viernes, 31 de octubre de 2014

NO SE PUEDE PREPARAR PARA LO INESPERADO

Somos capaces de estudiar para afrontar la lección y superar la prueba que nos puso el profesor, hasta colocando los signos de ortografía y explicando cada término nuevo.

Somos capaces de prepararnos con la ropa adecuada para un aguacero inesperado, porque debemos ser seres racionales y preparados para las inclemencias del tiempo.

Somos capaces de respirar hondo y atender los reclamos de otros seres humanos, porque necesitamos ser más tolerantes con los demás y callar para otorgar.

Somos capaces de ir con neumáticos nuevos el día que llueve y graniza, porque así evitaremos cualquier percance en cualquier carrera, más aún cuando hay tanta sobrecarga de tráfico en esos puntos del trayecto.

Somos capaces de escribir unos apuntes por si ganamos el premio y nos toca agradecer a cuantos contribuyeron y formaron parte del tribunal que evaluó nuestro trabajo.

Somos capaces de ir a la playa con la toalla ya las gafas, para mirar directamente al sol, el sombrero para que no nos insolemos y el protector solar, por el miedo a las quemaduras solares.

Somos capaces de conducir despacio antes de llegar al paso de cebra, pensando que algún transeúnte va a atravesarla en el preciso instante en que nos acerquemos.

Somos capaces de leer un capítulo extra del manual que nos pusimos a subrayar, porque de ahí vamos a responder el contenido de las preguntas para obtener el permiso de conducir.

Somos capaces de comprar leche porque podemos estar esperando una visita y nos preocupamos de ofrecerles una merienda, como Dios manda.

Somos capaces de ahorrar un poco de nuestro sueldo, porque llegarán las vacaciones y necesitaremos disfrutar con los nuestros, alquilando previamente el local y disponiendo de lo necesario para disfrutar sin preocupaciones.

Somos capaces de dejar de fumar o de beber, porque nos han llamado la atención por los resultados de los exámenes y necesitamos prevenir complicaciones a futuro.

Somos capaces de hacernos preguntas a fin de averiguar si somos lo suficientemente rígidos con la educación de nuestros hijos, exigiéndoles por encima de la templanza de un padre, con el único propósito de que sean mejores seres humanos en el futuro y más capacitados que nadie.

Somos capaces de llamar a la puerta del vecino y preguntar por el enfermo, antes de que algún día pueda morir de forma inesperada y no hayamos tenido la oportunidad de dialogar con él o ella de su patología.

Somos capaces de escribir porque creemos que algo va a pasar y necesitamos que lo sepa todo el mundo, como si al hacernos caso se estuviera evitando un mal mayor.

Somos capaces de dar un beso a nuestra madre en la víspera de su cumpleaños, por el temor de que nos olvidemos el mismo día de su nacimiento.

Somos capaces de aceptar un sorbo de ese vino que no nos gusta, por el simple hecho de pasar desapercibidos y hacer sentir bien a quienes nos invitaron a compartir la mesa.

Somos capaces de bailar una pieza que desconocemos, moviéndonos al ritmo que se mueven los demás, porque así no desentonamos, aunque no sea el modo ideal de hacerlo.

Somos capaces de salir a una manifestación y gritar, aupados por la masa, aún desconociendo los motivos que determinaron tal mecanismo de protesta, pero lo importante es que los demás reconozcan nuestra vena revolucionaria.

Somos capaces de hacer las tareas más delicadas y las más sucias, pero esperando que todo nos ayude a ser mejores y más humildes.

Somos capaces de aceptar una reprimenda, callando y ocultando, porque la sinceridad no se hizo presente en nuestras vidas y creemos que aguantando ya exculpamos nuestra penitencia.

Somos capaces de comer menos que los demás si encontramos que hay quien pasa hambre, porque así nos ubicamos más cerca de la necesidad y el sufrimiento de los demás.

Somos capaces de compartir lo poco que tenemos, porque así podremos hablar de democracia participativa en la calle y con los nuestros, sin ser señalados.

