domingo, 20 de diciembre de 2015

NO HAY AÑOS MALOS

Siempre que llegamos a final de año nos preocupamos de lo malo que tuvimos que atravesar, las penalidades que se cruzaron en nuestros caminos y las despedidas que tuvimos que entregar, las lágrimas que derramamos y los vacíos que desde entonces sentimos a nuestro lado.

Siempre que terminamos nuestro recorrido por el año que aún transcurre miramos a nuestro alrededor y somos capaces de maldecir las circunstancias que otros vivieron y por las que aún siguen reclamando a la vida, pero seguimos sin respuestas a tantas preguntas que surgieron por los momentos que se acercaron a nuestro lado, tan estrechos como incómodos.

Siempre que nos acercamos a la puerta del nuevo año esperamos que sea algo mejor que el que fenece, pero a sabiendas que vamos a tener los mismos retos, aunque con otra cara y las mismas penurias, aunque con diferente bolsillo.

Siempre que vemos bombillas y árboles de Navidad creemos que va a reinar la ternura en nuestras vidas y cuando descubrimos que el árbol es la maceta para algunas familias y las bombillas son las estrellas que brillan en la noche, sentimos la fortuna de recordar los villancicos que nos unen a quienes siguen viviendo la navidad con orgullo y en silencio, arrinconados o sin nombre.

Siempre que la Natividad nos toca a nuestros corazones creemos que hemos sido elegidos para presentarnos ante los demás y, sin embargo, siempre se nos pide aquello a lo que no estamos dispuestos a responder, porque la exigencia empieza por provocar temblor a nuestros corazones, aunque sea la única vez que se estremezcan en los doce meses del año.

Siempre que alguien nos habla del pesebre nos creemos estrellas que iluminamos el universo, pero en el fondo somos sólo la paja que debe dar calor y vida, porque las verdaderas luces deben haber brillado durante todo el año.

Siempre que soñamos con los Reyes Magos nos vemos vestidos y con corona, aunque nunca hayamos regalado nada a nadie y no seamos los más indicados para seguir a una estrella sin pronunciar palabra, sólo porque nos conduce a la verdad más humilde.

Siempre que recordamos el mes de diciembre sentimos que se acaban las esperanzas de seguir alegre y nos invade la tristeza de un final que se avecina, en la que creemos que hemos de dejar un testamento aunque no hubiésemos regalado trabajo e ilusiones para repartir.

Siempre que enviamos tarjetas con buenos deseos somos incapaces de escribir cuatro palabras con el alfabeto de la más pura amistad, porque esperamos que se cumplan primero nuestras aspiraciones y dejar en lista de espera las metas de los demás.

Siempre que recordamos el plato de comida que nos faltó o el trabajo que no pudimos desempeñar, el regalo que nunca se compró o el abrazo que no recibimos, el apoyo que brilló por su ausencia o el menosprecio que se nos dedicó, el abandono que sentimos o la desilusión que nos embargó, nos apenamos de haber caminado un año más con tan mala suerte.

Siempre que avanzamos y sentimos en el corazón los errores no reconocidos y las manipulaciones no rectificadas, las imposiciones no corregidas y los minutos perdidos en la nada, alguien piensa que se merecieron algo mejor de quien se alegra de vivir la Navidad.

Siempre que borramos la alegría y la verdad de nuestros corazones, estamos comprometiendo la Navidad de otros seres humanos que esperan el calor del nacimiento y el brillo de una esperanza muerta, transformando unos días prometedores en un mal augurio.

Pero, a pesar de todo, tenemos que pensar que no hay años malos ni conductas predispuestas, porque la luz del portal transforma y alimenta, brotando paz y despertando ilusiones, añorando cambios sustanciales y conversiones integrales.

La Penitencia de la Navidad es reconocer lo que somos y proponernos cambiar por los demás, sentir que la imperfección nos debe acercar al otro para solicitar su apoyo y vivir la necesidad como un bien compartido, porque todos necesitamos llamar a lo más profundo del alma de cuantos nos rodean, ya que todos ellos nos ayudan a ser mejores al pasar la Navidad.

Feliz cambio en silencio y feliz Navidad en la paz del nacimiento en cada uno de nosotros.

Tu amigo, que nunca te falla


JUAN

viernes, 11 de diciembre de 2015

¿DE QUÉ GÉNERO ME HABLAS?

Cuando hablamos de "género" nos planteamos la respuesta sólo mirándonos y entonces hablamos de "masculino" y "femenino", muy a pesar de que no actuemos como tal, porque vivimos en una sociedad de agresividad constante, maltrato habitual y empeño en generar diferencias donde no cabe ni un gramo más allá de la igualdad, si se pretende establecer semejanzas, analogías, cambios sutiles o propuestas de vida, más allá de lo que las hormonas o los caracteres sexuales, primarios y secundarios, nos hacen distintos en la desnudez de nuestro nacimiento.

Sin embargo, nadie explica a cabalidad que la diferencia en los caracteres sexuales nos debe hacer complementarios y, por tanto, mientras que maltratamos al sexo opuesto nos estamos haciendo un daño irreparable al no poder encontrar la complementariedad, previamente afectada, en nuestras propias vidas, ya que somos porque otros ya lo son y si dejan de serlo, por nuestra culpa, nuestra existencia estará trunca desde el mismo concepto.

Trasladar la diferencia de sexos a diferencias orgánicas, estructurales o propositivas, es un ejercicio rebelde y mezquino por justificar complejos de superioridad y vivir al hervor de una carga hormonal que, en su esencia, sólo justifica el desarrollo de nuestros caracteres sexuales y no es ninguna herramienta para crear artificios de poder ni dominio, menos aún de alienación o maltrato.

Faltan muestras de caligrafía donde se exprese la igualdad de hombres y mujeres, que el mundo necesita de los dos géneros y que generosidad y género pueden ser palabras derivadas, porque el género requiere de la generosidad del otro género y la generosidad se expresa desde la convicción plena del sexo que tenemos para manifestarla con responsabilidad y amor.

Actualmente, a la vista de los acontecimientos, vivimos en un mundo con dos géneros (el género que acepta ser complemento del otro género y está convencido que el mundo es un mundo de dos géneros, porque así nació y se desarrolló y el género de los que se creen diferentes al otro género). Pareciese que la conceptualización de género está hirviendo igual que el concepto de norte-sur o ricos-pobres, sobre una dicotomía en la que uno debe imponerse siempre al otro.

Da la impresión que lo único que falta es que delimitemos el terreno que pisamos con la orina y que establezcamos la ley del más fuerte para que los animales sean iguales que nosotros y tengamos que buscar la estepa donde podamos vivir con el canibalismo y la necesidad de protección.

La sociedad de hoy exige que la escuela sea el medio para educar para la convivencia, desde las miradas hasta la generación de ideas y que haya espacios para la educación para la sexualidad, porque es la única temática que necesitamos para aprender a comportarnos acordes al sexo que tenemos y la formación que disponemos, frente al otro sexo complementario, tanto sea del femenino para el masculino o viceversa.

Quizás necesitaríamos vivir más tiempo desnudos, conviviendo, para que nos percatásemos que no hay diferencias notables, más allá de los caracteres sexuales que todos transportamos y que hubiere menos escuelas diferenciadas por sexos para que aprendiésemos a vivir conviviendo.

Debiera incorporarse la violencia de género y el maltrato como patologías a declarar cada semana, en un sistema de vigilancia epidemiológica, porque es otra expresión del cáncer de una sociedad podrida. En cada comunidad se debieran impartir clases como se practica el baile y se debiera plantear una manifestación cada mes, como protestamos por las mejoras del sistema educativo.

Debiera concederse un diploma cuando se adquiera el grado de ciudadano, porque se haya aprendido a vivir como tal, respetando al otro por lo que es y no por lo que significa, valorándolo por lo que puede aportar y no por lo que me puede servir como pertenencia.

