domingo, 28 de diciembre de 2014

QUEFAMILIA.COM

QUEFAMILIA.COM

Juan Aranda Gámiz

Hoy es el día de la familia, un momento para reflexionar sobre el concepto de familia y abogar para que todos tengan la suerte de tener una familia y que nadie esté náufrago, sin una familia a la vista.

Descubrir que tienes una familia es algo que se siente antes de verlo, a través de los roces y los apoyos, ese sostén que siempre se te ofrece para seguir levantándote sin importar las veces que hayas caído y estés tristemente apelmazado en la indiferencia y el olvido.

Vivir la familia, como un regalo del destino, para que puedas compartir, aprender y disfrutar de la verdad que también te regalan al considerarte necesario y útil para el recorrido de vida de los demás, es una maravilla de la naturaleza del ser humano.

Proponerte generar más familia de la que conociste, porque con tus aportes vas construyendo espacios de diálogo y una suerte de brisa de acogida para cuantos se van incorporando, poco a poco, a los apellidos y los hogares, en los que tú también te integrarás para potenciar, si cabe, el proyecto de vida familiar de los demás, es una tarea ardua por el desconocimiento de los intereses compartidos y el sello de calidad y la impronta que se les coloca a las prioridades.

Convencerte que has sido capaz de mantener tu familia y construir más familia es el mayor logro del ser humano, porque recogiste el fruto de la que te hizo grande y sembraste la semilla en la que te ayudará a ser más grande todavía.

Hay quien dice que la familia es cuestión de números o de sexo, de raza o de pertenencia, pero en sí la familia es una célula de la sociedad donde se da vida con respeto y amor, se construye un futuro estable y se aprende a generar conductas para que los apellidos se perpetúen y se abrillanten con frecuencia, pero al mismo tiempo se estrechen las miradas y se aprieten las inquietudes en común, pretendiendo anudar las relaciones padres-hijos, hijos-hijos y familiares-familiares con el único propósito manifiesto de agrandar ilusiones y discutir verdades.

Cuando te das cuenta que la familia se disgrega y reparte, que las relaciones se interrumpen o empiezas a sentirte huérfano de coloquios y presencias, en la agonía o el dolor de lo inesperado, es cuando empiezas a preguntarte si tendrá sentido seguir aferrado a la rueda de la vida y es entonces, cuando la melancolía y la pesadumbre se adueñan de tu vida, cuando la familia tira de ti y te atrae y te reincorpora porque no hay mejor elixir para el dolor que la misma familia.

Llega el momento en que se resquebrajan tus propuestas y empiezas a pensar en solitario porque para otros la familia empieza contigo y, de nuevo, encuentras el sentido a la vida con tu nueva historia aunque nunca abandones la naturaleza de quienes te ayudaron a conocer el verdadero sentido de la familia y acudes a visitar a quienes se fueron o te abrigas con el recuerdo de un patio o un balcón, creyendo que los vas a volver a ver.

Cuando te reencuentras con el peso de los pasos cortos vives con la esperanza de que la familia construida sea tan fuerte como para que no se rompa jamás y que la fragilidad sea sólo hasta que alguien levante su voz y demuestre con su actitud que lo aprendido de quienes estamos a las puertas de la despedida tienen que servir para volver a cohesionar.

En la familia, cuando nos vamos, dejamos dosis de entusiasmo y fortaleza, carisma propio y fuerza de carácter, muchas gotas de solidaridad para que aliñen el potaje del día a día, con una pizca de sabor a todos y con la sal justa y a gusto de todos.

Al fin y al cabo, lo que se busca en la familia no se encuentra en ninguna parte y lo que se pierde, sin la familia, es la oportunidad de vivir cerca de la mejor dirección de internet, en el mundo aparentemente virtual de la realidad cotidiana, siempre y cuando estemos orgullosos de las lágrimas y los desencantos, las despedidas y las enhorabuenas, porque siempre tendremos a “quefamilia.com” como nuestro primer contacto en los momentos difíciles y alegres, los de soledad y a los tantos de desencantos, a los de caminatas largas y a los que vamos a necesitar de los demás, porque es la mejor forma de nacer, crecer, integrarse y descansar en paz.

