domingo, 27 de mayo de 2012

¿TIENE SENTIDO VIVIR EN EL SINSENTIDO?

A diario tenemos experiencias cotidianas en las que nos movemos y reaccionamos como si estuviésemos impelidos por un automatismo que no entendemos, quizás porque no quisiéramos actuar así, perplejos por el miedo y temor que sentimos por el futuro inmediato, como si hubiésemos sido atrapados por las garras de una inminente crisis epiléptica o el delirio motivado por una hiperpirexia.

El desconocimiento del porqué actuamos así nos provoca un dolor que estremece nuestra conciencia y algo nace desde adentro, en un momento de reflexión profunda que no nos permite huir, nos ubica en el mundo de las cosas y, reconociendo el sinsentido en el que hemos vivido absortos, encontramos el sentido, pero lo que no sabemos es si nosotros lo buscamos o fue el sentido el que quiso hallarnos para sacarnos del sinsentido.

El sinsentido es tan necesario en nuestras vidas que sin él no tendríamos la necesidad de ser rescatados por el otro, esa luz que nos lanza su mano para rescatarnos al mundo donde todo parece tener sentido y es cuando la presencia del otro nos explica y razona los condicionantes que determinaron que se derrumbaran nuestras creencias del mundo real y se nos alborotó nuestra escala de valores, cayendo en un profundo sinsentido.

Cualquier reflexión nos permite pensar y sentir, percibir nuestro entorno en relación a nuestro saber ser y nuestro saber estar en este mundo, por lo que en algún útero escondido en lo más profundo de nuestro ser debe ocurrir, en todo momento, la gestación de un impulso que provoque nuestra propia transformación personal, esa es la razón última de nuestra existencia, esa llave que nos permite salir de ese sinsentido y brillar en el sentido, con respuestas y propuestas.

Pero no todos tienen la suerte de experimentar ese cambio, muy a pesar de que lo necesiten, en ese caso hay que insistir en que lo busquen con el corazón, con la sinceridad de ir hacia el encuentro de lo necesario para seguir viviendo, en un esfuerzo por provocar en ti la misión de darle sentido a tu vida.

Nuestra propia conciencia de lo que somos y de lo que necesitamos ser en la vida de los demás está en continuo cambio, adaptándose a las circunstancias y las necesidades del otro, por lo que si mejoramos y nos auto-evaluamos, constantemente, estamos reforzando nuestra solidaridad, al permitirle al otro, al que tenemos tan cerca, sujetarse desde el sinsentido de su vida y traerlo al sentido que quiera y esté preparado para darle a su existir, donde seamos capaces de socializar nuestros conflictos interiores y nuestros limitantes, porque hemos llegado a conocerlos como parientes cercanos y a quererlos, para evitarlos como precipitantes en múltiples círculos que nos devuelven al sinsentido.

Nadie es mejor que otro ser humano, sólo debe ser suficiente para darle sentido a tantos y tantos sinsentidos en otras realidades, un ejercicio de proyección que nos corresponde y nos debe atrapar, con el único propósito de devolver a la vida del sentido a quienes no tienen un mínimo de calidad de vida, ayudando con mis acciones a crear un compromiso de despertador y así atraer al sentido a quienes se sienten olvidados, lo mismo que ellos querrán despertar en nosotros esa válvula que nos permita salir del sinsentido de nuestra inacción frente al horror y la discriminación, el abandono y la violación, etapas de un mismo proceso de desigualdades con las que vivimos en un sinsentido constante y precisamos hallarle el verdadero sentido con respuestas confiables y válidas a nuestros comportamientos.

La convivencia es una apuesta por aprender de los sinsentidos del otro, procurando que ese otro sea capaz de sacarnos la espina de nuestros propios sinsentidos, los que se ven al acercarnos para ayudar y estar presente en la vida de los demás. 

Sólo me percataré de que necesito salir del sinsentido de la falta de oportunidades de desarrollo personal cuando ayude a quien está preso del sinsentido de la pobreza extrema, porque sus ojos despertarán al sentido y nos mirarán para decirnos que nos transformemos para mejorar desde nuestro interior, ya que aprendiendo a cambiar por el otro estamos cambiando nosotros mismos.

No se puede ser realista en el sinsentido, eso sólo se conoce en el sentido, pero en el viaje de tránsito de uno a otro estado vemos el paisaje del reconocimiento de lo que tenemos y las edificaciones que albergan nuestras verdades, despertando silenciosamente y pudiendo analizarnos, en una sociedad como la que nos ha tocado vivir y a la que debemos aportar.

Nuestras aportaciones no podemos confinarlas sólo a momentos de sentido, porque nos creamos válidos aportes a momentos críticos, sino también a nuestros espacios de sinsentido, porque sentimos el soporte y el apoyo, la cercanía y la presencia, con lo que cualquier sinsentido va a tener el sentido exacto para ti y para quien te observa, te sigue, te contempla, te quiere y te respeta, un ser humano que quiere demostrarte que es un hermano, hoy y por siempre todavía.


Juan Aranda Gámiz.

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