domingo, 19 de octubre de 2014

QUIÈN SABE Y QUIÈN NIEGA

Quién sabe dónde vamos ni a qué hora nos levantamos para sacar el boleto de partida y tomar ese autobús que nos recoge, si la labor de los seres humanos -que siguen inconclusas- están pendientes de reconocimiento para ejemplo de madre y abuela, protectora y misionera, al mismo tiempo.

Quién sabe si vamos por la vida esperando el minuto para disfrutar y desahogarnos de tanta tensión de lucha y, en el primer segundo, casi sin notarlo, se nos puso delante de nuestros ojos la señal de "alto" en nuestras vidas.

Quién sabe si siendo como se es se participa de una lotería de la vida, de la que no pensaste llevar ningún boleto y, por eso, nos creímos amparados por el beneplácito de un ser superior, que consideramos que nos cuidaría y empujaría a seguir luchando.

Quién sabe si madre e hija son dos gotas que deben derramarse al unísono, porque brotan del mismo grifo de esperanza y pasión por la vida, humedecidas de sobresalto y angustia.

Quién sabe si las circunstancias adversas son un señor de negro que se presenta ante todos nosotros sin sospecha alguna y con la única pretensión de robarnos la paz que nos corresponde.

Quién sabe si vinimos hasta aquí para sufrir más de lo necesario y sólo tenemos respiro en las instantáneas, cuando se nos impide seguir repartiendo bondad y amor a quien las necesita de nosotros.

Quién sabe si tantos días, con sus noches, supieron prepararnos para una última despedida por el trabajo bien hecho, con los hijos y su desencanto constante o con los nietos y esa capacidad para hurtar cariño de los verdaderos abuelos.

Quién sabe si palidecemos antes de partir por miedo a lo desconocido y encerramos los recuerdos y las ilusiones en la maleta que cargamos, pesada por la añoranza de la madurez y ligera por los pesares llevaderos de la juventud más soñadora.

Quién niega que fuimos amigos tan cercanos que nos duele mirar hacia atrás y vecinos tan cercanos que nos apenan tanto las despedidas. 

Quién niega que hoy no tiene nada de ilusión y bastante de sufrimiento, aún a pesar de resistencias a creer que todos estuvimos ahí y nos abrazamos, quisimos reír y también soñamos.

Quién niega que las lágrimas también pesan y que todos nos iremos alguna vez.

Gracias, Piedad y Mónica, por lo que siempre recibimos de vosotros y nos permitisteis crecer en generosidad y solidaridad, familiaridad y sensibilidad, verdad y entrega a una vida de respeto y afán constante de superación.

Hasta siempre y hasta nunca o hasta cuando Dios así lo quiera.


Juan, un cuñado orgulloso, un tío político impresionado con el nivel y la entereza, la sencillez y la capacidad de afrontar retos y un papá de corazón sensibilizado y terriblemente afectado por las circunstancias vividas en estos días.

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