Hay necesidad de ser sincero y cortar todos los engranajes sociales de vergûenza, buscando y castigando al pederasta que da ejemplo, aunque sea desde el interior de su pseudo-convicción religiosa y castigar al patriarca que compara a la pareja con el caballo, minimizar socialmente a quien humilla y viola, estigmatizar a cuantos han banalizado el toqueteo intencionado o el acoso elegante, el desaire condicionado o el adjetivo sin verbo.

Estamos dentro del siglo XXI y seguimos atascados en la Edad de Piedra, vivimos esperanzados en un mundo mejor y seguimos dispuestos a frenar propuestas que intenten acusar por prejuicios o por destapar pecados gremiales o esferas protegidas.

Estamos aprendiendo a crear materias en la escuela de la vida y hoy se estudian los capítulos de los mundos desiguales, las razas y las convicciones con diferencias, la miseria impuesta y las verdades sin patria, la imposición de falsas verdades y la locura del des-diálogo, del que no construye nada y des-encuentra a los seres humanos.

La violencia de género no es una nimiedad ni una coyuntura, sino una verdad escondida de la sociedad que todos conformamos y que, como tal, debemos contribuir a erradicar estando pendientes de las señales que presentan los seres humanos abandonados a la suerte de quienes les controlan, a los gestos sin palabras y a los rasgos del miedo, al odio encarnado y a los complejos vivos.

Dejemos de vivir en la sociedad de los géneros que desean ser complementados y quieren aportar y aquellos otros que desean maltratar para erigirse como género ario y dominante. Esta sociedad necesita del compromiso de quienes aspiramos a ser dos géneros sociales porque aportamos e integramos por igual a la sociedad del otro, hombres y mujeres comprometidos en un bienestar común y un proyecto de futuro.

Sintámonos orgullosos de que los niños escriben con entrega que somos iguales, que los adolescentes sientan la necesidad del otro género para crecer en libertad y en valores, que el adulto proponga a la vida la hermandad de los géneros para vivir en comunidad y que la sociedad se convierta en un espacio de diálogo entre géneros.

Sintiendo la sexualidad como un comportamiento responsable se puede estar seguro de que la responsabilidad nos va a permitir vivir con un equilibrio sexual, reconociendo que somos diferentes en nuestros caracteres sexuales que nos definen, pero que al mismo tiempo necesitamos que nos complementen.

Tu amigo, que nunca te falla, sigue esperando una sociedad de géneros orgullosos de su sexualidad, dialogando de sus proyectos comunes y evaluados por quienes los vean como necesarios y complementarios, sanos y elegantes, oportunos y didácticos con sus actitudes y en sus reflejos.

Juan

domingo, 16 de agosto de 2015

ALCOHÓLICOS ANÓNIMOS ES MUCHO MÁS

CONFERENCIA DICTADA EN EL GRUPO “LOJA” DE ALCOHÓLICOS ANÓNIMOS.
“Un profesional de la Medicina habla de Alcohólicos Anónimos”
Dr. Juan Aranda Gámiz
Loja, 15-08-2015

