domingo, 26 de enero de 2014

QUIERO APRENDER A APRENDER

Siempre nos mueve el deseo de aprender lo que desconocemos o lo que necesitamos para seguir aprendiendo, buscamos llenarnos de nuevas experiencias y vivencias, enrriquecerenos con la sabiduría del buen maestro y encontrar las respuestas existenciales que todo ser humano quiere tener en su vida.

El problema surge cuando nos ponemos a repasar, estudiar, intentar comprender el mensaje o repetirlo en voz alta para no olvidarlo, al menos hasta el día del examen o hasta cuando surja la pregunta y podamos contestar, pero es difícil porque no se queda grabado y entonces nace la duda si sabremos leer y analizar adecuadamente o si estarán empezando los trastornos de la memoria.

En el fondo de situaciones como esta hay un denominador común "nunca hemos aprendido a aprender", porque siempre nos indicaron que aprendiésemos cualquier cosa como la última verdad y no como parte de esa verdad que a otros les tocará seguir estudiando y desentrañando, por eso aprendemos de memoria y por eso somos tan repetitivos.

A veces queremos que se aprenda por imposición, al menospreciar el interés, la predisposición y el entusiasmo cultural de quienes enseñamos, es decir, somos capaces de aprender algo para vomitarlo, pero sin indicar cuál debe ser el mejor camino para aprehender la realidad que rodea a lo que estamos aprendiendo.

Una madre nos enseña el modo de aprender con sus gestos y sus caricias, sus estímulos y su entrañable afán de que sigamos creciendo a su imagen y semejanza, un maestro educa con el propósito de seguir creciendo, porque el dintel con el que se va a comparar su educando cada día esté más alto y va luchando porque algún día se sienta superado por quien aprende de él, porque ese debe ser el momento más sublime de quien educa y enseña un modo, un camino, unas maneras o una actitud.

A pesar de todo, el problema sigue estando en el minuto en que alguien (un hijo, un alumno, un nieto, un amigo, un sobrino o un desconocido que te ha visto y escuchado por primera vez) te lanza la pregunta "quiero aprender a aprender" y ahí se viene encima un silencio porque no se sabe qué decir o se desea esconder la respuesta, al creer que es un patrimonio de quien habla y que no puede ser compartido jamás, como si fuese un secreto que sigue perdido y que sólo lo podrán encontrar quienes lo busquen de verdad.

Por eso mismo quiero manifestar que, para mí, la mejor forma de aprender a aprender es aprender a escuchar con la alegría de empaparse como una esponja, cribando y cuestionando lo que no se tenga claro para lanzar preguntas y convencerte que las actitudes de quien enseña se corresponden con sus palabras, porque de lo contrario no conviene asumir un mensaje en el que no cree ni quien lo imparte.

En segundo lugar, hay que tener en cuenta que hay muchas universidades públicas y privadas, escuelas de formación y centros tecnológicos, pero no hay que desdeñar los mensajes de la universidad de la vida, la que nos da lecciones mirándola atentamente desde una ventana o intentando descubrir en sus entrañas lo que espera que tú seas el día de mañana, muy a pesar de que tus intenciones o tu proyecto de vida hayan considerado para tí mismo, porque aquí hay una discordancia entre el utilitarismo y la vocación de servicio.

Por momentos no se entiende lo que ocurre en el interior de tu familia o en tu ambiente laboral, quieres aprender a analizar los condicionantes y los desencadenantes, pero siempre hay más factores de confusión que derivadas de apoyo, por lo que las cuentas nunca salen y vivimos más confundidos que si estuviésemos viviendo ajenos a lo que decurre a nuestro alrrededor.

La respuesta está en no guardarse silencios y evitar los secretos, buscar la mejor estrategia para que los padres estén cada minuto más cerca de nosotros y que el diálogo sea el escaparate para poder ver la verdad de nuestros propios padres, porque esa es de la que vamos a aprender cada vez que nos hablen, nos miren o nos aconsejen.

