lunes, 30 de julio de 2012

MI MAYOR DESEO ES SER UNA HOJA DE PAPEL

Si en alguno de mis paseos callejeros, aburrido por el clima y aturdido por los sinsabores que palpitan en la acera, le diese un empujón de rabia a una farola y saliese un mago preso por cientos de años, mirándole de reojo le pediría que me convirtiese -sólo por un día- en una hoja de papel, sin lugar a ninguna duda.

Ya estoy escuchando a algún lector del blog con su insinuación:
-Oye, Manuel, creo que JAGPOPA está un poco loco, o al menos lo parece. ¡ Qué ocurrencia¡.

Pero para que estés tranquilo quisiera decirte que el papel es el producto de un proceso de reciclaje de alimentos y basura, desperdicios y desechos, por lo que ahí se condensa, como un homogeneizado, lo que algunos vomitaron y otros no quisieron, lo que derramaron y menospreciaron, las sobras de quien lo tiene todo y hasta lo que no quiso quien hurgó en las entrañas de los contenedores de basura.

La hoja de papel te guía en tu aprendizaje de un idioma y orienta tu mano en la caligrafía, ahí queda impreso tu carácter y tus rasgos, hasta se puede deducir la patología que presenta el enfermo con Parkinson o quien sufrió una Enfermedad cerebro-vascular aguda, si fué diestro o siniestro quien rellenó de guarismos el blanco de la página, si estaba nervioso, ebrio o en sus últimos minutos de vigilia.

Los tests psicológicos se presentan en hojas de papel y yo quisiera indicarle a los pacientes quien soy y cómo me llamo, para que confundan al psiquiatra y huya buscando ayuda para que le saque de la confusión en la que le metería.

En el papel se escriben cartas de amor y yo deduciría si son palabras cargadas de convicción o las está escribiendo un letrado amigo, por encargo. Ahí se pueden leer noticias sobre el acontecer diario y yo sería el primer lector y crítico afortunado, pudiendo borrar faltas de ortografía para poder transmitir el mensaje pleno de reglas y signos de puntuación, tal y como lo sienten los más desprotegidos.

En el papel se planean proyectos y programas, por lo que yo iría volando a las comunidades para decirles lo que quieren hacer allí, si hay afán de engañarles o condicionarles, nombrar falsos líderes para generar dudas y rupturas o explotar sus necesidades para resolver supuestos problemas globales.

Estaría, si fuese una hoja de papel, al tanto de tantos recuerdos que quedan escritos, algunos con lágrimas de descontento y soledad y otros por añoranzas de pérdidas que nunca volverán, sentiría el olor de la pata de la paloma mensajera de antaño y aprendería de las notas que elaboran los intrépidos y desganados estudiantes que pretenden superar la asignatura leyéndome durante el examen, para luego sentir la furia de ese profesor que me arruga y me guarda en su archivador como prueba del delito, al coger al tal iluso copiando la pregunta número 5.

Me entusiasmaría ser el borrador de luchadores y emprendedores, castigados y oprimidos, que redactan sus primeras frases de protesta en una hoja de papel, para conocer su fervor y entusiasmo, sentir el tono con el que tratan los problemas y ese deseo de transmitir un empujón para los que no tienen ni deseo de escribir y mucho menos de protestar, porque ya perdieron la fé hasta en su misma voz.

En un hoja de papel está redactada la Constitución y habría que leerla y sentirla, para luego respetarla y saber quién eres en tu propio mundo, descubrir los vacíos y rellenarlos, si así se pudiesen solucionar problemas y necesidades no satisfechas o para quitar ceros a la derecha en las indemnizaciones reconocidas por ley mientras otros jadean de hambre y duermen de insomnio en sus reflexiones de paro sin indemnizaciones reconocidas por una crisis que nunca parieron.

Hay quien es capaz de dibujar movimiento en una hoja de papel y así me estaría dando un paseo e incluso dormiría una siesta con el vaivén del viento, mirando la playa del cuadro que ahí mismo dibujó en su anteproyecto un refinado pintor.

Sabría a qué saben las órdenes de alejamiento para violadores confesos con quienes se es permisivo hasta que destrozan vidas y esperanzas, porque el papel no llegó a tiempo o no se firmó en su momento, yo podría haberlo hecho todo en el mismo minuto y quizás hubiera evitado una pena de infancia y un dolor de impotencia, volando por la ventana y llegando a mi destino antes que en tren o en la mochila de un mensajero anónimo.