Pero ante lo inesperado es imposible ser capaz, simple y llanamente porque nunca pensamos que podría ocurrir y así no sabemos compartir ni aceptar, se nos hace difícil salir ni bailar, aceptar ni escribir, llamar, estudiar, leer, comprar, ahorrar o conducir, porque simplemente era todo inesperado y no tuvimos acceso a la libreta del día a día, donde debió haber quedado escrito el resumen de lo que estaba por venir.

Tu amigo, que nunca te falla.


JUAN




miércoles, 22 de octubre de 2014

QUIERO CREER QUE CREO

Hay situaciones que te ponen al límite de la fe, porque estás convencido que crees en que toda creencia es inmutable, pero tambalea tu creencia y eso te ubica al filo del concepto de ti mismo, porque no entiendes que la verdad te haya jugado una mala pasada.

Hay momentos en que quiero creer que nada ocurrió porque creo que no debió haber sido así y los momentos se transformaron, en algún momento, en menosprecio y vacíos.

Hay personas en las que se quiere creer porque te demuestran que su propia verdad no la complementan con otras verdades de más peso y, sin embargo, dejo de creer porque sus actitudes son tan dispares de sus propios valores.

Hay días en los que quiero creer que la naturaleza me va a deslumbrar y no puede creer que pueda llover con el nacimiento del sol o que, acostumbrados a ver destellos de luz, se nos despierte el interés por seguir sin creer que todo está ocurriendo a nuestro alrededor.

Hay minutos en los que quiero creer que yo soy yo y que vivo pendiente de las circunstancias de los demás, pero no creo que creer en mí sea motivo suficiente para que otros también crean.

Hay amigos que han dejado de creer en mi y mis relatos, pero quiero creer que ellos y yo debemos cambiar para acercar y estrechar distancias, porque a todos nos va a beneficiar una relación de amistad que entraña silencios y experiencias vivas.

Hay padres que quieren creer y no creen que los hijos siguen creyendo en ellos, porque lo quieren y lo desean, como el primer paso para creen en la vida y los ejemplos.

Hay brisas que quieren creer en las tempestades, pero creen que si el río suena es porque agua lleva, pero al mismo tiempo queremos creer en que no nos deben importar los comentarios y prejuicios, aunque también hay que creer en que quiero creer para poder prevenir situaciones a futuro.

Hay curas que quieren creen en que el mundo va a cambiar desde el púltipo y pronto se convencen que su tarea es seguir creyendo en que creen que los cambios son posibles.

Hay personas necesitadas que quieren creer en que otros creen en un mundo de iguales y diferentes, al mismo tiempo, pero con la envidia y el menosprecio, el aislamiento y las diferencias, empiezan a esforzarse porque no quieren creer que pueden seguir creyendo en que eso es real y probable.

Hay modos y maneras de sentir a los demás y sus verdaderos imposibles, pero lo real es empezar a querer creer que hay mucha verdad en las creencias de que las reacciones se acomodan a las expectativas.

Hay teclas que quieren creer que tocan y pulsan letras de desencanto y rabia, porque hay máquinas de escribir que sólo sirven para detallar lo malo de los demás y evitan señalar lo bueno y maravilloso de todos los que nos apoyan y nos manifiestan su cariño, por lo que seguimos creyendo que creemos en los demás y sus medias verdades.

Hay abuelos que quieren creer que sus familiares saben que existen y no se expresan con la iniciativa de quienes esperan creer que quieren seguir creyendo en todo y en todos, porque la tercera edad tiene mucho de arrinconamiento y poco de creencia y verdad.

Hay embriones que quieren seguir creyendo que pueden llegar a nacer y que los van a querer, porque el simple hecho de creer que creen en las salas de partos y los profesionales de la salud es para querer creer en el parto y el alumbramiento como algo espontáneo y vivificante.

Hay testigos que quieren creer en los acusados y dejan de creer en la justicia si nadie aplaude y todos cuestionan, porque también se desea seguir creyendo en que merece la pena creer en todos los posibles para seguir creyendo en los testigos.

