lunes, 25 de junio de 2012

¿SE APOLILLAN NUESTROS APELLIDOS?

Creemos que nacemos y nuestros padres se encargan de traspasarnos sus apellidos, con lo cual se va cargando de identidad a nuestra personalidad, a pesar de que en algunas culturas no haya apellidos y olvidamos frecuentemente que, a pesar del orden cambiante de los apellidos paternos y maternos o de la arbitrariedad de llevar sólo dos apellidos, somos receptores de una historia y portadores de generaciones de cambios y conquistas, luchas y aspiraciones, por el simple hecho de que los apellidos son los nombres antroponímicos de dos familias, las de tus progenitores y que desde ahora son el legado que tendrás que mejorar, mantener o completar, con el propósito de entregarlo a tus hijos. 

Cuando recibimos un apellido, como hijos biológicos o adoptados, se nos presenta una tarea ardua y que debe provocar un interés por estudiar nuestras propias raíces, deteniéndonos en cada eslabón de la cadena, hombre o mujer, para reflexionar sobre su contribución a la grandeza del apellido que ahora llevas, las críticas y los motivos de asedio o fugas, alguna destacada contribución al bien común o el aislamiento al que fue sometido por secretos mal comprendidos o burlas que acompañaban a la minusvalía de seres humanos que recibieron la dote de los apellidos que ahora transportamos, adheridos a nuestras huellas y a nuestros suspiros, con los que firmamos y nos identificamos.

Cuando hayamos estudiado lo suficiente para saber qué representa nuestro apellido, nos tenemos que plantear cómo mantener brillando su significado y candente su mensaje, preocupándonos constantemente por destacar cualquier matiz de nuestro comportamiento en relación a nuestros apellidos, manifestándonos con el diseño que tantos otros antepasados supieron imprimir en nuestro apellido y por los que eran identificados (honradez, energía, coraje, constancia, riesgo o solidaridad) para sumarle cualidades o proponer algunos giros que permitieran adaptarlo al curso de la historia (inclusivos, deterministas, digitales).

No podemos permitir que nuestro apellido pase desapercibido y ello exige que contribuyamos con la sociedad en la que vivimos y a la que nos debemos, con aportes sobresalientes a los que hemos de poner nuestro apellido, nos obliga a formar herederos de nuestros apellidos con una formación de la que nos sintamos orgullosos porque sólo así sabremos que no hemos hecho un depósito de nuestra historia de vida que va a ser arrastrada por el viento.

Hay que hacer una limpieza diaria del trastero de nuestros apellidos, donde puede haber trozos de historia desagradables, impropios, humillantes o vergonzantes y procurar revisar la ortografía de los actos de quienes lo mancharon o lo embarraron y avivar el verdadero sentido que queremos proyectar y con el que le queremos vestir, para presentarlo ante los demás libre de prejuicios y cargos, en un intento de exculpar a quienes nos antecedieron y buscar el mejor método para reintegrarlo con credibilidad y auto-sostenibilidad, a la altura de la nobleza de linaje con la que nos vamos a sentir verdaderamente realizados como seres humanos.

Hay que educar a nuestros hijos sobre la trascendencia de un apellido y la labor diaria de cultivarlo y abonarlo oportunamente, pues ante ellos hay que responder cuando nos pregunten el estado en el que lo recibimos y aquel otro en el que se los vamos a entregar, pues ahí está la esencia de nuestro compromiso con los apellidos.

Si abandonamos a su suerte a un apellidos, no aprendemos de ellos la historia pasada y no los protegemos con mimos y abrazos, estamos perdiendo una oportunidad histórica para que sobrevivan más allá de unas cuantas generaciones, con lo que se perderá la identidad originaria y entonces no podremos explicar nuestras reacciones involuntarias, nuestra jerga y nuestra vocación que surgió espontáneamente, gran parte de nuestros actos y nuestras costumbres, la justificación de nuestras ambiciones y los detalles de nuestras motivaciones, ya que desconoceremos el ímpetu de nuestros abuelos o no habremos dado importancia a la nariz de nuestro tatarabuelo o la falta de integración social de una bisabuela.

