martes, 28 de febrero de 2023

¿Estás dispuesto a dar sombra?

 

Creemos que la transparencia es una oportunidad para que las miradas nos atraviesen y no se detengan en nuestro interior, por un miedo a que en su búsqueda descubran un cuerpo construido con materiales frágiles y sin una mezcla adecuada para prevenir riesgos.

Pensamos que ser transparentes, por estrategia, nos va a permitir pasar desapercibidos y nadie se detendrá a nuestra puerta a pedirnos tiempo ni consejos, una pizca de sabiduría ni un abrazo, aunque este estuviese roto.

Comprobamos que la transparencia es buena para mantener la invisibilidad de nuestros actos, porque la corrupción, el desatino, la manipulación o el instinto animal que arrastramos permanecerán en algún escondite al que no podrán acceder los interrogantes que la vida tiene y que pretende sacar a la luz en cada instante.

Somos testigos de nuestra soledad al pretender ser transparentes, por necesidad, pues manifestamos lo que somos guardándonos lo que nos interesa, damos con una mano lo que ya no puede sostener la que se esconde y conversamos abiertamente de lo superfluo, porque lo importante lo guardamos con la picaresca de sacarle todo el rédito posible.

Vivimos transparentando lo que nos interesa, en un intento calculado de aparentar sin involucrarse, o más bien diría de escuchar sin comprometerse, relatando un falso evangelio de las cosas sin detenerse a  analizar  la penitencia que nos tocará, porque para ello ya podremos transparentar unas verdades a medias que serán también aceptadas por los demás si nos  siguen viendo como "aparentes transparentes".

Sin embargo, esa transparencia no la trasladamos a nuestros actos porque entonces tomaría forma el cuerpo y se haría opaco, llamándonos la atención ese volumen que, al recibir la luz, daría una sombra que siempre vamos buscando.

Preferimos la sombra para cobijarnos por el sol radiante del mediodía o del agua de lluvia que nos empapa sin perdón.

Descubrimos la sombra porque ahí reflexionamos sin estar expuestos y nos descubrimos en nuestras fortalezas y debilidades, identificando el valor añadido de las preguntas que tienen sus respuestas en el mismo silencio.

Agradecemos la sombra porque detuvimos nuestros pasos, abrazamos el calor tan necesario de un refugio y conversamos de nuestro interior, tan olvidado en las carreras diarias y en la superficialidad de los conceptos y los contextos en los que nos vemos involucraos.

Siempre hay que estar dispuesto a dar sombra, porque así es la mejor manera de manifestarnos transparentes en nuestro interior, que es el espacio que realmente merece la pena. 

Creo que para conocer a un ser humano habría que hablar con su sombra  y agradecer su  espacio de vida, escribir sobre su paz interior y ser capaz de dibujar los secretos de su propia sombra. 


Tu  amigo, que nunca te falla



Juan 

lunes, 20 de febrero de 2023

EL SENTIDO DE LA VIDA EN 3 MINUTOS

 Pensamos que se necesita una vida entera para cumplir nuestros propósitos, desarrollar una trayectoria profesional, ver cristalizado nuestro legado o atravesar todas las etapas que están ahí para conocerlas, desde el gateo temprano del infante hasta el apoyo circunstancial en el bastón del envejeciente.

Sin embargo, acostumbramos a pasar de largo por diferentes circunstancias y momentos que engrandecen o nublan nuestro proyecto de vida, olvidando pronto las lecciones que debimos aprender o las estrategias que desplegamos para superar instantes delicados, o de gloria.

Nos declaramos fieles a cualquier propósito cuando nos va bien o somos detractores, a ultranza, cuando nos quedamos sin argumentos para defender una profunda convicción, haciendo tambalear nuestra propuesta existencial, tan necesaria para buscar los recursos necesarios para seguir aportando argumentos sin menospreciar la crítica.

¿Y dónde está el verdadero sentido de la vida?

En algún momento nos percatamos que la vida debe tener un sentido para persistir en nuestro caminar constante y por tantos años, anhelando descubrir rasgos deslumbrantes, oportunidades inolvidables o años de prosperidad y aplausos.

Sin embargo, lo que siempre encontramos son espacios cortos, no más allá de tres minutos, en los que se encierra la lectura de una mirada, el sello de un compromiso o la verdad de un reencuentro.

Y es que son tres minutos los que se le conceden al condenado, en el paredón, para que pida su último deseo, el mismo tiempo que dura un abrazo que busca el perdón o la reconciliación.

Es el tiempo que se tarda en despedir a quien quieres de verdad, mientras las lágrimas se van secando conforme se pierde de vista la figura de la persona amada.

Sólo se tardan tres minutos en entregar un premio de reconocimiento o en sorprenderte, cargado de emoción verdadera, cuando recibes un regalo o descubres un secreto, guardado por muchísimos años.

En esos tres minutos puedes darte cuenta del nacimiento de una teoría, del derrumbe de un mundo por un fenómeno natural o de las intenciones de un asesino, que acabó de cruzarse en tu camino.

Y sólo en tres minutos sacas tus propias conclusiones, expresas tus emociones o te llega a impresionar un gesto, la voz de un desconocido o las gotas de lluvia que, días antes, te mojaban el cuerpo en la playa, antes de evaporarse por el sol del mediodía.

Tres minutos dura el llanto de un niño que nació a la vida, la declaración juramentada de un asesino, ya confeso, un juramento que te permitirá cumplir con la tarea de tu cargo o la interpretación oportuna de un embuste, las doce campanadas de Año Viejo y la nana que te hizo dormir en tus años más tempranos.

Sólo tres minutos dura el dolor de un infarto, la vida de un pájaro atrapado, el instinto encerrado en un salto o el sorbo que te salvó de la deshidratación, el beso espontáneo que iluminó tu existir o la caricia que supo estirar tus arrugas.

Por tanto, y por todo lo que pueda durar sólo tres minutos, ahí se encerrará siempre el sentido de la vida.


Tu amigo, que nunca te falla



Juan