Hay blogs que luchan por extraer verdades de donde sólo hay sombras y creen que pueden seguir creyendo en que no hay mentiras más allá de la luz de las relaciones humanas.

Hay zapatos que quieren creer en las huellas que dejan y dejan de creer en la arena que se borra. 

Con la creencia de que se quiere creer que creo de verdad en mi blog y las palabras que salen de mis manos, sigo día a día con mis reflexiones y creencias.

Tu amigo, que nunca te falla.


JUAN

domingo, 19 de octubre de 2014

QUIÈN SABE Y QUIÈN NIEGA

Quién sabe dónde vamos ni a qué hora nos levantamos para sacar el boleto de partida y tomar ese autobús que nos recoge, si la labor de los seres humanos -que siguen inconclusas- están pendientes de reconocimiento para ejemplo de madre y abuela, protectora y misionera, al mismo tiempo.

Quién sabe si vamos por la vida esperando el minuto para disfrutar y desahogarnos de tanta tensión de lucha y, en el primer segundo, casi sin notarlo, se nos puso delante de nuestros ojos la señal de "alto" en nuestras vidas.

Quién sabe si siendo como se es se participa de una lotería de la vida, de la que no pensaste llevar ningún boleto y, por eso, nos creímos amparados por el beneplácito de un ser superior, que consideramos que nos cuidaría y empujaría a seguir luchando.

Quién sabe si madre e hija son dos gotas que deben derramarse al unísono, porque brotan del mismo grifo de esperanza y pasión por la vida, humedecidas de sobresalto y angustia.

Quién sabe si las circunstancias adversas son un señor de negro que se presenta ante todos nosotros sin sospecha alguna y con la única pretensión de robarnos la paz que nos corresponde.

Quién sabe si vinimos hasta aquí para sufrir más de lo necesario y sólo tenemos respiro en las instantáneas, cuando se nos impide seguir repartiendo bondad y amor a quien las necesita de nosotros.

Quién sabe si tantos días, con sus noches, supieron prepararnos para una última despedida por el trabajo bien hecho, con los hijos y su desencanto constante o con los nietos y esa capacidad para hurtar cariño de los verdaderos abuelos.

Quién sabe si palidecemos antes de partir por miedo a lo desconocido y encerramos los recuerdos y las ilusiones en la maleta que cargamos, pesada por la añoranza de la madurez y ligera por los pesares llevaderos de la juventud más soñadora.

Quién niega que fuimos amigos tan cercanos que nos duele mirar hacia atrás y vecinos tan cercanos que nos apenan tanto las despedidas. 

Quién niega que hoy no tiene nada de ilusión y bastante de sufrimiento, aún a pesar de resistencias a creer que todos estuvimos ahí y nos abrazamos, quisimos reír y también soñamos.

Quién niega que las lágrimas también pesan y que todos nos iremos alguna vez.

Gracias, Piedad y Mónica, por lo que siempre recibimos de vosotros y nos permitisteis crecer en generosidad y solidaridad, familiaridad y sensibilidad, verdad y entrega a una vida de respeto y afán constante de superación.

Hasta siempre y hasta nunca o hasta cuando Dios así lo quiera.


Juan, un cuñado orgulloso, un tío político impresionado con el nivel y la entereza, la sencillez y la capacidad de afrontar retos y un papá de corazón sensibilizado y terriblemente afectado por las circunstancias vividas en estos días.

sábado, 11 de octubre de 2014

MÁS VALE IR RODANDO

Si caminamos erguidos nos damos cuenta que la cabeza está a mucha distancia de nuestros zapatos y caminamos sin que nuestros pasos se hagan conscientes en ese mismo instante, un motivo más para pensar que con frecuencia metemos la pata.

Pero, también es cierto que el corazón está a medio camino entre nuestro cerebro y los dichosos zapatos, por lo que dar un paso debe acompañarse de unos latidos de entusiasmo o preocupación, cuando hay incertidumbre en el resultado, mucho antes de que convirtamos nuestro deseo en una actitud consciente.