“Alcohólicos Anónimos” es, para mí, la razón viva de un ejemplo que está abierto a las miradas de cuantos intentan esconder sus escrúpulos frente a quienes consideran que llevan en sus espaldas una “tara” y, sin embargo, acuden como curiosos a alguna reunión y les queda adherido a su cuerpo el mensaje transmitido, con voluntad y profunda sinceridad, del primero al último de los miembros del grupo.
“Alcohólicos Anónimos” es, para mí, un espacio amplio para que las miradas puedan contemplar las realidades de cuantos se presentan al mundo con cara de superación, porque quieren dejar atrás su adicción y necesitan la franqueza necesaria para destapar sus miedos y enfrentar los obstáculos que se van a ir presentando, incluso en su proceso de recuperación.
“Alcohólicos Anónimos” siempre se ha enfocado como un refugio de desadaptados y, sin embargo, es un albergue de visionarios que pretenden cambiar su vida a través del diálogo, proponiendo alternativas para transformar las barreras que la vida les impuso por oportunidades para imitar a valientes que salieron del submundo del alcohol y generarles capacidad de lucha para vivir con la serenidad necesaria para aceptarse a sí mismos como alcohólicos, en una búsqueda constante de ese valor para cambiar todo lo que puede a partir del momento en que decide romper con los lazos del alcohol, reconociendo que en el futuro que le espera está la diferencia que le va a hacer más humano, solidario, presente y ejemplo para los demás.
“Alcohólicos Anónimos” pretende transmitir a todos sus socios la búsqueda de la integración entre sus miembros, desde el grupo más pequeño a la asociación más voluptuosa, porque en el saber estar entre los demás, proponiéndose objetivos comunes al alcance de todos, estará el éxito y la supervivencia del grupo, como tal.
“Alcohólicos Anónimos” es una comunidad de hermanos, y no sólo de socios, donde la fraternidad permite reconocer los obstáculos superados por algunos, como enseñanza para los que se inician y las recaídas como proceso de reflexión para reconocer que el alcoholismo es un fenómeno social, porque la misma sociedad impulsa y arrastra y luego sufre, en propia carne, la degradación personal y familiar, con los matices de abandono y menosprecio que ello supone para los que están creciendo y encuentran en sus propios cercanos el motivo para abandonarlos y no la razón para quererlos.
“Alcohólicos Anónimos” es una ventana que, al abrirla, te permite dialogar y conversar con quien tienes en frente, porque tiene tus mismas inquietudes y deseos, no te va a cobrar por escucharte y espera encontrar ahí la fuerza para decidirse a dar el primer paso, tan necesario como difícil y transgresor.
“Alcohólicos Anónimos” es la sala de recuperación del hospital de la vida, donde las secuelas de tu adicción y los problemas generados en tu organismo se van cerrando y cicatrizan con las miradas de apoyo y los abrazos de verdaderos amigos, de los que sólo esperan verte para preguntarte cómo estás y no si estás dispuesto a emborracharte como un buen amigo de ellos.
“Alcohólicos Anónimos” es la camilla para que te dejes explorar en tus adentros y se te pueda recomendar que todos los días tomes “Sopa de letras”, de las letras escritas en los doce pasos o en las doce tradiciones, que puedas entender que es importante ponerle norte a tu vida y colocar ahí al verdadero capitán de tu propio barco, a Dios, para que guíe tu travesía por este mundo.
“Alcohólicos Anónimos” requiere de un tratamiento sencillo, pues sólo se te pide Paciencia (para escuchar a los demás), Tolerancia (porque antes deberás dedicar tu tiempo a otros que están peor que tú, los que luego te ayudarán a ti), Atención (porque hay que estar atento a los caminos de recuperación que otros abrieron en su vida, para imitarlos) y Humildad (por considerarte siempre el último).
“Alcohólicos Anónimos” es la mejor vacuna para no recaer, siempre y cuando te hayas administrado esa inyección de consejos, ejemplos, actitudes positivas y entusiasmo de tus compañeros del grupo, que son la mejor ampolla para que aprendas a decir “No” al alcohol y “Sí” a la vida.
“Alcohólicos Anónimos” es esa llamada de atención que te va a permitir esquivar la cárcel y las esquinas frías donde algunos compañeros duermen, después de haber sido robados y olvidados por otros, te va a evitar escalar hacia la droga y te va a permitir seguir teniendo una familia donde tus hijos se sentirán orgullosos de lo que haces y no de cómo te balanceas borracho, en cada noche que los ves.
“Alcohólicos Anónimos” es una vivencia constante de recopilación de experiencias personales que se intentan regalar a quien las necesite, como un aporte necesario para que quienes piensan constantemente en lo que les queda por recorrer hasta desprenderse del alcohol tengan el soporte vivo de quienes se sienten orgullosos de cumplir aniversarios abstemios y dan fe de ello sus familiares y amigos, aspirando a compartir una tarta con los demás y sin pedir nada a cambio por su lucha interior, conformándose solo con la mirada atenta de alcohólicos anónimos, unos incrédulos y otros impacientes.
“Alcohólicos Anónimos” es un momento para recuperar la dignidad de todo ser humano, aplastada entre las miradas de sus familiares, muchas veces llenas de odio y la carga de aislamiento de sus compañeros de trabajo, olvidados en el barrio y marginados en sus aspiraciones de liderazgo.
“Alcohólicos Anónimos” es una estrategia para recuperar lo perdido y hacerte grande en poco tiempo, pudiendo compararse con la leche materna, pues es barata, siempre está ahí para ti, disponible para cuando quieras tomar el mensaje y en el tiempo que lo desees, con un trato de verdadera madre.
“Alcohólicos Anónimos” es una lucha de emprendimiento valiente, donde sólo triunfan los luchadores que son, al fin y al cabo, los que llevan siempre la bandera de la pelea eterna contra la adicción y que son capaces de transmitir que sin ganas no hay superación, por lo que la valentía de afrontar las caídas y de superar limitantes, de solicitar el perdón y de buscar el reconocimiento de sus compañeros de grupo, van a ser las herramientas necesarias para todo aquel que se inicia en un grupo.
“Alcohólicos Anónimos” necesita de actitudes positivas, de seres humanos que vean la botella medio llena y de emprendedores y amigos de la verdad de la recuperación plena, generando modos de estar y de ser que motiven a los demás a seguir sus pasos, que abran camino en la selva de la indiferencia y la adicción, que sean los que carguen a sus hombros la responsabilidad de dirigir y encauzar las ideas y las propuestas, por el bien del mismo grupo, que debe crecer desde las mismas entrañas y para los demás.
“Alcohólicos Anónimos” requiere de personas que tengan una conciencia colectiva de grupo, es decir que dejen en la puerta de entrada el egoísmo y el individualismo, que piensen en los demás antes que en ellos mismos, que sean capaces de ser supervisores de las actitudes de los demás antes que de sus propios éxitos, pues en el avance del grupo estará siempre la recuperación de cada uno de vosotros. No hay grupo que camine si sus miembros toman caminos diferentes y el mayor número de recaídas siempre ocurrirá en grupos sin criterio unánime.
“Alcohólicos Anónimos” debe luchar por mantener vivo el espíritu de las tradiciones, porque son la semilla de la recuperación y el mejor baluarte para unificar los criterios necesarios para sustentar el crecimiento personal, como las patas de esa mesa de recuperación de todo alcohólico que aspira a recuperar su dignidad y su grandeza de ser humano.
“Alcohólicos Anónimos” es toda una institución que mantiene una opinión sobre la sociedad que sirve para la recuperación de sus miembros, asumiendo el derecho a la participación plena en la vida de cada uno de sus socios, siempre que sea socialmente aceptado y cada persona lo integre en su vida, porque no hay nada mejor en este mundo que abrirse, de par en par, para que otros sean los que ordenen tu filosofía de vida y te den las armas necesarias para luchar contra tu propia incertidumbre, al haber sido fundamentales en la recuperación de sus propios compañeros.
“Alcohólicos Anónimos” no celebra sesiones si no existe la responsabilidad personal, pues nadie debiera acudir aquí si cree que los demás harán todo por él o ella, ya que el primer paso hay que darlo desde el interior de cada uno y, basándose en el ejercicio responsable de buscar la paz y el equilibrio en la vida, mostrarles el camino para que otros tomen conciencia de su propia situación y acepten dar el primer paso, o sea, acepten su condición de alcohólico, tan necesario para superar otros que irán llegando poco a poco, más pronto que tarde.
“Alcohólicos Anónimos” es esa jorga de amigos que te espera, con los brazos abiertos, debiendo indicar siempre lo que necesita para que no la compares con otros grupos y decidas abandonarlo, porque en tu deseo de aportar estará siempre el beneficio para los demás, hasta que todos elijan al grupo sobre otras cosas en la vida de la calle.
“Alcohólicos Anónimos” pide el que logremos hacer crecer en el grupo un ambiente de democracia participativa, donde todos podamos ser todos y los mensajes puedan ser recibidos y compartidos, al mismo tiempo, que no seamos personas pasivas y receptivas de lo que otros nos indican sino que también participemos, con nuestras palabras y ejemplos de vida, en la recuperación plena de los demás.
“Alcohólicos Anónimos” es una lotería donde has cogido algún premio y tienes que aprovechar esa coyuntura en tu vida, porque te va a transformar tus condiciones de vida y te va a permitir hacer nuevos proyectos, permitiéndote ahorrar besos y no perderlos, tener respeto y no menosprecio, poder estar entre los demás y no lejos de todo y de todos.
“Alcohólicos Anónimos” no puede olvidarse de la autoridad moral de quien habla y participa, pues si deja de dar ejemplo con sus actitudes tampoco podrá dar ejemplo con la palabra, aunque arme bien las frases y de puñetazos en la mesa. El ejemplo es actitud y para aplicarla se necesita tener claros los conceptos y afianzar bien los principios. Debemos aprender a ser mejores en medio de los demás, no pudiendo aceptar que algunos disimulen con su presencia e intenten pasar desapercibidos, para que al alejarse tomen las decisiones que se le ocurran, sin pensar en el daño provocado al grupo.
“Alcohólicos Anónimos” mantiene el anonimato, porque desde esa obscuridad y sencillez se protege la identidad de cada cual y no porque el nombre pueda generar distanciamiento, sino porque todos tenemos derecho a vivir sin marcas ni dolor acumulado. A pesar de todo, creo que deberíamos lanzar a los cuatro vientos que el anonimato de quienes hayan superado barreras durante muchos años, acepten el aplauso y las lágrimas de entusiasmo de quienes quieren llegar a ser como ellos.
“Alcohólicos Anónimos” es, para mí, la escuela del aprendizaje más barato sobre nuevos estilos de vida para alcohólicos que desconocen las bondades de un conglomerado de personas que aspiráis a ser reconocidos todos por igual, aunque las diferencias estén condicionando el alcoholismo de otros y hacia allí deberíamos dirigir nuestras protestas y nuestra lucha, para que otros encuentren en vuestras voces un apoyo para su condición de trato y sumisión.
“Alcohólicos Anónimos” es un procedimiento que bien podría compararse a una carrera de fondo, donde ha habido una línea de partida (la fórmula que se ha encontrado válida para llegar al grupo, bien haya sido a través de amigos, familiares, conocidos o miembros del grupo, jefes o responsables, religiosos o buenos samaritanos), los primeros pasos que se dan para tomar energía en la carrera (que es el proceso de iniciación y que los miembros del grupo deben procurar que sea divertido, con un ritmo y un arte necesarios para atraer al indeciso observador), la carrera que ya está en marcha, con los barreras que hay que franquear (que son los obstáculos que se van a encontrar, como el señalamiento, el menosprecio de los demás, la consideración de ser humano frágil y condicionado, sin libertad) y la llegada a una meta (ese sueño de vivir sin alcohol y que se prolonga por toda la vida, pero que en cada paso que se vaya acercando a la meta se está dando fuerzas a los demás para que arranquen a correr la misma carrera de obstáculos que todos recorréis en vuestro empeño de vivir un día más sin alcohol).
“Alcohólicos Anónimos” se ve como un grupo de personas con múltiples enfermedades y padecimientos que van a determinar su decadencia en la vida, pero el simple hecho de querer transformar esa realidad me da pie para llamarles “Voluntarios Valientes”, porque por propia convicción os engranáis en una rueda con valentía, la que ofrece cada grupo al que pertenecéis.
“Alcohólicos Anónimos” se reconoce por dos letras “A” mayúsculas, pero estas letras también podrían decir:
01.  Ahora adelante
Porque es el momento de tomar decisiones y seguir siempre adelante.
02.  Asimilando actitudes.
Porque es el momento de aprender de las actitudes positivas de los demás.
03.  Allí alcanzaré
Porque es el momento de soñar con el momento en que logre dejar el alcohol.
04.  Aquí y ahora
Porque este es el momento y no puedo esperar más en mi vida para tomar decisiones
05.  Antes amar.
Porque es el momento de amar a los tuyos y a tus amigos, por encima del alcohol
06.  Ahora abrazaré.
Porque es el momento de abrazar las oportunidades que se te van a abrir ahora.
07.  Amarrando antenas
Porque es el momento de unir en un diálogo verdadero las inquietudes de todos.
08.  Anteponiendo almas
Porque es el momento de considerar antes a las almas que a las necesidades materiales
09.  Aparcando agobios
Porque es el momento de olvidarse de las preocupaciones y vivir a plenitud
10.  Asustando amarguras.
Porque es el momento de despegarte de lo amargo y aceptar las ilusiones vivas.
11.  Arrinconando armaduras.
Porque es el momento de esconder la armadura de hombre o mujer que aparentas ser y descubrirte como lo que eres, con la conciencia de que quieres aspirar a ser diferente para los demás, porque ellos se lo merecen y así te seguirán apoyando por amor y no por necesidad o coyuntura.
12.  Acercando amigos
Porque es el momento de aceptar la amistad en tu vida como soporte para seguir creciendo como ser humano, desde el interior del grupo de “AA” al que pertenezcas



