sábado, 22 de noviembre de 2014

LOS PIRATAS TAMBIÉN LLORAN

Loja, 19-11-2014

A MI MAMI Y A MI ABUELITA

Ayer se cumplió un mes que me dejaste, mami, y aún recuerdo cuando estaba en tu vientre, pataleando porque quería salir pronto para conocerte y disfrutar juntos los primeros paseos, cogidos de la mano.

Ayer se cumplió un mes que me dejaste, abuelita, y me emociona saber que me diste de comer y me contemplabas mientras dormía, entre ronquidos y sueños de piratas.

Ayer se cumplió un mes que me dejaste, mami, y no me puedo olvidar de tu perfume y tus desayunos, tan tiernos y penetrantes como madrugadores y sencillos.

Ayer se cumplió un mes que me dejaste, abuelita, y sigue caliente mi deseo de ir a verte, de darte las buenas noches, de estudiar contigo y de compartir tus lágrimas cuando creí que me portaba bien y tú querías que fuese mejor ser humano de lo que fui en aquel momento.

Ayer se cumplió un mes que me dejaste, mami, y nadie podrá reír y emocionarse conmigo como tú lo hiciste, porque fuiste mi mejor amiga y compañera, mi mamá y mi confidente, a quien le debo la vida y siempre estaré en deuda con los ratos que me dedicaste y los abrazos que me diste, desde lo más profundo de tu corazón.

Ayer se cumplió un mes que me dejaste, mami, y te agradezco que me enseñaras a sumar amistades y consejos, a restar avaricias y a multiplicar entusiasmos y sueños, a dividir lo que debía aprender a compartir y a vivir como tú querías que viviese.

Gracias, abuelita, por protegerme y mimarme, por darme lo mejor de ti y por abrazarme. Gracias, mami, por lo que me has permitido crecer a tu imagen y semejanza.

Hoy puedo leeros esta carta porque tengo vuestra fuerza y vuestro cariño.  Desde el corazón de un hijo bendecido por haberos tenido tanto tiempo a mi lado, Gracias y un abrazo trascendente para mi mami y mi abuelita, desde lo más hondo de mi alma.



Luisito

miércoles, 12 de noviembre de 2014

SOMOS UNA CAJA DE LÁPICES DE COLORES.

Hay días en que somos el color amarillo, porque el tono ocre manifiesta que estamos con un humor bilioso, nos irritamos por cualquier cosa y hasta protestamos por aquello que nos toca con una sinceridad cargada de bondad, porque nos impresionamos por lo que nos llega y por lo que se nos va, no nos dejamos motivar por quien se acerca ni por el que se despide.

Otros días parece que llevamos el color rojo, con el que manifestamos que estamos hirviendo por dentro y la sangre fluye a una velocidad y con un torrente que nos sobrepasa, presentamos dolor de cabeza y mareos, nos late el corazón a una velocidad incontrolable y pareciese que hemos sido premiados con el gordo de la lotería pero, en el fondo, no es ni más ni menos que un estado de hartazgo de la vida y de las circunstancias, tan reales como duras.

Muchos días parecemos un color negro porque estamos de luto por lo que perdemos de oportunidades y derrumbamos el interés de otros por ayudarnos, no sentimos placer por todo lo que pinta nuestra vida de encanto y somos capaces de cubrir con una capa negra las escenas que se nos presentan a nuestro alrededor, cargadas de encanto y cercanía de todos los que pretenden acomodar nuestras penas y re-ubicar nuestras alegrías maltrechas.

Y algunos días parecemos un color azul, como el mar en calma y aceptamos las críticas como oportunidades, damos y repartimos consejos como un líder cercano, acompañamos a todos a satisfacer sus necesidades más elementales y protestamos por lo que quienes nos acompañan han carecido durante el último mes, damos todo lo que creemos que otros precisan para vivir con calidad y dignidad y no provocamos truenos ni tormentas, como un verdadero cielo resplandeciente, aceptamos ser lo que otros desean que seamos y balanceamos nuestras ilusiones con las miradas de esperanza de los demás.

Unos pocos días tenemos el color verde esperanza y somos capaces de tolerar las vicisitudes con mucha paz interior, porque confiamos en ese otro momento que ha de llegar, cargado de sorpresas e impregnado de verdades, no nos cansamos de insistir y empujar al que se cansa y precisa seguir caminando, en espera de que comparta con nosotros la alegría del triunfo, manifiesto en objetivos sencillos y al alcance del mismo corazón enamorado de la vida.