Siempre caminamos de pie, orgullosos de lo que llevamos puesto y bien arreglados, como si las decisiones debiesen estar en consonancia con el perfume o el cuello limpio. Vemos, a diario, tanta pulcritud cubierta de intereses creados que me atrevería a pensar que se puede caminar sin tanto maquillaje ni vestidos de algodón.

Muchas veces me he puesto a pensar y creo que es tanto el camino que debe recorrer el impulso del pie que se adelanta, en su afán de dar el primer paso, que hasta que pasa por el punto del corazón y empieza a latir y, hasta que alcanza el cerebro, ya pudimos dar un mal paso.

Hay quien reprende y luego se siente agitado durante más de cuarenta y ocho horas para que, al final, cuando se ha dado cuenta del error apresurado, salga despavorido para pedir perdón por la escena de furor, envidia o celos que había representado.

En ocasiones, entregamos un trabajo revisado por encima y al dejarlo en su destino nos ponemos nerviosos, porque en ese instante pasa por nuestro corazón ese impulso de dejar el informe o la carta para la novia porque quisimos romper de repente, pero al pensarlo bien somos capaces de retroceder y buscar la fórmula para retirar el paquete que dejamos con tanta decisión y respirar profundo, si fuimos capaces de rescatarlo a tiempo, evitando así un mal mayor si su destinatario lo hubiese leído sin la suficiente meditación, o sea, el momento en que pasó por nuestro cerebro ese impulso que nació en el zapato.

Por todo esto y mucho más creo que deberíamos caminar rodando, así el impulso de dar un primer paso adelante lograría llegar al corazón en ese mismo instante y no sufriríamos por habernos equivocado, ya que inmediatamente alcanzaría el cerebro y seríamos capaces de rectificar a tiempo para no seguir metiendo la pata.

Y así no podríamos caminar, dando pasos erróneos, porque al estar acostados podríamos avanzar sólo las manos y servirían para acercar actitudes y aproximar distancias, con lo que los pasos que pudieran darse serían todos en el mismo plano y, por tanto, con escasa posibilidad de error.

Yo, sinceramente, estoy convencido que debiéramos vestirnos con un cuero resistente y rodar para mirarnos a la cara, pudiendo avanzar en todos los sentidos y pudiendo, además, acoplar los impulsos con los latidos y los caracteres con las emociones.

Ahora me imagino un mundo con un suelo basculante y que todos pudiésemos rodar, uno junto al otro, durmiendo en la misma posición y con ascensores para subir al último piso, donde nos esperase un trabajo reposado, para pelearnos con quienes no se desempeñan adecuadamente dándole una palmetada de ánimo, al mismo tiempo, porque trabajarían al unísono el cerebro y el corazón.

Creo que podríamos crecer y reproducirnos, envejecer y dormir eternamente, sin cambiar de posición, porque vivir caminando, con el cerebro distante del corazón y muy alejado de nuestros pasos, es un trastorno de la coordinación de sentimientos y emociones, por lo que siempre estamos con arrepentimiento y disculpándonos, abusando de la humildad para envilecer y aspirando a ser superiores por aplastar al contrincante.

En este caso no podríamos hablar de crecer sino de demostrar, porque todos tendríamos la misma posibilidad de estirarnos y nunca se hablaría de razas superiores ni culturas que adolecen de una talla promedio, no habría gigantes ni enanos, pues sólo nos acostumbraríamos a acercarnos por las miradas y a reconocernos por el tacto.

Sí, sinceramente, pienso que nadie llevaría bolsillos porque todo sería virtual, ya que la gravedad lo derramaría continuamente, creo que las medallas no servirían para lucir nada y el sol brillaría dando la misma sombra para todos y hasta el corazón daría sombra, lo que nos hace falta para reconocer quien lo utiliza bien y pesa por el contenido que alberga y en quien es hueco y transparente.

Quisiera ir rodando por la vida, me cansé de un mundo que va de pie y presume por el talle y la talla, la presunción y los aditamentos, el ruido de los zapatos y la forma de abrirse paso, los adelantamientos prohibidos y las prohibiciones de adelantar.

