miércoles, 17 de julio de 2013

PROHIBIDO DEJAR DE SOÑAR

Quisiera ser un 6 y sentarme sobre el 4, porque la silla del descanso alivia y suaviza las arrugas por enrrollarse sobre sí mismo y luego convertirme en un 1, porque quiero estar firme ante las adversidades de un mundo del 3 que nunca se encuentra y siempre permanece abierto.

Quisiera llegar a un bosque y encontrarme los árboles boca abajo, porque así no se necesitaría abono para unas raíces que se nutren con la energía solar y las hojas penetrarían en el suelo para buscar a otras hojas hermanas, alimentándose de gusanos que luego alcanzarán las raíces y se encargarían de esa transformación constante de la energía que llega del más allá.

Quisiera llegar a una conferencia y que nadie me dejase hablar porque hubiese más preguntas por solventar que puñados de hojas que enseñar, ya que el interés estaría muy por encima del agotamiento de una clase mal preparada y con bajo nivel de pedagogía.

Quisiera despertar y que fuese de noche para no interrumpir mis sueños, que en la noche pudiese brillar la luz por momentos para que pudiésemos despertar de nuestros propios sueños, cargados de horrores y cambiar de orientación el disco duro para levantarnos cargados de esa buena tinta que nos acerque a los demás y nos motive.

Quisiera caminar sentado para comprender mejor a los inválidos y apoyando las manos para impulsarme, mirar al mundo hacia arriba y que todo me caiga hacia abajo, en ese rincón donde ya no hay enanos porque tú eres otro gigante del mundo bajo.

Quisiera comer y peinarme con un sólo dedo hasta que no aprenda a utilizar los demás para actos que dignifiquen y apoyen en el crecimiento de otros tantos, que mis pensamientos equivocados se congelasen para que sean de conocimiento de todos y estén sujetos a esos juicios de valores que me permitirían actuar siempre a favor del bien común.

Quisiera que la cara no se lavase nunca para que el agua y el frío no transforme las expresiones, que el rocío la bañara cada mañana y que la brisa de la noche me la secara, con su aroma.

Quisiera que el trabajo diario fuese de 5 horas bien cumplidas junto a las personas a quienes va dirigido mi esfuerzo, porque ellos deberán ser mis jefes y evaluadores, ordenando mis criterios y reorientando mis objetivos.

Quisiera que mis pies fuesen como las patas de los palmípedos, para que no pudiese vacilar ante los problemas y caminar firme, bien apoyado y con criterio, pues eso es lo que se necesita para seguir creciendo en un mundo complejo y global.

Quisiera que mis ojos fuesen las lentes de una cámara fotográfica y que las imágenes quedasen grabadas para que no se olvidasen nunca, que pudiese hablar con los animales para que no estuviésemos tan solos y que el medio ambiente también pudiese contaminarnos como nosotros lo hacemos, que las confesiones fuesen públicas y con micrófono para que no fuesen necesarias tantas actuaciones privadas y que las empresas fuesen tareas pendientes por resolver.

Quisiera que un día fuese de 25 horas, 5 para dormir, 5 para disfrutar con los tuyos, 5 para no olvidarse de vivir, 5 para refrescar la memoria y 5 para organizar tu tiempo de trabajar en todo lo necesario, para que así estuvieses relajado las otras 20.

Quisiera que las computadoras fuesen tu espejo y que pudiera hablarte cuando te miras para peinarte, que las lámparas te dieran ideas y no luz, que el suelo fuese imaginario y que no hubiese apellidos ni uniformes, que las palabras fuesen tangibles y sólo existiese un propósito, no cambiar mientras se siga viviendo por aprender y seguir aprendiendo viviendo, QUE FUESE CASTIGADO QUIEN DEJE DE SOÑAR Y QUE DE LOS SUEÑOS ESTUVIESE PROHIBIDO DESPERTAR.

Vuestro amigo, que nunca os falla


JUAN

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