jueves, 14 de junio de 2012

¿SE FORMAN ARRUGAS EN NUESTRO CEREBRO?

La corteza cerebral, una capa de substancia gris que tapiza la superficie del encéfalo, está dividida por cisuras y surcos en lóbulos y circunvoluciones, pretendiendo que cada neurona de nuestro sistema nervioso central tenga su habitáculo natural y pueda desarrollarse a plenitud. Es una parte esencial de nuestro sistema nervioso central y es el principal motivo por el que somos capaces de regular la función de todos nuestros órganos y relacionarnos con el mundo exterior.

A veces me he preguntado si en la corteza cerebral se formarán arrugas, entendiendo por arruga todo pliegue que se forma durante el proceso de envejecimiento, como consecuencia de pérdida de líquido y ello conlleva una falta de elasticidad.

En este momento pienso en aquellas personas que viven haciendo daño sin arrepentirse, porque es un impulso que no pueden controlar y que sienten un placer con el dolor ajeno, o en aquellos otros que se olvidan con frecuencia de todo y de todos, arrepintiéndose mal y tarde, pues al vivir con este grado de perversión en la corteza cerebral, agotada por tanto trabajo mal intencionado, debe haber una pérdida normal de líquido, evaporado  por el sufrimiento interno que no se manifiesta, dando lugar a esas posibles arrugas que permanecerán de por vida.

Hay miradas con envidia que también provocan deshidratación y me imagino que pueden hacerse visibles las arrugas en cualqueir resonancia magnética del cerebro, aunque no me he puesto a buscarlas y sería interesante hacerlo.

En muchas ocasiones engañamos con un arte  inusual y no manifestamos ningún pesar, es como si la envidia hubiese germinado en alguna neurona, antes que se desarrollaran espacios de solidaridad y apoyo en nuestro cerebro, esa hierba mala que acabó con un espacio dedicado a nuestra vida social, secándose un área adicional de nuestro cerebro y provocando nuevas arrugas en la corteza cerebral.

Vivimos, la mayor parte de nuestro tiempo, para nosotros mismos y con el único propósito de realzar nuestro ego, sentirnos aplaudidos y sacar pecho cuando caminamos, como si tuviésemos personas aplaudiendo constantemente a nuetro alrededor. Esto permite que otros departamentos de nuestra corteza no se desarrollen, porque sólo actúa la vanidad y el egocentrismo, secándose la fraternidad o la habitación donde viven la humildad y la franqueza, por lo que empiezan a arrugarse las calles donde viven estas virtudes y valores.

Hay momentos, en nuestra vida diaria, que dejamos hacer o correr cualquier comentario, actitud negativa, manipulación o adjetivo, pudiendo haber intervenido a tiempo, pero no queremos comprometernos por miedo a ser señalados o impulsados por prejuicios que nos mantienen al margen de las circunstacias del otro y su propio dolor; al final llegan a derrumbarse las habitaciones de la corteza cerebral donde viven la cordialidad, el apoyo y el compañerismo, produciéndose arrugas y no permitiendo que se desarrollen en nuestro día a día.

Es un argumento cotidiano el que algunas personas pierdan la confianza en sí mismos y en todo lo que les rodea por que hay líderes, que nosotros impulsamos con nuestros votos, en una sociedad con democracia participativa, pero que nunca cumplieron con el rol previsto en nuestra intención de voto y ahí empieza a arrugarse la calle de la confianza y de la ética, apareciendo arrugas que son difíciles de tratar.

Creo que las diferencias de clases y los fenómenos sociales que están apareciendo en nuestros días son una llamada de atención a un mundo en donde, si se hiciese un estudio radiológico, encontraríamos cerebros con cortezas muy arrugadas por la despreocupación y el quemeimportismo, el abandono y la indiferencia, el rencor y los despropósitos, las desilusiones y el odio, las diferencias que hallamos donde todos somos iguales y las singularidades que algunos pretenden destacar sobre otros, cuando todos somos parte de un mundo tan plural, como diverso y complementario.

Por tanto, creo que debiésemos hidratar nuestra corteza cerebral con jeringas cargadas de entusiasmo y felicidad, administrándonos una ampolla mensual, otra dosis de veracidad, proyección y auto-dominio cada año, así como un suero de servicialidad y comunicación, mezclado con electrolitos de respeto y convivencia, añádiéndole un poco de las vitaminas de sensibilidad y tolerancia, cada 2 años.

Sólo cuando nos sintamos más veraces e integrales, más cercanos y oportunos, con mayores opciones de proximidad y vocación de servicio, más realistas con nuestro rol y mucho más soñadores con las aspiraciones del otro, más complementarios e inclusivos, más oportunos y compañeros, más auto-críticos y con mejor auto-estima, más conocedores de nuestro autoconcepto y más impulsores de ls mejores sensaciones y percepciones, es porque nuestro cerebro, a nivel de la corteza, será más elástico y estaremos destruyendo esas arrugas que tanto daño nos hacen en un mundo de iguales y al que debemos aportar para que otros lleguen a ser mucho más que nosotros, pudiendo derramar más de lo que recibimos, con el único propósito de que otros puedan empaparse más de lo que nosotros pudimos hacerlo, para bien de quienes le sigan admirando y siguiendo en el hoy y por siempre todavía.

Si nos vemos arrugas, sinceramente, es porque estamos envejeciendo en nuestra capacidad de seres sociales, envejece nuestro proyecto de vida y nuestro aporte al bien común, envejeciendo al mismo tiempo nuestra ilusión por recibir, ya que no estamos aportando nada y envejeciendo, al fin y al cabo, nuestras oportunidades para crecer porque no estamos dispuestos a chupar todo lo bueno que nos aporta la vida, cuando nos presenta a los demás, otros seres humanos que encontraron en nosotros las bondades para imitarlas y nuestras miserias para rastrearlas y cargar el coche de la basura y disponerlas en algún lugar cercano, con guardias para que no pudieran escapar, volatilizarse e impregnar otras cortezas cerebrales, arrugándolas de vanidades y materia superflua que nos hace más distantes, voraces, rigurosamente competitivos y nos transforma en seres menos humanos y cercanos.

Así que mi recomendación es que acudan al médico que trata las arrugas de vuestras cortezas cerebrales, el silencio para analizar nuestra conducta y nuestro rol, como parte de nuestro propio proyecto de vida, sacando conclusiones que nos permitan actuar como lo que somos, seres vivos solidarios, entregados y sensibles, en un mundo que nos necesita con surcos y circunvoluciones, con cisuras y no con arrugas en nuestra corteza cerebral, pues de ahí dependerá nuestro éxito en nuestra vida de relación, función real de nuestro sistema nercioso central.




Juan Aranda Gámiz. 

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