Quisiera ir rodando por la vida para evitar los señalamientos y las críticas, porque nadie podría ver más allá del cuerpo del otro, para esconder la vanidad ni el ruido de los zapatos, las hebillas distintivas ni el cuero, frente al harapo, porque todos saldríamos y entraríamos por la misma puerta y del mismo modo.

Gracias por seguir siempre ahí, espero tu opinión rodando. Tu amigo, que nunca te falla.


JUAN

viernes, 10 de octubre de 2014

¿TE GUSTAN LAS CANICAS?

He puesto mucha atención al ver a unos niños jugar a las canicas y siempre me pregunté si había algún secreto en esa bola que corre y rueda, porque en apariencia es un simple juego que no encierra mensajes y, sin embargo, es un libro abierto para el aprendizaje.

Las canicas permiten integrar más que la política y reunir a varios niños alrededor de unas bolas, como motivo principal de encuentro. Ojalá en la madurez fuésemos capaces de auto-convocarnos en las diferencias para que una bola de pasta o cristal nos acerque y nos obligue a observar y dialogar.

Una canica rueda por inercia y tiene el propósito de alejar a las demás de su camino hasta que entra en el hoyo, ese hueco que supone el alcance de tu objetivo, por el que eres capaz de quedarte con las canicas de los demás. A veces, tenemos metas y somos capaces de alcanzarlas sin importar lo que encontremos en el camino, por lo que debiésemos construir una reflexión crítica para que las canicas no arrastren ni despidan del camino de todos a los que llegaron antes o se impusieron por un movimiento más especial que el de las demás canicas.

Toda canica tiene un receptor "el hoyo", que la acoge y la involucra, al igual que las relaciones humanas, pues debemos siempre buscar ese cobijo y soporte que necesitamos. En muchas ocasiones, es importante buscar la complementariedad, desde la aceptación de tu incapacidad de caminar solitario y la manifestación abierta de que se necesita de los demás para emprender una lucha en cualquier propósito emprendido.

Las canicas transmiten curiosidad, a pesar de su uniformidad redonda y de tamaño similar, pero en su interior hay motivos y señales, dibujos y colores que las hacen particulares o singulares en la pluralidad. Todos debiésemos proponernos cambiar en nuestro interior, con el único propósito de ser diferentes en la pluralidad, pero que ese distingo nos irradie desde el interior y no se nos considere diferentes por la apariencia, la voz, los movimientos, las señales o los acompañamientos.

Las canicas pueden coleccionarse, al igual que pudiésemos coleccionar momentos de nuestra vida que repercutieron en nuestra forma de ser y actuar, desde el aprendizaje continuo de todo lo que nos rodea y la sencillez de las miradas de los demás, de las que debemos aprender a abrirles paso y que nos penetren para que deslumbren ese rincón negruzco que siempre hemos sido capaces de almacenar, como un trasto viejo y caduco.

Una canica es un objeto redondo, sin aristas, tal y como debiésemos presentarnos ante los demás, ofreciéndoles oportunidades y no amenazas a su deseo de integrarse o acercarse, dialogar o manifestarse tal y como son.

Las canicas nos involucran en el mundo de la competitividad, en ese espacio del cosmos donde se discute dialogando y se empuja caminando, se desea lo que no quieres que te pase y se descubren movimientos para empujar al que tienes a tu lado, por lo que esta propuesta de vida es la que debemos reclamarle también a las canicas, sin las cuales no jugamos ni competimos, pero con las cuales podríamos aportar a un mundo que no se mueve y que compite en exceso y sin escrúpulos.

Qué bueno sería rodar y tener un propósito, convocar a tu alrededor y procurar que las manifestaciones sean para complementar y construir, que la curiosidad sirva para que te inicies en el diálogo y no en la disputa, que su forma te de oportunidades de romper las amenazas que ponemos deliberadamente a los demás, en una actitud que llamamos erróneamente "competitividad"y que nos obliguen a cambiar desde lo más hondo de nuestra alma para procurar ser los mejores diferentes, con derecho a que otros sigan tu ejemplo.

