sábado, 21 de septiembre de 2013

VEINTE REGLAS PARA VIVIR MEJOR

Me imagino un mundo en el que existiera un centro donde pudieses depositar un dinero, quizás el que te sobra, para que después de unos días alguien muy necesitado lo pidiera y se lo pudiesen abonar a la cuenta del pago de la luz, del agua, o las anotaciones pendientes en la tienda de la esquina, sin esperar que te agradezcan ni te identifiquen, a miles de kilómetros de tu casa y disfrazado para que no te encuentren en esta vida ni en la otra.

Me imagino a un parado de larga data, sin apoyo ni condición, despojado hasta de las maletas con el contenido más elemental, sin dignidad para algunos y harapiento para otros, perdido en el alboroto de las calles y en el peligro de las noches, hablándole a una banca o rebuscando en la basura y dirigiéndose a todos los feligreses en el sermón dominical, entre trajes y atuendos, abanicos y zapatos nuevos.

Me imagino un día cualquiera, en algún rincón del mundo donde se conozca que hay un sentido puro e integral de la democracia, normatizando el día de los mensajes muertos, para vergüenza de quienes los pronunciaron, esperando que todo el mundo los señale y así podamos vivir con la tranquilidad de que vamos a aprender a pensar en el otro, antes que a vivir del otro, unos minutos antes de abrir la boca.

Me imagino un fondo de la Unión Europea para capitalizar las esperanzas de tantas madres sin sueldo, cargadas de problemas y vacías de recursos materiales, empeñadas hasta con su imagen en el espejo, pero sin reclamar lo que necesitan y a lo que tienen derecho, permitiendo que cada mes tengan un sueldo ingresado en su cuenta corriente, porque son seres humanos y también desempeñan la única profesión de la que deben estar orgullosas porque no hay que pasar por la Universidad ni nadie te da un título, sólo disertas tu tesis con el aplauso de los besos de tus hijos y la comprensión de tu pareja.

Me imagino un Plan de Estudios donde un año adicional hubiese que dedicarlo al mundo, pudiendo enviarte a cualquier rincón y en algún momento de la historia, porque así aprenderíamos a ser más entusiastas con la solidaridad, se necesitarían menos recursos para especialistas y recibiríamos mucho de otros a los que ya no podríamos llamar negros, chinos, blancos, mestizos, refugiados, adoptados, apátridas, secuestrados, huérfanos o víctimas, sino solo los aceptaríamos como nuestros hermanos, algunos más pequeños y a los que deberíamos proteger, mientras que a los mayores procuraríamos imitarlos en su sencillez y su fortaleza, su hambre y su deseo de viajar un verano ara ser acogidos, en sus virtudes y sus defectos.

Me imagino un día de la vida de cualquier ser humano en el que se diese la orden para no hablar de política ni de guerras, porque fuese desconocido en la calle todo ser político y con sueldo y se detuviesen todos los conflictos.

Me imagino al Whatsapp llevando un mensaje y pudiendo salir escrito en el tronco de un árbol o en la fachada de la chabola de quien no tiene celular (móvil), pero que aún no ha perdido las esperanzas de contar con un amigo más, aunque tuviese rifle en mano o permaneciese sentado en un tienda de campaña, atendido como refugiado, detrás de una mesa esperando que le sirvan en un comedor popular o sentado en el suelo, dependiendo de lo que no debiera permitirse, al servicio de una limosna.

Me imagino un mundo en el que todo directivo, secretario, banquero, político o mercenario, ladrón o guardián, tuviese la obligación de llevar a su lado -como consejero- a un niño, para que abortara sus impulsos con la sinceridad y prometiera lo que va a cumplir con la verdad, que soñara sin barreras ni limitantes y que preguntase el por qué de todo lo que viese, tocase o escuchase, porque hay que aprender a dialogar para luego analizar y no lo contrario.

Me imagino incluir en los presupuestos del Estado una partida de 1.000 millones de euros para una crítica constructiva, venga de donde venga, impulsada con fondos de todos porque van a servir para todos, establecida por ley para observarla y discutirla, como antecedente fiel de todas las reformas que estuviesen por venir.

