miércoles, 26 de octubre de 2016

CON LO FÁCIL QUE ES OBSERVAR


Cuando doblamos un papel, una y otra vez, obtenemos un paquete más reducido que, al abrirlo, nos sorprendemos por la regularidad y geometría de los dibujos que aparecen ante nuestros ojos, más aún si hacemos un corte y no podemos adivinar en lo que se convirtió.

Los consejos son como los dobleces, porque van consiguiendo construir y edificar, ir armando una conducta o una predisposición, una actitud o un estilo que, al descubrirlo, encontramos la armonía y el encanto de los gestos y las maneras y hasta cualquier herida provocada se transforma en virtudes geométricas que pareciesen extraídas de un cuento.

Cuando saludamos por la calle estamos seguros que cumplimos con una norma cívica y hasta podría gestarse una entrevista informal por la que conozcas más del mundo e influyas con tu punto de vista en el devenir de la historia. 

Caminar, sin mirar a los lados, es como pasar de largo por la vida de los demás sin preocuparte de participar e influir en su mundo diario, con un menosprecio por todo lo que no se refiera a ti y por eso preferimos, a veces, huir de tertulias y conversaciones de ratos de reencuentro.

Ojeamos un libro y pasamos rápidamente las hojas porque no nos atraiga la trama o el relato, pero cuando llegamos al final entendemos que no extrajimos ninguna enseñanza, muy posiblemente porque le imprimimos una velocidad desmedida a nuestra lectura.

La vida no es un recorrido fugaz, sino que vamos construyendo lo que somos al saborear los momentos que vivimos y, acelerar nuestros pasos, puede llevarnos a acabar antes nuestro recorrido sin haber comprendido el verdadero sentido del tránsito.

Si acudimos a una biblioteca y elegimos un libro para consulta o lectura, entre tantos otros disponibles, y al salir juramos que no regresaremos más por el tiempo perdido, es probable que se deba a que no supimos seleccionar bien la temática, acoplada a nuestras necesidades, el momento y nuestro estado de ánimo.

Al dialogar, a veces escogemos temas candentes que precisan de una puesta en común, pero en ocasiones no es el momento ni nuestra actitud es la más predispuesta en ese momento y somos capaces de caminar hasta en contra de nuestros principios más sólidos.

Hoy leí que bostezar sirve para refrescar nuestro cerebro y es probable que otro día se publique que mirar ayuda a disipar la imagen que tenemos de las circunstancias, aunque la verdad es que bostezamos y miramos porque es parte de los procesos bioquímicos y fisiológicos del ser humano.

Necesitamos vincularnos con los demás para aprender y regalar, compartir y generar, pero también es probable que regalar palabras de ánimo nos ayude a ventilar nuestro egoísmo y aplaudir reconforte nuestra envidia escondida, aunque sean actitudes propias del ser humano.

Enseñar es algo tan natural como caminar, porque siempre se tiene un punto de partida y un destino que alcanzar, aliviando cada paso con el anhelo de llegar a la meta.

No podemos agotarnos ante el primer descalabro en el apoyo a los demás, porque sólo es un paso y no donde queremos llegar, reconociendo que a veces es temporal y, en ocasiones, para toda la vida.

Una llama se aviva con poco esfuerzo e ilumina un espacio inmenso, proporciona calor y permite convocar a personas -a su alrededor- en días fríos.

El testimonio debiera ser como esa llama, del que cueste muy poco desprenderse y que llegue a motivar a muchas personas -al mismo tiempo-, por su contenido de verdad y su propuesta de cambio, su espacio para abrir puertas de oportunidades y el mensaje que lleva en su interior.

Tu amigo, que nunca te falla


JUAN 

martes, 20 de septiembre de 2016

A QUIEN QUIERA LEERLO



Estimado amigo:

Hoy quiero compartir contigo esta carta, cargándola de mensajes para saborearlos y palparlos, de los que no se degluten ni escuchan, porque es el momento de escribir un relato pleno de entusiasmo y empuje.

Hoy estoy reflexionando sobre la verdad que no se comunica y se convierte en moneda de cambio, con la que se encubre la pobreza registrada y las tierras inundadas, esa que oculta la miseria visible y nunca presentada en público.

Estoy cansado de un mundo desigual que dedica palabras a la contaminación atmosférica y en la atmósfera más cercana nos olvidamos de los contaminantes de carne y hueso que, día a día, nos tildan de incapaces porque cuestionamos y nos marginan porque levantamos polvo.

Quisiera decirte que soy de un mundo donde la felicidad es la palabra que más se lee en las tarjetas de Navidad y, sin embargo, es el espacio donde más se pelea por sobrevivir en el lodo y donde más se reza por la humildad que habla en solitario.

