Hay muchas personas que pasan todo el día pretendiendo vivir en la más triste y ensombrecida soledad, porque les da miedo o cierto reparo compartir su tiempo y sus experiencias, pareciendo que se van a tiznar de alegría o movimiento.
En este propósito de aislarse de todo y de todos cabe siempre un remordimiento por lo cometido y, aparentemente olvidado, por lo prometido y nunca cumplido, por lo acaecido y nunca desmenuzado, por la apatía nunca explicada, por las decisiones que nunca germinaron o por las relaciones menos compartidas.
Por esto mismo, muchos hermanos no quieren ver a sus propios hermanos, surgiendo la rivalidad y los celos como motivo principal de discordia, cuando no es la herencia o la maldad de un gesto, previamente premeditado. Y es entonces cuando nos preguntamos si hay algo de herencia en estas frases "No le digas que estoy aquí" y eso quiere decir que no quiere verles ni tocarles, hablarles y mucho menos compartirles.
A veces, los hijos no desean rozarse con los padres ni sentir su perfume, aunque estén sentados esperando, muy a pesar de lo que fueron y nunca reflexionaron ni se propusieron mejorar, ya que el paso de los años sedimenta y permite que la sensibilidad vuelva a envolver sus cuerpos y es entonces cuando decimos "No le digas a mis padres que estoy aquí".
Por ello creemos que vamos a reabrir heridas y que los temas de conversación se van a repetir, pero en el fondo es un sentimiento de dolor que nos corroe por dentro y no queremos desprendernos de él, ya que nos sentimos humillados, maltratados, comparados o marginados en nuestro propio hogar, desde nuestra óptica y ahora no deseamos perdonar "a secas", con lo dispuesto que está el perdón a que compremos todos los días un cuarto de kilo para brindárselo a quienes nunca lo esperaron de nosotros.
Qué simpático quedaría que a unos padres se les dijese "Ya todo está perdonado y ahora quiero deciros que estoy aquí y que voy a abrazaros, porque vosotros lo necesitáis y mi cuerpo me lo pide a voces".
Hay seres humanos que tratan a las mascotas con menosprecio y siempre expresan lo mismo "No le digas que estoy aquí", porque me va a rondar y luego va a estar llorando cuando me vaya, cuando lo importante es regalar presencia y cariño, aunque sea a cuentagotas, ya que la bondad se siente y los regalos del alma motivan a todos los animales sobre la tierra.
Y hay también quien le dice a su familiar, "si sales al patio, no le digas a las plantas que estoy aquí", porque llevo la mala suerte conmigo y se van a secar, cuando las plantas se colorean de verde y toman una tonalidad brillantes cuando escuchan nuestra voz y lo único que esperan es el roce de nuestras manos en sus hojas y sus flores para seguir embelleciendo ese espacio de nuestra casa.
Hay abuelos que les dicen a los padres de sus nietos "No le digas que estoy aquí" y los más pequeños siguen jugando pero con la esperanza de que un abuelo-a les ayude a mover el tren pesado de juguete y les cuente historias en voz baja, porque eso les llena de vida y también les ayuda a crecer mejor.
Hay seres humanos sin corazón que menosprecian la cercanía o titubean, muy de cerca, cuando algún familiar está enfermo y no se acercan porque tienen miedo de ser rechazados o de complicarles más la existencia con su propia presencia, porque eso trae al momento historias vividas de una vida pesada, a veces turbulenta y cargada de pesares.
Lo importante, siempre, es disculpar en silencio y brindarles una sonrisa, porque eso es parte del complejo de pastillas que se toma en ese momento, sabiendo que la presencia convencida ya es una reconciliación esperada y vivificada.
No podemos aceptar a hijos que llegan a una residencia a dejar algo de ropa o un poco de comida para su familiar y que le digan a los responsables "No le digas que estoy aquí", porque los abuelos no necesitan regalos sino presencia y sostén, no desean comida sino alguien que les escuche y no precisan cantidad sino calidad, pues luego la soledad se encarga de amargarles, poco a poco, su triste existencia.
Si piensas llegar a tener más de 75 años, con la paz interior de quien cree que ha hecho las cosas lo mejor que ha podido, no hables con palabras altisonantes "No le digas que estoy aquí", procura hablarles al oído y decirles, con toda la calma y la felicidad del mundo "Ya estoy aquí y lo primero que hago es venir a verte, porque lo necesito desde lo más profundo de mi corazón".
Todos somos responsables de que otros digan "No le digas que estoy aqui", pero alguien debe dar el primer paso para que el encuentro se transforme en miradas y estas en perdón, que nunca será olvido hasta que los gestos no demuestren con seriedad que la única verdad es, y siempre será, el ánimo predispuesto para "desear estar ahí y sin deseos de escaparse".
Todos somos responsables de que otros digan "No le digas que estoy aqui", pero alguien debe dar el primer paso para que el encuentro se transforme en miradas y estas en perdón, que nunca será olvido hasta que los gestos no demuestren con seriedad que la única verdad es, y siempre será, el ánimo predispuesto para "desear estar ahí y sin deseos de escaparse".
Tu amigo, que nunca te falla.
JUAN