Juan Aranda Gámiz (Un amigo de Alcohólicos Anónimos)

jueves, 13 de agosto de 2015

¿POR QUÉ NO HABLAMOS CON LA ROPA QUE NOS QUITAMOS?

Pretendemos reflexionar antes de dormir y reconocer si hicimos algo mal, si todo salió a pedir de boca o si no fuimos lo que esperamos ser, al enfrentarnos a determinadas situaciones en nuestra vida diaria.

A veces no nos acordamos si saludamos a alguien, nos olvidamos de las caras o los monumentos, nos quejamos por la aglomeración de personas y hasta nos sentimos indispuestos por la calor o el tráfico, pero al llegar la noche nos olvidamos de todo y no somos capaces de analizar si algo de todo ello dejó en nosotros algún mensaje o nos impregnó con su huella.

¡Qué fácil sería quitarnos la ropa y hablar con nuestros pantalones, preguntarle por los sillones que ocupamos y las palabras que quedaron atrapadas, por el estado de nuestras hemorroides, por el olor a orina que nos delate el problema de próstata que no termina de solucionarse, por las infecciones vaginales que no curan o por el meteorismo que nos fastidió durante toda la jornada, por el material de la silla que ocupamos o por el animal que se adhirió a algún pliegue y aprovechó más tarde para dejarnos una picadura en la nalga, por el peso que no controlamos y el apretón que le provocamos a nuestra cintura o por la protesta de nuestros gemelos al caminar, porque van pasando los años o porque recorrimos más que otro día.

Y si le preguntásemos a la camisa, nos hablaría de la sudoración de arrepentimiento al ver a ese alguien con quien no nos comportamos bien o el olor inundado de la colonia que se desvaneció, del aroma del beso que nos duró toda la mañana, de la calina de la sobremesa o de la luz que la atravesó en nuestra subida y bajada de escaleras para culminar algún trámite pendiente del día anterior.

Yo hablo con los zapatos y les pregunto si se sintieron cómodos, porque los pies están protestando por todas las esquinas, si quedó tierra amontonada de la playa o hierba de haber visitado los arrabales de la ciudad para algún proyecto de obra social, si se enfadaron porque no entendían las preguntas de quienes llevaban zapatos de la competencia o porque nos olvidamos sacarle brillo en la mañana.

Hay que hacerle algunas preguntas al pañuelo, para saber si estornudamos o si hubo sangre que brotó espontáneamente y necesitamos controlar nuestra presión arterial, si nos olvidamos del anti-histamínico para la alergia o si el aire que se exhala huele mal y eso nos está provocando un rechazo en la proximidad de las relaciones humanas.

Sería interesante preguntarle a nuestro reloj qué sintió a la hora en que nos declaramos, la hora en que me desperté o en el momento en que saludaba a personas con las que tenía que entrevistarme, dónde guardó la cita que tenía pendiente con la persona que quiero y que se me olvidó acudir o porqué no puedo mirarlo sino cuando hay algo que no interesa, si se paró por algún movimiento brusco o si sonó el despertador porque comprobó que estábamos agotados en la noche.

Los calcetines necesitan entablar una conversación profunda, pues nos van a aclarar si hay un olor que transmita los kilómetros recorridos o tiene envidia porque caminamos despacio, si sabe que es verano porque usamos más zapatillas que zapatos y si huelen a playa para que reconozcamos que estamos de vacaciones, después de regresar del baño y Del paseo por la orilla del mar.

Pregúntale a tu sombrero si hizo mucho sol, si te hace falta peinarte o si los piropos se quedaron a la sombra, si sudas más que los demás porque tienes algún tipo de anemia o si se te cae tanto pelo porque puedes tener un cáncer oculto.

A veces, pienso que si lográsemos que los pacientes con amnesia oliesen y hablasen con su ropa estaríamos invitándoles a que se descubran a sí mismos y si pudiésemos provocar en los niños que hablasen con su ropa dedicarían más tiempo al juego y al deporte, para evitar que el sedentarismo les condicione enfermedades cardio-vasculares, así estaríamos con un dato adicional para decirle al médico y así condicionar un diagnóstico más rápido.

Me imagino hablándole a mi cinturón si el vientre se hinchó mucho después de comer, porque pueda tener un problema de hígado o los triglicéridos me estén jugando una mala pasada, que me diga si ha tenido que bajar dos agujeros para abrocharlo porque esté perdiendo peso muy rápidamente.

De igual manera, reconozco el interés de escuchar al vestido de una profesora, a la bata de un médico o la sotana de un sacerdote, el casco de un ingeniero o la manga de la camisa, que está rozando el plano que tiene que presentar un arquitecto, para que opinen sobre nuestras actitudes y proyectos en la vida.

Yo siempre intento detenerme un rato, cuando me quito la ropa, no sé si llego a hablarles y mantener un silencio de encuentro, pero no hay que olvidar que la ropa no está para ponérsela y quitársela y nada más, sino que debiera tener otro sentido para encontrar el verdadero mensaje en nuestra vida en cosas tan sencillas como la ropa que llevamos puesta todos los días.

Tu amigo, que nunca te falla.


JUAN 

domingo, 26 de julio de 2015

ESTÁ PROHIBIDO CUMPLIR AÑOS

Vivimos en un mundo pendiente de los años que se cumplen y nos acostumbramos a ver el envejecimiento como un proceso sin retorno y que tiende al desastre, pero la vida es algo más que cumplir años.

Todos tenemos que cumplir etapas en nuestras vidas y se nos debe notar en la cara los días recorridos y los minutos que ya dejamos atrás, pero nadie nos pregunta si tuvimos algún proyecto de cambio interior y cómo está el proceso de modificación para que vayamos creciendo acorde a nuestros propósitos y las aspiraciones de todos los que nos conocen, desde dentro y fuera de nuestra propia familia.

No valoramos el valor que tiene un ser humano que se ha propuesto cambiar por los demás y constantemente da señales de vuelco hacia la satisfacción de inquietudes por quienes, en lugar de felicitar por un cumpleaños, agradecen a la vida que durante una larga etapa tengan que decir "un año más de suerte por contar con gente como tú".

Si la felicitación se convirtiese en un simple agradecimiento a la vida por contar con alguien, sano o enfermo, se podría estar satisfecho de seguir mirando el calendario, año tras año.

No  creamos que el paso de los años nos da experiencia y madurez, pues es la tarea inconclusa, basada en objetivos plausibles y bien estructurados, la que nos debe impulsar a caminar sin miedo al peso de los años ni a las arrugas.

Es posible que salgan menos arrugas si somos capaces de alcanzar una madurez en nuestro proyecto de vida y el bastón puede que no fuere tan necesario si hemos sido capaces de caminar sirviendo y apoyando, construyendo nuestra ruta de crecimiento propio.