Vivimos muchos aquí abajo y pareciese que no todos tuviéramos capital invertido y muchos toman las acciones de los demás porque se creen con voz y voto, queriendo hacer legal su posesión para etiquetar su paso por este mundo de emprendedor avispado.

Nadie entiende quién quiere a quién y quién se odia a sí mismo.

Yo pregunto a la melancolía si tiene derecho a voto y me dice la picardía que ya alcanzó la mayoría de edad hace mucho tiempo.

Te levantas y vas comprendiendo que la noticia es descubrir que todo sigue igual, que 
algunos entienden que han recibido autorizaciones encubiertas que no saben gestionar y que es muy fácil culpar a los demás cuando las cosas no mantienen un equilibrio y desequilibrarse cuando los otros vuelven a estar equilibrados.

Se corretea y se duerme poco, se aplauden las miserias escondidas y se olvidan los 
gestos solidarios, se vive más pendiente de la papeleta electoral que de las oportunidades sociales y se genera más entusiasmo en “vivir de” que en “vivir con”.

Hoy día no somos capaces de inventar porque pareciese que nos inventaron el mundo que debía ser y nadie descubre nada nuevo porque todos nos conformamos con lo que el mundo parió hace muchos siglos.

Nos ahoga dormir porque perdemos el tiempo y nos inquieta superarnos porque no hay horizontes, nos amilana la palabra construida porque nadie desea escribir y nos ofende la actitud noble porque aspiramos a ser diferentes, sin saber por qué ni para qué.

Poca gente trabaja y, quien lo hace, controla que nadie le arrebate el oportunismo.  

Mucha gente espera y, quien lo vive, tararea la misma canción que otros intentan solucionar en mesas de trabajo, esas que dan dinero como fruto y popularidad como un empeño.

Los jóvenes dicen que no quieren estudiar porque hay que trabajar y para eso ya están los reality, que convencer no es tarea ciudadana porque para eso están los mítines y que ahora los jabones sirven para enjuagar el pasado y dejarlo limpio.

No sé si tener amigos es una tarea pendiente, pero al menos no es una prioridad porque se enseña a desconfiar de todo y de todos.

Los hijos aprenden de las empleadas y los abuelos de quienes les brindan asistencia, porque reciben un sueldo, a los paseos se los comieron las avenidas y a los jardines los centros comerciales, dar los buenos días en la calle ha quedado relegado del diccionario y ahora desayunamos de pie y sin beso, porque la prisa nos empuja al amanecer.

Nos hacemos un chequeo para seguir estando y no siendo, lloramos porque queremos ser igual que el que no tiene claro quién es y disfrutamos aplaudiendo a los que aplauden que les imitemos, digerimos la palabra “saludable” porque pensamos que moriremos más tarde y levantamos pesas más veces que a nuestro hijo, porque vamos aprendiendo a hacer “lift weights”.

Desconocemos lo elemental de los sentimientos y nos consideramos normales, estamos pendientes de nuestros derechos para olvidar nuestros deberes y manifestamos que somos contrarios a quienes estén en contra de todo, porque así nos mirarán como seres raros e interesantes, ya que somos incapaces de destacar por nuestro propio esfuerzo.

Arrinconamos los afectos y le llamamos “el signo de los tiempos”, ponemos los abrazos en los libretos de campaña y las  tertulias ya se encargarán de domar tu carácter crítico, lo que para otros será una actitud irascible y rebelde porque pensar y cuestionar es filosofía animal y del campo más rupestre.

Leemos de memoria lo que otros no se creen y caminamos sobre las huellas de quienes nos amilanan y callan, tapamos las voces como otros tapan las nuestras y aplaudimos las reuniones donde se arrebatan libertades y seguimos hablando bien del progreso.

Estimado amigo, no sé qué será del niño que quiere ser arquitecto del mañana y construir una casa en el vacío, para que no se llene de lo ajeno, o del joven que anhela convertirse en un médico que descubra la vacuna contra la injusticia moral, porque les estamos obligando a estudiar cómo hacerse grandes y no les estamos permitiendo soñar en libertad

Quisiera enjabonar al mundo y sus residuos, lavar las diferencias y estrujar las mentiras, restregar las opiniones que dejan pasar el hambre y la penuria y dejar airear el poder que crea distancias, para que la luz solar evapore los sinsabores que hacen de este mundo un espacio para el dolor y la reflexión que avergüenza.

Que nuestro Padrenuestro sea de apoyo y no de palabra, que nuestra limosna sea la presencia y no la moneda, que nuestra verdad sea la que se espera y no la que nos sobra.

Tu amigo, que nunca te falla



Juan. 

sábado, 30 de julio de 2016

IMÁGENES, PALABRAS Y GESTOS


IMÁGENES, PALABRAS Y GESTOS
Por: Juan Aranda Gámiz


Una imagen es lo que ves en los demás y se te queda impregnado en el cuerpo, es una vivencia que te llena hasta el fondo, una experiencia que te supo a gloria y pretendes ponerla en el álbum de tu vida y contemplarla hasta que puedas repetirla con quien tengas a tu lado.