Aprender a aprender implica resaltar todo lo bueno de los demás para que entiendan que son seres humanos valiosos en nuestro recorrido y útiles en nuestro crecimiento interior, valorar lo ajeno como logros y lo propio como parte de un proyecto de la vida de los demás, acariciar los mensajes con mimo y luchar por poner en práctica lo aprendido, buscando en la experiencia la verdad que debiste haber aprendido y ese tramo de oportunismo que no debiste haber escuchado.

A partir de aquí lánzate al mundo para aprender porque ya sabes cómo aprender, ya que en tu esfuerzo por filtrar lo que aprendes estás enseñando y no aprendiendo. 

Gracias por seguir ahí, tu amigo que nunca te falla.


JUAN


jueves, 23 de enero de 2014

HOY SÍ LLEVO PAÑUELO

Hay días en los que meto la mano en el bolsillo y no encuentro nada más que calderilla, las llaves del coche y algún caramelo arrinconado entre la cartera y el monedero, pero me faltó el pañuelo, esa prenda de vestir que parece no servir para mucho y que pasa escondido o mostrado al mundo para que todos comprueben que sabes combinar el color del pantalón con el pañuelo que te regalaron.

Un pañuelo, por si nunca lo notaste, lleva impregnado el olor de tu colonia, con la que te identifican y te señalan, te obligan y te manipulan, te recriminan y te enseñan, pudiendo revelar secretos que quizás escuchó y lleva anotados en sus costuras y dibujos, pues también ahí está sellado con hilo tu nombre y tus apellidos, no pudiendo mentir si habla ante los demás lo que no quieres escuchar de ti mismo.

Ese pañuelo al que no le tienes afecto ni consideración estuvo en el origen de la relación que luego te llevó al altar, mientras lo acompañabas a un gesto de consideración ante una dama que suplicaba compasión y por ser un embustero galante te convertiste en esposo fiel.

El pañuelo sabe las combinaciones de las llaves de la casa y qué puerta abre cada cuál, reconociendo si tienes más de un rincón para apaciguar tus instintos o menosprecias la poca voluntad de los demás por inmiscuirse en tu vida privada, pues si hablara señalaría a tu amante o se iría caminando a la puerta de ese negocio con el que vives y nadie conoce ni conocerá jamás.

Todo pañuelo lee las esquelas que mantenemos escondidas y las notas que nos pasan en la oficina, sufriendo por no contárselo a la persona que ya cayó en las redes de un enamorado de la vida que quiere convertirse en picaflor y, en esencia, no es más que un vacío retorcido que no siente cuando hace mal, porque nadie lo detiene en sus impulsos.

Un pañuelo se arruga de pena cuando lo aprietas para sonarte la nariz y seca tus secreciones y luego las transporta para que puedan contagiar a otros seres humanos, convirtiéndose en el mejor vehículo de transmisión de las enfermedades infecciosas respiratorias.

El pañuelo es un hemostático porque lo colocamos en nuestra nariz si sangramos y cortamos ese flujo que nos asusta y nos conmueve, procurando que lleguemos a un servicio de emergencias para que pueda identificarse el motivo de nuestro trastorno y por eso también le debemos parte de nuestra vida.

A veces, con el pañuelo hacemos torniquetes con los que detenemos una hemorragia o evitamos que el veneno alcance el torrente circulatorio, con lo que estamos preservando la integridad de nuestro organismo y así evitamos un fallo multi-orgánico que podría haberse convertido en el último minuto con aliento en nuestras vidas.

Mi pañuelo me ha servido para investigar si algún abuelo sabe leer y así puedo explorar alguna enfermedad neurológica o para reconocer si alguien identifica el color o los colores de la tela, pues ello me obliga a pensar en posibilidades diagnósticas para quien ha sufrido un trauma repentino.

Con el pañuelo nos sentamos tranquilos en alguna piedra, pues lo interponemos entre nuestro cuerpo y el frío de la columna donde queremos reposar nuestro cansancio y midiendo cuántas veces colocamos el pañuelo podemos calcular la distancia de claudicación intermitente y reconoceremos el grado de obstrucción de las arterias de quien lo utiliza y la necesidad de un tratamiento urgente

Con el pañuelo nos protegemos del sol veraniego en la siesta que salimos a pasear y secamos nuestro sudor en el campo, limpiamos la boca al niño y las manos a la abuelo, nos lo colocamos al cuello cuando no hay servilleta disponible y contenemos el vómito del recién nacido.

