jueves, 13 de agosto de 2015

¿POR QUÉ NO HABLAMOS CON LA ROPA QUE NOS QUITAMOS?

Pretendemos reflexionar antes de dormir y reconocer si hicimos algo mal, si todo salió a pedir de boca o si no fuimos lo que esperamos ser, al enfrentarnos a determinadas situaciones en nuestra vida diaria.

A veces no nos acordamos si saludamos a alguien, nos olvidamos de las caras o los monumentos, nos quejamos por la aglomeración de personas y hasta nos sentimos indispuestos por la calor o el tráfico, pero al llegar la noche nos olvidamos de todo y no somos capaces de analizar si algo de todo ello dejó en nosotros algún mensaje o nos impregnó con su huella.

¡Qué fácil sería quitarnos la ropa y hablar con nuestros pantalones, preguntarle por los sillones que ocupamos y las palabras que quedaron atrapadas, por el estado de nuestras hemorroides, por el olor a orina que nos delate el problema de próstata que no termina de solucionarse, por las infecciones vaginales que no curan o por el meteorismo que nos fastidió durante toda la jornada, por el material de la silla que ocupamos o por el animal que se adhirió a algún pliegue y aprovechó más tarde para dejarnos una picadura en la nalga, por el peso que no controlamos y el apretón que le provocamos a nuestra cintura o por la protesta de nuestros gemelos al caminar, porque van pasando los años o porque recorrimos más que otro día.

Y si le preguntásemos a la camisa, nos hablaría de la sudoración de arrepentimiento al ver a ese alguien con quien no nos comportamos bien o el olor inundado de la colonia que se desvaneció, del aroma del beso que nos duró toda la mañana, de la calina de la sobremesa o de la luz que la atravesó en nuestra subida y bajada de escaleras para culminar algún trámite pendiente del día anterior.

Yo hablo con los zapatos y les pregunto si se sintieron cómodos, porque los pies están protestando por todas las esquinas, si quedó tierra amontonada de la playa o hierba de haber visitado los arrabales de la ciudad para algún proyecto de obra social, si se enfadaron porque no entendían las preguntas de quienes llevaban zapatos de la competencia o porque nos olvidamos sacarle brillo en la mañana.

Hay que hacerle algunas preguntas al pañuelo, para saber si estornudamos o si hubo sangre que brotó espontáneamente y necesitamos controlar nuestra presión arterial, si nos olvidamos del anti-histamínico para la alergia o si el aire que se exhala huele mal y eso nos está provocando un rechazo en la proximidad de las relaciones humanas.

Sería interesante preguntarle a nuestro reloj qué sintió a la hora en que nos declaramos, la hora en que me desperté o en el momento en que saludaba a personas con las que tenía que entrevistarme, dónde guardó la cita que tenía pendiente con la persona que quiero y que se me olvidó acudir o porqué no puedo mirarlo sino cuando hay algo que no interesa, si se paró por algún movimiento brusco o si sonó el despertador porque comprobó que estábamos agotados en la noche.

Los calcetines necesitan entablar una conversación profunda, pues nos van a aclarar si hay un olor que transmita los kilómetros recorridos o tiene envidia porque caminamos despacio, si sabe que es verano porque usamos más zapatillas que zapatos y si huelen a playa para que reconozcamos que estamos de vacaciones, después de regresar del baño y Del paseo por la orilla del mar.

Pregúntale a tu sombrero si hizo mucho sol, si te hace falta peinarte o si los piropos se quedaron a la sombra, si sudas más que los demás porque tienes algún tipo de anemia o si se te cae tanto pelo porque puedes tener un cáncer oculto.

A veces, pienso que si lográsemos que los pacientes con amnesia oliesen y hablasen con su ropa estaríamos invitándoles a que se descubran a sí mismos y si pudiésemos provocar en los niños que hablasen con su ropa dedicarían más tiempo al juego y al deporte, para evitar que el sedentarismo les condicione enfermedades cardio-vasculares, así estaríamos con un dato adicional para decirle al médico y así condicionar un diagnóstico más rápido.

Me imagino hablándole a mi cinturón si el vientre se hinchó mucho después de comer, porque pueda tener un problema de hígado o los triglicéridos me estén jugando una mala pasada, que me diga si ha tenido que bajar dos agujeros para abrocharlo porque esté perdiendo peso muy rápidamente.

De igual manera, reconozco el interés de escuchar al vestido de una profesora, a la bata de un médico o la sotana de un sacerdote, el casco de un ingeniero o la manga de la camisa, que está rozando el plano que tiene que presentar un arquitecto, para que opinen sobre nuestras actitudes y proyectos en la vida.

Yo siempre intento detenerme un rato, cuando me quito la ropa, no sé si llego a hablarles y mantener un silencio de encuentro, pero no hay que olvidar que la ropa no está para ponérsela y quitársela y nada más, sino que debiera tener otro sentido para encontrar el verdadero mensaje en nuestra vida en cosas tan sencillas como la ropa que llevamos puesta todos los días.

Tu amigo, que nunca te falla.


JUAN 

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