Una palabra es la voz de alerta que te descubre y te alienta, te aconseja en tus indecisiones y te despierta en tus apagones de conducta.

Un gesto es la sensibilidad presente, el cuerpo que deja caer una sonrisa que puede interpretarse o la mano que crees que se extiende para pedirte limosna y te está dando -como regalo- la posibilidad de que le ayudes y reconozcas su tiempo perdido, mientras te mira.

Una imagen te motiva a seguir en pie y a caminar pensando, a entristecerte si no hay reparo o a entusiasmarte con el recorrido que la vida le permitió a algún acto humano, te puede sorprender si aprendes y te abruma si no lo esperabas.

Una palabra tiene tantas caras como intenciones y tantas lineas como caminos para oírla, tantas recetas para prepararla como abonos para cultivarla.

Un gesto nace del alma y se pega a nuestro cuerpo disfrazado de impulso, viene de esa hondura que desconocemos y se acerca a la superficie de nuestros actos para hacerse visible y respirar aire puro, para mirar tu cara y conocer tus expresiones.

Una imagen se desdibuja si no crees en ella y resplandece si crees que tú la podías haber dibujado. Está ahí para encuadrar el momento y hacerlo irrepetible o para olvidarlo, después de mejorar el aporte de quien precisó haber estado a la altura de las circunstancias.

Una palabra duele más que un golpe y acaricia más que un gesto de cariño, impone más que el dolor ajeno y sensibiliza mucho más que un consejo.

Un gesto, sin embargo, nos ayuda a aprender sin estudiar nada de memoria, enseña el camino y el sendero, abre un espacio para la reflexión que construye y alberga.

Una imagen no atiende a prejuicios ni teme a los comentarios, no se esconde de nada ni de nadie, pues sólo está ahí para quien quiera mirar y cuando desee tocarla, porque en su perfume está escrita la esencia de la conducta humana.

Una palabra nunca está vacía porque la cubre la lluvia y la refresca el viento que arrastra tus voces interiores.

Un gesto nunca se presenta en sociedad ni cumple la mayoría de edad, porque camina seguro de la madurez de sus movimientos y su capacidad de embarazarse de ejemplos que van a ser copiados y transferidos.

Una imagen nunca se mira al espejo, porque aunque se vaya quien se mira siempre permanecerá el mensaje.

Una palabra nunca come porque se alimenta de la experiencia que ha vomitado la vida.

Un gesto siempre camina en compañía de la verdad, porque no hay espacio para la imitación en una actitud sin mancha.

Una imagen es un caminante que va silbando por la carretera de las etapas de la vida y sabe cómo está creciendo la esperanza, porque espera encontrar la sabiduría de seguir siendo él mismo.

Una palabra es un asiento vacío al que le encuentra espacio un ser necesitado de descanso y en el alivio se va transmitiendo el tono implícito de los gestos que se esperan desencadenar y abrir.

Un gesto nos descubre como seres sociales y peregrinos, samaritanos de las incongruencias y visionarios de las indiferencias, astutos ante los caprichos de las ambiciones y profundamente serenos ante los olvidos innecesarios y opacos.

Tu amigo que nunca te falla


JUAN 


YA ES HORA


YA ES HORA
Por Juan Aranda Gámiz



Ya es hora de que te sientes en una montaña a mirar al infinito, para que simplemente te des cuenta de lo que te falta por aprender de la nada, ese espacio de silencio que encierra miles de misterios.

Ya es hora de que calles un momento y aprendas a escuchar, pues de los lamentos y las quejas, las críticas y los misterios más desconocidos se aprende en silencio.

Ya es hora de caminar sin rumbo, esperando que el camino te enseñe la dimensión que deben tener tus huellas para que se adapten a la anchura del camino.

Ya es hora de saborear un voz perdida, pues en el mensaje está el gusto exacto a sal y pimienta.

Ya es hora de saber quien eres, pensando en las horas muertas y los minutos cerrados, llorando por el descubrimiento o riendo por la suerte del olvido temprano.

Ya es hora de entender lo que pasa, sólo necesitas colocar la mano en alto y esperar a que el viento te traiga nuevas noticias.

Ya es hora de sentir la mala suerte, para que los rincones también sepan de un ser humano abatido, cuando se creía preponderante y sobresaliente.

Ya es hora de proclamar la miseria para que quien te pida un apoyo te encuentre un movimiento a favor de la verdad.

Ya es hora de viajar a donde no te conozcan y pases desapercibido, porque en el anonimato está la posibilidad innata de crecer.

