martes, 8 de marzo de 2022

La guerra de las soledades

 

Estamos contemplando una guerra de seres humanos aparentemente "solos", olvidados en el seno de un conflicto que carcome sentimientos y hasta la fe. Es una crueldad que sensibiliza hasta los corazones más duros de pelar y las almas congeladas de no quererse ni a sí mismas.

Hay personas "solas" en la penumbra de un cruce de disparos y en las voces de auxilio "solas" que se lanzan al viento, esperando que la brisa de corazones viajeros las trasladen a los confines de la esperanza, en un mundo tan diverso y disperso, al mismo tiempo.

Hay bombas que, solas, han provocado tanto dolor en la huida, acabando con vidas que se alejaban en un intento por encontrar la paz de ese otro mundo, más allá de la frontera común, lanzadas por órdenes que "solas" desprendieron el olor a muerte que estaba escrito en el corazón de sus líderes, por odio o venganza, malestar o rabia indiscriminada.

Los soldados mueren "solos", sin el alivio de criterios dialogados porque la verticalidad de las órdenes te obligan a callar y aceptar el destino que se les impone.

Los padres quedan "solos" en el frente, mientras sus manos raspan el vidrio de la ventana que les separa de los suyos que, conforme despierta el motor del autobús que les transportará hacia la libertad, va desgarrando una historia de vida que puede que pronto se sesgue para siempre.

Los edificios quedan "solos" y derrumbados, tapando la verdad de los pasos que allí se cruzaron y las entrañas de los mensajes que allí se derramaron, ahogando entre sus muros la verguenza de haber sido construidos en un espacio de odio, con sabor a diferencias insalvables.

Los abuelos quedan "solos", porque no quieren renunciar a sus terruños, porque se saben una carga en los desplazamientos y porque alguien tiene que dar fe de lo ocurrido y ejemplo de la valentía de corazones nobles, enraizados y verdaderos.

Los cuerpos van quedando "solos" en medio de los campos de batalla, esperando la plegaria del caminante que se aleja, del perro amigo que se se queda allí, esperando la caricia que se le fue para siempre o la mirada desde una ventana alejada, donde se espera la noche para darle sepultura, sin preguntarse a qué bando pertenecía su lucha encarnada o su compromiso de vida.

Los políticos siguen "solos", escondidos para mantener la voz y el liderazgo, la esperanza de no claudicar, en nombre de quienes se sienten representados y el orgullo de no abandonar hasta el último momento.

Los escondites se quedan "solos" y levantan el polvo para que quienes se esconden hagan sus últimas carreras para adelantar sus corazones a las voces que los llaman desde las fronteras.

Las banderas se quedan "solas" porque quedaron en silencio las manos que las alzaban o fueron derribadas las trincheras que las ondeaban.

Los mensajes quedaron "solos" porque el mundo deja de escucharlos y no se mantiene vivo el eco que debe ayudar a resistir ante propuestas invasivas, coercitivas y alienantes.

Las oraciones se sientes "solas" porque las plegarias no callan el ruido de las amenazas, encontrando que la fuerza de las alianzas acrecienta, con creces, las derivadas de odio e intereses creados.

El himno se quedó "solo" porque no hay quien lo cante en la propia tierra, dando la vida por la estrofa que se quedó sin coro ni empuje.

El modelo de mundo se quedó "solo" ofertando acogida, cuando todos deberíamos haber ido a quedarnos con una familia ucraniana, esperando que la guerra hubiese alterado el modo de integración y convivencia de un mundo que se atreve a involucrarse en la paz y no permite la acogida en la guerra.

El legado se está quedando "solo", porque ya no hay palabras para testimoniar nuestras actitudes, ya que adolecen de sentido común humanitario y de carga solidaria.

Es una guerra de las soledades, así como los líderes rusos quedarán "solos" ante el Tribunal de la vida y luego en el destierro al que quedarán relegados en algún espacio "solo", si el futuro fuese resiliente con tanta alma olvidada y sola.

Tu amigo, que nunca te falla, quiere que este momento no se quede solo y sea compartido con voluntad de sembrar un acuerdo en paz.




Juan