia historia y quieren seguir convenciendo que los imprevistos y las normas solo se superan despistando con palabras descuidadas y maltrechas.

Me imagino a un paciente comatoso despertando y mirando, escuchando y palpando lo que le rodea, al frente de un noticiero televisivo y contando al mundo la realidad de un pasado sin recuerdo, porque es la mejor forma de empezar a construir sin estar condicionado, escuchándolo con atención porque sus neuronas debieran sobresaltarnos con cosas nuevas y propuestas de un buen amigo despierto.

Me imagino un carnaval, disfrazándome de aquel a quien odio y que él haga lo mismo conmigo, pues de la actitud de quien quiere vengarse se aprende a vivir con, porque hay una pizca de miedo a no saber qué otras cosas buenas lleva dentro el que te envidia y a que descubra en ti todo lo bueno que siempre te acompañó en la vida.

Me imagino a un abuelo en una sala de Neonatología, porque hay que tratarlos como niños y no abandonarlos soportando el costo de una vida de recetas e imposiciones, después de haber aportado y entregado en silencio, cambiándole los pañales con la suavidad y el respeto de quienes debiéramos convertirnos en enfermeros y médicos de las ausencias y las dudas de nuestros adultos mayores.

Me imagino un día en que no te cobrasen los trenes ni los aviones y las paradas de los autobuses fuesen las puertas de las casas o de los trabajos de los viajeros, que hubiese burros-taxi para dignificarlos por su trabajo y que sólo quedasen los refranes que transmiten verdades de impulso.

Me imagino una impresora 3D que pudiese hacer personas sin mentes criminales ni egoístas por principio, con el afán de procurar el crecimiento del otro antes que esos minutos en que te ensalzan los demás para pedirte algo a cambio o colocarte una medalla que pesa mucho más de lo que brilla.

Me imagino un blog que todo el mundo comentase y dejasen su foto como parte del mensaje, adueñándose de sus renglones porque van a ser los mensajeros de esas contradicciones de la vida que nos hacen pequeños e inverosímiles, con el único propósito de seguir creciendo en la única red que debe seguir imperando HTTP://WWW. ENESTEMUNDOSOLOHAYAMIGOS.COM

Tu amigo, que nunca te falla



JUAN

lunes, 16 de septiembre de 2013

NO SIGAS CON ESA TAREA

Amanece y ya estamos dispuestos a iniciar nuestro trabajo diario, muchas veces monótono y descuidado, pero siempre desarrollado con el mejor ánimo de poder seguir aspirando y contribuyendo a construir un mundo mejor para los que vienen detrás.

Sin embargo, acostumbramos a pecar de ingenuos o a demostrar indiferencia, pues con frecuencia caemos y recaemos, tropezamos y seguimos dando malos pasoS,  o al menos equivocados, muy a pesar de que alguien nos llamó la atención o nos puso en sobre aviso.

Y es que vivimos rodeados de animales domésticos, como el burro, al que tildamos de reflexionar poco y caer cuantas veces se coloca ante el mismo obstáculo, pero compartimos mucho con ese animal, porque somos incapaces de sobreponernos a los limitantes y las circunstancias nos vencen abrumadoramente.

Pareciese que tenemos por tarea descuidarnos del análisis que debemos realizar de todo lo que circunda nuestro espacio de relación, menospreciar los consejos que nos alertan de imprevistos y seguir estando ciegos para no ver lo que el día nos presenta en nuestro campo visual.

No aprendemos de circunstancias anteriores, pensamos que todo va a cambiar porque nosotros así lo intentamos y descuidamos incluir en nuestras previsiones cualquier circunstancia o detalle que pudiese echar por tierra nuestras aspiraciones, permitirnos continuar con nuestra marcha o lograr una aspiración, para nosotros o nuestros amigos, familiares o empleados.

No conviene convertirse en dependiente de los vaivenes de la bolsa, los trucos de las palabrerías políticas ni en rehén de las noticias del corazón, pero hay que ser más prudente en lo que concierne a nuestros antecedentes remotos y recientes, para poder identificar riesgos potenciales y reales en nuestra marcha y evitarlos a tiempo, superarlos con holgura y no permitir que se repitan momentos de incertidumbre o dudas razonables por zancadillas de la vida diaria, porque hay que seguir aprendiendo de nuestra historia vivida.