Ya es hora de esconderte si encuentras manchas en tu recorrido, porque todos te van a descubrir en tus vacíos.

Ya es hora de luchar por quien no te va a pagar nada y sentir el ánimo verdadero de apoyar sin espacio para el agradecimiento formal.

Ya es hora de estudiar lo que les pasa a los demás cuando no comen como tú y sabes que seguirá desperdiciándose lo poco que alcanza para todos en tu casa.

Ya es hora de invitar a un paseo a tu capacidad de aprender y preguntarle qué le falta para que puedas informarte de los olores de la indiferencia.

Ya es hora de aplaudir a quien muere sin ser conocido porque nunca se conoció lo que hizo hasta el día de su muerte.

Ya es hora de alzar la bandera de la solidaridad verdadera, la que no se amilana ante las necesidades de los demás.

Ya es hora de respirar ambiguedades para exhalar verdades que se contagien.

Ya es hora de soñar en quien luchó por la libertad y no se cansó de mirar siempre al frente.

Ya es hora de escuchar los ruidos más traqueteados y menos atendidos, los que suenan a dolor y reclamos.

Ya es hora de saludar a quien quiere seguir tus pasos y enseñarle el tamaño de los obstáculos.

Ya es hora de sudar indiferencia para liberarnos de un castigo que no pertenece al cuerpo

Ya es hora de contar lo que transcurre y acontece, lo que se presenta y lo que no llega, lo que se grita y se calla, al mismo tiempo.

Ya es hora de enseñar a vivir, para que seamos capaces de vivir enseñando.

Gracias por estar ahí. Tu amigo, que nunca te falla


JUAN

martes, 7 de junio de 2016

¿Qué crees que es vivir?




¿QUÉ CREES QUE ES VIVIR?

Por: Juan Aranda Gámiz



Creemos que vivir es intentar pasar el día sin alborotos y terminar conciliando el sueño a la hora de costumbre, pero eso no es más que pasar el día y calibrar tus necesidades con las ganas que tengas disponibles para seguir empujando el carro de tu vida.

Creemos que vivir es saludar a todo el mundo que pasa por tu lado y presentar el mejor lado de tu cara para que te consideren útil y servicial, amigo y cercano.

Creemos que vivir es tener el mayor tiempo disponible para relajarte y que el estrés no se cargue a tus espaldas y se quede arrinconado en tus músculos, tus articulaciones o tu ánimo para levantarte y salir a caminar.

Creemos que vivir es tener vacaciones para disfrutar y poder mostrarte en público, sabiendo que otros no tienen tu misma suerte y que la monotonía te ha dado ese plus de oportunidades para estirar un sueldo que alcance para todo.

Creemos que vivir es terminar tus estudios y echarte a descansar, como si en el título hubiese escondido un ticket para sentirte liberado de presiones y que las puertas se puedan abrir enseñándolo.

Creemos que vivir es dejar de pensar en tonterías porque los sueños no aterrizan nunca y que es más prudente pensar en el día a día, planificando hasta la hora de los besos más amargos.

Creemos que vivir es comer lo que se te antoje y ver la televisión cuando lo desees, jugar hasta cansarte y escuchar la música que mejor suene, olvidándose del mundo más cercano que nos rodea y despreocupándote de las salpicaduras molestas de tus propias actitudes.

Creemos que vivir es sentir una paz interior porque esté de moda integrarte en las corrientes de bailes y saltos a los que todo el mundo lleva los auriculares y las botellas de agua, como parte del atuendo.

Creemos que vivir es tener muchos amigos que estén siempre ahí, porque tú también lo estás para ellos, sin que ninguno te llame la atención sobre sus preferencias y apetencias.

Creemos que vivir es tener tantos hijos como Dios nos conceda y decidir sobre la vida cuando se nos antoje, porque tenemos la libertad de hacerlo, llorar para que te descubran un dolor ausente o abrazar sin sentir la necesidad de hacerlo en silencio.

Creemos que vivir es alcanzar la mayoría de edad para votar y depositar la suerte en un personaje anónimo que estampa su foto en una papeleta y luego decide si los oportunismos están por encima de los altruismos y si los impulsos decidirán sobre los ejemplos.

Creemos que vivir es manipular porque nos creemos en el derecho, como seres superiores, y matamos e inculpamos, acotamos y condicionamos, señalamos y ejecutamos, como si en el barro se hubiesen colado granos de maldad  pigmentados de odio.

Creemos que vivir es disimular, porque nadie tiene por qué enterarse de nuestra realidad y así camuflamos lo que decimos y hacemos, lo que pensamos y caminamos.

Creemos que vivir es disfrutar de una belleza o elegancia, de una proximidad o talante, de una palabra o presencia, de un carisma o cintura, porque podemos así insinuar o arrastrar, embaucar o convencer.