En un pañuelo se han escrito frases de amor y en sus recobecos se han guardado hojas secas que señalaron un momento, se taparon las medias rodillas al aire, disimulando lo que no se desea enseñar y se saludó a quien se llegó, porque desean que sepas que también estuvieron ahí esperando con ilusión.

Con el pañuelo se piden las orejas, como recompensa, en la plaza de toros y se protesta en las manifestaciones contra quien dijo que iba a hacer y no hizo nada de lo que dijo. 

Un pañuelo puede servir de pantalla para proyectar una película y de soporte para colocar monedas que quieres contar, como utensilio más primitivo de cálculo. El pañuelo nos permite abrillantar y limpiar los espejos, pues necesitamos mirar a quien tenemos a nuestras espaldas o divisar mejor lo que la vida nos presenta en los atardeceres.

Con el pañuelo cogemos la olla para no quemarnos y nos limpiamos las manos recién lavadas, damos la sombra que necesita una mancha colocada en un cuadro y que deseamos que se convierta en la corriente mansa de un arroyuelo y hacemos palomitas para que otros disfruten con la magia de nuestras manos.

Un pañuelo nos ayuda a saludar y a despedir, porque necesitamos llegar a recibir y agradecer a quien se va, ya que estamos siempre listos para aprender y para reconocer.

Yo hoy sí llevo pañuelo y estoy listo para todo, lo que me falta por hacer también lo voy a anotar en mi pañuelo, esperando que algún día sea el pañuelo de alguien que quiera saber qué había ahí escrito porque a partir de mi pañuelo quiere llegar a saber de mi y cómo fui, cuando yo ya no esté.

Tu amigo, que nunca te falla.



JUAN

viernes, 3 de enero de 2014

¿TE HAS PREGUNTADO CUÁNTO VALE UNA VIDA?

Nos atrevemos a exclamar !con lo que vale una vida! cuando ocurre algún suicidio o presenciamos algún accidente y, a veces, somos intrépidos cuando manifestamos !ese no vale nada! pues aún en la apariencia no podemos cuantificar el valor de una vida.

A veces he querido analizar si hay diferencias entre un ser humano libre y otro encarcelado, entre quien mendiga en las calles y el señor de cuello blanco que se almidona en la oficina, entre un niño harapiento y al que visten de marinero para la Primera Comunión, entre la abuela que se consume en una Residencia y la que disfruta a diario de la presencia y el calor aparente de los suyos.

La verdad es que nosotros establecemos los criterios que queremos medir, a nuestra conveniencia, determinando que la apariencia, el ambiente en el que desarrolle su vida y la calidad de vida que tenga son los únicos parámetros y ahí si pueden establecerse diferencias, porque un mendigo o una prostituta, una abuela abandonada o un enfermo terminal pueden tener una apariencia que se diferencie del patrón que conocemos, los ambientes donde desarrollan sus vidas son también distintos y la calidad de vida es muy diferente a lo que creemos que es lo normal.

Pero hay que llegar a nadar más profundo y establecer buenos criterios, racionales y humanitarios, como el valor de sus aportes a la vida, la responsabilidad del deber cumplido, la capacidad de entrega y los niveles de solidaridad en un mundo plural, más que global.

En este sentido, si un vagabundo fue capaz de aportar en su vida todo lo que pudo y las circunstancias laborales lo llevaron a la calle, si una mujer fue manipulada siendo madre y fue capaz de criar y engrandecer a los suyos antes de vivir trabajando en la calle y con su cuerpo, o si la responsabilidad de un niño harapiento de estudiar al terminar su trabajo y ayudar en las tareas de su casa, la capacidad de entrega de un enfermo terminal, siempre pensando en los suyos desde su lecho de muerte, democrático hasta en el reparto de lo poco que alcanzó en vida y los niveles de solidaridad de una abuela abandonada en una Residencia con sus compañeras y la alegría que les entregó a todas y cada una, aunque ella esté vacía de consideración y apego, es más que suficiente para ser más equidistante a la hora de valorar una vida.