También hubiera sentido las vibraciones de los dedos o las plumas con las que escribieron quienes redactaron la Biblia tras escuchar los mensajes y las parábolas, asustados o perseguidos, confiados o animados, resignados o testimoniando la esencia de la presencia de Dios en este mundo.

Para algunos no sería buen papel, pues hay quien dice que va a hacer obra social y entrega su tarjeta de presentación en una hoja, con letras claras y direcciones seguras, para que no se pierda, entregándolas al resguardo de la mirada de los demás, porque de lo contrario se percatarían de la farsa de samaritanismo y yo me encargaría de soplar las letras y que llegaran las tarjetas "en blanco", porque esa sería la penitencia para quien presume de lo que se debe mamar durante la lactancia materna, ese amor por los demás y ese sentido del bien común.

Y qué pasaría con los libros, donde queda escrita una historia en las bibliotecas y tendría la oportunidad de leérmelo todo para conocerme mejor y entregar al futuro un arsenal histórico de un pasado que también nos debe llenar de orgullo por lo bueno y por los logros, así como por las páginas de enfrentamientos que sirvieron para hacernos más cercanos y las peleas de tertulia que nos permitieron destacar a quien realmente se lo merecía por su esfuerzo, cuando aún no habían realities.

Así que después, cuando terminara de ser papel y tuviera forma y cuerpo de ser humano, le encontraría el verdadero sentido a la vida y seguiría recomendando a los demás que no pidan deseos vanos, lujuriosos, encantados ni sobrenaturales, que se encarguen de transformarse en una hoja de papel, esa que hace erudito al sinvergüenza y profano al presumido, la que coloca medallas al tesón del humilde y permite prosperar al soñador que genera sus energías pensando en el hoy y por siempre todavía.

Juan Aranda Gámiz

miércoles, 25 de julio de 2012

EL MEJOR HORÓSCOPO ES TU ESPEJO

Al ponernos delante de un espejo nos miramos siempre por fuera y así nos pasamos un buen rato contemplando el peinado, nuestro acierto en la combinación de colores y trapos, si hemos completado un buen afeitado o si hemos sido capaces de ocultar unos kilos extra con ropa ajustada o de una tonalidad obscura; así, sin reclamar, nos damos media vuelta y salimos corriendo a comernos la calle y a presumir del cuerpo que la vida nos dio.

No nos detenemos, en silencio, ante nuestra propia imagen "en espejo" esperando una señal que nos obligue a escuchar atentamente, porque los espejos hablan y hasta pudiéramos hablar con ellos si fuésemos personas preocupadas de nuestro interior y del futuro inmediato que nos espera allá afuera, como si estuviésemos leyendo el horóscopo en un periódico con el que nos vinculamos y en el que confiamos.

Cuando nos ponemos de frente y nos vemos "en el espejo" debiéramos contemplar nuestra mirada y, si estuviésemos pasando por un mal momento o no hubiésemos dormido bien, si la autoestima estuviese muy baja o necesitásemos pedir perdón ese día y no supiésemos cómo ni cuándo, se va a plasmar en nuestros ojos y el espejo, tan sabio y prudente, nos susurraría "anímate, no hay peor paso que el que no se da y si te sientes cansado confía en tus posibilidades, ya has descargado todo el esfuerzo necesario y sal afuera a encontrar esa salida que hoy te va a entregar la mañana, te lo dice tu espejo amigo".

Si nos hubiésemos comportado mal, hubiésemos desencadenado un desastre, nos lamentásemos de esa mentira que salió de nuestra boca y está perforando la sensibilidad y la dignidad de un ser querido, o quizás hubiésemos robado la bondad, inocencia o felicidad de alguien y en ese momento hubiésemos hecho una foto a nuestra imagen "en espejo" es posible que apareciese revelada y desdibujada unas frase en la fotografía  "al menos hoy procura hacer el bien, sin mirar a quien y si te reconoces como mísero y oportunista es tu hora de pedir perdón y luchar por superar tus propios vacíos y engrandecer tu espíritu de lucha por conquistar el bien común".

Quizás, en la obscuridad de la noche y con la luz apagada, presentándonos a un espejo, si confiásemos en la sinceridad del espejo, en el supuesto de que nuestra rivalidad y competitividad no dejase espacio en nuestra vida para la solidaridad y la compañía, la comprensión o la verdad, escucharíamos esa voz desde el interior del espejo "oye, soy tu imagen y te estoy mirando y creo que mañana debieras salir a la calle sin el entrecejo fruncido y con menos arrugas, porque en la calle te van a notar las iras y la cobardía que manifiestas; piensa en la noche cómo aliarte con esos enemigos que te has creado para aprender de ellos y así podrás llegarles mejor con tus mensajes, pues tú eres fiel a tus principios pero estás dejándote llevar por esas gotas de rabia que provocan la falta de oportunidades y las distancias cuando te comparas con los demás".