Creemos que vivir es levantar los brazos al cielo y agradecer por lo que se nos concede, rezar arrodillados porque nos creemos más santos terrenales y asumir nuestro sufrimiento como un castigo del más allá.

Creemos que vivir es disponer siempre de dinero en el bolsillo para invitar y sombreros para divisar, manos alzadas para que otros se enteren que estás ahí y mensajes que saben a añejos en su ortografía más servil.

Creemos que vivir es malgastar tu tiempo mirando cómo otros lo necesitan para vivir y hablar lo que se te ocurra mientras que otros esperan un mensaje de esperanza delante de una valla que les interrumpe su paso o una línea imaginaria en alta mar que les obliga a regresar.

Creemos que vivir es hablar de lo que nadie quiere escuchar y maltratar a quien nunca nos conoció, porque somos nosotros quienes decidimos si deben o no estar ahi y ahora.

Creemos que vivir es irse de vacaciones al lugar más extravagante y tomarte el mayor número posible de fotos, publicar lo que no pudiste hacer pero recogiste en ese mismo instante y dar envidia, como un deporte de las nuevas masas.

Creemos que vivir es conocer todo sobre todo y tener un tono de verborrea que ensordezca y asombre, cuando lo importante es escuchar que se está donde se necesita y se puede escuchar cuando se nos llame.

Creemos que vivir es comer una dieta saludable y programar para los demás, sentir que nuestra irritación es una llamada de atención para otros y que debo protegerme contra cualquier adversidad o irritante.

Creemos que vivir es mantenerse al margen para que no nos mojemos y así podamos vivir más años sin una exposición masiva a contrariedades y situaciones anómalas.

Creemos que vivir es correr como nos dicte nuestro cerebro y maltratar como nos dicte nuestro corazón, sin una medida que sature lo necesario y llene lo justo.

Creemos que vivir es educar tal y como nos educaron, porque ningún tiempo presente es mejor que lo ya vivido.

Creemos que vivir es ajustarse a las prisas y estar por encima de los demás, descubrir la esencia de la vida en una película que nos impactó o poder vestir un traje que casi nadie puede comprar.

Creemos que vivir es exponerse y ser aplaudido, arriesgarse para ser tomado como modelo y ganar algún concurso porque fuiste capaz de presentar un estereotipo de persona que antes estaba escondido para los demás.

Creemos que vivir es luchar por tus intereses, procurando tener cada día más poder o posesiones, como si el área del terreno o la gama de tus pertenencias pudiese dar otro sentido real y más dinámico a tu existencia.

Vivir, para mí, es ofertar tu existir, temporal o definitivamente, para enseñar el camino que se ha de seguir y estar presente cuando se debe servir, mantener la palabra viva cuando alguien la quiera escuchar y aprender a crecer para regalar crecimiento interior.

Tu amigo, que nunca te falla



JUAN 

lunes, 28 de marzo de 2016

LA VIDA ES COMO UNA VISITA AL SUPERMERCADO



La vida es un supermercado, porque salimos cada mañana a hacer la compra y regresamos con productos de oportunidad, con una reforma del menú  que diseñamos “a bote pronto” y habiendo gastado más de lo que teníamos previsto. 

Y todo porque necesitábamos airear nuestros complejos, saltando nuestro olfato de puesto en puesto, como necesitamos relacionarnos para integrar algo fresco y sabroso, estando siempre dispuesto a meter en la cesta de nuestra predisposición todas las oportunidades que nos ofrecen los demás, siempre de carne y hueso.

Pensamos que vamos a desarrollar lo que le prometimos al espejo y las circunstancias son las que luego mandan, reordenando nuestras actitudes de acuerdo a las necesidades de los demás y nos construimos en facetas tan diferentes que en nada se parecen a las que esperábamos, gastando más energía de la que teníamos almacenada porque no era nuestra intención ofertar apoyo sino pasear nuestros complejos escondidos.

Compramos cebolla y nos ponemos a llorar, conseguimos zanahorias porque son adecuadas para el déficit visual que nos diagnosticó el médico, echamos en la cesta limones porque da gusto al pescado y no faltan los tomates y la lechuga porque tiene la fibra necesaria para aliviar nuestro estreñimiento, descubrimos la manzana para rellenar los ratos libres y nunca faltará un mango para acelerar los latidos de nuestro corazón.

Con la falta que nos hace cada alimento para endulzar y picar nuestras actitudes, para sazonar y salar nuestros misterios, aromatizar nuestras verdades con hierbas aromáticas y mezclar nuestras ambiciones con el toque más selecto. 