Hay seres humanos que dieron y entregaron, aunque ahora estén agotados o arrepentidos, otros que siempre despertaron y se volcaron en la vida de cuantos les rodearon a pesar de que ahora estén sin fuerzas y dependiendo de cuatro medicamentos, algunos no se despegan de los recuerdos porque le permiten seguir vivos y son una fuente de información para todos en la casa y les ayuda a sentir el pasado como parte del presente.

Por eso, si queremos valorar una vida, seamos justos con quienes evaluamos y apliquemos esta escala, con estas seis categorías, cada una de ellas con un valor de 0 a 4:

     0. Muy malo, muy negativo, no tuvo nada o no se le notaba nunca.
     1. Malo, negativo, un poco o casi nada, no se le notaba nada.
     2. Regular, algo positivo, a veces mucho y a veces poco, se le notaba un poco.
     3. Bueno, positivo casi siempre, mucho, se le notaba bastante.
     4. Muy bueno, muy positivo, siempre, muchísimo, se le notaba siempre

Veamos las categorías en la siguiente tabla:

Voy a poner un ejemplo: Niño harapiento que vive en medio de la basura, recogiendo cartones, en contacto con bastantes contaminantes, comiendo lo que puede, sin condiciones de higiene en su vivienda, que ha sido el mejor estudiante de la escuela, pues estudia por las noches, siempre está contento porque tiene las tareas hechas, lucha por resolverles inquietudes a sus amigos y compañeros, manifestándose cercano cuando le solicitan su presencia para algo.

                                                                                                                      0   1   2   3   4

1. APARIENCIA PERSONAL                                                                          X

2. AMBIENTE EN EL QUE DESARROLLA SU VIDA                                    X

3. CALIDAD DE VIDA QUE TIENE                                                                X

4. VALOR DE LOS APORTES EN VIDA                                                                       X

5. RESPONSABILIDAD DEL DEBER CUMPLIDO                                                   X

6. CAPACIDAD DE ENTREGA                                                                                      X

7. NIVELES DE SOLIDARIDAD                                                                                     X   


Este niño tiene una puntuación de 18, a pesar de sus condiciones de vida. Para poder evaluarse, o cuando evaluemos el valor de la vida de alguien, hay que tener en cuenta esta escala:

                                  VALOR DE LA VIDA ALTO                                  DE 18 Y MÁS
                                  VALOR DE LA VIDA MEDIO                                DE 9 A 17
                                  VALOR DE LA VIDA BAJO                                   DE 0 A 8

Voy a poner otro ejemplo: Jefe de una empresa muy bien presentado, viviendo en un ambiente de corrupción, sin comprensión ni calidad humana, alejado de cualquier proyecto que persiga el bien común, donde vive pendiente de devolver favores y de evitar reuniones, con dinero de sobra y calor humano faltante, reconocido por todos por lo poco que aportó al desarrollo empresarial, sin connotaciones positivas del deber cumplido y por lo que se debiera haber sentido satisfecho, entregado por el arte de estar presente para sacar algún beneficio y poco solidario.

                                                                                                                      0   1   2   3   4

1. APARIENCIA PERSONAL                                                                                         X

2. AMBIENTE EN EL QUE DESARROLLA SU VIDA                                             X

3. CALIDAD DE VIDA QUE TIENE                                                                X

4. VALOR DE LOS APORTES EN VIDA                                                             X

5. RESPONSABILIDAD DEL DEBER CUMPLIDO                                        X

6. CAPACIDAD DE ENTREGA                                                                       X

7. NIVELES DE SOLIDARIDAD                                                                 X   


Este SEÑOR tiene una puntuación de 13, a pesar de sus condiciones de vida. Para poder evaluarse, o cuando evaluemos el valor de la vida de alguien, hay que tener en cuenta esta escala:

                                  VALOR DE LA VIDA ALTO                                  DE 18 Y MÁS
                                  VALOR DE LA VIDA MEDIO                                DE 9 A 17
                                  VALOR DE LA VIDA BAJO                                   DE 0 A 8  

Gracias a todos mis amigos, por estar ahí, tu amigo que nunca te falla.


JUAN