lunes, 28 de marzo de 2016

LA VIDA ES COMO UNA VISITA AL SUPERMERCADO



La vida es un supermercado, porque salimos cada mañana a hacer la compra y regresamos con productos de oportunidad, con una reforma del menú  que diseñamos “a bote pronto” y habiendo gastado más de lo que teníamos previsto. 

Y todo porque necesitábamos airear nuestros complejos, saltando nuestro olfato de puesto en puesto, como necesitamos relacionarnos para integrar algo fresco y sabroso, estando siempre dispuesto a meter en la cesta de nuestra predisposición todas las oportunidades que nos ofrecen los demás, siempre de carne y hueso.

Pensamos que vamos a desarrollar lo que le prometimos al espejo y las circunstancias son las que luego mandan, reordenando nuestras actitudes de acuerdo a las necesidades de los demás y nos construimos en facetas tan diferentes que en nada se parecen a las que esperábamos, gastando más energía de la que teníamos almacenada porque no era nuestra intención ofertar apoyo sino pasear nuestros complejos escondidos.

Compramos cebolla y nos ponemos a llorar, conseguimos zanahorias porque son adecuadas para el déficit visual que nos diagnosticó el médico, echamos en la cesta limones porque da gusto al pescado y no faltan los tomates y la lechuga porque tiene la fibra necesaria para aliviar nuestro estreñimiento, descubrimos la manzana para rellenar los ratos libres y nunca faltará un mango para acelerar los latidos de nuestro corazón.

Con la falta que nos hace cada alimento para endulzar y picar nuestras actitudes, para sazonar y salar nuestros misterios, aromatizar nuestras verdades con hierbas aromáticas y mezclar nuestras ambiciones con el toque más selecto. 

Saludamos por la calle para que los demás se percaten que salimos a la misma calle, nos perfumamos para que nadie olvide nuestra estela y puedan iniciar una conversación hablando de nosotros, visitamos lugares públicos porque es donde vamos a encontrar mayores oportunidades de relación y compramos el periódico para dar una impresión de ser humano culto, escondiéndolo bajo la axila para que las noticias sigan siendo calientes y nos abanicamos con las notas deportivas si el calor nos abruma.

Cuando destapamos la cesta encontramos mucho de lo que no importa tanto y poco de lo que sustenta un primer plato, como cuando reflexionamos en la noche y descubrimos que dimos muchos pasos pero pocos de los que dejaron huella en la vida de los demás.

Ahí vemos que hay pollo de color blanco, porque no es el que buscábamos, carne que no se deja pellizcar, grano que ya acumula gases en la cesta, leche que sube el colesterol y pescado blanco que no pareciese tener buena salud.

Y por eso, al cocinar siempre nos faltaron ingredientes que debemos salir a comprar, porque si no el gusto de la sopa sería rancio y soso, al postre le faltaría algo de consistencia y el segundo disfruta de unas papas que no tienen sabor a verdad. 

Por ello nos resignamos y salimos apresurados con las cosas más claras y el plato mejor definido, precisando la cantidad necesaria y con necesidad de observar lo que adquirimos porque no queremos perder más tiempo en la mañana.

Asimismo, en la vida del día a día necesitamos salir a perdonar porque el olvido mata las relaciones y robamos a la calle las miradas que dejamos lanzando al vacío, para que no siga flotando nuestro carácter amargo y distante y alguien pueda comprarlo, metiéndole gato por liebre.

Cuando terminamos de comer seguimos con hambre y la indigestión nos recuerda que no tuvimos cuidado en la selección de los alimentos. De igual manera, los encuentros desaprovechados y los roces interesados se nos pueden indigestar y dejarnos un mal recuerdo.

Aprendemos tan poco de la calle por creer que nosotros somos los protagonistas, como esos alimentos que lucen bien sólo en una posición y en un estante del supermercado, pues al cambiarlos de altura y posición pierden el encanto.

Tu amigo Juan, que nunca te falla, quiere recomendarte que hagas una buena lista para el supermercado y salgas a la calle sabiendo lo que puedes y debes hacer, sólo así tendrá éxito el menú.