Saludamos por la calle para que los demás se percaten que salimos a la misma calle, nos perfumamos para que nadie olvide nuestra estela y puedan iniciar una conversación hablando de nosotros, visitamos lugares públicos porque es donde vamos a encontrar mayores oportunidades de relación y compramos el periódico para dar una impresión de ser humano culto, escondiéndolo bajo la axila para que las noticias sigan siendo calientes y nos abanicamos con las notas deportivas si el calor nos abruma.

Cuando destapamos la cesta encontramos mucho de lo que no importa tanto y poco de lo que sustenta un primer plato, como cuando reflexionamos en la noche y descubrimos que dimos muchos pasos pero pocos de los que dejaron huella en la vida de los demás.

Ahí vemos que hay pollo de color blanco, porque no es el que buscábamos, carne que no se deja pellizcar, grano que ya acumula gases en la cesta, leche que sube el colesterol y pescado blanco que no pareciese tener buena salud.

Y por eso, al cocinar siempre nos faltaron ingredientes que debemos salir a comprar, porque si no el gusto de la sopa sería rancio y soso, al postre le faltaría algo de consistencia y el segundo disfruta de unas papas que no tienen sabor a verdad. 

Por ello nos resignamos y salimos apresurados con las cosas más claras y el plato mejor definido, precisando la cantidad necesaria y con necesidad de observar lo que adquirimos porque no queremos perder más tiempo en la mañana.

Asimismo, en la vida del día a día necesitamos salir a perdonar porque el olvido mata las relaciones y robamos a la calle las miradas que dejamos lanzando al vacío, para que no siga flotando nuestro carácter amargo y distante y alguien pueda comprarlo, metiéndole gato por liebre.

Cuando terminamos de comer seguimos con hambre y la indigestión nos recuerda que no tuvimos cuidado en la selección de los alimentos. De igual manera, los encuentros desaprovechados y los roces interesados se nos pueden indigestar y dejarnos un mal recuerdo.

Aprendemos tan poco de la calle por creer que nosotros somos los protagonistas, como esos alimentos que lucen bien sólo en una posición y en un estante del supermercado, pues al cambiarlos de altura y posición pierden el encanto.

Tu amigo Juan, que nunca te falla, quiere recomendarte que hagas una buena lista para el supermercado y salgas a la calle sabiendo lo que puedes y debes hacer, sólo así tendrá éxito el menú.




Un abrazo. 


Juan

martes, 8 de marzo de 2016

A TODAS LAS MUJERES QUE CONSTRUYEN


A todas las mujeres que construyen
Loja (Ecuador) a 08-03-2016                                                                                                             A 

A las mujeres ambientalistas asesinadas, entregando su vida por el bienestar de las especies que consideramos que están para ser manipuladas a nuestro antojo.

A las mujeres maltratadas por la lacra de la violencia de género que nos descubre como insensatos bloques de barro que tomaron vida para dar fe que la humillación, la agresión, la coacción, el miedo y el servilismo no pueden ser palabras que pasen al olvido, en pleno proceso de revoluciones integracionistas, económicas o sociales.

A las mujeres que nunca fueron premiadas por alzar la voz y siguen tolerando marcas en sus caras y huellas en su corazón, aún con fuerzas suficientes para salir adelante señalando las vergüenzas del siglo XXI.

A las mujeres que caminan sin fin abriendo rutas de esperanza, cargadas con el dolor del vacío que dejan atrás y los hijos que tuvieron que seleccionar antes de emprender la triste marcha, huyendo de la marginación o la pobreza, el abandono o las luchas y convencidas de un abrazo de acogida que ni está ni se le espera.

A las mujeres embarazadas que dieron a luz en medio de un mar sin rumbo, abriéndose hueco en una maltrecha embarcación que debe conducirles a fronteras imaginarias, esas que todos levantamos para distanciar y diferenciar lo que todos tenemos en común.

A las mujeres manipuladas como animales y a quienes lloran abandonadas a su suerte en la esclavitud de los sueños perdidos, como náufragos en una sociedad tan alienante y escondida.

A las mujeres trabajadoras sin aspiraciones, a la espera de un salario que no alcanza para una comida al día, con hijos a cuestas y sin momentos para soñar.

A las madres con un duelo injusto e innecesario, esperanzadas en que el mundo al que llegaran sus hijos les haya despertado un bienestar de espíritu que les permita esperar con la satisfacción plena de que ninguna distancia es, ni nunca será, olvido permanente.

A las mujeres marginadas y que sufren incomprensión y castigo psicológico, menosprecio u olvido y cuya vida arrinconada pasa sin sentido, en el abandono más cruel e innecesario.

A las mujeres que han tomado decisiones sobre su vida porque su voz nunca caló hondo entre quienes creemos oír lo que sucede a diario a nuestro alrededor y pasamos seleccionando lo que queremos escuchar.

A las abuelas que fueron madres y que siguen siendo mujeres valiosas, sin memoria ni compañía, porque en su silencio siempre habrá palabras de desencanto con la vida.

