sábado, 13 de diciembre de 2014

NO TOCO LO QUE VEO

Estamos atravesando unas fechas en las que veo mucha ilusión por estar junto los tuyos y disfrutarlos, escuchar lo que te escuchan y mirarse a cada rato, pero ya no puedo tocarlos a todos porque la distancia me mantiene lejos y algunos momentos de despedida ya pasaron en mi vida.

Quiero escuchar que mucha gente está alegre con su situación de salud y que ha superado su episodio triste de enfrentar momentos vitales, pero no puedo llegar a tocarlos porque son pocos y están muy dispersos en esta Navidad.

Estoy viendo besos y abrazos -a raudales- entre los que al momentos están viviendo momentos discrepantes y buscan espacios para enfrentar posturas irreconciliables, sin medir el daño provocado a terceros, pero no puedo tocarlos a la vez porque viven alejados y distantes.

Quiero ver un mensaje de Navidad que nos acerque y nos motive, pero no puedo tocarlo porque pareciese que no es real, ya que todos están escritos en mensajes vacíos y fríos, adosados a la página interior de una tarjeta navideña.

Espero ver un perrito en el árbol de Navidad porque sea el alma de la casa y quizás no el burro o la vaca, pues lo que quisiera tocar es armonía y paz, entrega y respeto, alegría al verse y saltos de entusiasmo al reconocerse.

Ansío ver el calor de la hoguera y sólo puedo alcanzar a tocar rostros congelados en la noche de Navidad.

Quiero ver regalos de amigos secretos que se lleven a cabo con seres humanos de otros mundos, necesitados de voces y palabras, gestos y mensajes, pero sólo toco una cuota para un presente con el que tienes más cerca y quizás con el que mejor te llevas en estos días más próximos a Navidad y que así no suene a extraño ni comprometedor el gesto.

Espero ver una película rodada en la vida de la calle y en la realidad de los arrabales, donde Jesús debe estar en el cuerpo de un vagabundo o en el de un niño recién nacido, abandonado a su suerte o regalado, pero sólo toco una ventisca fría porque eso es lo que regalamos a nuestro entorno y nos quedamos tan tranquilos.

Necesito ver almacenes para regalar ilusiones con la tarjeta de crédito de corazones desprendidos y donde sólo pudiesen comprar aquellos corazones iluminados, pero sólo toco carrocerías y trenes automáticos, muñecos manipulados y trajes deslumbrantes, algo muy parecido a cómo se comporta la sociedad en la que vivimos.

Estoy procurando ver un árbol lleno de chupetes y pan y leche para todos los refugiados, para que alguien se encargue de llevarlos a todos los rincones del mundo y que las migajas y la lactosa fuesen capaces de detener el flujo de balas que no paran por sí solas, procurando que el chupete les permita dormir en silencio y en paz.

Estoy queriendo ver unos Reyes Magos transformados en líderes internacionales que vayan alumbrados por la estrella para llegar a donde se necesitan, colmando de buenas nuevas e interviniendo por obligación y convicción donde haga falta una noche de Paz y lo que toco son cenas de trabajo olvidadas en la más cruel indiferencia.

Voy queriendo ver el oro de las necesidades, el incienso de los limitantes y la mirra de las muertes que no importan, en la soledad del desierto o la obscuridad de una selva apaleada por los conflictos, con gente arrinconada por años porque a nadie le importan sus enfermedades hasta que nos se globalizan y nos afectan a todos.

Estoy viendo un portal de los noticieros, en cualquier esquina del mundo y sin embargo hacemos nacimientos iluminados y suaves, pero lo que toco es un camino pedregoso para más de la mitad del mundo y un pajar que suena a derrumbes, inundaciones, marginación y manipulación, allá donde vayamos.

Quiero ver abuelos disfrutando de una comprensión mantenida y lo que toco es una obligación por entretenerlos, pues parece que ya no fuesen útiles para nada ni para nadie.

Deseo ver ojos brillando de esperanza y toco cuerpos desnutridos, donde no hay esperanza en un juguete sino en un trozo de pan.

Quiero ver oportunidades para muchos seres humanos que luchan por sobrevivir en el día a día, arropados en la cama de un hospital o un ancianato, caminando descalzos o contándose sus penas en familia, pero lo que toco es una realidad que discrimina y aliena, con la anuencia de intelectuales y oportunistas.

Espero ver una Navidad y toco unos días del calendario en los que no hay espíritu de Navidad.

Tu amigo que nunca te falla.


JUAN

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