La mejor herencia que se puede dejar y el mejor lecho en el que se puede dormir, la mejor alternativa que se puede ofertar y el mejor escaparate en el que nos podemos ver reflejados es, ha sido y será, hoy y por siempre todavía, la familia.
Tu amigo, que nunca te falla.


JUAN 

ESTOY DE LUTO

ESTOY DE LUTO
Juan Aranda Gámiz

Hoy quiero desear una “feliz Navidad” a todos los seres humanos que han perdido un ser querido y cercano, porque no hay mayor dolor que sentir la ausencia en estas fiestas de recogimiento, paz y unidad.

Y cuando alguien te manifiesta un deseo de felicidad parece que chocase con tu sentimiento de vacío y ahonda más el sufrimiento, que queda aplastado por una impotencia y una rabia contra la vida, tapizando tu dolor de un menosprecio por todos aquellos que aparentemente menosprecian tu propio duelo.

“Felicitar” es querer estar presente y mantener el hábito trascendente de manifestarte ante los demás con la buena voluntad de que desean que sigas siendo feliz, aunque estés resquebrajada en los momentos de añoranza y recuerdo, intentando traer al presente escenas en las que compartías con quienes ya se fueron.

Hoy quiero felicitar a todos quienes sentimos pena y tristeza, soportando un hueco profundo de soledad y queremos que pasen los días para seguir soportando el peso de los acontecimientos, vinculándonos con aquel pasado en el que todos éramos una piña y, en teoría, todo funcionaba mejor, aunque otros lo pasasen peor que nosotros.

Sin embargo, hay días en que debemos acordarnos de los que van creciendo y sosteniéndonos, de quienes abren sus brazos para acogernos sin tapujos ni prejuicios, a los que serán quienes sostengan la sociedad del futuro, pues ellos y ellas necesitan el ejemplo del perdón y del arrepentimiento, de la resignación y la paz, manifiestos en nuestros gestos y nuestras expresiones, para que ellos aprendan de nosotros a perdonar y manifestarse tal cual, sabiendo que en su momento hicieron todo lo posible por acomodar el mundo, con su sonrisa y sus aportes, a las necesidades de quien hoy ya no está.

Es bueno y saludable que escuchemos expresiones en estas fechas, como “feliz Navidad” o “Próspero Año Nuevo”, pues hasta con el recuerdo disfrutamos del pasado y con la bondad del perdón y la reflexión del arrepentimiento estamos demostrando que somos capaces de recordar y reconocer, renovarnos y volver a crecer a la vida, muy a pesar de las circunstancias.

“Feliz Navidad” es un deseo de que seamos capaces de renovarnos y nacer a la nueva vida, pero en el pesebre más humilde, para saber lo que somos y de dónde venimos y, al mismo tiempo, es un mensaje de solidaridad que suena mejor que un nuevo pésame que genera más tristeza y frustración frente al vaivén de los acontecimientos.

Dios quiera para todos quienes hemos pasado por momentos de soledad, llanto y soberbia por haber sido señalados con el vacío de la presencia de un ser querido y cercano que ya se fue, que esta sea una Nueva Navidad y que seamos capaces de renacer llorando de alegría por lo que fuimos capaces de entregar y recibir, bendecidos con su presencia y receptores de un legado que debemos afianzar, abrillantar y volver a legar en mejores condiciones de lo que lo recibimos.

Que el próximo año nos llene de paz y que seamos capaces de devolver, en gratitud, a cuantos nos felicitaron por Navidad, un deseo de que vayan preparando sus corazones para que en ellos se pueda cultivar el perdón y la gracia del arrepentimiento,  como un acordeón capaz de estirarse para alargar su nota y que muchos otros pudiesen copiar la sinceridad de las palabras que salen del corazón y el deseo, siempre fraterno, de que seáis capaces de perdonar a cuantos os feliciten en estas fiestas con la alegría de la Navidad y que contraste tiernamente con la soledad y el vacío de corazones despedazados por la muerte repentina, o anunciada, de quien se cansó de seguir disfrutando navidades a nuestro lado, o fue llamado-a de forma inesperada y tomó el camino, por decisión propia u obra del destino, para descansar en paz.