A las mujeres que siguen buscando la paz cada mañana y procuran detener guerras y conflictos educando a sus hijos, para que la voz sea un eco que multiplique actitudes positivas.

A las mujeres que siguen alzando su voz para enseñarnos las miserias del mundo en que vivimos y mueren en algún rincón, en el olvido más cruel.

A las mujeres que están en el lecho de muerte y sólo piden una pizca de comprensión, un poco de silencio y un apoyo manifiesto para su trayectoria de vida.

A las mujeres que no tienen disponible para alimentar a los suyos, porque debieran estar impartiendo cátedra en las facultades de Economía de mayor prestigio en el mundo.

A las mujeres que se sienten desplazadas y marginadas, a las que no cubre la sombra, a las que sólo visten harapos, a las que viven de rodillas y a las que dedican su vida a pedir la limosna con la que alimentar a los suyos.

A las mujeres que nos hacen dignos y no las dignificamos, a las madres que piden recuerdos y no las recordamos, a las abuelas que sienten por nosotros y no las sentimos, a las madres que nos enseñaron a derrumbar muros y nosotros los volvemos a levantar, a las abuelas que no nos olvidan y se sienten olvidadas.

A todas ellas, FELIZ DÍA DE LA MUJER

Tu amigo, que nunca te falla




JUAN

miércoles, 20 de enero de 2016

LAS DIFICULTADES SON PARA SUPERARLAS



A TODOS MIS AMIGOS:

A veces nos sentimos desafortunados si nos enfrentamos a alguna circunstancia difícil, pero es lo que debe ocurrir en un mundo donde hallamos tantas contrariedades, propias de las convulsas relaciones humanas,  que nos enseñan a aceptar el devenir de cada día al momento de despertar, porque cualquier dificultad nos agota firmemente las fuerzas para superarlas con creces.

Un día salimos del cascarón y creemos que el mundo va a ser una realidad increíble, pero pronto nos damos cuenta de los problemas que genera haber venido al mundo y entonces nos ponemos frente al espejo, como si viésemos un cruce que nos acerca a una encrucijada “o seguimos por el camino del rechazo constante y nos ponemos un impermeable, creyendo que la nube de obstáculos no nos va a mojar jamás o elegimos incorporarnos a un mundo que hemos de aceptar tal y cual es”.

Si nos dejamos llevar por el conformismo de que “esto no tiene arreglo” es porque nos despreocupamos del legado que dejaremos a los que vengan detrás y seremos culpables de sus propias dificultades, porque muchas serán heredadas como se generaron antaño, cuando nosotros nos olvidamos de aplicarles alguna solución para que viviésemos con un estatus de felicidad más integral.

Si nos rebelamos contra todo estamos expuestos a sufrir un estrés y a claudicar ante la presión de toda una sociedad que piensa que nuestra revolución es de otra época y que en el empeño aprenderemos a moderar nuestras intenciones, observando el acomodo de los demás y la falsa tranquilidad de quienes desean que todo siga igual.

Los lamentos son fruto de la desesperación y conducen a un estado de malestar en el que nos dormimos, presa del pesimismo y la incomodidad de la falta de herramientas disponibles para superar cualquier contratiempo.

La genuina forma de superar toda piedra en el camino sólo es patrimonio de la valentía de querer seguir siendo uno mismo, no derrumbándose ante nada, aunque esté en juego nuestra propia existencia, porque los principios nos impulsan, la verdad nos acompaña y la ilusión nos mantiene vivo el ejercicio de la lucha interior por ser cada día más para afrontar mejor las dificultades.

Hay personas que se acercan al paraguas que algunos abren para cobijarse y no estar a la intemperie de las dificultades visibles o invisibles, pero el sentir la pesadez de cualquier mal presagio, sin arrinconarse ni amilanarse, nos abre oportunidades de cambio en un mundo con poco espacio para la triste compasión y las inoportunas condolencias.

Hay espacio para la reflexión ante los problemas, condicionada por la necesidad de dialogar sobre las posibles y viables alternativas de solución a los problemas, los que se presentan intempestivamente o se han ido abriendo paso ante nuestra lamentable inacción.

Algún día, en algún lugar, alguien llorará porque creerá que con lágrimas sustentará alguna teoría aplicable a la realidad de los hechos, mientras otros, en otro lugar opuesto, estarán aportando con estrategias, cuya puesta en común logrará aportar en la solución de los problemas para los que seguirán llorando durante todo el día.

Alguien, sin embargo, estará criticando a quienes se reúnen porque posiblemente resuelvan aportar con una idea, como estandarte, por lo que son a veces encauzados inadecuadamente para que no se altere el orden preestablecido, por temor a que haya un temblor que nos obligue a todos a tener otra visión del mundo y sus circunstancias.