Sólo ciertos días tenemos un color blanco, puro, entusiasta, selectivo y ordenado, capaz de abrir caminos y despejar dudas, animado a servir de apoyo para consolar y de soporte para levantar. En esos días nos dedicamos por entero a los demás y sus limitantes, damos charlas y visualizamos un mundo diferente, donde las manchas no se ven y las arrugas no existen.

Sin embargo, en algunos días tenemos un color marrón obscuro, cargado de tristeza y pena, enturbiados por el pesar y el recuerdo, la añoranza de lo que se nos fue y la temeridad de enfrentar, día a día, a nuevos retos y con muchos vacíos.

Pero, cuando surgen los días del color lila, las tormentas y la neblina se acerca a nuestra existencia y pareciese que presentimos algo, que la verdad no se ve a simple vista y que la interacción se está transformando en un río turbio que no deja vislumbrar el fondo de los problemas y los compromisos.

Alguien me dijo alguna vez que en ocasiones portamos el color gris, porque estamos cansados y agotados, lloramos y nos acongojamos con facilidad, menospreciamos lo bueno de la vida y nos olvidamos de sonrreir, porque estamos nublados por dentro y por fuera.

Hoy estoy de color naranja claro y estoy experimentando la alegría desbordante del rojo, efusivo, con un amarillo bilioso aplacado, en un intento de ser manifiestamente abierto y crítico conmigo mismo, porque cada día estoy aprendiendo a estudiar el color que manifiesto.

Te invito a que analices el color que llevas hoy, pegado a tu alma, para que aprendas de esta caja de làpices de colores que todos somos.


Tu amigo, que nunca te falla.


JUAN

sábado, 1 de noviembre de 2014

HOY ME HACES FALTA

Hoy, en el día de todos los santos, me acuerdo de mi padre y sus ojos cansados, levantando la cabeza para hablarme porque distraía su atención y le entusiasmaba tener alguien que le escuchara sus planteamientos y sus reflexiones.

Hoy supe que necesitaba tu despedida para saber que dormías en la casa y que ibas a despertar al día siguiente, como todos nosotros en el día a día, sin importar lo que dijera el calendario de turno ni el pregonero que cabalgaba de casa en casa.

Hoy quise saber si el sillón seguía vacío y, cuando miré atentamente, quise saber si olía a ti y cuando olí supe que estabas ahí y no te veía.

Hoy revisé la imagen de la lápida tras la cual reposarás por siempre y las flores están vivas porque reconocen que ahí hay un ser humano cargado de bondad y soledad.

Hoy supe los esfuerzos que hacías para despedirme y, aún pesando las lágrimas, seguías caminando con el mismo esfuerzo, jorobado por el paso de los años mientras decías adiós sin mirar.

Hoy estuve pensando en aquellos años de miradas vivas y ausencia de pesares, cuando éramos un equipo y todos se alegraban del esfuerzo y me enseñabas a leer la hora en los relojes de cartón que me construías.

Hoy hace 5 meses que nos dejaste y aún se sienten los pasos y los frotes de las manos por el frío que calaba en el invierno.

Hoy reviví la alegría de aprender a conducir sentado entre sus piernas y de mantener un silencio, mientras escuchaba la radio, porque en aquel entonces no había televisor, hasta que el sueño nos rodeaba y las manos de mi madre me acariciaban.

Hoy recuerdo que todos nos sentábamos a la mesa para comer lo mismo, porque eso mismo era la ilusión de todos.

Hoy siento tu presencia caminando, regresando del campo o saludando en la mañana temprano, calentando los molletes y envasando matalahúga.

Hoy quiero acordarme de tus paseos y tu bastón, sentado en los bancos junto a Burriana y agachado para que nadie te viese fumar.

Hoy siento tus ausencias y tus almuerzos tempraneros, tu sinceridad en los consejos y tus convicciones tan profundas en esa verdad tan propia, real y meditada, que me hacían reflexionar sobre mis propias verdades, tan elementales como caducas.

Hoy me acuerdo de ti y tus momentos de tos, cargados de ese humo que fue tu verdadero compañero de siempre y para siempre.

Hoy quiero decirte que sigo acordándome de ti, igual que yo sé, a ciencia cierta, que tú también te acuerdas de mi y mis hermanos, de mi madre y de toda esa vida que nos permitiste compartir contigo.

Hoy quiero desearte que sigas descansando por el peso de los años en ese rincón donde hay paz y tranquilidad eternas.

Hoy es un día para visitarte y yo te he visto en la foto y he leído la lápida donde duermes plácidamente, ese mármol donde también pudo añadirse la frase "no hay olvido para el corazón porque en cada gota hay recuerdo".

Gracias por todo, papá y que tu corazón aplacado tampoco se olvide de nosotros.

Hasta siempre, papá.


Tu hijo.

JUAN