Somos lo que otros han querido aportar a la construcción de nuestra propia realidad interna, por lo que para  conocernos mejor y saber estar, necesitamos estudiar nuestros apellidos, a diario, porque ante una reflexión o una duda, antes de entregar un aporte o brindar un consejo, precisamos saber cómo actuaría un miembro de nuestra familia, con nuestro apellido, porque es una reacción natural por lo que se arrastra y a nosotros nos corresponde añadirle una pizca de templanza, un momento profesional, incorporarle una queja oportuna o subrayar la viabilidad de alguna otra opción tan necesaria para revalorizar nuestro apellido.

Si vivimos cercanos a nuestros apellidos, cada día vamos a aprender de ellos cuando preguntemos a nuestros familiares y así evitaremos que queden empolvados en el olvido o pierdan el dinamismo al que debemos someterles, mejorando su acervo comunitario y génico, dotándoles de una fuerza para que acepten ser rescatados, transformados, incluidos, discutidos o refrendados ante la comunidad que los debe aceptar y reconocer, porque de lo contrario terminarán apolillados y destruidos, olvidados o fácilmente arrinconados.

Demos a nuestros progenitores el orgullo de resaltar nuestros apellidos, como si los hubiésemos tomado emprestados a nuestros hijos con el propósito de refrescarlos y adornarlos, con sensatez, tesón, mesura y paciencia, pero también con sabiduría y arte, sólo así se los devolveremos como un verdadero legado del que disfrutarán y se comprometerán con la cultura del apellido, una fuerza interior que les llevará a hacer por los apellidos que les dimos mucho más de lo que harán con los que les tomarán -en préstamo- a nuestros nietos.

Con estas actitudes, evitando que la polilla destruya nuestros apellidos, algún hijo nos dará las gracias por nuestro esfuerzo en edificar apellidos, apoyados en su historia natural, pero adaptados a nuestra propia realidad y con herramientas para seguir sobreviviendo, muy a pesar de las circunstancias, las crisis, las falsas promesas y las distancias y los vacíos, las fronteras y las necesidades no satisfechas.

Juan Aranda Gámiz.

domingo, 17 de junio de 2012

APRENDE FÍSICA Y CÓMPRATE UNA BALANZA SI QUIERES SER PADRE

Una balanza es una palanca de primer género y de brazos iguales, mediante la cual se puede medir masas a partir de una situación de equilibrio entre los pesos de los cuerpos y también se ha utilizado como símbolo de la justicia y del derecho, pues puede representar la medición a través de la cual se puede dar a cada uno lo que es justo y necesario.

Hoy vamos a ir a una clase de Física de las relaciones padre-hijos y para ello hay que llamar a cada cosa por su nombre y por ello os escribo las variables (en mayúsculas y negrillas) que siempre están influyendo, con colores que representan:

                     Lo mejor
                     Lo regular
                     Lo peor
                     Lo no computable