Continuar con la tarea de olvidarse de todo y volver a caer es una pérdida de tiempo y energía que podríamos emplear en mejorar nuestras relaciones y fortalecer nuestros vínculos, almacenar nuevas experiencias y descubrir espacios para el crecimiento personal.

No sigamos con la tarea de caer como el burro, sino de seguir siendo animales con un raciocinio perspicaz y sin imprevistos coyunturales que nos asombren y condicionen, porque parte de nuestro tiempo hemos de emplearlo en conocernos y en observar, en descubrir y en evitar, de tal suerte que el camino sea más fácil y podamos seguir haciendo camino al andar, dejando una estela que pueda servir de ejemplo para que otros también sean capaces de andar sin tropezar y mirar sin sorprenderse.

Gracias a todos por seguir ahí, vuestro amigo que nunca os falla.



JUAN  

miércoles, 4 de septiembre de 2013

ÉCHATE UN VISTAZO

Acostumbramos a mirar por encima del hombro, descubrimos la esencia de la vida en quien permanece sentado pidiendo, observamos el lento caminar de un enfermo terminal y escuchamos los quejidos de quien reclama una gota de justicia en un vaso de desacuerdos e incoherencias, pero nos dejamos llevar y esperamos que algún día podamos descubrirnos en nuestros silencios.

La verdad es que nos da miedo "echarnos un vistazo", porque puede que encontremos restos de miradas perdidas, montones de indiferencia, salpicaduras de orgullo y muchos litros de un líquido que nos corroe de ambiciones y despropósitos.

Echarse un vistazo es mirar hacia adentro y encontrarte en tu mejor verdad, la que a veces no compartes por humildad o te reservas para ir mejorando en el día a día, aunque esté marcada por todo aquello que posiblemente te avergüence y comprometa.

Echarte un vistazo significa hacerte preguntas para comprobar tus verdaderas actitudes y descubrirte en la crudeza de las reacciones humanas, donde muchos dicen lo que no hacen y otros tantos hacen lo que no dicen.

Echarte un vistazo es purificarte de los pecados de la vida diaria, los que no se confiesan porque hay pudor en comunicárselos al cura o a tu pareja, esos que te pesan y que te están recriminando en las miradas que regalas y los gestos que manifiestas.

Echarte un vistazo es aprender a examinarte ante un banco de preguntas aleatorias que bien podría hacerte el ama de casa, tu madre, un hermano, un mendigo o aquel a quien te tienes que dirigir para solicitarle un trámite y que tras la ventanilla esconde su poder y su arte para doblegar, manipular, soportar o entregarse en vocación y servicio al cliente que llegue en cualquier mañana de trabajo.

Echarte un vistazo implica ordenar tus preferencias y descubrir que es más interesante dormir que alterarse, recibir que preocuparse de dar o esperar que despegar del suelo y avanzar, pero lo que te debe mover a vivir debe ser todo lo contrario, o sea, inquietarse por las injusticias y las diferencias, dar lo que se tiene y llenarse para volver a entregarlo sin esperar nada a cambio o dirigirse a donde nadie te llamó a sabiendas de que allí eres útil por necesidad.

Echarte un vistazo es firmar un compromiso con tu propia vida y regalar momentos para que puedan liberarse sonrisas atrapadas por el silencio o dominadas por voces altisonantes que pretenden buscar vasallos o esclavos donde sólo deben existir personas.

Echarte un vistazo es escuchar atentamente el ruido de tu sangre y saber que circula adecuadamente, sentir la piel que roza tu pantalón o tu falda y hallar una parte de tu cuerpo viva, alimentarte de la nada para encontrarte con todo lo que necesitas, nacer para empezar a crecer y fortalecer tus pasos para que el camino nunca sea pesado.

Echarte un vistazo es reconocer si llevas con dignidad el nombre que te dieron y los apellidos que reservaron para ti, mirar en tu bitácora si has hecho lo que debías y si tienes planificado hacer lo que otros necesitan de ti, procurando dar un giro al timón de tu vida si las conclusiones no son las adecuadas al sentido que debe existir en un corazón bondadoso y limpio.

Echarte un vistazo es renunciar a los superfluo para que te vayas acercando a lo realmente necesario y a preguntarle a otros para que te manifiesten lo que ven en ti, porque la opinión de los demás puede ayudarte a construirte aún más y mejor.

Echarte un vistazo es agradecer a todo lo que te rodea que haya contribuido a integrar tu razón de ser y a minimizar tus errores, a responder cuando se te necesite como ser humano y profesional con las manos vacías y sin contenidos materiales, pues la bondad de espíritu y la solidaridad siempre irán desnudas por la vida, sin bolsillos para almacenar gratificaciones ni tarjetas de devolución de favores.