Vivir no debe ser otra cosa que estar pendiente de aportar, constantemente, esperando que cada día la proporción de quienes lloren sea menor, pues será la única manera de consolidar objetivos y metas, permitir evaluarnos sin observadores convencidos de que “más vale algo conocido que cualquier experiencia por conocer”.

Apetece acostarte a dormir y agradecer a tu sombra en el espejo que fuiste valiente durante, al menos, el día de hoy, porque las dificultades no son para esconderse de ellas sino para superarlas.

Tu amigo, que nunca te falla


JUAN


domingo, 10 de enero de 2016

HAY QUE LEER BIEN

Acostumbramos a leer muy rápido, las letras minúsculas se escapan en nuestro campo visual y luego le echamos la culpa a la mala intención de quien redactó, pero es nuestra obligación comprender bien lo que viene escrito en el mensaje, con el propósito de emplear bien nuestro tiempo y no caer en la temática recurrente de que nosotros no somos culpables de nada.

Como usuarios y consumidores tenemos unos deberes que cumplir si encontramos que nuestros derechos, así como los de quienes hacen uso de los productos que pululan en el mercado y los servicios que percibimos, no cumplen unos estándares preestablecidos pero hemos de predicar con el ejemplo al ofertar un servicio, pensando también en otros usuarios y consumidores que tienen los mismos derechos que nosotros.

No podemos esperar que un familiar lea la fecha de caducidad cuando llegó el producto a la casa y no dedicamos tiempo a revisar si era una marca blanca o si tenía la fecha de fabricación y expiración, pues eso nos relega a una posición de despreocupados con lo que vamos a consumir.

El ejercicio tan simple de contrastar nos ayuda a valorar cuánto nos ayudó lo que nos ofertaron o si satisfizo nuestra inquietud, ya que el reclamo también debe tener un sustento adecuado para defender nuestro derecho, sin amenazas ni menoscabo de la integridad de quien nos lo ofertó, pues ambos tenemos derechos y deberes que cumplir.

Es cierto que este mundo de intermediarios nos deja en un vacío importante al pretender protestar por lo que consideramos injusto, ya que todos acarrean un déficit parcial que se va acumulando de mano en mano, por lo que al final encontramos algo distinto de lo que pensamos y se divulgaba, simplemente porque otros tuvieron que amortizar el costo en el periplo que el producto siguió hasta el consumidor final.

Nuestra misión, como consumidores, al igual que cuando pretendemos entregar nuestro voto a un representante político, es leer bien los mensajes incluidos en el producto, al igual que el programa político, porque de lo contrario estaremos siempre protestando por el producto que no sabía bien o el representante que sólo defiende sus intereses de supervivencia y se olvida de los demás.

Hay que procurar comprender una composición y comprender el valor de cada nutriente, pues en ello va el empeño por estar bien y conservar el peso, aceptar un producto de calidad o chatarra, incorporar en nuestro organismo tóxicos o anti-oxidantes, con lo que puede suponer para adquirir enfermedades más adelante o mantenerse sanos.

Debemos llegar a la casa e informar a los nuestros de lo que hemos comprado, como cuando asistimos a las reuniones de padres en la escuela o el colegio y hemos asimilado las reprimendas y los consejos de los profesores, hemos filtrado las miradas de auxilio de nuestros hijos y hemos destilado en el camino nuestra ira contenida y nuestro orgullo maltrecho, pues todos tienen el derecho de saber lo que comen y por qué se les regaña.

No hay espacio para el olvido aceptado ni para las coyunturas de prisas y tareas pendientes, ya que si pensásemos solo en eso estaríamos al margen de lo que pasa en la sociedad en que vivimos y quedaríamos a la suerte de cuatro oportunistas, como cuando no reaccionamos ante cualquier atropello, solicitando orden y justicia.

Al final, el mensaje que siempre nos debe quedar es que hay que leer bien, que no todo está escrito como se debe sino como se exige y se precisa, que la verdad la debemos extraer y no viene impresa en ninguna etiqueta y que las conclusiones las hemos de extraer nosotros y nadie es quien para llegar a concluir por nosotros.

Por ello, si leemos estamos ejerciendo nuestro deber, por lo que podremos reclamar nuestros derechos. Algunos, sin embargo, creen que defendiendo sus derechos con gritos, desconociendo cuáles son sus deberes, van a llegar a encontrar la verdad en el maltrato dialéctico a los demás o serán más reconocidos por el ejercicio de la protesta vana.

Cuando alguien te pida señales de lo que tienes que hacer dile que te queda mucho por aprender y, después de haber dado los pasos que te exigen tus deberes, por lo que desde ahora vas a leer bien, pondrás en marcha los mecanismos para reclamar y protestar para que tus derechos queden intactos.

Tu amigo, que nunca te falla.


JUAN