Las fiestas de cumpleaños, por tanto, deben transformarse en momentos de descubrimiento de lo que hemos sido capaces de diseñar para nosotros y para los demás, orgullosos de nuestro empuje y aventureros del apoyo que nos queda por entregar, en un esfuerzo máximo por convencerse que seguimos contribuyendo a la construcción de un mundo más igualitario y cargado de oportunidades para los demás.

Yo, personalmente, me doy cuenta de los años que pasan y lo que aún nos queda por alcanzar, porque nuestra propia exigencia es el deseo de estar más tiempo aportando y colaborando mejor en las ilusiones y estrategias de esos otros que nos ha permitido llegar a sus vidas.

No organicemos fiestas sino llamemos a muchas personas, en la familia o la comunidad a la que nos debamos, ya que en las veces que veamos al mismo niño en una clase más avanzada, a una madre con menos pesadumbre, a un empresario reestructurar sus ofertas, a un padre vender una oveja para un momento muy especial, a una abuela tejer un jersey (chompa) nuevo, a un hermano estrenar ropa de su hermano mayor, a unos libros que se renuevan en un hogar, a una mujer salir de una sala de partos, a un vagabundo rezar entre la nieve que cubre el portal donde duerme, a unos polìticos armar una conferencia anual o a un telediario reseñar que de nuevo están los campos en flor, sabremos que la vida sigue y que todos debemos apresurarnos a cumplir, un año más con nuestros propósitos.

Cada propuesta se convierte en un reto y, al mismo tiempo, en un limitante, pues por momentos intentamos armar nuestra batalla para superarla y por ello mismo se nos viene encima una tarea que creemos tan difícil que nos sentimos con pesadumbre y pesar porque los complejos de inferioridad nos invaden y abruman, nos coartan libertad y nos mantienen con el miedo usual de seguir cumpliendo años.

La sociedad nos debiera poner tareas, para que fuésemos capaces de hacer las cosas bien con quien se nos asignase y donde se nos ubicase, porque esta es la mejor manera de cumplir años, sin la vanidad de ocupar los mejores lugares ni el orgullo de ubicarse por encima de los demás.

En este año próximo, y gracias por las felicitaciones, mi propuesta es luchar por seguir siendo

TU AMIGO QUE NUNCA TE FALLA. Podré cumplir un año más si así se cumple y seguiré teniendo la misma edad si no he puesto todo mi empeño por alcanzar mi objetivo. Mi felicitación será el reconocimiento que no he fallado a nadie y mi tarta de cumpleaños será la alegría de saber que así fue todo.


JUAN

domingo, 7 de junio de 2015

SI PUDIERA...

Si pudiera llegar a ser una persona que pueda comer momentos de esperanza porque en este mundo se queme el odio y las cenizas permitan brotar chispas que den lugar a relaciones más honestas y complementarias.

Si pudiera ser un ser humano que pueda ver cómo se alejan los apelativos y calificativos más cargados de injurias y alcancemos todos la oportunidad de reivindicar nuestra propia razón de ser como hermanos.

Si pudiera tener la oportunidad de ser uno más entre los más necesitados de presencia y compañía para que me transforme en un revolucionario frente a los despojos de miradas que arruinan la existencia de quienes no alcanzan a tener voz en una sociedad de desiguales.

Si pudiera considerarme un afortunado por atravesar el río de las diferencias, mojándome de calumnias y sinsabores húmedos, para colgarlos al sol y ver cómo se secan las provocaciones y las intenciones denigrantes.

Si pudiera quedarme quieto y observar a cuantos creen que son capaces de llegar a donde lo consideren oportuno, perdiendo el apoyo de los demás, para que comprueben en propia carne que las aspiraciones se construyen a partir de un impulso multitudinario de quien se convence que ese es el camino más correcto y donde nunca ha encontrado desilusión ni angustia.

Si pudiera convertirme en el último de los hermanos y reconocer si las sobras son el pan de cada día y los sueños se deben supeditar a las manías de los mayores.

Si pudiera transformarme en un domador de mis arrebatos y aprender a apaciguar el dolor lanzando garras al aire para arañar ese vacío que tanto daño hace a quienes no tienen nada más.

Si pudiera volver a las raíces de mis objetivos y forjar una actitud más solidaria, saboreando la enseñanza de los demás que buscan en mi un ser humano transformado y acondicionado al espíritu de mi generación más reaccionaria.

Si pudiera sentir el calor de la paz en el tumulto y la brisa de la honda agonía en el silencio, donde se descubre la verdadera valentía en los seres humanos.

Si pudiera arrinconar mis pesadillas y aliarme con mis sueños no soñados, esas verdades que escondemos y reprimimos, para que los sueños se tiznen de verdad,  color esperanza.

Si pudiera oler la tierra recién cultivada y la calle recién mojada, para que aprenda a integrar en mi vida todo lo que sale impregnado a naturaleza pura y sin impacto.

Si pudiera correr y discurrir como el río que no tiene cauce, buscando que el torrente salve escollos y pedruscos, aunando las fuerzas de las gotas para erodar la tierra más dura y pedregosa.

Si pudiera vestirme de payaso y alegrarme con la alegría más infantil y la carcajada más madura, porque llegó el mensaje en forma de sonrisa.

Si pudiera almacenar agua en mi interior como el recipiente que recoge el agua de manantial, con la frescura y pureza de la tierra que soporta su libre tránsito, desprendiendo salpicaduras de humedad y tolerancia.

Si pudiera atender a mis impulsos como las miradas se ajustan a la luz del día, cerrando y abriendo compuertas para que dejen pasar lo inocuo y estrechen el paso de lo dañino.

Si pudiera aprender a ser yo mismo, sin nubarrones ni tormentas, porque el cielo tiene que expresarse a través de nuestro comportamiento.

Si pudiera ser el que otras personas necesiten para cargarse el depósito de sosiego y reflexión, porque es el único camino para transformar la realidad que nos abrume y acongoje, la que nos condicione y explote, la que nos duerma y agote.

Tu amigo, que nunca te falla.


JUAN

martes, 2 de junio de 2015

SOY MEJOR SI PIENSO EN TÌ

Va a cumplirse el primer año desde que nos dijiste "adiós" para siempre y quiero decirte, papá, que "soy mejor si pienso en ti",  porque así entiendo que nunca hubo una despedida definitiva y seguimos mirándonos y hablando, como lo hacíamos después de la siesta de los veranos, con un buen vaso de gazpacho fresco en la mano y brindando por muchos cumpleaños como aquellos.

"Soy mejor si pienso en ti" y en tu soledad, por eso creo que alguien te pondrá los canales que te gustaban y podrás ver al "hombre del lápiz" para planificar tus jornales del día siguiente y levantarte temprano para mirar al cielo y agradecer algunas gotas de agua que también venían del cielo, como los abrazos que me das hasta el día de hoy.

"Soy mejor si pienso en ti" y en tus paseos por las rondas que debe haber donde descansas en paz, porque también te encontrarás con los amigos que Dios va llamando para que entre vosotros os contéis los chascarrillos propios del pueblo y su vida diaria.

"Soy mejor si pienso en ti" y el peso de esos años que se cumplían cada vez con más dolor y carga, arrinconado por cualquier malestar y buscando el abrigo de las nagüillas y la candela, mientras se veía pasar a la gente por la ventana del comedor.

"Soy mejor si pienso en ti" porque sé lo importante que es la Universidad de la familia a pesar de los títulos que se tengan y la trascendencia de los consejos a pesar de las experiencias vividas.

"Soy mejor si pienso en ti" porque sé que llevabas la Iglesia en tu interior, así como yo la llevo también hoy y se te llenaba la boca hablando de los tuyos como a mí se me llena hablando de ti.

"Soy mejor si pienso en ti", aunque no estoy seguro si habrá que ir bien vestido por las avenidas del cielo o manteniendo la prudencia conduciendo algún vehículo de esperanza en el que sigues los movimientos de todos los tuyos para que nunca nos pase nada y por eso nos sentimos tan vigilados y protegidos sin ver a nadie a nuestro alrededor.