Queremos salir del baño y hacerle al espejo preguntas condicionadas, esperando respuestas pre-fabricadas y que satisfagan, como si se tratase del relato del cuento de Blanca-nieves, pero somos seres de carne y hueso, cargados de verdad y mentira, soportando cruces y amenazas, por eso tenemos que ser sinceros hasta con el espejo y proponerle reflexiones para las que no puedes responderte tan fácilmente "¿se puede confeccionar una camisa de coraje para enfrentar los retos de la vida? ¿hay alguna verdad escondida detrás de un falso abanico? ¿se debería permitir que algunos lactantes votasen colocando su huella digital en un papel? ¿por qué deben tener un final feliz las películas? ¿soy culpable de algo de lo que está pasando en el mundo, en este momento? ¿habrá alguien que me conozca, mejor de lo que yo creo conocerme? ¿debería penarse la limosna?.

No hay tiempo para preguntarle a todo el mundo si estás bien o si te ves fenomenal, pues ello transmite la verdad que todos piensan y luego comentan -creo que este no tiene espejo en su casa- y es que debiéramos ducharnos, lavarnos los dientes y mirarnos en el espejo -con suma paciencia- esperando que arranque un diálogo y así, día a día, podamos ir conociéndonos mejor en nuestras dudas y nuestros interrogantes, en nuestra apariencia y en nuestra escala de valores.

Yo creo que la terapia de mirarse al espejo debiera acompañar al momento de presinarse, al saborear un chocolate o al aplicarnos colonia con palmetadas en la cara o con el dedo en la cara anterior de la muñeca o el cuello, porque la verdad que te diga tu imagen "en espejo" va a protegerte tanto como la señal de la cruz, te va a saber a rico manjar y va a perfumar tu día, alentando y condicionando tus actitudes positivas contigo mismo y con los demás, mejor que la mejor de las colonias o agua de azahar.

Y no dudes en solicitar la compañía de tus hijos al mirarte al espejo, o la de tu esposa, pues lo que ellos -en persona- no se atrevan a decirte por respeto o prudencia, sus imágenes "en espejo" te lo van a comentar, tanto si eres un padre sin tiempo para sus hijos, un esposo que perdió la chispa de un consejo o la llama de un piropo.

Aprovecha, corre y mírate al espejo, te aseguro que es mejor que la quiromancia, el horóscopo o tu propia conciencia, pero al mismo tiempo hazle caso -en silencio- y comienza a respetar tu propia imagen, como el primer paso para lanzar una voz de respeto por todos los demás, así lograremos ir cambiando este mundo en el que vivimos, poco a poco y paso a paso.


Dr. Juan Aranda Gámiz.

martes, 17 de julio de 2012

POR EL OÍDO ENTRA LA DEPRESIÓN

La depresión es una alteración del estado de ánimo, relacionada con pérdidas -de cualquier índole- en el pasado, por lo que es capaz de presentar diferente rostro según las personas y los momentos que nos toquen vivir, pudiendo manifestarse con sintomatología típica o de forma enmascarada, pero en el trasfondo se caracteriza por una falta de capacidad para estar a la altura de las situaciones comprometidas, adaptándose racionalmante, así como por una reacción de negación.

Vivimos etapas depresivas por situaciones de desarraigo, pérdida de seres queridos, fracasos personales, imposibilidad de alcanzar metas, estrés, marginación social, multi-morbilidad, incapacidad, personalidad predispuesta y creemos que la falta de ilusión, las ideas raras que se quedaron a vivir en nuestra cabeza, el agotamiento, la dificultad para dormir, los cambios bruscos de peso, el temor a tomar decisiones por no saber qué hacer o decir, el desinterés absoluto por la vida, el sinsentido de la misma existencia o los dolores que no responden a ningún tratamiento son achaques del paso de los años y no los relacionamos con una depresión.

Tenemos que buscarle la puerta de salida a esta enfermedad, pero antes hemos de analizar cuál fué la puerta de entrada para que viviese tanto tiempo enamorada de nosotros esa maldita depresión. ¿Y saben qué?, yo creo que "por el oído entra la depresión", estoy casi seguro y si no que me demuestren lo contrario.

