lunes, 21 de mayo de 2012

HOY, UN DÍA CUALQUIERA

Hoy, un día cualquiera, me he puesto a pensar en los niños que nacen de un vientre de alquiler y no llegan a conocer a su madre arrendataria ni pisar de nuevo el departamento donde vivieron por nueve meses, porque a veces se nos olvida la sensibilidad y el toque de esperanza, disipado en el líquido amniótico por la angustia de nacer al mundo, despidiéndome de rincones y escondites en aquel mundo alquilado que debió tener cara y nombre.

Hoy, un día cualquiera, me acuerdo de quienes soportaron la dureza de una verdad que apaleó sus cuerpos, por el firme propósito de defender una verdad, trasladando el silencio y la oración de las catacumbas romanas a las calles de algunas ciudades del hoy y por siempre todavía.

Hoy, un día cualquiera, lloro por quien no puede comer y me enojo con mi mano derecha por despreciar la cuchara y no terminar mi plato de comida, viendo reflejada en el fondo mi angustia por la sed y el hambre de otro ser humano a quien se le niega el pan y se le condiciona la vida a los determinantes climatológicos y coyunturas políticas, como si las armas y las borrascas pudieran animar un cuerpo desvalido.

Hoy, un día cualquiera, quiero tener presentes a las víctimas de accidentes, por haber sido inoportunos transeúntes en un mundo que se creía libre cuando estalló una bomba o recibieron el impacto de un vehículo que creía estar en el vacío, huyendo de sí mismo y de las circunstancias laborales y personales que se clavan en los ojos de un conductor que queda cegado por el odio y la perplejidad de cuanto transcurre a su alrededor.

Hoy, un día cualquiera, siento el calor de quien se quema vivo para protestar y el frío de cuerpos cobijados por un cartón y un portón, bajo el arco de un puente o en una cama emprestada en un albergue, donde los sueños no existen y la existencia se mide por una suerte de oportunidades que transitan del surrealismo incoloro de niños que se saturan de droga a la tramontana que debe recorrer los cuerpos semidesnudos de alcohólicos abandonados y vagabundos maltrechos y rodeados de basura.

Hoy, un día cualquiera, quiero mirar y recoger las lágrimas de quienes recibieron malas noticias, porque nunca estuvieron preparados para este momento, empapando de tristeza sus mejillas y desbordando de iras las arrugas de su frente, sin encontrar la válvula de escape que le permita disipar desencanto amargo y culpa añeja.

Hoy, un día cualquiera, he de estar presente en la rueda de prensa de quienes desean romper un hábito y transformarlo en proyecto inseguro, arrastrado por voces anónimas que esperan subirse al carro de la innovación enmascarada y entrar en una ensoñación de la que no quisieran despertar, para levantar sus manos y lanzar preguntas que provoquen respuestas coherentes, hasta el punto de suspender la reunión sin haber alcanzado una conclusión, la mejor manera de prevenir crisis.

Hoy, un día cualquiera, me alegro de escuchar palabras de arrepentimiento, que debieran quedar escritas en una historia laboral, porque es imprescindible ajustar el tono suave de la humildad que acompaña a la petición de perdón con la impronta que debe quedar, en modo indeleble, en la actitud de quienes no pueden permitir que vuelva a repetirse la escena, al ser permisivos con aquel que no supo gestionar adecuadamente sus valores.

Hoy, un día cualquiera, quiero prepararme para una entrevista de trabajo en la empresa de los aportes sin retribuciones, porque sólo quiero ganar amigos con ilusiones y ciudadanos "con saldo", para contribuir a reducir el tamaño de una "generación perdida", envuelto en la única monotonía que debe ganar adeptos "vivir para regalar momentos", porque así nunca morirá la libertad de "seguir siendo".

Hoy, un día cualquiera, quiero seguir reflexionando porque la palabra me empuja y la reflexión me condiciona, con ello dispongo de actitudes en lista de espera, acomodadas en la repisa de mi tiempo libre, ese será el póster que puedo colgar en mi historia de vida para saber que se pasó por este mundo "de un millón de amigos".

Hoy, un día cualquiera, voy a luchar porque no sea un día cualquiera.


Dr. Juan Aranda Gámiz. 

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