jueves, 14 de mayo de 2015

PASO A PASO

A veces, el corazón nos juega malas pasadas al querer hacerlo todo en caliente, tal y como sale del horno del corazón, como si no hubiese tiempo para reflexionar sobre los pasos que vamos a dar y los tropiezos que podríamos tener. En pocas palabras, actuamos como adolescentes arriesgados, convencidos de su auto control y su capacidad para emprender en lo que sea.

Convendría, estoy seguro, confiar más en la actitud de los recién nacidos inseguros y con temor al fracaso en el primer intento o de los abuelos, cargados de sabiduría y templanza, con la paciencia necesaria para construir sus aspiraciones paso a paso, apoyándose en sus propias críticas y analizando el terreno para no caer en el intento, aunque fuere para llevarse un bocado de comida a la boca, empujado por una mano temblorosa y con una visión muy apagada.

Los consejos se administran poco en la madurez temprana, pues se regalan a prisa, como si quisiésemos que los demás no los aprovechasen en su totalidad y que tuviesen un impacto mediocre. Sin embargo, la abuela nos sienta a su lado y nos pregunta por nuestro estado de ánimo, nos mantiene serenos para que captemos mejor la frase y la interioricemos con prontitud, para finalmente lanzarnos el compendio de experiencias que nos van a saber al mejor consejo del mundo, pero siempre paso a paso.

No es raro ponerse el delantal y querer preparar una comida con toda la premura del mundo, esperando comerla tal y como salga del horno, pero cuando todo se huele y se saborea, se mueve y se adorna con la elegancia del trato del mejor chef del mundo, estamos listos para degustar un verdadero manjar, aunque a veces olvidemos lo del paso a paso y pretendamos darle a todo un toque de verdadera prisa.

Miramos conforme pasamos por delante del otro y saludamos por obligación, sin mirar y casi sin gestos, pero al final del día y sentados en la cama antes de conciliar el sueño nos arrepentiremos de no haberlo hecho paso a paso, como correspondía al trato hacia un amigo, vecino o familiar.

Opinamos por compromiso y nos despreocupamos del ejemplo que podríamos haber arrastrado al emitir un criterio, ya que a veces nuestras palabras pudieron haber arrancado otro gesto de cercanía en el saludado y se hubiese propiciado un acercamiento, tan necesario como diario en el trato de la vida de la calle.

Escribimos rápido y así resulta a veces la ortografía, por no haberlo hecho paso a paso, dándole la oportunidad a todos los puntos y coma, las comas, los puntos y seguido y los acentos para que estén presentes en nuestros pensamientos y relatos, sin derramarlos en el párrafo con una escopeta de sal y sin sentido.

Abrazamos y nos despegamos como si nos hubiese dado la corriente, sin haber aprovechado los segundos de dos cuerpos unidos por un amor de pareja, fraternal, familiar o de pura y llana amistad, evitando ese paso a paso del saludo, la comprensión, los recuerdos y las añoranzas que, siempre, debieran ir colgadas de un simple abrazo.

Nos enfermamos y queremos recuperarnos rápidamente, sin darle tiempo a la medicación para que lleve a cabo su acción farmacológica, ahondando nuestro mal y precipitándolo a la unidad de cuidados intensivos de las relaciones con prisa, o sea, al olvido más manifiesto, por el simple hecho de no haber ido paso a paso.

Nos despegamos del núcleo familiar y nos independizamos y lo hacemos a la prisa, sin haber comprometido nuestro esfuerzo para mantener viva la llama y la fotografía del ambiente más cercano y el que nos dio la vida en el regazo más parecido al nido, en los brazos de los padres, por no ir paso a paso.

Nos enamoramos y vamos rápidamente buscando la mayor satisfacción posible en la relación más intensa que podamos alcanzar, con lo que el encanto de las miradas empieza a dar paso a la intensidad del roce y se pierde ese paso a paso que hace más intensa una relación humana, la que hubiese tenido más adelante un roce más maduro y unas miradas más compartidas.

Nos despreocupamos de las miserias de un mundo que dice estar en cambio y procuramos darle vida a nuestro bolsillo de la forma más aireada y veloz posible, pero en nuestra propuesta quedan otros absortos y sin comprender la razón verdadera de haber venido a este mundo, porque no todo se hizo paso a paso y pensando en los demás.

Enseñamos a nuestros hijos el arte de imprimirle velocidad a sus movimientos y sus deberes, sin darles tiempo para que el paso a paso les permita comprender y criticar, desde sus edades más tempranas y luego encontramos seres humanos con una carga de contenidos que no saben gestionar y sin capacidad de emprender en la lucha de abrir oportunidades en un mundo que debe ser cuestionado desde el alba y hasta el anochecer con el mejor de los deseos, para que los demás disfruten de las mismas oportunidades que nosotros tuvimos en nuestro propio peregrinar.

Ir paso a paso no significa ser lento ni mantenerse aturdido, sino aprender a ser un investigador de nuestro propio ambiente y un luchador comprometido en el reconocimiento de que todo tiene un verdadero sentido en nuestro propio existir y de donde debe irrradiar esa sabiduría capaz de invertir en consejos y ejemplos, con lo que se aportaría a la construcción de un mundo más justo y democrático.

Tu amigo, que nunca te falla


JUAN

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