domingo, 20 de diciembre de 2015

NO HAY AÑOS MALOS

Siempre que llegamos a final de año nos preocupamos de lo malo que tuvimos que atravesar, las penalidades que se cruzaron en nuestros caminos y las despedidas que tuvimos que entregar, las lágrimas que derramamos y los vacíos que desde entonces sentimos a nuestro lado.

Siempre que terminamos nuestro recorrido por el año que aún transcurre miramos a nuestro alrededor y somos capaces de maldecir las circunstancias que otros vivieron y por las que aún siguen reclamando a la vida, pero seguimos sin respuestas a tantas preguntas que surgieron por los momentos que se acercaron a nuestro lado, tan estrechos como incómodos.

Siempre que nos acercamos a la puerta del nuevo año esperamos que sea algo mejor que el que fenece, pero a sabiendas que vamos a tener los mismos retos, aunque con otra cara y las mismas penurias, aunque con diferente bolsillo.

Siempre que vemos bombillas y árboles de Navidad creemos que va a reinar la ternura en nuestras vidas y cuando descubrimos que el árbol es la maceta para algunas familias y las bombillas son las estrellas que brillan en la noche, sentimos la fortuna de recordar los villancicos que nos unen a quienes siguen viviendo la navidad con orgullo y en silencio, arrinconados o sin nombre.

Siempre que la Natividad nos toca a nuestros corazones creemos que hemos sido elegidos para presentarnos ante los demás y, sin embargo, siempre se nos pide aquello a lo que no estamos dispuestos a responder, porque la exigencia empieza por provocar temblor a nuestros corazones, aunque sea la única vez que se estremezcan en los doce meses del año.

Siempre que alguien nos habla del pesebre nos creemos estrellas que iluminamos el universo, pero en el fondo somos sólo la paja que debe dar calor y vida, porque las verdaderas luces deben haber brillado durante todo el año.

Siempre que soñamos con los Reyes Magos nos vemos vestidos y con corona, aunque nunca hayamos regalado nada a nadie y no seamos los más indicados para seguir a una estrella sin pronunciar palabra, sólo porque nos conduce a la verdad más humilde.

Siempre que recordamos el mes de diciembre sentimos que se acaban las esperanzas de seguir alegre y nos invade la tristeza de un final que se avecina, en la que creemos que hemos de dejar un testamento aunque no hubiésemos regalado trabajo e ilusiones para repartir.

Siempre que enviamos tarjetas con buenos deseos somos incapaces de escribir cuatro palabras con el alfabeto de la más pura amistad, porque esperamos que se cumplan primero nuestras aspiraciones y dejar en lista de espera las metas de los demás.

Siempre que recordamos el plato de comida que nos faltó o el trabajo que no pudimos desempeñar, el regalo que nunca se compró o el abrazo que no recibimos, el apoyo que brilló por su ausencia o el menosprecio que se nos dedicó, el abandono que sentimos o la desilusión que nos embargó, nos apenamos de haber caminado un año más con tan mala suerte.

Siempre que avanzamos y sentimos en el corazón los errores no reconocidos y las manipulaciones no rectificadas, las imposiciones no corregidas y los minutos perdidos en la nada, alguien piensa que se merecieron algo mejor de quien se alegra de vivir la Navidad.

Siempre que borramos la alegría y la verdad de nuestros corazones, estamos comprometiendo la Navidad de otros seres humanos que esperan el calor del nacimiento y el brillo de una esperanza muerta, transformando unos días prometedores en un mal augurio.

Pero, a pesar de todo, tenemos que pensar que no hay años malos ni conductas predispuestas, porque la luz del portal transforma y alimenta, brotando paz y despertando ilusiones, añorando cambios sustanciales y conversiones integrales.

La Penitencia de la Navidad es reconocer lo que somos y proponernos cambiar por los demás, sentir que la imperfección nos debe acercar al otro para solicitar su apoyo y vivir la necesidad como un bien compartido, porque todos necesitamos llamar a lo más profundo del alma de cuantos nos rodean, ya que todos ellos nos ayudan a ser mejores al pasar la Navidad.

Feliz cambio en silencio y feliz Navidad en la paz del nacimiento en cada uno de nosotros.

Tu amigo, que nunca te falla


JUAN

No hay comentarios:

Publicar un comentario