A
TODOS MIS AMIGOS:
A veces nos sentimos desafortunados si
nos enfrentamos a alguna circunstancia difícil, pero es lo que debe ocurrir en
un mundo donde hallamos tantas contrariedades, propias de las convulsas relaciones
humanas, que nos enseñan a aceptar el
devenir de cada día al momento de despertar, porque cualquier dificultad nos
agota firmemente las fuerzas para superarlas con creces.
Un día salimos del cascarón y creemos que
el mundo va a ser una realidad increíble, pero pronto nos damos cuenta de los
problemas que genera haber venido al mundo y entonces nos ponemos frente al
espejo, como si viésemos un cruce que nos acerca a una encrucijada “o seguimos
por el camino del rechazo constante y nos ponemos un impermeable, creyendo que
la nube de obstáculos no nos va a mojar jamás o elegimos incorporarnos a un
mundo que hemos de aceptar tal y cual es”.
Si nos dejamos llevar por el conformismo
de que “esto no tiene arreglo” es porque nos despreocupamos del legado que
dejaremos a los que vengan detrás y seremos culpables de sus propias
dificultades, porque muchas serán heredadas como se generaron antaño, cuando
nosotros nos olvidamos de aplicarles alguna solución para que viviésemos con un
estatus de felicidad más integral.
Si nos rebelamos contra todo estamos
expuestos a sufrir un estrés y a claudicar ante la presión de toda una sociedad
que piensa que nuestra revolución es de otra época y que en el empeño
aprenderemos a moderar nuestras intenciones, observando el acomodo de los demás
y la falsa tranquilidad de quienes desean que todo siga igual.
Los lamentos son fruto de la
desesperación y conducen a un estado de malestar en el que nos dormimos, presa
del pesimismo y la incomodidad de la falta de herramientas disponibles para superar
cualquier contratiempo.
La genuina forma de superar toda piedra
en el camino sólo es patrimonio de la valentía de querer seguir siendo uno
mismo, no derrumbándose ante nada, aunque esté en juego nuestra propia
existencia, porque los principios nos impulsan, la verdad nos acompaña y la
ilusión nos mantiene vivo el ejercicio de la lucha interior por ser cada día
más para afrontar mejor las dificultades.
Hay personas que se acercan al paraguas
que algunos abren para cobijarse y no estar a la intemperie de las dificultades
visibles o invisibles, pero el sentir la pesadez de cualquier mal presagio, sin
arrinconarse ni amilanarse, nos abre oportunidades de cambio en un mundo con
poco espacio para la triste compasión y las inoportunas condolencias.
Hay espacio para la reflexión ante los
problemas, condicionada por la necesidad de dialogar sobre las posibles y
viables alternativas de solución a los problemas, los que se presentan
intempestivamente o se han ido abriendo paso ante nuestra lamentable inacción.
Algún día, en algún lugar, alguien
llorará porque creerá que con lágrimas sustentará alguna teoría aplicable a la
realidad de los hechos, mientras otros, en otro lugar opuesto, estarán
aportando con estrategias, cuya puesta en común logrará aportar en la solución
de los problemas para los que seguirán llorando durante todo el día.
Alguien, sin embargo, estará criticando a
quienes se reúnen porque posiblemente resuelvan aportar con una idea, como
estandarte, por lo que son a veces encauzados inadecuadamente para que no se
altere el orden preestablecido, por temor a que haya un temblor que nos obligue
a todos a tener otra visión del mundo y sus circunstancias.
Vivir no debe ser otra cosa que estar
pendiente de aportar, constantemente, esperando que cada día la proporción de
quienes lloren sea menor, pues será la única manera de consolidar objetivos y
metas, permitir evaluarnos sin observadores convencidos de que “más vale algo
conocido que cualquier experiencia por conocer”.
Apetece acostarte a dormir y agradecer a
tu sombra en el espejo que fuiste valiente durante, al menos, el día de hoy,
porque las dificultades no son para esconderse de ellas sino para superarlas.
Tu amigo, que nunca te falla
JUAN