Escuchamos noticias que dan pena e impotencia, entran por el oído cargadas de maldad y desencanto, carcomiento nuestra cadena de huesecillos por el hambre y la miseria provocada por el mismo ser humano, arrinconando esperanzas y destruyendo ilusiones y juventudes, martirizando los apogeos de una adolescencia y vistiendo a niños con callos en sus manos y armas en sus hombros, donde debiera haber flecos y felpas, hombreras y libros.

Temblamos en una temporada de calor, como si hubiésemos enloquecido, pero es que las palabras de odio y segregación, menosprecio y abandono, discriminación y humillación, provocan tiritonas y escalofríos desde el momento en que penetran por nuestro oído.

Aceptamos que se nos debe notar el bochorno por la ffalta de libertad de las palabras en las frases hechas que pretenden convencer y alienar, porque la voz de la conciencia de quien manipula penetra por el oído y este deriva calumnias y ofensas a la oficina de nuestra dignidad, sintiendo la pequeñez de nuestra compostura y la incapacidad para levantar nuestro orgullo y lo único que se nos despierta es una vergüenza interior, acomodándose al momento y reflejándose en nuestras mejillas.

Nos quedamos mirando fijamente a un punto en la nada cuando aprendimos a respetar por lo que nos decían seres humanos que consideramos líderes, escuchando nuestros propios aplausos de confianza que taladraban nuestros oídos y ahora callamos impresionados al recibir palabras de perdón elaboradas "al dente" para asombro de nuestra cóclea y estremecimiento de nuestro caracol, al sentirse estimulado por las ondas de mentira que se propagaban desde la boca de falsos mensajeros y que penetraban nuestros oídos para llegar agradecidas a nuestro cerebro, aparentemente con la armonía transitoria de quien pretendía convercer que hacía todo por nosotros mientras nosotros le permitíamos todo.

Hay gente que nunca tuvo nada y quien siempre lo tuvo todo, quien aspira a tener algo y el que ha renunciado a tener por miedo a querer tener más, pero la diferencia entre unos y otros es el toque de verdad que sopló en los oídos de quienes nunca se sintieron engañados ni condicionados, por eso mismo hay tan poca gente sin necesidad de acudir a su médico psiquiatra.

Esperamos oir el ruído de la escarcha bajo nuestros zapatos o el crujir de las hojas secas en el parque, cuando paseamos en jornadas de tiempo libre, pero no hay esperanza ni para el ocio y parece que las estaciones están cambiando al ritmo de los acontecimientos, por lo que tampoco oímos estos fenómensos naturales que nos acercan a la comprensión del paso del tiempo y de la paz de una paseo de enamoramiento.

Hasta las palabras suenan altisonantes porque nadie tiene paciencia ni tranquilidad, el ritmo ha acelerado nuestra desafección y ha aumentado nuestras distancias, ha provocado desencuentros y ha desdibujado la cercanía entre seres humanos, por eso nuestros oídos sufren al escuchar disputas entre hermanos y agresiones entre parejas.

Ya no hay secretos que duren cien años ni nadie que pueda preservarlos, pues se violan hasta las propias convicciones y principios, es suficiente con hablarse a sí mismo y prometerse hacer cualquier cosa para poder sobrevivir, se confiesan las penurias y los lamentos, hasta se comparten las bofetadas que da la vida para que dejen menos huella en nuestra espalda, acallando la carga de dolor por justificarla en el vacío social en que vivimos.

Así he podido llegar a saber que la depresión entra por el oído y, a veces, no sabemos por donde puede salir, con razón nos ponemos tapones para dormir y protestamos por el ruído, cuando en realidad vivimos en un mundo donde debiéramos agradecer el ruido y así evitar que el susurro malévolo y cargado de desazón nos llegue al alma o que nos distraigamos por un gemido que lleva la razón necesaria para convertirse en un grito de furia y rabia.

Sí, todos estamos deprimidos, porque todos oímos y sentimos, y sólo por eso debiéramos explicar la intranquilidad de un niño escolar que escucha la pelea diaria de sus padres, acorralados por no poder llegar a final de mes, las descargas frecuentes de llanto de una madre que no está dispuesta a regalar a ninguno de sus hijos, los dolores de cabeza de un padre que no ha encontrado trabajo en mucho tiempo, la renuencia a jugar de los más pequeños porque sus hermanos pasan tristes y cabizbajos, el auto-aislamiento de adolescentes que desconocen el sentido de su propio futuro o aquellos que se comen las uñas o se orinan en la cama porque quieren que acabe el martirio de sus padres tristes y desea que alguien les transforme su existencia y desconocen a qué puerta deben tocar para pedir ayuda.