Un abrazo. 


Juan

martes, 8 de marzo de 2016

A TODAS LAS MUJERES QUE CONSTRUYEN


A todas las mujeres que construyen
Loja (Ecuador) a 08-03-2016                                                                                                             A 

A las mujeres ambientalistas asesinadas, entregando su vida por el bienestar de las especies que consideramos que están para ser manipuladas a nuestro antojo.

A las mujeres maltratadas por la lacra de la violencia de género que nos descubre como insensatos bloques de barro que tomaron vida para dar fe que la humillación, la agresión, la coacción, el miedo y el servilismo no pueden ser palabras que pasen al olvido, en pleno proceso de revoluciones integracionistas, económicas o sociales.

A las mujeres que nunca fueron premiadas por alzar la voz y siguen tolerando marcas en sus caras y huellas en su corazón, aún con fuerzas suficientes para salir adelante señalando las vergüenzas del siglo XXI.

A las mujeres que caminan sin fin abriendo rutas de esperanza, cargadas con el dolor del vacío que dejan atrás y los hijos que tuvieron que seleccionar antes de emprender la triste marcha, huyendo de la marginación o la pobreza, el abandono o las luchas y convencidas de un abrazo de acogida que ni está ni se le espera.

A las mujeres embarazadas que dieron a luz en medio de un mar sin rumbo, abriéndose hueco en una maltrecha embarcación que debe conducirles a fronteras imaginarias, esas que todos levantamos para distanciar y diferenciar lo que todos tenemos en común.

A las mujeres manipuladas como animales y a quienes lloran abandonadas a su suerte en la esclavitud de los sueños perdidos, como náufragos en una sociedad tan alienante y escondida.

A las mujeres trabajadoras sin aspiraciones, a la espera de un salario que no alcanza para una comida al día, con hijos a cuestas y sin momentos para soñar.

A las madres con un duelo injusto e innecesario, esperanzadas en que el mundo al que llegaran sus hijos les haya despertado un bienestar de espíritu que les permita esperar con la satisfacción plena de que ninguna distancia es, ni nunca será, olvido permanente.

A las mujeres marginadas y que sufren incomprensión y castigo psicológico, menosprecio u olvido y cuya vida arrinconada pasa sin sentido, en el abandono más cruel e innecesario.

A las mujeres que han tomado decisiones sobre su vida porque su voz nunca caló hondo entre quienes creemos oír lo que sucede a diario a nuestro alrededor y pasamos seleccionando lo que queremos escuchar.

A las abuelas que fueron madres y que siguen siendo mujeres valiosas, sin memoria ni compañía, porque en su silencio siempre habrá palabras de desencanto con la vida.

A las mujeres que siguen buscando la paz cada mañana y procuran detener guerras y conflictos educando a sus hijos, para que la voz sea un eco que multiplique actitudes positivas.

A las mujeres que siguen alzando su voz para enseñarnos las miserias del mundo en que vivimos y mueren en algún rincón, en el olvido más cruel.

A las mujeres que están en el lecho de muerte y sólo piden una pizca de comprensión, un poco de silencio y un apoyo manifiesto para su trayectoria de vida.

A las mujeres que no tienen disponible para alimentar a los suyos, porque debieran estar impartiendo cátedra en las facultades de Economía de mayor prestigio en el mundo.

A las mujeres que se sienten desplazadas y marginadas, a las que no cubre la sombra, a las que sólo visten harapos, a las que viven de rodillas y a las que dedican su vida a pedir la limosna con la que alimentar a los suyos.

A las mujeres que nos hacen dignos y no las dignificamos, a las madres que piden recuerdos y no las recordamos, a las abuelas que sienten por nosotros y no las sentimos, a las madres que nos enseñaron a derrumbar muros y nosotros los volvemos a levantar, a las abuelas que no nos olvidan y se sienten olvidadas.

A todas ellas, FELIZ DÍA DE LA MUJER

Tu amigo, que nunca te falla




JUAN