 BP: Brazo paterno. Representa el conjunto de oportunidades que el padre quiere conceder a una opción
 (3: Todas  2: Algunas  1: Ninguna o muy pocas  0: No computa)
 BH: Brazo del hijo. Representa el conjunto de expectativas que el hijo tiene puestas en su padre.
 (3: Todas  2: Algunas  1: Ninguna o muy pocas 0: No computa)
 PP: Peso del padre. Representa el peso de las decisiones o actitudes de un padre.
 (3: Pesan negativamente 2: Puede haber conflicto 1: Pesan positivamente 0: No computa)
 PH: Peso del hijo. Representa el peso de las ilusiones y esperanzas de un hijo.
(3: Pesan negativamente 2: Puede haber conflicto 1: Pesan positivamente 0: No computa)
EP: Equilibrio paterno. Representa el análisis circunstancial que debe hacer un padre antes de decidirse
(3: Completo  2: Parcial 1: Ninguno o escaso 0: No computa)
EH: Equilibrio del hijo. Representa el análisis circunstancial que debe hacer un hijo antes de solicitar.
(3: Completo  2: Parcial 1: Ninguno o escaso 0: No computa)
PP: Pérdidas del padre. Representan los descansos y oportunismos que se pierden por ser padre.
(3: No quiere perder  2: Algunas concesiones 1: Dispuesto a perder todos  0: No computa)
PH: Pérdidas del hijo. Representan las oportunidades que se pierden por ser hijo.
(3: No quiere perder 2: Algunas concesiones 1: Dispuesto a perder todas 0: No computa)
VP: Vergüenzas del padre. Representan los silencios a los que se deben algunos padres.
(3: Muchas vergüenzas 2: Algunas 1: Ninguna vergüenza o silencio 0: No computa)
VH: Vergüenzas del hijo: Representan los silencios a los que se deben algunos hijos.
(3: Muchas vergüenzas 2: Algunas 1: Ninguna vergüenza o silencio 0: No computa)
AP: Amor de padre: Es la descarga afectiva de un padre.
(3: Total  2: Parcial 1: Ninguno o escaso 0: No computa)
AH: Amor de hijo. Es la descarga afectiva de un hijo.
(3: Todas 2: Algunas 1: Ninguna o muy pocas 0: No computa) 

Pienso que en las relaciones entre un padre y sus hijos debe primar siempre la justicia y el equilibrio de una balanza, donde un platillo sea asignado para colocar lo que resta (PP, PH, VP, VH, PP, PH), mientras que el otro platillo debe ser asignado para colocar lo que suma (BP, BH, EP, EH, AP, AH). A ello me refería cuando titulaba esta entrada "CÓMPRATE UNA BALANZA SI QUIERES SER PADRE).

Ahora tenemos que calcular la CE (Constante de Equilibrio), que es igual a:

                    CE = (BP, BH, EP, EH, AP, AH) - (PP, PH, VP, VH, PP, PH)

Ahora razono mi planteamiento sobre cada variable y  le doy un valor (3,2,1,0):

      BP:   Razonamiento                                                          Valor   (   )
      BH:  Razonamiento                                                          Valor   (   )
      PP:   Razonamiento                                                          Valor   (   )
      PH:  Razonamiento                                                          Valor    (   )
      EP:   Razonamiento                                                          Valor   (   )
      EH:  Razonamiento                                                          Valor   (   )
      PP:   Razonamiento                                                          Valor   (   )
      PH:  Razonamiento                                                          Valor   (   )
      VP:  Razonamiento                                                          Valor   (   )
      VH: Razonamiento                                                          Valor   (   )
      AP:  Razonamiento                                                          Valor   (   )
      AH: Razonamiento                                                          Valor   (   )


Calculamos CE, pudiendo surgir tres situaciones:


 1. CE > 0 : Esto nos indica que vamos a tomar la mejor decisión.
 2. CE = 0 : Esto nos indica que aún no hay decisión, no es el momento o se necesita ayuda.
 3. CE < 0 : Esto nos indica que vamos a tomar la peor decisión o va a tener consecuencias negativas.

Ahora os propongo hacer un ejercicio práctico:

Ejercicio A:  Joven de 18 años que confirma el embarazo de su novia de 16 y no sabe qué hacer:

BP: Quiero ser responsable desde mi primera oportunidad para ser padre (3)
BH: No computa, porque el hijo no puede reflexionar ni aportar al no haber nacido (0)
PP: Abandono mis estudios, sacrifico la confianza con mis padres y busco un trabajo (1)
PH: No computa, porque el hijo no puede reflexionar ni aportar al no haber nacido (0)
EP: Disminuyen mis aspiraciones profesionales, pero soy fiel a mis principios (3)
EH: El hijo no puede hacer ningún equilibrio porque no ha nacido (0)
PP: Quizás tenga algún tiempo para mí ni para mis amigos (2)
PH: El hijo no pierde oportunidades porque no ha nacido (0)
VP: Se me va a señalar por haberme precipitado en mi relación (2)
VH: El hijo no puede tener vergüenzas manifiestas porque no ha nacido (0)
AP: Desde ahora me voy a descargar en mi hijo y voy a demostrarle cómo se debe ser padre (3)
AH: El hijo pudiera manifestar algún amor pero no se manifiesta por no nacer (0)
                
