domingo, 17 de mayo de 2015

ESCUCHAME UN RATITO

Cuando alguien no nos presta la atención que solicitamos nos enfrascamos en creer que vivimos aislados y sin despertar el interés preciso en nadie más, con lo que se profundiza nuestro sentimiento de soledad más honda y triste.

A veces, si hacemos una pregunta a alguien caemos en la incertidumbre de reconocer si mereció la pena hacerla por cuanto estamos a la deriva, ya que siempre hay otros intereses que pueden permitirle a otras manos alzadas lanzar la pregunta prefabricada para una respuesta meditada y elaborada, con lo que a vista y paciencia de todos hubo una capacidad de respuesta adecuada al interés general.

Hay momentos en que el ruido de la calle no nos permite escuchar atentamente la llamada de atención del vecino y nos mantenemos absortos en la conversación que mantenemos con el más cercano, por lo que evitamos responder excusándonos en el estrépito ambiental y el jolgorio.

Cuando rezamos pedimos que se nos escuche atentamente, aunque nosotros no hayamos escuchado al que nos solicitaba apoyo, de manera urgente, porque es más fácil pedir que dar cuando se tiene y mucho más difícil aún pedir que dar cuando no se tiene.

Se responde con facilidad a una solicitud de amistad en las redes sociales, pero ya nos vamos midiendo en responder favorablemente porque siempre se esconde una duda detrás de un impulso necesario de tener un amigo más.

Sin embargo, cuando se le pide tiempo disponible a una fotografía, porque un familiar o amigo está lejos y quien se quedó necesita confesarse, comentarle, hablarle o acariciar su voz por un momento, la comunicación es pura y sensata, se sabe que está escuchando aunque no haya un cableado entre tú y la fotografía.

En ocasiones, rehacemos una foto antigua y la colocamos bien en el álbum y le dedicamos unas palabras, porque confiamos en que nos esté escuchando más allá de las tapas y de los plásticos que la protegen, del polvo o hasta del maltrato por el paso del tiempo.

Pero la manifestación más real y entrañable, la que creo que trasciende todo modo de comunicación, es aquella que se entabla entre un ser humano que perdió un ser querido y la persona que se fue, como puede ocurrir entre los hijos y la madre que partió, entre la esposa y el esposo que está descansando eternamente, ambos al lado de la paz más eterna y confortable posibles.

Me imagino que en la temática abierta habrá momentos para plantear más dudas y para recordar, para saber si sigue habiendo cariño más que virtual, quizás espiritual, el más etéreo y al mismo tiempo menos frágil, el que sigue perdurando porque se sembró mucho más de lo que nunca se pudo esperar.

Y cuando se habla con la figura del retrato, con la fotografía o el recuerdo, se le pide que abra su comunicación con una frase muy sencilla "Escúchame un ratito", porque los diminutivos perduran más allá de la muerte y ahí es donde la franqueza hace acto de presencia y se confía todo lo que nunca se fue capaz de decir y transmitir y los abrazos saben a verdadera gloria.

En la respuesta de la persona contactada, la que se nos fue para siempre, están las fuerzas que adquirimos para seguir luchando, como le ocurre a un carro eléctrico y el cambio de ánimo tan radical, volviendo a presentarnos a la vida como si hubiésemos recibido el mejor de los consejos y hasta el esfuerzo rinde más porque nos cansamos más.

Sigue pidiendo a las fotografías de quienes se fueron de tu vida que te escuchen un ratito y no dejes de hablarles porque ahí está la esencia de las relaciones humanas, en mantenerlas vivas por siempre, más allá de la misma muerte y su despedida.

Yo, a veces, hablo con las fotos de mi abuela y de mi padre y les pregunto si les falta algo que yo pueda darles desde aquí y también hablo con el recuerdo de mi tito Antonio, un ser especial en mi vida.

Te aconsejo que no pierdas el contacto hasta que las redes sociales nos permitan, algún día conectarnos directamente con ellos y ellas.

Tu amigo, que nunca te falla.


JUAN

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