"Soy mejor si pienso en ti" y espero que tengas quien te de las pastillas que sigas necesitando, las que te ponía mamá delante del plato y que, donde te encuentres, también necesitarás de esas càpsulas que deben estar hechas de ilusiones por vernos con ganas de luchar y seguir batallando por ti.

"Soy mejor si pienso en ti" y en los espacios que ocupabas en la casa, en tu sillón escogido y tu sitio en la cama, en tu silla preferida en la cocina y en tu espacio del tranquillo, para saludar a todos los que pasaban por la calle y aprovechar para arrebatarle una colilla al paquete y seguir inhalando humo de estar vivo porque era tu mejor aliado y tu incondicional enemigo.

"Soy mejor si pienso en ti" porque así también pienso en mamá y su coraje, ese sabor a casa que lo hace con sus manos benditas y los pasos que balancea, los mismos que daba cuando iba a darte una vuelta para saber cómo estabas a toda hora.

"Soy mejor si pienso en ti" porque así también pienso en mis hermanos y sé que estamos unidos por la herencia del compromiso con el ejemplo y la tristeza compartida de tu marcha , aunque haya sido a un lugar más tranquilo y silencioso.

"Soy mejor si pienso en ti" porque espero seguir haciendo todo en esta vida para que siempre te sientas orgulloso de mi y mis actitudes, imaginándome esa cara de alegría que ponías cuando sabías que habíamos dejado todo el empeño para que el cariño y los besos brotasen desde el alma.

"Soy mejor si pienso en ti" porque también tendrás que vivir todas las estaciones y te pondrás ropa de entretiempo, porque habrá algún cine para que disfrutes de las corridas de toros y porque ya serás parte de una peña de fútbol.

"Soy mejor si pienso en ti" y por eso te seguiré escribiendo cartas aunque pase el tiempo, porque quiero que sepas que nunca nos olvidaremos de ti.

Gracias por todo lo que hiciste siempre por todos nosotros en la casa y sólo por eso, que no es poco, "seguiré siendo mejor, cada día de mi vida, si sigo pensando en ti".

Un abrazo grande. Tu hijo


Juan.

jueves, 21 de mayo de 2015

MI APELLIDO SE VE POR LA VENTANA

Siempre he creído que los apellidos son palabras que siguen a los nombres de pila y se transmiten de generación en generación, correspondiéndose con una casa y unas costumbres que también pasan de generación en generación.

Sin embargo, los apellidos maltratan las relaciones humanas porque crean distancias y generan abismos en los procesos de comprensión e interrelación, lo que momifica las culturas y aísla a los seres humanos en minúsculas agrupaciones que se disputan el origen del apellido, con la única excusa de no pertenecer al mismo clan que el vecino de enfrente.

Todos fuimos creados del mismo modo y a todos se nos debiera llamar de la misma manera, pero el apellido ayuda a identificar y a evaluar, nos señala la ubicación exacta de un despacho y está en todas las tarjetas de presentación.

Un apellido nos hace sentir fuertes o nos catapulta a la más triste soledad, porque hay una trayectoria que no ha sido aceptada ni asumida por la sociedad, porque hay algo incomprensible en el color de la piel que acompaña al apellido o denota morbo o jocosidad que no se tolera por algunos.

Por ello, hemos de convencernos que los apellidos debieran ver por una ventana al mundo y deberíamos procurar que cada uno tuviese una ventana definida, procurando limpiarla diariamente para que estemos mirando el mundo de la calle, conociendo lo que pasa, porque todos tenemos el mismo derecho a ver por una ventana similar.

Al mismo tiempo, nuestra preocupación por ver más allá de nuestras narices es una oportunidad para que los demás te vean con claridad, acierten a saber quién eres y te cataloguen porque la transparencia del cristal de tu ventana permita ver a tus padres y familiares a tu lado y así sabrán quien eres, algo mejor que negarse a pronunciar un apellido.

Y no sólo ver a los seres humanos sino ser capaces de observar a toda una familia, la que es propietaria actualmente del apellido con el que se pretende marginar y aislar, marginar o desplazar a algún ser humano por su condición física o psicológica, pues a su lado tiene una historia de vida de personas que son parte de su sangre, tan nobles como entusiastas, que han contribuido a crear espacios para una sociedad ahogada por la densidad de los maltratos físicos y verbales.

Un apellido, por tanto, debiera ser un motivo de transparencia para que todos filtrásemos nuestros rayos de luz, a veces pesados por la herencia de sufrimiento y, en otros casos, llenos de un vivo reflejo de bondad y apoyo, condicionando así que la ventana de Manolo se vea igual que la de Esteban o Marisol.

El hecho de que todos nos llamásemos por el nombre que la vida nos otorgó al nacer y con el que nos bautizamos y llegásemos a mirar por la misma ventana, con su apellido, nos permitiría saber que debemos tener una casa para vivir y dispondríamos de una familia que nos representase, con lo que los derechos fundamentales estarían garantizados durante nuestra infancia y adolescencia.

Creo que la ventana no dejaría pasar las ironías y vergüenzas y el cristal se empañaría con los epítetos que intentasen acobardar y herir, con lo que el apellido estaría protegido de la sociedad vinculante y alienante.

Ya me imagino a un Juan Ventana y a una Maribel Ventana, para que por el apellido todos tuviésemos las mismas oportunidades y se nos exigiesen los mismos deberes, pudiésemos reclamar los mismos derechos y disfrutáramos de todos los requisitos más elementales para satisfacer nuestras necesidades básicas.

Nadie sabría quién tiene un televisor de más pulgadas que el vecino por el apellido ni tampoco nadie sabría si hay orgullo en ese otro apellido, pues la ventana no es chismosa con la calle.

Me agradaría que hubiese amor sin apellidos y primeras comuniones sin apellidos, convocatorias sin apellidos y cartas sin referencias a apellidos, porque todo sería más blanco y manifiestamente igualitario, contribuyendo a crear un mundo con un principio más hondo de igualdad de oportunidades para todas las ventanas.

Tu amigo, que nunca te falla.


JUAN


domingo, 17 de mayo de 2015

ESCUCHAME UN RATITO

Cuando alguien no nos presta la atención que solicitamos nos enfrascamos en creer que vivimos aislados y sin despertar el interés preciso en nadie más, con lo que se profundiza nuestro sentimiento de soledad más honda y triste.

A veces, si hacemos una pregunta a alguien caemos en la incertidumbre de reconocer si mereció la pena hacerla por cuanto estamos a la deriva, ya que siempre hay otros intereses que pueden permitirle a otras manos alzadas lanzar la pregunta prefabricada para una respuesta meditada y elaborada, con lo que a vista y paciencia de todos hubo una capacidad de respuesta adecuada al interés general.

Hay momentos en que el ruido de la calle no nos permite escuchar atentamente la llamada de atención del vecino y nos mantenemos absortos en la conversación que mantenemos con el más cercano, por lo que evitamos responder excusándonos en el estrépito ambiental y el jolgorio.

Cuando rezamos pedimos que se nos escuche atentamente, aunque nosotros no hayamos escuchado al que nos solicitaba apoyo, de manera urgente, porque es más fácil pedir que dar cuando se tiene y mucho más difícil aún pedir que dar cuando no se tiene.

Se responde con facilidad a una solicitud de amistad en las redes sociales, pero ya nos vamos midiendo en responder favorablemente porque siempre se esconde una duda detrás de un impulso necesario de tener un amigo más.

Sin embargo, cuando se le pide tiempo disponible a una fotografía, porque un familiar o amigo está lejos y quien se quedó necesita confesarse, comentarle, hablarle o acariciar su voz por un momento, la comunicación es pura y sensata, se sabe que está escuchando aunque no haya un cableado entre tú y la fotografía.

En ocasiones, rehacemos una foto antigua y la colocamos bien en el álbum y le dedicamos unas palabras, porque confiamos en que nos esté escuchando más allá de las tapas y de los plásticos que la protegen, del polvo o hasta del maltrato por el paso del tiempo.