          CE = (BP, BH, EP, EH, AP, AH) - (PP, PH, VP, VH, PP, PH)
          CE = (3, 0, 3, 0, 3, 0) - (1, 0, 2, 0, 2, 0) = 9 - 5 = 4  

Al calcular CE, nos encontramos que CE > 0 : Esto nos indica que vamos a tomar la mejor decisión.


Aplica esta Física de las relaciones humanas una vez te hayas comprado una balanza moral y de actitudes, para que el equilibrio de tus decisiones se equipare a las aspiraciones de tu hijo o hija y no se pierdan oportunidades de desarrollarse ni momentos de crecimiento de la relación, manteniendo la expectativa y adelantándose a cualquier riesgo, siempre que hagamos un análisis -con tiempo y dedicación- a la situación que se nos plantea en nuestra vida como padres.

Sólo aplica la fórmula y ya está, sigue el ejemplo y encontrarás una oportunidad para crecer en el hoy y por siempre todavía. 

Felicidades, en el día de hoy, a todos aquellos padres que quieren ser físicos y balancear su vida en la vida de sus hijos, una asignatura pendiente en la Física de la vida y de las relaciones humanas.



Juan Aranda Gámiz.

jueves, 14 de junio de 2012

¿SE FORMAN ARRUGAS EN NUESTRO CEREBRO?

La corteza cerebral, una capa de substancia gris que tapiza la superficie del encéfalo, está dividida por cisuras y surcos en lóbulos y circunvoluciones, pretendiendo que cada neurona de nuestro sistema nervioso central tenga su habitáculo natural y pueda desarrollarse a plenitud. Es una parte esencial de nuestro sistema nervioso central y es el principal motivo por el que somos capaces de regular la función de todos nuestros órganos y relacionarnos con el mundo exterior.

A veces me he preguntado si en la corteza cerebral se formarán arrugas, entendiendo por arruga todo pliegue que se forma durante el proceso de envejecimiento, como consecuencia de pérdida de líquido y ello conlleva una falta de elasticidad.

En este momento pienso en aquellas personas que viven haciendo daño sin arrepentirse, porque es un impulso que no pueden controlar y que sienten un placer con el dolor ajeno, o en aquellos otros que se olvidan con frecuencia de todo y de todos, arrepintiéndose mal y tarde, pues al vivir con este grado de perversión en la corteza cerebral, agotada por tanto trabajo mal intencionado, debe haber una pérdida normal de líquido, evaporado  por el sufrimiento interno que no se manifiesta, dando lugar a esas posibles arrugas que permanecerán de por vida.

Hay miradas con envidia que también provocan deshidratación y me imagino que pueden hacerse visibles las arrugas en cualqueir resonancia magnética del cerebro, aunque no me he puesto a buscarlas y sería interesante hacerlo.

En muchas ocasiones engañamos con un arte  inusual y no manifestamos ningún pesar, es como si la envidia hubiese germinado en alguna neurona, antes que se desarrollaran espacios de solidaridad y apoyo en nuestro cerebro, esa hierba mala que acabó con un espacio dedicado a nuestra vida social, secándose un área adicional de nuestro cerebro y provocando nuevas arrugas en la corteza cerebral.

Vivimos, la mayor parte de nuestro tiempo, para nosotros mismos y con el único propósito de realzar nuestro ego, sentirnos aplaudidos y sacar pecho cuando caminamos, como si tuviésemos personas aplaudiendo constantemente a nuetro alrededor. Esto permite que otros departamentos de nuestra corteza no se desarrollen, porque sólo actúa la vanidad y el egocentrismo, secándose la fraternidad o la habitación donde viven la humildad y la franqueza, por lo que empiezan a arrugarse las calles donde viven estas virtudes y valores.