Tu amigo, que nunca te falla.


JUAN

domingo, 5 de octubre de 2014

¿POR QUÉ HABLAMOS DE PARES?

Acostumbramos a vestirnos y siempre lo hacemos sin olvidar el par de calcetines, porque es la mejor manera de calzarse un buen par de zapatos.

No podemos olvidarnos del par de gemelos si queremos vestir bien una camisa blanca y presumir de chaqueta con un par de bolsillos.

Siempre hay un par de cosas que quieren contarnos y nunca es una sola o un montón de acontecimientos. Quizás sea porque ese par de amigos quiere arreglar al mundo con un par de tortas, porque a golpes entra mejor la letra.

Muchas parejas se conformarían con un par de hijos, o sea, la parejita, para ser más concretos. Y no podemos regresar a la casa si no nos tomamos un par de cervezas, porque es lo que contamos y nos callamos las otras seis que tomamos conversando y disfrutando la tapa que contenía un par de aceitunas.

Compramos unos pares de panes para comer y nos vamos a comprar un par de corbatas, porque hay que tener para combinar adecuadamente.

Si preguntamos por una dirección nos indican que caminemos un par de cuadras y, si creemos que hemos llegado tarde a la cita, nos tranquiliza un asistente que llevaba ahí un par de minutos.

Ya sólo nos queda un par de pueblos, dice atareado en el control del volante quien nos transporta a un punto lejano y, para resaltar la excelencia del sermón, exclamamos a viva voz ¡qué falta haría un par de curas como éste¡.

Compramos un par de pajaritos y los metemos en la misma jaula, ponemos un par de pimientos en cada plato para que se sacie la curiosidad culinaria y con un par de aceitunas rellenas nos quedamos verdaderamente hartos.

Nos serena la idea de que el examen tendrá un par de preguntas de cada capítulo y nos piden el favor de ir un par de veces a misa, porque así podremos seguir llevando el cartel de "católico".

Se nos critica si hacemos lo mismo un par de veces y se nos pone el apodo que nunca pensamos si adoptamos la misma actitud un par de domingos.

Un par de reyes es importante en el pócker y un par de días sin comer puede ser un verdadero problema. 

Un par de hermanos es casi la norma y un par de profesores puede llegar a ser la discordia. 

Un par de bolsillos nos ayuda a repartir la carga de necesidad y un par de botones en el cuello de la camisa implica ir a la moda, mientras que un par de mulos para el arado hacen una yunta y hace falta un par de enamorados para que nos percatemos que el mundo está más cercano y sutil.

Un par de salidas al año dicen que no hace daño y un par de piropos, a su hora, puede ser una llamada de atención muy sonora.

Un par de repasos es lo ideal antes de un examen y un par de ojos sensibles te permiten tener una visión panorámica, aunque un par de orejas trabajando bien puede ser mejor para escuchar el doble de lo que se habla.

Un par de consejos ayudan a sobrellevar la carga y un par de horas con los hijos te harán mejor padre y madre. 

Mientras tanto, hay quien habla de que mató un par de pájaros o que solo insultó un par de veces, que se portó mal un par de días o que solo manipuló a un par de estúpidos. También hay quien cree que no tiene su propio par y hasta piensa en inventarse un par de historias para no dormir.

Han nacido personas que creen que están autorizados a manipular un par de veces, para que no se note mucho y otros que disparan un par de cartuchos y hablan de un par de efectos colaterales.

Algunos siguen firmes en un par de propuestas y la mayoría sigue dudando entre un par de opciones. Muchos niños y niñas piensan que se puede suspender un par de veces y no hay error en la ejecutoria y otros satisfacen su ego pensando que por un par de palabras de egocentrismo no se va a acabar el mundo.

Para todos, un par de reflexiones con esta entrada a mi blog.


Vuestro amigo, que nunca os falla.


JUAN