Me imagino a quienes han tenido un pasado de luto y a quienes han enlutado a la sociedad con su pasado, indicándoles que no tienen derecho a una pensión, sino que al hacer el balance de su vida de cuentas y hechos deben seguir trabajando, hasta el cansancio, para pagarle a ese pueblo que confió y lo defraudó, a pagar una cuota mensual hasta que capitalice, con intereses, su comportamiento en entredicho.

Me imagino a los niños de una escuela mirándose en silencio y descubriendo en el otro lo que no conoce de sí mismo, preguntando a los amigos y pidiéndoles que le digan lo que ven en ellos, porque es un paso adelante para aprender a vivir en una sociedad de iguales, donde debes estar expuesto a lo que te digan y a lo que te resalten, ya que tu actitud va a influir en los demás y va a servir de ejemplo para los que vienen detrás.

Me imagino una familia en la que los padres, por un día, se queden durmiendo con pañal y los hijos salgan a trabajar o a comprar y cambien en el banco de las ilusiones, para que tarjetas de esperanza de cambio le puedan alimentar a esos padres-hijos con sopas de cariño, mezcladas con letras de consejos y algún trozo de carne sin sabor a vanidad, salpimentado con el orgullo de poder estar siempre juntos.

Me imagino que los animales pudiesen hablar por una hora y nos transmitiesen su dolor y su cansancio, su humillación y su muerte anunciada, porque sería la oportunidad de comprender que no tenemos derechos sobre ellos, porque no nos lo permitieron, invitando algún día a la mesa a una gallina para que compartiese el arroz con nosotros, babero al cuello y un vaso de vino tinto cercano para que no se atragantase con la voracidad humana.

Me imagino dejar un premio gordo de la lotería desierto y repartir los fondos en alguna comunidad sin vida, cerca o lejos, ese mismo día u otro, porque esa sería la verdadera pedrea de la vida, la que ansiamos para no ver telediarios cargados de noticias, que no son otra cosa que frustraciones, arrebatos, miserias e imposiciones, mezcladas con segundos impactantes de falta de verdad, balones de oro y ciertos medallones del siglo de oro, colgados del cuello de quienes no han sabido respetar nuestra propia historia y quieren seguir convenciendo que los imprevistos y las normas solo se superan despistando con palabras descuidadas y maltrechas.

Me imagino a un paciente comatoso despertando y mirando, escuchando y palpando lo que le rodea, al frente de un noticiero televisivo y contando al mundo la realidad de un pasado sin recuerdo, porque es la mejor forma de empezar a construir sin estar condicionado, escuchándolo con atención porque sus neuronas debieran sobresaltarnos con cosas nuevas y propuestas de un buen amigo despierto.

Me imagino un carnaval, disfrazándome de aquel a quien odio y que él haga lo mismo conmigo, pues de la actitud de quien quiere vengarse se aprende a vivir con, porque hay una pizca de miedo a no saber qué otras cosas buenas lleva dentro el que te envidia y a que descubra en ti todo lo bueno que siempre te acompañó en la vida.

Me imagino a un abuelo en una sala de Neonatología, porque hay que tratarlos como niños y no abandonarlos soportando el costo de una vida de recetas e imposiciones, después de haber aportado y entregado en silencio, cambiándole los pañales con la suavidad y el respeto de quienes debiéramos convertirnos en enfermeros y médicos de las ausencias y las dudas de nuestros adultos mayores.

Me imagino un día en que no te cobrasen los trenes ni los aviones y las paradas de los autobuses fuesen las puertas de las casas o de los trabajos de los viajeros, que hubiese burros-taxi para dignificarlos por su trabajo y que sólo quedasen los refranes que transmiten verdades de impulso.

Me imagino una impresora 3D que pudiese hacer personas sin mentes criminales ni egoístas por principio, con el afán de procurar el crecimiento del otro antes que esos minutos en que te ensalzan los demás para pedirte algo a cambio o colocarte una medalla que pesa mucho más de lo que brilla.

Me imagino un blog que todo el mundo comentase y dejasen su foto como parte del mensaje, adueñándose de sus renglones porque van a ser los mensajeros de esas contradicciones de la vida que nos hacen pequeños e inverosímiles, con el único propósito de seguir creciendo en la única red que debe seguir imperando HTTP://WWW. ENESTEMUNDOSOLOHAYAMIGOS.COM

Tu amigo, que nunca te falla



JUAN

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