Pero la manifestación más real y entrañable, la que creo que trasciende todo modo de comunicación, es aquella que se entabla entre un ser humano que perdió un ser querido y la persona que se fue, como puede ocurrir entre los hijos y la madre que partió, entre la esposa y el esposo que está descansando eternamente, ambos al lado de la paz más eterna y confortable posibles.

Me imagino que en la temática abierta habrá momentos para plantear más dudas y para recordar, para saber si sigue habiendo cariño más que virtual, quizás espiritual, el más etéreo y al mismo tiempo menos frágil, el que sigue perdurando porque se sembró mucho más de lo que nunca se pudo esperar.

Y cuando se habla con la figura del retrato, con la fotografía o el recuerdo, se le pide que abra su comunicación con una frase muy sencilla "Escúchame un ratito", porque los diminutivos perduran más allá de la muerte y ahí es donde la franqueza hace acto de presencia y se confía todo lo que nunca se fue capaz de decir y transmitir y los abrazos saben a verdadera gloria.

En la respuesta de la persona contactada, la que se nos fue para siempre, están las fuerzas que adquirimos para seguir luchando, como le ocurre a un carro eléctrico y el cambio de ánimo tan radical, volviendo a presentarnos a la vida como si hubiésemos recibido el mejor de los consejos y hasta el esfuerzo rinde más porque nos cansamos más.

Sigue pidiendo a las fotografías de quienes se fueron de tu vida que te escuchen un ratito y no dejes de hablarles porque ahí está la esencia de las relaciones humanas, en mantenerlas vivas por siempre, más allá de la misma muerte y su despedida.

Yo, a veces, hablo con las fotos de mi abuela y de mi padre y les pregunto si les falta algo que yo pueda darles desde aquí y también hablo con el recuerdo de mi tito Antonio, un ser especial en mi vida.

Te aconsejo que no pierdas el contacto hasta que las redes sociales nos permitan, algún día conectarnos directamente con ellos y ellas.

Tu amigo, que nunca te falla.


JUAN

jueves, 14 de mayo de 2015

PASO A PASO

A veces, el corazón nos juega malas pasadas al querer hacerlo todo en caliente, tal y como sale del horno del corazón, como si no hubiese tiempo para reflexionar sobre los pasos que vamos a dar y los tropiezos que podríamos tener. En pocas palabras, actuamos como adolescentes arriesgados, convencidos de su auto control y su capacidad para emprender en lo que sea.

Convendría, estoy seguro, confiar más en la actitud de los recién nacidos inseguros y con temor al fracaso en el primer intento o de los abuelos, cargados de sabiduría y templanza, con la paciencia necesaria para construir sus aspiraciones paso a paso, apoyándose en sus propias críticas y analizando el terreno para no caer en el intento, aunque fuere para llevarse un bocado de comida a la boca, empujado por una mano temblorosa y con una visión muy apagada.

Los consejos se administran poco en la madurez temprana, pues se regalan a prisa, como si quisiésemos que los demás no los aprovechasen en su totalidad y que tuviesen un impacto mediocre. Sin embargo, la abuela nos sienta a su lado y nos pregunta por nuestro estado de ánimo, nos mantiene serenos para que captemos mejor la frase y la interioricemos con prontitud, para finalmente lanzarnos el compendio de experiencias que nos van a saber al mejor consejo del mundo, pero siempre paso a paso.

No es raro ponerse el delantal y querer preparar una comida con toda la premura del mundo, esperando comerla tal y como salga del horno, pero cuando todo se huele y se saborea, se mueve y se adorna con la elegancia del trato del mejor chef del mundo, estamos listos para degustar un verdadero manjar, aunque a veces olvidemos lo del paso a paso y pretendamos darle a todo un toque de verdadera prisa.

Miramos conforme pasamos por delante del otro y saludamos por obligación, sin mirar y casi sin gestos, pero al final del día y sentados en la cama antes de conciliar el sueño nos arrepentiremos de no haberlo hecho paso a paso, como correspondía al trato hacia un amigo, vecino o familiar.

Opinamos por compromiso y nos despreocupamos del ejemplo que podríamos haber arrastrado al emitir un criterio, ya que a veces nuestras palabras pudieron haber arrancado otro gesto de cercanía en el saludado y se hubiese propiciado un acercamiento, tan necesario como diario en el trato de la vida de la calle.

Escribimos rápido y así resulta a veces la ortografía, por no haberlo hecho paso a paso, dándole la oportunidad a todos los puntos y coma, las comas, los puntos y seguido y los acentos para que estén presentes en nuestros pensamientos y relatos, sin derramarlos en el párrafo con una escopeta de sal y sin sentido.

Abrazamos y nos despegamos como si nos hubiese dado la corriente, sin haber aprovechado los segundos de dos cuerpos unidos por un amor de pareja, fraternal, familiar o de pura y llana amistad, evitando ese paso a paso del saludo, la comprensión, los recuerdos y las añoranzas que, siempre, debieran ir colgadas de un simple abrazo.

Nos enfermamos y queremos recuperarnos rápidamente, sin darle tiempo a la medicación para que lleve a cabo su acción farmacológica, ahondando nuestro mal y precipitándolo a la unidad de cuidados intensivos de las relaciones con prisa, o sea, al olvido más manifiesto, por el simple hecho de no haber ido paso a paso.

Nos despegamos del núcleo familiar y nos independizamos y lo hacemos a la prisa, sin haber comprometido nuestro esfuerzo para mantener viva la llama y la fotografía del ambiente más cercano y el que nos dio la vida en el regazo más parecido al nido, en los brazos de los padres, por no ir paso a paso.

Nos enamoramos y vamos rápidamente buscando la mayor satisfacción posible en la relación más intensa que podamos alcanzar, con lo que el encanto de las miradas empieza a dar paso a la intensidad del roce y se pierde ese paso a paso que hace más intensa una relación humana, la que hubiese tenido más adelante un roce más maduro y unas miradas más compartidas.

Nos despreocupamos de las miserias de un mundo que dice estar en cambio y procuramos darle vida a nuestro bolsillo de la forma más aireada y veloz posible, pero en nuestra propuesta quedan otros absortos y sin comprender la razón verdadera de haber venido a este mundo, porque no todo se hizo paso a paso y pensando en los demás.

Enseñamos a nuestros hijos el arte de imprimirle velocidad a sus movimientos y sus deberes, sin darles tiempo para que el paso a paso les permita comprender y criticar, desde sus edades más tempranas y luego encontramos seres humanos con una carga de contenidos que no saben gestionar y sin capacidad de emprender en la lucha de abrir oportunidades en un mundo que debe ser cuestionado desde el alba y hasta el anochecer con el mejor de los deseos, para que los demás disfruten de las mismas oportunidades que nosotros tuvimos en nuestro propio peregrinar.

Ir paso a paso no significa ser lento ni mantenerse aturdido, sino aprender a ser un investigador de nuestro propio ambiente y un luchador comprometido en el reconocimiento de que todo tiene un verdadero sentido en nuestro propio existir y de donde debe irrradiar esa sabiduría capaz de invertir en consejos y ejemplos, con lo que se aportaría a la construcción de un mundo más justo y democrático.

Tu amigo, que nunca te falla


JUAN

miércoles, 6 de mayo de 2015

¿CUÁL ES TU CLAVE?

Me imagino que necesitásemos un número secreto para levantarnos y salir a pasear, corretear las calles y respirar hondo a las afueras del pueblo, en el campo más puro y verde, pero para ello precisamos acordarnos de una clave que nos permita abrir todos los candados que pretenden cohibir y cerrar compuertas.

Y necesitamos arrinconar nuestros prejuicios para no necesitar la clave de otra persona, porque en el fondo somos nosotros los que somos conscientes de nuestras oportunidades y amenazas, ya que las flores que vemos son las que necesitamos y el aire que está ahí es el que necesitamos respirar en ese mismo instante.