Hay momentos, en nuestra vida diaria, que dejamos hacer o correr cualquier comentario, actitud negativa, manipulación o adjetivo, pudiendo haber intervenido a tiempo, pero no queremos comprometernos por miedo a ser señalados o impulsados por prejuicios que nos mantienen al margen de las circunstacias del otro y su propio dolor; al final llegan a derrumbarse las habitaciones de la corteza cerebral donde viven la cordialidad, el apoyo y el compañerismo, produciéndose arrugas y no permitiendo que se desarrollen en nuestro día a día.

Es un argumento cotidiano el que algunas personas pierdan la confianza en sí mismos y en todo lo que les rodea por que hay líderes, que nosotros impulsamos con nuestros votos, en una sociedad con democracia participativa, pero que nunca cumplieron con el rol previsto en nuestra intención de voto y ahí empieza a arrugarse la calle de la confianza y de la ética, apareciendo arrugas que son difíciles de tratar.

Creo que las diferencias de clases y los fenómenos sociales que están apareciendo en nuestros días son una llamada de atención a un mundo en donde, si se hiciese un estudio radiológico, encontraríamos cerebros con cortezas muy arrugadas por la despreocupación y el quemeimportismo, el abandono y la indiferencia, el rencor y los despropósitos, las desilusiones y el odio, las diferencias que hallamos donde todos somos iguales y las singularidades que algunos pretenden destacar sobre otros, cuando todos somos parte de un mundo tan plural, como diverso y complementario.

Por tanto, creo que debiésemos hidratar nuestra corteza cerebral con jeringas cargadas de entusiasmo y felicidad, administrándonos una ampolla mensual, otra dosis de veracidad, proyección y auto-dominio cada año, así como un suero de servicialidad y comunicación, mezclado con electrolitos de respeto y convivencia, añádiéndole un poco de las vitaminas de sensibilidad y tolerancia, cada 2 años.

Sólo cuando nos sintamos más veraces e integrales, más cercanos y oportunos, con mayores opciones de proximidad y vocación de servicio, más realistas con nuestro rol y mucho más soñadores con las aspiraciones del otro, más complementarios e inclusivos, más oportunos y compañeros, más auto-críticos y con mejor auto-estima, más conocedores de nuestro autoconcepto y más impulsores de ls mejores sensaciones y percepciones, es porque nuestro cerebro, a nivel de la corteza, será más elástico y estaremos destruyendo esas arrugas que tanto daño nos hacen en un mundo de iguales y al que debemos aportar para que otros lleguen a ser mucho más que nosotros, pudiendo derramar más de lo que recibimos, con el único propósito de que otros puedan empaparse más de lo que nosotros pudimos hacerlo, para bien de quienes le sigan admirando y siguiendo en el hoy y por siempre todavía.

Si nos vemos arrugas, sinceramente, es porque estamos envejeciendo en nuestra capacidad de seres sociales, envejece nuestro proyecto de vida y nuestro aporte al bien común, envejeciendo al mismo tiempo nuestra ilusión por recibir, ya que no estamos aportando nada y envejeciendo, al fin y al cabo, nuestras oportunidades para crecer porque no estamos dispuestos a chupar todo lo bueno que nos aporta la vida, cuando nos presenta a los demás, otros seres humanos que encontraron en nosotros las bondades para imitarlas y nuestras miserias para rastrearlas y cargar el coche de la basura y disponerlas en algún lugar cercano, con guardias para que no pudieran escapar, volatilizarse e impregnar otras cortezas cerebrales, arrugándolas de vanidades y materia superflua que nos hace más distantes, voraces, rigurosamente competitivos y nos transforma en seres menos humanos y cercanos.

