Estimado amigo:
Hoy quiero compartir contigo esta carta, cargándola de mensajes para saborearlos y palparlos, de los que no se degluten ni escuchan, porque es el momento de escribir un relato pleno de entusiasmo y empuje.
Hoy
estoy reflexionando sobre la verdad que no se comunica y se convierte en moneda
de cambio, con la que se encubre la pobreza registrada y las tierras
inundadas, esa que oculta la miseria visible y nunca presentada en público.
Estoy
cansado de un mundo desigual que dedica palabras a la
contaminación atmosférica y en la atmósfera más cercana nos olvidamos de los
contaminantes de carne y hueso que, día a día, nos tildan de incapaces porque
cuestionamos y nos marginan porque levantamos polvo.
Quisiera
decirte que soy de un mundo donde la felicidad es la palabra que más se lee en
las tarjetas de Navidad y, sin embargo, es el espacio donde más se pelea por
sobrevivir en el lodo y donde más se reza por la humildad que habla en
solitario.
Vivimos
muchos aquí abajo y pareciese que no todos tuviéramos capital invertido y
muchos toman las acciones de los demás porque se creen con voz y voto,
queriendo hacer legal su posesión para etiquetar su paso por este mundo de
emprendedor avispado.
Nadie
entiende quién quiere a quién y quién se odia a sí mismo.
Yo
pregunto a la melancolía si tiene derecho a voto y me dice la picardía
que ya alcanzó la mayoría de edad hace mucho tiempo.
Te
levantas y vas comprendiendo que la noticia es descubrir que todo sigue igual, que
algunos entienden que han recibido autorizaciones encubiertas que no saben
gestionar y que es muy fácil culpar a los demás cuando las cosas no mantienen
un equilibrio y desequilibrarse cuando los otros vuelven a estar equilibrados.
Se
corretea y se duerme poco, se aplauden las miserias escondidas y se olvidan los
gestos solidarios, se vive más pendiente de la papeleta electoral
que de las oportunidades sociales y se genera más entusiasmo en “vivir de” que
en “vivir con”.
Hoy
día no somos capaces de inventar porque pareciese que nos inventaron el mundo
que debía ser y nadie descubre nada nuevo porque todos nos
conformamos con lo que el mundo parió hace muchos siglos.
Nos
ahoga dormir porque perdemos el tiempo y nos inquieta superarnos porque no hay
horizontes, nos amilana la palabra construida porque nadie desea
escribir y nos ofende la actitud noble porque aspiramos a ser diferentes, sin
saber por qué ni para qué.
Poca
gente trabaja y, quien lo hace, controla que nadie le arrebate el oportunismo.
Mucha
gente espera y, quien lo vive, tararea la misma canción que otros intentan
solucionar en mesas de trabajo, esas que dan dinero como fruto y popularidad
como un empeño.
Los
jóvenes dicen que no quieren estudiar porque hay que trabajar y para
eso ya están los reality, que convencer no es tarea ciudadana porque para eso
están los mítines y que ahora los jabones sirven para enjuagar el pasado y
dejarlo limpio.
No
sé si tener amigos es una tarea pendiente, pero al menos no es
una prioridad porque se enseña a desconfiar de todo y de todos.
Los
hijos aprenden de las empleadas y los abuelos de quienes les brindan asistencia, porque reciben un sueldo, a los paseos
se los comieron las avenidas y a los jardines los centros comerciales, dar los
buenos días en la calle ha quedado relegado del diccionario y ahora desayunamos
de pie y sin beso, porque la prisa nos empuja al amanecer.
Nos
hacemos un chequeo para seguir estando y no siendo, lloramos porque queremos
ser igual que el que no tiene claro quién es y disfrutamos aplaudiendo a los que
aplauden que les imitemos, digerimos la palabra “saludable” porque
pensamos que moriremos más tarde y levantamos pesas más veces que a nuestro
hijo, porque vamos aprendiendo a hacer “lift weights”.
Desconocemos
lo elemental de los sentimientos y nos consideramos normales, estamos
pendientes de nuestros derechos para olvidar nuestros deberes y manifestamos
que somos contrarios a quienes estén en contra de todo, porque así nos mirarán
como seres raros e interesantes, ya que somos incapaces de destacar por nuestro
propio esfuerzo.
Arrinconamos
los afectos y le llamamos “el signo de los tiempos”, ponemos los abrazos en los
libretos de campaña y las tertulias ya
se encargarán de domar tu carácter crítico, lo que para otros será
una actitud irascible y rebelde porque pensar y cuestionar es filosofía animal
y del campo más rupestre.
Leemos
de memoria lo que otros no se creen y caminamos sobre las huellas de quienes
nos amilanan y callan, tapamos las voces como otros tapan las
nuestras y aplaudimos las reuniones donde se arrebatan libertades y seguimos
hablando bien del progreso.
Estimado
amigo, no sé qué será del niño que quiere ser arquitecto del mañana y
construir una casa en el vacío, para que no se llene de lo ajeno, o del joven
que anhela convertirse en un médico que descubra la vacuna contra la injusticia
moral, porque les estamos obligando a estudiar cómo hacerse grandes y no les
estamos permitiendo soñar en libertad
Quisiera
enjabonar al mundo y sus residuos, lavar las diferencias y estrujar
las mentiras, restregar las opiniones que dejan pasar el hambre y la penuria y
dejar airear el poder que crea distancias, para que la luz solar evapore los
sinsabores que hacen de este mundo un espacio para el dolor y la reflexión que avergüenza.
Que
nuestro Padrenuestro sea de apoyo y no de palabra, que nuestra limosna sea la
presencia y no la moneda, que nuestra verdad sea la que se espera y no la que
nos sobra.
Tu amigo, que nunca te falla
Juan.