sábado, 25 de enero de 2020

EL ARTE DE SABER ESTIRARSE


Pensamos que nos estiramos por la mañana temprano, después de un sueño reparador, porque es el único momento del día en el que precisamos decirle al mundo que estiramos las arrugas y nos desprendemos de los deseos de seguir durmiendo.

Sin embargo, hay situaciones en las que también tenemos que aprender a estirarnos, porque precisamos reconocer esas otras arrugas que tenemos.

Hablamos de la tolerancia como un esfuerzo para soportar la impertinencia o la falta de control del tiempo de los demás, pues hay quien habla sin fin, quien no ha aprendido a comportarse ante los demás o quien mantiene la imprudencia de no saber estar, ahí y ahora, como merecía la ocasión, quien habla sin medir las consecuencias ni el alcance de las actitudes en los demás.

Si fuésemos capaces de estirarnos y planchar la rabia que sentimos, el dolor que nos provocó un gesto malintencionado o la herida que abrió una palabra descuidada, las prisas que nos corroen por dentro al aguantar vidas sin horario prefijado o la incertidumbre que nos provocó esa persona que pareciese ser un "verso suelto", por lo extravagante, anómalo o transgresor de su comportamiento, estaríamos despegándonos de lo que nos mantiene atados al suelo sin disfrutar del encuentro.

Hablamos de la solidaridad como una actitud a favor de integrarnos, a través de la comprensión y el apoyo, para unirnos a una causa que creemos justa o apiñarnos alrededor de una necesidad que empieza a ser sentida en nuestros corazones.

Ser solidarios, sin embargo, exige dedicar tiempo y compartir experiencias, apoyar cuando nadie desea hacerlo y defender lo que aún no conocemos del otro, unirnos a una causa sin conocer los intereses de los demás y participar de las soledades de los demás. 

Todo ello requiere aprender a estirarse para eliminar los prejuicios y los proyectos rígidos, despojarse de las metas prefijadas y olvidarse de la sensatez sin compromiso; así se va haciendo camino al andar y aprenderemos de los demás y otros, sin conocerlos, aprenderán de nuestras actitudes solidarias.

Hablamos de la paciencia como una reflexión que nos obliga a mantener un compás de espera por una solución, viable o no, a una situación dada y ello implica aprender a analizar todas las esquinas de los problemas y las vicisitudes, tranquilizar los impulsos y los arrebatos, saber seleccionar mejor las palabras que no sean dardos y obligarnos a ir a la universidad de la vida para aprender a respirar ante los contratiempos.

Ser pacientes implica esperar a que pase la tormenta, sostener mientras duran los embates desafectivos y las distancias penosas, las despedidas sentimentales y el adiós definitivo, hasta que se resuelve un dictamen o la verdad aflora.

Y todo ello, asimismo, pecisa de un conocimiento mejor de uno mismo, de un aprendizaje del auto-control y del manejo consciente de todas las ópticas posibles, sin perder una mínima carga de esperanza ni la dosis justa para disfrutar de una salud mental adecuada, tener presente que debemos estirarnos para desprendernos de juicios anticipados y falsas noticias sobre los demás.

Por todo esto y, por mucho más, es importante aprender a estirarse todos los días.

Tu amigo, que nunca te falla




JUAN