Así que mi recomendación es que acudan al médico que trata las arrugas de vuestras cortezas cerebrales, el silencio para analizar nuestra conducta y nuestro rol, como parte de nuestro propio proyecto de vida, sacando conclusiones que nos permitan actuar como lo que somos, seres vivos solidarios, entregados y sensibles, en un mundo que nos necesita con surcos y circunvoluciones, con cisuras y no con arrugas en nuestra corteza cerebral, pues de ahí dependerá nuestro éxito en nuestra vida de relación, función real de nuestro sistema nercioso central.




Juan Aranda Gámiz. 

viernes, 8 de junio de 2012

SOLO HAGO MI TRABAJO

Qué falta hace reconocer que tu vida tiene un valor por lo que eres y por lo que aportas, por lo que tu deuda con la sociedad puede ganar o perder valor, todo depende de si tu empeño y tu formación diaria se convencen  de que estás creciendo como ser humano y eso se refleja en tu aporte diario y en la respuesta serena y fría que debiéramos dar si nos preguntaran ¿cómo te va? y contestásemos "sólo hago mi trabajo".

Queremos ser eruditos en todo y expectantes de todos, por lo que adoptamos diferentes roles que escapan a nuestro terreno de aprendizaje, más allá de que estemos abiertos a influencias y deseemos seguir llenando nuestro bagaje cultural y profesional. 

Hay días que vigilamos y otros que revisamos, algunos otros encuestamos y pocos criticamos, pero todo podríamos hacerlo después de que terminemos nuestra tarea diaria diciendo "sólo hago mi trabajo".

Hacer sólo mi trabajo significa que soy capaz de dar lo máximo como ser humano, al servicio del otro, manifestándome con sensibilidad, proximidad, comprensión y cordialidad, pero al mismo tiempo también implica aportar en mi vida profesional o en la actividad que desarrollo a diario, con el máximo de eficiencia y calidad, mejorando siempre lo aprendido para regalar ese plus que nos descubre como entusiastas del aprendizaje continuo y prestos a condicionar una enseñanza actualizada, basada en la evidencia, descubriendo los vacíos que han de rellenarse con el esfuerzo y la investigación diaria, a fin de que nuestros alumnos o quienes nos miran y escuchan tengan la convicción plena de que nuestro trabajo estuvo pleno de esfuerzo, dedicación, reflexión, compromiso y entrega.

Cuando digo "sólo hago mi trabajo" es porque también llego a casa, después de cumplir las dos tareas anteriores, para llenarme el depósito de responsabilidad y participación en la vida de la familia, removiendo banderas sexistas para llenar espacios de cariño y consejos, imprimiendo ejemplo y soporte para tus hijos, llevando apoyo y cercanía a todos tus familiares, allí donde seas necesitado y tu presencia sea capaz de despertar un minuto de esperanza y desahogo.

Repetir "hago sólo mi trabajo" es también prepararte para opinar con libertad, participando activamente en la construcción de una sociedad del mañana, donde las libertades y las oportunidades sean la llave para abrir caminos que llenen los objetivos de las nuevas generaciones.

Pero decir, a últimas horas de la noche, que "hago sólo mi trabajo" es soñar con que cumpliste tus propias expectativas y esperar hacerlo mejor el día de mañana, porque de ilusiones y sueños debe cargarse la monotonía del mundo en que vivimos.

Y habrá días en que no tengas horas de trabajo activo y puedas dedicarlo a liderar grupos o incluir personas marginadas, convocar oyentes ante la lectura del evangelio o integrar movimientos a favor de una necesidad no satisfecha, porque eso da sentido a nuestro rol social.

Y si aún te queda tiempo, gritar que "sólo hago mi trabajo" significa leer en las conductas y las actitudes para prepararte y mejorar, porque en algún momento debe haber alguien que te necesite y sólo con tu observación podrás devolverle lo aprendido, sólo así comprenderá que dices la verdad cuando respondes "sólo hago mi trabajo".

