domingo, 4 de enero de 2015

NO ESPERAR QUERER O NO QUERER ESPERAR

“NO ESPERAR QUERER” O “NO QUERER ESPERAR”

Por Juan Aranda Gámiz

Hay quienes dicen que “no esperan querer” porque ya quieren lo suficiente o porque la vida les ha cubierto de parabienes y no tienen esa necesidad a flor de piel. Es como si nuestro estado actual fuese el que siempre deseamos y no tuviésemos la obligación auto-impuesta de seguir queriendo.

Para todos ellos quisiera decirles que hay que tener el corazón plenamente abierto, pues podemos empezar una relación que tenga un fin anunciado o que el destino nos obligue a interrumpirlo, pero lo que se gana no es un balance final sino el peso de una entrega incondicional que fue capaz de llenar y satisfacer a quien se comprometió en compartir su vida a nuestro lado, por un momento o por toda nuestra existencia.

Decidir “seguir queriendo” es una apuesta por la verdad que queremos repartir y la predisposición que tenemos a aceptar lo que nos toque de esa otra verdad de los demás que también queremos hacerla nuestra.

No podemos negarnos a tiznar otros corazones amigos con nuestra bondad ni a que se nos coloree nuestra alma de esos rasgos que son dignos de fotocopiar y que rejuvenecerían nuestras ilusiones y expectativas, en un mundo tan convulso, marginal, solitario y material como en el que vivimos.

Hay personas que “no quieren esperar” y la angustia los envuelve porque lo inesperado se transforma en un estrés vital que condiciona su existencia, pues pensar en algo que pudiera llegar a ocurrir les altera su estado de ánimo y saber que están esperando algo les provoca una inquietud que repercute en su estado de equilibrio mental.

A veces, nos da miedo esperar una ruptura o un adiós, porque nos sentimos en la soledad de nuestra propia existencia, al haber entregado todo aún a costa de no haber recibido tanto a cambio, pero es bueno pensar que se debe esperar siempre y cuando estemos dispuestos a esperar seguir queriendo.

No podemos iniciar la aventura de un acercamiento si pensamos constantemente en la idea de que puede terminar a corto plazo, pues el valor del riesgo asumido está en conocer nuestras potencialidades y vacíos que se puedan complementar con la presencia del otro.

Debemos estar dispuestos a querer esperar para que otros entiendan que en la paciencia y tolerancia puede estar la recompensa de lo que buscamos, ese objetivo que nunca se cumplió o esa otra aspiración que jamás se llenó.

Pero, al mismo tiempo, hay que “saber esperar” y no procurar desear lo imposible ni restarle a los demás oportunidades, pues la única manera de crecer debe ser encontrarse a uno mismo viendo crecer a los demás y considerando que nuestra presencia fue importante para que el otro alcanzase sus logros y sus metas.

Cuando somos niños “no sabemos esperar”, pero conforme vamos envejeciendo aprendemos a “no esperar saber”, porque no nos preparamos para la despedida en el último caso y porque necesitamos crecer corriendo para saltarnos edades de nuestra vida, en el primer caso, como si el crecimiento fuese una carrera de obstáculos que hay que evitar o si el envejecimiento fuese sólo un túnel al que entramos sabiendo que nunca encontraremos la luz.

Muchos enfermos terminales o con cáncer “no saben esperar” esa oportunidad que la vida tiene reservada para los que demostraron más fe o constancia y la gran mayoría “no esperan saber”, aunque lo ideal es tener la oportunidad de planificar tu existencia de acuerdo a tus propios condicionantes y evitar la angustia mientras tengas la oportunidad de acercarte a los demás, después de discutir contigo mismo si en realidad “aún no sabes esperar” o si lo que deseas es “no esperar saber”.

Así, por tanto, yo “espero querer” a mis seres más cercanos mucho más y, al mismo tiempo, “quiero esperar” a que los demás encuentren necesaria mi presencia para que aprenda a complementar a otros y a rellenarme en todo lo que sea suficiente para que los afectos terminen siendo siempre más democráticos y sinceros, muy a pesar de las dolorosas circunstancias que nos presente nuestro día a día.

Tu amigo, que nunca te falla.


JUAN


No hay comentarios:

Publicar un comentario