sábado, 27 de octubre de 2018

El carro de la corrupción




Hoy quiero hablar de ese modo de vivir “de espaldas a la realidad”, donde pareciese que “se hace mucho dinero” y se tienen amigos “de ocasión”, en cuyo vocabulario no hay espacio para la verdad y donde sólo se espera ganar el pan “con el sudor del de enfrente”.

Sí, voy a hablar de la “corrupción”, de ese mundo donde únicamente se habla de lo que no se va a hacer y se hace lo que nunca se prometió, porque en su interior subyace un guión especulativo, a la espera de que nunca salga a la luz.

Y es que podríamos compararlo con un carro “de los de antes”, como en la foto antigua que encabeza esta nota, de esos que arrastraban los caballos para trasladar “algo” de un sitio a otro, por miedo a ser descubierto o por un deseo inconfesable de salvaguardar el buen nombre o el prestigio auto-impuesto.

Se necesitan dos ruedas de madera, algo tan sencillo como eso, movidas por un engranaje, que funcione “a diario” para que siga rodando, pese lo que pese y pese a quien le pese.

Es preciso diseñar un cajón para transportar “medias verdades”, sin que haya la oportunidad de que puedan rebosar y desparramarse sobre la carretera, a la vista y paciencia de curiosos.

Hay que cubrirlo con un “toldo” para no dar pie a que los más suspicaces empiecen a imaginarse cosas que nunca podrán descubrir, a corto plazo.

Siempre habrá un palo que conecte esta estructura a unas ataduras que arrastrará el “mulo de carga”, que será quien sobrelleve el mayor peso y deberá estar dispuesto a no detener su marcha, al son de los giros de las ruedas y en los horarios más discretos y silenciosos.

Para finalizar, y por si el agotamiento del animal hiciese acto de presencia, el látigo de quien conduce el carro arremeterá contra la triste vida de quien tira para conseguir su sustento diario y sin derecho a reclamar en el intento.

Al final, se piensa que unas palmetadas o caricias van a compensar la triste realidad del sudor y lágrimas del cuadrúpedo resignado y bien alimentado, no disponiendo del tiempo para un descanso bien merecido, sin preguntarse más allá de lo que ve y sin imaginarse más allá de lo que siente.

Y, en lugar de sufrir por el cansancio animal, limpiar las heridas de los aparejos, procurar quitar los toldos para que todo el mundo compruebe la naturaleza de lo que se hace o movilizarse a la luz del día, todo el que puede fabrica su carro, compra su animal y se dispone a movilizar su carro a las mismas horas de sombra para ocultar cuanto pueda, porque ya se creó una escuela en la que es “casi imposible” revisar lo que se enseña y refutar lo que se demuestra.

Tu amigo, que nunca te falla

JUAN


viernes, 19 de octubre de 2018

EL QUERER DE LAS ACTITUDES


Hay momentos en los que estamos predispuestos a escuchar y ayudar, si está en nuestras manos el hacerlo y es entonces cuando preguntamos ¿Qué quieres? y, tras la respuesta buscamos las mejores oportunidades para apoyar y ayudar.

Hay, sin embargo, momentos en los que nos cuesta trabajo ayudar y queremos pasar de largo, convenciendo a los demás que nos confunden las voces o los gritos de quien busca consuelo y es entonces cuando lanzamos la pregunta ¿Qué será lo que quiere? y nos alejamos, poco a poco, convenciéndonos que no se puede hacer nada, o no deseamos hacer nada, en este caso.

Hay situaciones en que alguien se impone a los demás, participando del fango de la violencia con dominio y el sometimiento sin perdón y, sólo en esos casos, nos manifestamos con la frase "Quiero que me quieras", como si los sentimientos se pudiesen pagar como "un peón a sueldo".

Hay seres humanos que obligan a otros a manifestarse a la fuerza, como si fuese una tarea altruista por el bien de los demás y se lanza la orden "Quiero que le quieras", con el único propósito de adaptarse a situaciones límites o para evitar que otros sientan las discrepancias tan de cerca.

Hay personas con un alto grado de auto-estima y siempre piensan en la frase "Me quiero como soy", lo que traduce un cierto grado de conformismo, pero al mismo tiempo de adaptación a los vaivenes de la vida, procurando así protegerse ante cualquier contratiempo.

Hay quien transforma el querer en un piropo, porque entiende que el otro se merece una consideración especial y con una mirada especial, dos gestos ensamblados y una sonrisa, te dice "Cómo no te voy a querer" y, si lo entiendes a cabalidad, te apoya a seguir viviendo con otro talante y con más fuerza, si cabe.

Hay frases impregnadas de menosprecio, propias de quien busca información o pretende inmiscuirse en la vida de los demás, como "Pásate por allí como el que no quiere" y en los pasos se le nota, a leguas, que no era bienvenido ni se pudo encontrar bien hallado.

Hay impulsos que no son palmetadas y con una frase, de alguien con experiencia y que pretende convertirse en un soporte en tu vida, como cuando te dicen "si quieres, puedes", con lo que te ayuda a vencer miedos y limitantes en tu vida.

Hay momentos en los que el recuerdo se nos llena de lágrimas y los ojos se empapan de abrazos pasados, cuando te dices para tus adentros, mientras sueñas con los mejores momentos de tu vida, "cuánto lo quiero, aunque ya no esté con nosotros" y es un grito de rabia y una voz de alerta sobre la necesidad que tenemos de que ese alguien siguiera a nuestro lado.

Hay sueños que se visten de quereres, como al decir "Quisiera ser un poco más feliz", porque te encuentras vacío de oportunidades y buenas intenciones, como si se te hubieran agotado las caricias y las palmetadas de personas cercanas.

Hay, también, minutos en los que manifestamos nuestros sentimientos, con grandes discursos o con dos palabras que te trasladan al infinito, como "Cuánto te quiero" y cuánta dificultad supone el pronunciarlas, por falta de estímulos o de tiempo disponible para armar la frase desde el alfabeto del alma.

Tu amigo, que nunca te falla, quiere invitarte a que reflexiones sobre los quereres y los traigas a tu vida presente, donde querer sea parte de tu día a día.



JUAN