“Feliz Navidad” a todos, aquí en la tierra y a quienes descansan en el cielo, porque quizás ya nos dieron también sus deseos de “Feliz Navidad” en el soplo fresco del viento de la madrugada, al abrir la ventana del vehículo y regresando de la casa de un familiar o en la gota de lluvia que nos mojó al salir de la iglesia.

Estoy de luto, pero gracias por desearme “Feliz Navidad”, sé a ciencia cierta que las palabras os salieron del corazón y hasta el mío van a llegar en paz.

Tu amigo, que nunca te falla.


JUAN


lunes, 22 de diciembre de 2014

DIME DÓNDE VAS

Qué bueno es saber dónde puedes encontrar a los demás para poder auxiliarles si te llaman preocupados por la tardanza o la falta de transporte, pues lo ideal es estar dispuesto a atender las necesidades de cuantos te quieren y te necesitan.

Qué malo es que sepan dónde estás porque alguien te puede espiar y manipular tu espacio de libertad, observarte en tus movimientos y tus sonrisas, tiritando de celos por lo que se imagina que pudiese estar ocurriendo ahí donde estás.

Qué bueno es conocer dónde vas porque sabemos con quiénes vas a estar y que te van a cuidar bien, que no vas a estar sola y que el calor del ambiente te va a proteger y animar a que seas capaz de superar tu propia timidez.

Qué malo es que te vayas a algún lugar y no sepa con quién, porque confiar en los demás es un ejercicio de responsabilidad que nos hace grandes y precavidos, al mismo tiempo, pues vivimos en un mundo de elegancia y oportunismo, también al mismo tiempo.

Qué bueno es tener la dirección y poder llamar por teléfono si ocurrió algo en ese lugar y escuchar cualquier queja para saber con quién andas, antes de que me digas quién eres y asesorarte en tus amistades y tus dudas.

Qué malo es que él sepa dónde estás y que pueda sentir la obligación de acudir antes de tiempo porque tenga miedo de que alguien pueda convencerte de que tu destino está literalmente ligado a tu propio secuestrador.

Qué bueno es vivir convencido de que puedes ir y venir, porque la confianza está presente en toda relación y ahí donde se vaya se respeta la presencia de quien te quiere de verdad.

Qué malo es que sepa dónde estás el que te martiriza y te humilla, porque te espera con la soledad que le permitió pensar en el daño que iba a hacerte por no cumplir con su esquema de comportamiento, el que él quiere para ti.

Qué bueno es saber que vas a ir a dónde puedes contar tu historia, porque hay que aprovechar cualquier espacio y lugar, para encontrar soportes y apoyo para tu carga y tu pena.

Qué malo es saber que nadie responde a tus inquietudes y tus llamadas de atención y auxilio, porque cada día se van cercando las oportunidades para salir y sólo queda tolerar lo intolerable.

Qué bueno es cuando ves llegar a ese alguien que se compadeció o te comprendió y sabes que llegó a tiempo, porque algo más tarde hubiese sido demasiado tarde para ti y tus esperanzas de despertar al mundo, alejada del infierno.

Que estas Navidades sirvan para que todos entendamos lo bueno y lo malo de saber a dónde vas, pero que debes aprovechar para saber de dónde vienes y a dónde quieres volver a ir, en libertad.

Tu amigo, que nunca te falla


JUAN

sábado, 13 de diciembre de 2014

NO TOCO LO QUE VEO

Estamos atravesando unas fechas en las que veo mucha ilusión por estar junto los tuyos y disfrutarlos, escuchar lo que te escuchan y mirarse a cada rato, pero ya no puedo tocarlos a todos porque la distancia me mantiene lejos y algunos momentos de despedida ya pasaron en mi vida.