Echarte un vistazo es aprender a ser tú mismo, el que la vida espera y quienes te engendraron también. Aprende a no fallarles a ninguno y así llegarás a ser un adulto de bien, tengas los años que tengas y vivas en edificios o chabolas, porque la necesidad que todos tenemos se nutre de responsabilidad y sinceridad.

Tu amigo, que nunca te falla


JUAN

miércoles, 17 de julio de 2013

PROHIBIDO DEJAR DE SOÑAR

Quisiera ser un 6 y sentarme sobre el 4, porque la silla del descanso alivia y suaviza las arrugas por enrrollarse sobre sí mismo y luego convertirme en un 1, porque quiero estar firme ante las adversidades de un mundo del 3 que nunca se encuentra y siempre permanece abierto.

Quisiera llegar a un bosque y encontrarme los árboles boca abajo, porque así no se necesitaría abono para unas raíces que se nutren con la energía solar y las hojas penetrarían en el suelo para buscar a otras hojas hermanas, alimentándose de gusanos que luego alcanzarán las raíces y se encargarían de esa transformación constante de la energía que llega del más allá.

Quisiera llegar a una conferencia y que nadie me dejase hablar porque hubiese más preguntas por solventar que puñados de hojas que enseñar, ya que el interés estaría muy por encima del agotamiento de una clase mal preparada y con bajo nivel de pedagogía.

Quisiera despertar y que fuese de noche para no interrumpir mis sueños, que en la noche pudiese brillar la luz por momentos para que pudiésemos despertar de nuestros propios sueños, cargados de horrores y cambiar de orientación el disco duro para levantarnos cargados de esa buena tinta que nos acerque a los demás y nos motive.

Quisiera caminar sentado para comprender mejor a los inválidos y apoyando las manos para impulsarme, mirar al mundo hacia arriba y que todo me caiga hacia abajo, en ese rincón donde ya no hay enanos porque tú eres otro gigante del mundo bajo.

Quisiera comer y peinarme con un sólo dedo hasta que no aprenda a utilizar los demás para actos que dignifiquen y apoyen en el crecimiento de otros tantos, que mis pensamientos equivocados se congelasen para que sean de conocimiento de todos y estén sujetos a esos juicios de valores que me permitirían actuar siempre a favor del bien común.

Quisiera que la cara no se lavase nunca para que el agua y el frío no transforme las expresiones, que el rocío la bañara cada mañana y que la brisa de la noche me la secara, con su aroma.

Quisiera que el trabajo diario fuese de 5 horas bien cumplidas junto a las personas a quienes va dirigido mi esfuerzo, porque ellos deberán ser mis jefes y evaluadores, ordenando mis criterios y reorientando mis objetivos.

Quisiera que mis pies fuesen como las patas de los palmípedos, para que no pudiese vacilar ante los problemas y caminar firme, bien apoyado y con criterio, pues eso es lo que se necesita para seguir creciendo en un mundo complejo y global.

Quisiera que mis ojos fuesen las lentes de una cámara fotográfica y que las imágenes quedasen grabadas para que no se olvidasen nunca, que pudiese hablar con los animales para que no estuviésemos tan solos y que el medio ambiente también pudiese contaminarnos como nosotros lo hacemos, que las confesiones fuesen públicas y con micrófono para que no fuesen necesarias tantas actuaciones privadas y que las empresas fuesen tareas pendientes por resolver.

Quisiera que un día fuese de 25 horas, 5 para dormir, 5 para disfrutar con los tuyos, 5 para no olvidarse de vivir, 5 para refrescar la memoria y 5 para organizar tu tiempo de trabajar en todo lo necesario, para que así estuvieses relajado las otras 20.

Quisiera que las computadoras fuesen tu espejo y que pudiera hablarte cuando te miras para peinarte, que las lámparas te dieran ideas y no luz, que el suelo fuese imaginario y que no hubiese apellidos ni uniformes, que las palabras fuesen tangibles y sólo existiese un propósito, no cambiar mientras se siga viviendo por aprender y seguir aprendiendo viviendo, QUE FUESE CASTIGADO QUIEN DEJE DE SOÑAR Y QUE DE LOS SUEÑOS ESTUVIESE PROHIBIDO DESPERTAR.

Vuestro amigo, que nunca os falla


JUAN