“NO ESPERAR QUERER” O “NO QUERER ESPERAR”
Por Juan Aranda Gámiz
Hay quienes
dicen que “no esperan querer” porque ya quieren lo suficiente o porque la vida les ha
cubierto de parabienes y no tienen esa necesidad a flor de piel. Es como si
nuestro estado actual fuese el que siempre deseamos y no tuviésemos la
obligación auto-impuesta de seguir queriendo.
Para todos ellos quisiera decirles que hay que tener el corazón plenamente abierto,
pues podemos empezar una relación que tenga un fin anunciado o que el destino
nos obligue a interrumpirlo, pero lo que se gana no es un balance final sino el
peso de una entrega incondicional que fue capaz de llenar y satisfacer a quien
se comprometió en compartir su vida a nuestro lado, por un momento o por toda
nuestra existencia.
Decidir “seguir
queriendo” es una apuesta por la verdad que queremos repartir y la
predisposición que tenemos a aceptar lo que nos toque de esa otra verdad de los
demás que también queremos hacerla nuestra.
No podemos
negarnos a tiznar otros corazones amigos con nuestra bondad ni a que se nos
coloree nuestra alma de esos rasgos que son dignos de fotocopiar y que
rejuvenecerían nuestras ilusiones y expectativas, en un mundo tan convulso,
marginal, solitario y material como en el que vivimos.
Hay personas que
“no quieren esperar”
y la angustia los envuelve porque lo inesperado se transforma en un estrés
vital que condiciona su existencia, pues pensar en algo que pudiera llegar a
ocurrir les altera su estado de ánimo y saber que están esperando algo les
provoca una inquietud que repercute en su estado de equilibrio mental.
A veces, nos da
miedo esperar
una ruptura o un adiós, porque nos sentimos en la soledad de nuestra propia
existencia, al haber entregado todo aún a costa de no haber recibido tanto a
cambio, pero es bueno pensar que se debe esperar siempre y cuando estemos
dispuestos a esperar seguir queriendo.
No podemos iniciar la aventura de un
acercamiento si pensamos constantemente en la idea de que puede terminar a
corto plazo, pues el valor del riesgo
asumido está en conocer nuestras potencialidades y vacíos que se puedan
complementar con la presencia del otro.
Debemos estar
dispuestos a querer esperar
para que otros entiendan que en la paciencia y tolerancia puede estar la
recompensa de lo que buscamos, ese objetivo que nunca se cumplió o esa otra
aspiración que jamás se llenó.
Pero, al mismo tiempo, hay que “saber esperar” y no procurar
desear lo imposible ni restarle a los demás oportunidades, pues la única manera
de crecer debe ser encontrarse a uno mismo viendo crecer a los demás y
considerando que nuestra presencia fue importante para que el otro alcanzase
sus logros y sus metas.
Cuando somos
niños “no sabemos esperar”,
pero conforme vamos envejeciendo
aprendemos a “no esperar saber”, porque no nos preparamos para la despedida
en el último caso y porque necesitamos crecer corriendo para saltarnos edades
de nuestra vida, en el primer caso, como si el crecimiento fuese una carrera de
obstáculos que hay que evitar o si el envejecimiento fuese sólo un túnel al que
entramos sabiendo que nunca encontraremos la luz.
Muchos enfermos
terminales o con cáncer “no saben esperar” esa oportunidad que la vida tiene
reservada para los que demostraron más fe o constancia y la gran mayoría “no esperan saber”, aunque lo ideal es tener la
oportunidad de planificar tu existencia de acuerdo a tus propios condicionantes
y evitar la angustia mientras tengas la oportunidad de acercarte a los demás,
después de discutir contigo mismo si en realidad “aún no sabes esperar” o si lo
que deseas es “no esperar saber”.
Así, por tanto, yo “espero querer” a mis seres más cercanos mucho más y, al mismo
tiempo, “quiero esperar” a que los
demás encuentren necesaria mi presencia para que aprenda a complementar a otros y a rellenarme en todo lo que sea
suficiente para que los afectos terminen siendo siempre más democráticos y
sinceros, muy a pesar de las dolorosas circunstancias que nos presente nuestro
día a día.
Tu amigo, que nunca te falla.
JUAN
No hay comentarios:
Publicar un comentario