Ahora es el momento de saber si para presentarse a un examen necesitamos la clave, ese número con el que nos catalogaron y que necesitamos para rendir la prueba, pues de lo contrario nos encontraremos sin posibilidades de acceder a una mejor posición.

Pienso si se presentase la oportunidad de recordar la clave para hablar algo importante, disponer del permiso para dictar una conferencia y sin la cual no se podrían transmitir los conocimientos que otros necesitan aprender.

¿Y si para decidir cuándo y cómo debes declararte necesitaras una clave?. Ya me imagino dándole vueltas a la cabeza para estructurar tu declaración sin la espontaneidad que requiere el momento y los versos que debes transformar en prosa.

¿Y si para mover tu bicicleta necesitaras una clave?, precisando arrancar pronto para llegar al destino que te habías señalado en la cama, antes de levantarte y lavarte los dientes, a dónde no puedes llegar tarde y hubo algún problema con el registro del número mágico que tú mismo escribiste y ahora no te acuerdas.

Pienso en ese minuto en el que quieres relajarte viendo un programa y se te olvidó la clave o en el mismo segundo en que vas a entrar a un parque y se te presenta una muralla virtual que no te permite adentrarte en un paraje natural y protegido.

Qué maravilloso es sentir la necesidad de besar y abrazar, pero no sería igual si se precisase una clave para cumplir con tu impulso, nacido desde lo más profundo de tus propias convicciones y que debes reprimirlo por haberte olvidado de tu clave.

Y qué sería del niño que necesita preguntar sus dudas y se le olvidó la clave para tener acceso a un profesor que no es consciente de la importancia que genera una respuesta en la formación de un infante que va a acordarse siempre que no rellenó vacíos porque la maldita clave le imposibilitó saber lo que su profesor debía haberle explicado, cara a cara.

¿Y si antes de comer necesitásemos una clave para calcular el total de calorías que tuviésemos que ingerir, acorde a nuestra constitución, nuestro nivel de ejercicio y nuestra propia actividad profesional?. Recibiríamos una respuesta parecida a esta "Come lo que desees, porque sin clave no puedo saber cómo está tu metabolismo y luego borraremos las calorías sobrantes, si algún rato te acuerdas de la dichosa clave".

Yo me imagino que para cambiar el pañal necesitásemos una clave y el niño llorase de pena por reconocer en los padres a autómatas o si para tirar un penalty precisásemos la clave que movilice nuestros miembros inferiores o si para cruzar la calle el semáforo nos pidiese la clave, si para felicitar por el día de la madre tuviésemos que disponer de la clave o si para comprar en una tienda nos pidieran nuestra clave.

No quiero ni imaginarme a pacientes que no pueden ser atendidos porque desconocen su clave, a mujeres que no pueden dar el "sí" en el altar porque les faltó la clave o niños que no tienen derecho a entrar a su primera fiesta porque aún no se les asignó su propia clave.

Quisiera, por encima de todo y de todos, que un día surgiere un niño que, ante la solicitud de la clave le preguntase a la máquina ¿Y cuál es tu clave para hablar conmigo?

Sólo así, luchando contra un mundo mecanicista y mecanizado, cargado de burocracia virtual y tornillos de ajuste, se puede devolver la sensatez a las relaciones humanas.

Tu amigo, que nunca te falla.


JUAN

domingo, 3 de mayo de 2015

MI MEJOR RECUERDO

Vivo recordando a mi madre cuando me alejo porque no quiero olvidar su presencia y así me mantengo aferrado a sus caricias y sus miradas, la verdadera gasolina que anima y permite que rueden las ilusiones en mi vida.

Vivo regalando piropos a mi madre porque necesito que sienta que sigo enamorado de su vida y de su entrega, un desgaste humanitario que acaba pidiendo perdón por todo lo que nos faltó y sin embargo no sabe que siempre nos colmó de susurros y consejos.

Vivo estudiando las actitudes brillantes de mi madre porque se formó en la universidad de la vida, en esa facultad rebosante de precisión y cariño en la que la única asignatura está relacionada con el servicio a los suyos y el soporte en su proceso de crecimiento.

Vivo mirando la sombra de mi madre y ahí analizo sus vaivenes y el peso de los años, sus prisas y sus despedidas, como si el sol quisiera resaltar que está más cerca de lo que yo me imagino porque la tengo presente en todos los momentos de mi vida.

Vivo analizando hasta sus legañas, porque se secaron después de noches de espera y lágrimas de desencanto, como si sus ojos hablasen de penas y tristezas escondidas, arrinconando la pesadumbre detrás de un carácter firme y tierno de regalo de la vida.

Vivo correteando con el cuidado de mi madre porque sé, a ciencia cierta, que nunca me abandonó a mi suerte y estuvo presente para orientar los saltos que pretendemos dar para saltar obstáculos por el camino más fácil, destacando que hay que enfrentar los problemas y para eso se ofrece como el mejor andamio, hasta que finalicemos nuestra obra y nos sintamos con el beneplácito de lo alcanzado.

Vivo estudiando a mi madre porque quiero ser al menos como ella y nunca quedarán tan abrillantados nuestros comportamientos, pues para eso hay que tener la dulzura y el temple acurrucado que es capaz de transmitir en cada movimiento de sus manos para que nos durmiésemos en su regazo, allá por nuestra infancia más tempranera.

Vivo canalizando las mejores energías par que todos conozcan lo que quiero a mi madre y ni aún así lo puedo transmitir fielmente, ya que siempre quedan restos de amor que no se pueden escribir porque pertenecen a la aritmética del alma, donde están escondidas las fórmulas que siempre nos devolverán resultados positivos.

Vivo escribiendo frases de exaltación a mi madre porque son los regalos que quiero hacerle a diario para que le lleguen en su justo momento, aunque todos los días se lo digo y hoy quizás los espere todos en la misma cesta.

Vivo tarareando en la distancia mis preocupaciones por mi madre, pues quisiera que los problemas no le acompañen tanto tiempo ni que las enfermedades se enamorasen de ella más que yo.

Vivo hablando a mi madre porque sé cómo comunicarme con ella hasta en mis sueños, logro encontrarla a tantos kilómetros de distancia y noto su tensión cuando la escucho, siento los titubeos si le pregunto y en sus silencios descubro siempre sus miedos.

Vivo mirando a mi madre porque también ella soy yo y yo formo parte de ella, como en una conversación conmigo mismo y allí indago y descubro mis momentos de alquiler en su vientre y mis nueves meses de descanso porque sabía que me iba a querer mucho, antes de venir a este mundo.

Vivo llorando al ver la fotos porque es el engranaje de toda una familia donde ahora falta mi padre, pero que ha sabido darle movimiento a la rueda para que los giros no pierdan valor ni sentido y que su ausencia haya significado un motivo más para echarlo de menos a diario y demostrarle que seguimos siendo valientes en un mundo lleno de vacíos.

Vivo paseando por las calles de mi infancia y mi adolescencia y soy feliz porque siempre tuve de consejera a mi madre, mi mejor guía y revolucionaria, impulsora y cariñosa, paciente y sensible mujer que haya conocido, la mejor madre del mundo.

Vivo queriendo doblar el mundo y permitir que estemos más cerca porque me faltan sus abrazos y quisiera regalarle más besos, pero hasta en la distancia me ha demostrado que querer se puede convertir en una bendición y un regalo.

Vivo sintiendo que sigo siendo muy afortunado por tener el regalo de mi madre y poder apoyarme en su recuerdo y su voz, porque aún así crecemos siendo mejores y disfrutamos hasta de lo material que nos falte porque me lo compensa saber que está aparentemente bien.

Vivo acariciando la pantalla del ordenador cuando la veo y devolviendo un saludo de pasión cuando tenemos un hueco en el día para comunicarnos porque no se puede perder ni un segundo nutriéndonos de la verdad de una madre.

Gracias mamá, por todo, porque viviré siempre con mi mejor recuerdo, tú.

Feliz día y que Dios siempre te bendiga.


JUAN