jueves, 19 de septiembre de 2019

CUÁNTO CABE EN UN REMOLQUE


Es curioso comprobar que la máquina del tractor pueda arrastrar tanta carga, sin protesta alguna del motor, hasta que el ajetreo y el peso desmedido terminan por agotarlo y las piezas tienen que reemplazarse para que el engranaje siga funcionando hasta que se queme y se detenga su marcha.

Igual pasa en la vida, cuando reconocemos que llevamos arrastrando un remolque y necesitamos que la maquinaria del cuerpo humano esté bien y nos permita seguir viviendo en libertad.

Y en ese remolque caben las pesadumbres y las tristezas, las enfermedades y las esperanzas, los gritos y los lamentos, las necesidades y las opulencias, los desatinos y las calamidades más recientes, los orgullos y los contratiempos, hasta los fracasos y los éxitos no bien digeridos.

Llega un momento en que es tanto lo que se arrastra que no tenemos la capacidad de seguir y empezamos a detenernos, tomamos aire y tiramos un poco más, a costa de que distintos menesteres y agravios se vayan haciendo espacio en el remolque y en la cara se nos note el agotamiento manifiesto para seguir rodando, a pesar de que aparentemos disponer de un motor que se adapta a las circunstancias más adversas,

Igual que al tractor, le echamos gasolina buena, la que queda representada por los apoyos que recibimos de los demás, los consejos y los abrazos, los bastones y las palabras de sostén, los medicamentos que intentan ocultarlo todo y los sueros que siempre intentan recomponer aquello que se va rompiendo, pero al final va perdiendo todo su efecto y se va notando el agotamiento, a veces tan necesario para no seguir tirando de tanta carga.

No sé si en algún momento se caerán, con suerte, algunos pesos del remolque y nos aliviamos con el sueño de seguir transitando por la vida, como cuando alguien se hace cargo de nuestro dolor o se van tapando los vacíos con el cariño de los demás.

Sin embargo, al poco tiempo ya hay un reemplazo para el dolor que cayó del remolque y tenemos otra cuenta pendiente que sigue pesando, como si el camino tuviese que ser difícil y triste para que termine siendo un presagio, que nos anuncia "a gotas" que todo tiene que llegar a su fin.

Y en algunas personas nos sorprendemos de cuánto cabe en ese remolque, porque pensamos que en algún momento tendría que rebosar o hundirse, condicionar una rotura del motor o detener la inercia de las ruedas.

Es el sufrimiento acomodado, la ilusión desmedida, el miedo a despedirse o el apego de quienes deben dejar que se despidan, por cansancio o aceptación, que seguimos cargando sin poder y luchamos por responder a nuestros instintos, aunque al final seamos los primeros que rompamos el contrato con esta vida y tomemos la libre decisión de dejarnos coger de la mano y emprender el camino para adentrarnos en esa ruta sin retorno.

Procuremos que el remolque no sea tan pesado para los demás y aliviemos el dolor en el arrastre con algo tan sencillo como la presencia, o la comprensión más franca y verdadera.

Tu amigo, que nunca te falla



JUAN