Quiero escuchar que mucha gente está alegre con su situación de salud y que ha superado su episodio triste de enfrentar momentos vitales, pero no puedo llegar a tocarlos porque son pocos y están muy dispersos en esta Navidad.

Estoy viendo besos y abrazos -a raudales- entre los que al momentos están viviendo momentos discrepantes y buscan espacios para enfrentar posturas irreconciliables, sin medir el daño provocado a terceros, pero no puedo tocarlos a la vez porque viven alejados y distantes.

Quiero ver un mensaje de Navidad que nos acerque y nos motive, pero no puedo tocarlo porque pareciese que no es real, ya que todos están escritos en mensajes vacíos y fríos, adosados a la página interior de una tarjeta navideña.

Espero ver un perrito en el árbol de Navidad porque sea el alma de la casa y quizás no el burro o la vaca, pues lo que quisiera tocar es armonía y paz, entrega y respeto, alegría al verse y saltos de entusiasmo al reconocerse.

Ansío ver el calor de la hoguera y sólo puedo alcanzar a tocar rostros congelados en la noche de Navidad.

Quiero ver regalos de amigos secretos que se lleven a cabo con seres humanos de otros mundos, necesitados de voces y palabras, gestos y mensajes, pero sólo toco una cuota para un presente con el que tienes más cerca y quizás con el que mejor te llevas en estos días más próximos a Navidad y que así no suene a extraño ni comprometedor el gesto.

Espero ver una película rodada en la vida de la calle y en la realidad de los arrabales, donde Jesús debe estar en el cuerpo de un vagabundo o en el de un niño recién nacido, abandonado a su suerte o regalado, pero sólo toco una ventisca fría porque eso es lo que regalamos a nuestro entorno y nos quedamos tan tranquilos.

Necesito ver almacenes para regalar ilusiones con la tarjeta de crédito de corazones desprendidos y donde sólo pudiesen comprar aquellos corazones iluminados, pero sólo toco carrocerías y trenes automáticos, muñecos manipulados y trajes deslumbrantes, algo muy parecido a cómo se comporta la sociedad en la que vivimos.

Estoy procurando ver un árbol lleno de chupetes y pan y leche para todos los refugiados, para que alguien se encargue de llevarlos a todos los rincones del mundo y que las migajas y la lactosa fuesen capaces de detener el flujo de balas que no paran por sí solas, procurando que el chupete les permita dormir en silencio y en paz.

Estoy queriendo ver unos Reyes Magos transformados en líderes internacionales que vayan alumbrados por la estrella para llegar a donde se necesitan, colmando de buenas nuevas e interviniendo por obligación y convicción donde haga falta una noche de Paz y lo que toco son cenas de trabajo olvidadas en la más cruel indiferencia.

Voy queriendo ver el oro de las necesidades, el incienso de los limitantes y la mirra de las muertes que no importan, en la soledad del desierto o la obscuridad de una selva apaleada por los conflictos, con gente arrinconada por años porque a nadie le importan sus enfermedades hasta que nos se globalizan y nos afectan a todos.

Estoy viendo un portal de los noticieros, en cualquier esquina del mundo y sin embargo hacemos nacimientos iluminados y suaves, pero lo que toco es un camino pedregoso para más de la mitad del mundo y un pajar que suena a derrumbes, inundaciones, marginación y manipulación, allá donde vayamos.

Quiero ver abuelos disfrutando de una comprensión mantenida y lo que toco es una obligación por entretenerlos, pues parece que ya no fuesen útiles para nada ni para nadie.

Deseo ver ojos brillando de esperanza y toco cuerpos desnutridos, donde no hay esperanza en un juguete sino en un trozo de pan.

Quiero ver oportunidades para muchos seres humanos que luchan por sobrevivir en el día a día, arropados en la cama de un hospital o un ancianato, caminando descalzos o contándose sus penas en familia, pero lo que toco es una realidad que discrimina y aliena, con la anuencia de intelectuales y oportunistas.

Espero ver una Navidad y toco unos días del calendario en los que no hay espíritu de Navidad.

Tu amigo que nunca te falla.


JUAN