Al fin, llegan las vacaciones y entonces hay momentos para sacrificar el sol, el monte o la playa, por minutos de atenta escucha de historietas repetitivas que cuentan nuestros mayores, para coger del brazo a una persona abandonada y regalarle una hora de tu paseo diario, para mantener un hábito casero de lectura y discusión con los tuyos, lo que servirá de ejemplo para los más pequeños y también comprenderán tu respuesta constante "sólo hago mi trabajo".

Y hasta en las oraciones se debe pedir por todo aquel que esté lejos o cerca, siempre necesitado, aunque debe abrirse una ventana para pedir fuerzas y no fallar en tu asignatura pendiente cuando te examine un hijo, un abuelo, un hermano o un compañero, pudiendo validar siempre tu respuesta "sólo hago mi trabajo".

Al morir, antes de expirar, habrá que mirar a tu alrededor y esperar que los demás te puedan decir, con la boca llena y el alma satisfecha "te echaremos de menos, pero te puedes ir en paz porque sólo hiciste tu trabajo".


Juan Aranda Gámiz

domingo, 3 de junio de 2012

PIENSO, LUEGO LO ESTROPEO

Es habitual enfrentarse a un proceso de toma de decisiones y razonar sin fin lo que vamos a hacer, con lo cual se rompe la carga especial del momento y entramos en un juego donde el viento de los intereses personales te arrastra hacia un lado y los conformismos y prejuicios lo hacen hacia el lado contrario, con lo que permanecemos quietos, casi paralizados y no ofertamos respuestas al problema que se nos presentó.

Qué difícil resulta -a veces- hacer algo tan fácil como dejarse llevar por ese primer impulso, cuando se trata de alegrar o impulsar, pues con una palmetada en la espalda, un grito de apoyo o dando el primer paso, se transmite serenidad y soporte, dos compañeros de viaje tan importantes para lanzarte a actuar de la misma manera con quien te solicite una actitud similar o te pida una respuesta concreta.

Parece increíble que antes de intervenir para auxiliar se nos atasque la saliva pensando si estaremos interfiriendo en una relación que el momento transformó en discusión y creemos que el resultado es cosa de esos dos seres humanos que, en el fondo, tendrán sus motivos y sus razones para llegar a conocerse mejor sin interlocutores ni intrusos.

Hay reacciones cojas por lo que tardan en manifestarse y, cuando lo hacen, son tibias y están sesgadas, con lo cual no convendría pensar antes que intervenir, pues faltaría objetividad en las miradas y eso es lo que ocurre cuando una pareja discute y tu sexualidad quisiera justificar el comportamiento de tu par, discriminando las apreciaciones y justificaciones de una mujer incomprendida.

Nos cuesta trabajo aceptar la apreciación de un hijo que quiere dialogar a partir de una pregunta, haciendo más ancha la banda generacional entre padres e hijos, en lugar de aportar con comprensión y paciencia, que son los dos piercing con los que se van a presentar orgullosos en la sociedad que se ha diseñado para ellos.

Tenemos una conducta ignorante por no analizar factores determinantes o de riesgo en las diferentes etapas de la vida y que están asociados a la ocurrencia de enfermedad o muerte, como cuando un abuelo nos dice que las heces son de color negro y no está tomando hierro, pudiendo detectar a tiempo un sangrado digestivo si le llevamos al profesional médico o al servicio de emergencias, pero se pensó tanto en que no le iba a pasar nada y que podía ser consecuencia de las espinacas o una deposición anómala, que le complicamos la vida.

Algún amigo nos dijo alguna vez que estaba cansado de la vida y aceptamos su discurso con la carcajada de un chiste extraído del humor negro, pero temblamos cuando leemos la nota mortuoria en el periódico del día siguiente; no fuimos sensatos y oportunos para preguntarle sobre su estado de ánimo porque sólo quería descargar su historia de vida de deshecho, arrinconada por tanto tiempo, pensando que nos podía tildar de curioso o interesado en conocer más allá de lo permisivo.