Hay depresiones por agotamiento, después de esfuerzos emocionales prolongados, depresiones reactivas secundarias a un trauma psíquico, pero aunque todas entran por el oído, debemos aprender a evitar las depresiones neuróticas, esos conflictos emocionales en la temprana infancia y que le conducen a desconocer cómo manejar su estado de ánimo, porque entonces se necesitaría la mitad de los seres humanos trabajando de psiquiatras para la otra mitad.

Transformemos las palabras por mensajes y los desencuentros por reflexiones, sólo así se enterarán nuestros oídos que estamos poniendo de nuestra parte por cambiar el mundo en el que vivimos y seremos capaces de erradicar la depresión, al menos aquella que siempre entra por nuestros oídos, hallándole -por fin- la puerta de salida.

Dr. Juan Aranda Gámiz.

viernes, 6 de julio de 2012

HOY DIBUJÉ UNA LÁGRIMA MIENTRAS SE ROMPÍA

Acostumbramos a llorar por las contrariedades, por lo que no podemos hacer o por los limitantes con los que nos encontramos en el día a día, por lo que vemos más allá del sufrimiento y por la pena de no poder estar más presente en la vida de los demás, por no recibir llamadas de apoyo o por haber dejado pasar el tiempo y haber desperdiciado oportunidades, por la pérdida de seres queridos o por recibir malas noticias.

Siempre me pregunté sobre el color, olor o sabor de una lágrima, esa partícula de dolor envuelta en una membrana transparente y que brota espontáneamente de nuestros ojos, esperando el día en que pudiese dibujarla mientras se derramase, resbalando por el párpado inferior de un ojo enjugado de tristeza.

Hoy dibujé un punto, porque eso es lo que representamos en el universo, lo fui separando con los dedos, para adaptar los gestos a los movimientos sobre la pantalla táctil, dejé que se alargara por el efecto de la brisa y quedó suspendida en el vacío durante unos segundos, como si quisiera esperar a que alguien la tomase en la palma de su mano y la devolviera de nuevo a su nido, en esos ojos que manifestaban pesadumbre, diciéndoles que el intento no ha sido en vano, porque se ha comprendido el mensaje y debe ahorrar lágrimas para otros momentos más duros y despiadados.

Sin embargo, hubo una lágrima que se partió y empezó a derramarse su contenido, sin posibilidad de devolverla íntegra a su huésped y ahí me pregunté porqué ocurre este misterio de la vida. Estaba callado, cuando pensé: "¡quizás ese ser humano estaba tan derrumbado, desesperado o impotente ante sus propias circunstancias, que estaba seguro que nadie iba a recogerla por amor, compasión o solidaridad y decidió romperse¡".

Una lágrima encierra, me imagino que al igual que las nubes, vapor condensado de amarguras, pesares, distancias, disensos, frustraciones y maltrato, una mezcla pruriginosa y cargada de desconsuelo, donde caben desvergûenzas y lamentos, voces de auxilio y palpitaciones de humillación, algo así como una fogata donde se huele a ilusiones quemadas.

Cuando todo eso se derrama es porque ya lo consideramos perdido y nos aferramos a verdades virtuales y promesas asténicas, miradas sin peso específico y lamentos a destiempo. Una persona que llora y sus lágrimas se rompen es porque no ha dejado espacio para el reencuentro ni para el perdón, no ha encontrado  palabras para seguir templando sus iras y su rabia y ha claudicado ante una verdad irrefutable.

Hay que tener presente que una lágrima se puede romper, asimismo, por el peso de su contenido cuando han sido almacenadas por mucho tiempo, rompiendo el menisco invisible por la tensión superficial que sirve de continente y transformando los misterios de la forma de una lágrima en un intento desparramado por violar las leyes de la gravedad y estudiar cómo se rompe lo más simple y más entrañable de una lágrima para dar paso a un vacío que no puede ser ocupado por algún otro pesar que pudiese estar en el origen de otra lágrima.

Si vemos lágrimas que se rompen es porque hay gente olvidada y arrinconada, seres humanos que quieren salir del anonimato de la falta de gestos de compromiso hacia la luz de la proximidad, donde hasta los silencios tienen nombre y apellidos.

Devolvamos a la lágrima la integridad de esa gota y que no se rompa nunca, sólo así estaremos seguros que hay esperanza y no hay motivos para dejarse llevar y marginarse en la sombra, escondidos y abandonados, porque ahí sólo hay la soledad que no cabe en el mundo real y la que no debe colorear ninguna de las escenas en el mundo de las relaciones humanas.


Juan Aranda Gámiz