Llevamos a los niños de la mano izquierda cuando caminamos por la acera de nuestra derecha, con lo que los exponemos a un accidente de tráfico, pensando que nos puede quedar libre nuestra mano derecha y que les puede dar el sol, sólo reflexionamos cuando se sueltan, invaden la carretera o escuchamos el frenazo brusco de un chófer, antes de golpearle con el capó y hundirnos en una soledad de conciencia.

Antes de probar un plato de comida tenemos la sensación de que algo anda mal y sin embargo comemos, porque pensamos que puede ser una falsa apreciación, en lugar de preguntar o revisar el empaque, creyendo que no deberíamos actuar con sospecha en un lugar público y luego nos quejamos deshidratados por una descarga colónica líquida y desafiante.

La primera vez que conocemos a alguien sentimos un aura de la que dudamos y, sin embargo, pensamos en concederle una oportunidad sin tener de referencia nuestra apreciación, fruto de consejos, experiencias y aprendizajes previos, por lo que podemos ser presa de encuentros en la tercera o cuarta fase, alejándonos de nuestra paz interior y presos de coyunturas.

Hay escolares que no responden en su ejecutoria académica y nunca le dirigimos preguntas porque pensamos que los padres nos van a cuestionar nuestro acercamiento, pero ahí esté el principio de un cambio si encuentra alguien motivado fuera de las paredes de su casa y le puede narrar su triste realidad.

No leemos los dibujos ni los mensajes, porque pensamos que son el reflejo de un estado de ánimo y que todos podemos atravesar ese barranco de incertidumbre, pero si nos preparamos estudiando las señales básicas para detectar riesgo tenemos que seguir a nuestro impulso y hacernos presentes interpretando ese garabato, porque puede convertirse en un mensaje subliminal que salve una vida asustada.

Por eso creo que cuando pienso, si estoy preparado para reconocer el riesgo en ese primer momento, lo estropeo, ya que en esos segundos empiezan a llegar dudas e interrogantes que nos planteamos y terminamos por perder la oportunidad de hacer algo. 

Esto, que parece tan fácil, es muy difícil porque nos exige auto-formarnos en el día a día, en modo integral, abrirnos una cuenta corriente de posibilidades de capacitación, a fin de que seamos capaces de socializar nuestra ayuda y nuestro apoyo preventivos, pero eso ocurrirá si seguimos a nuestros impulsos y aprendemos que seremos mejores personas si somos seres humanos cada día más integrales, pues -al fin y al cabo- eso es lo que los demás esperan de nosotros, un legado de saber intervenir en el momento oportuno con la lectura de los gestos, interpretando su vida como si la nuestra estuviera en riesgo.

Cada año podemos revisar el balance de nuestra cuenta y encontraríamos intereses de agradecimiento, regalos hechos a mano o un desconocido que quiso visitarnos para mirarnos con la alegría de quien halló lo necesario para seguir luchando.

No sigamos estropeando nuestro arranque por miedo a prepararnos para servir y colaborar, sostener y escuchar, ver y oír atentamente, leer en el vacío y reconocer en la distancia, sentir el miedo y presentir los silencios, esa enciclopedia de gestos y momentos que nos enseña a ser mejores seres humanos y verdaderos ciudadanos, creando la escuela del ejemplo, ese vademécum en el que encontramos sentido a las actitudes del otro porque comprobamos el resultado en nosotros mismos.

Decía Gila, a quien me referí en una anterior entrada, en uno de sus brillantes monólogos que desarrolló en un escenario bélico : "La guerra nos va mal, porque se nos acabaron las balas y lo primero que se nos ocurrió fue disparar con supositorios, pero en lugar de matarlos los estamos curando".

Esa actitud espontánea, primigenia, impulsiva, es la que debemos incorporar en nuestra vida, procurar salvar la integridad del otro aunque seamos seres diferentes y envidiosos, competitivos y posiblemente individualistas, porque algún día llegará a ser la esencia de una verdadera convivencia y ello nos permitirá seguir creciendo como seres humanos en el hoy y por siempre todavía.

Juan Aranda Gámiz