martes, 15 de mayo de 2012

ESA CAMISA NO AGUANTA MÁS REMIENDOS

Después de sentarnos alrededor de la mesa, en una noche fría y abrigados por la presencia de la madre que nos mira con entusiasmo porque nos ve crecer y nos contempla con todo el amor del mundo, mirándola cómo remienda nuestros calcetines, aprendemos la técnica y queremos remendar todas las esferas de relación en nuestra vida, como una fiel copia de lo que le ocurría con aquella sábana que salía del baúl para cubrir las camas heladas o con esa camisa vieja que ya no aguanta ni una caricia.

Así actuamos en la escuela y dejamos que unos cuantos comentarios sean arrastrados por el viento y lleguen cansinos a oídos de nuestro amigo, con el que nos enfadamos la semana anterior, remendando los errores con actitudes recelosas y argumentos imaginarios, cuando debiéramos aprender que lo correcto es comprar la camisa nueva de la cercanía, llamando al diálogo y a la reconciliación, aún con el postre de una disculpa, porque es parte del aprendizaje inteligente que debemos tener para poder soportar relaciones ulteriores donde esté en juego el equilibrio y la estabilidad de una pareja y hemos de tener presente la lección "aprende a dar el primer paso".

La adolescencia nos levanta el ánimo temperamental que nos sumerge en la estúpida armonía con la vida de la calle y el liberalismo de actitudes, remendando nuestra ausencia en la vida de nuestros adultos mayores, padres y abuelos, con una llamada, un visita fugaz de compromiso o un correo que suena a vacío que pretende rellenarse con dinero o apoyo; pudiendo comprar la camisa de la comprensión, llegando a acercar generaciones para plantear posiciones desde la vida del despertar hormonal frente a la rancia madurez que desea proteger el alboroto de una etapa que puede verse arrastrada y manipulada, pues en el intercambio de pareceres y opciones se puede alcanzar un consenso que permita un desarrollo paralelo, conciliando la confianza que se exige para crecer con la paz que se necesita para descansar, con responsabilidad y orgullo.

Llega la independencia, pensando que alcanzar una titulación universitaria te abre las puertas y vas a alcanzar el éxito en tus primeros cien días de "luchador solitario" y empiezas a remendar tu título con post-grados y tus necesidades de matrimonio y vivienda con torpezas de abandono de tu propio proyecto profesional, abandonándote a la corriente que la sociedad propone, pudiendo incluso cambiar de apariencia, filosofía, principios y enfoque; cuando debieras comprar la camisa de emprender para superarte y afiliarte a la escuela de la vida solidaria para encontrar la respuesta a cuantas dudas vayas necesitando contestar en tu proceso de maduración personal.

Te casas y no has leído, siquiera, las lecciones necesarias para una paternidad responsable, como si todo eso viniese empaquetado en un curso "por correo" al que puedes inscribirte en algún momento, poniendo remiendos de discrepancias con el nombre que le pondrás a tu hijo o abandonos por esterilidad de la pareja, incomprensiones de la realidad del otro en la vida conyugal o invasión psicológica y física en ese otro espacio que has prometido respetar y cuidar durante toda tu vida, porque es quien te complementa y aporta, la media naranja con la que prometiste compartir tu vida entera; no piensas que sería prudente comprar la camisa del diálogo constante para seguir complementándose, como esencia de la vida en común, aprendiendo de las señales que ves, palpas o escuchas, para transformarlas en actitudes de cercanía con piropos y de verdades con miradas abiertas, las dos únicas condiciones que nunca pueden ser sustituidas por las mentiras ni la distancia transformada en olvido.

Cuando tenemos que educar a nuestros hijos ponemos remiendos durante todo su desarrollo, por desconocimiento, falta de tiempo disponible para ellos o creer que la camisa de la educación incompleta y sesgada va a durar toda la vida escondiéndose y al final, al cabo de unos años y cuando puedes percatarte que perdiste la oportunidad, te van a decir que debiste comprar la camisa nueva de la verdad para formar en valores y de la dedicación para conocerse mejor, pues quizás así hubiese germinado la confianza mutua, tan necesaria en el proceso de diferenciación sexual de nuestros hijos.

Con ocasión de una enfermedad, nuestra o de nuestros hijos, evadimos y confundimos, pasamos por alto o procuramos armar un relato que el tiempo puede convertir en verdad, a fin de evitar preocupaciones, pero cualquier eufemismo puede llegar a ser un remiendo que no pudo adaptarse a la camisa vieja de un cuerpo enfermo; después de un tiempo nos damos cuenta que es necesario comprar la camisa nueva de la reunión en familia, para constituirse en un apoyo grupal y convencido del papel que a cada uno le corresponde en la dura y triste tarea de soportar un desenlace familiar, más aún cuando transcurre en la figura de uno de los padres.

Al separarnos de los hijos, cuando los vemos auto-suficientes, remendamos los problemas en nuestros nietos y en las apreciaciones que tienen de nosotros, evitamos -como remiendos- tratar problemas tan candentes como herencias, relaciones entre hermanos, respeto por los abuelos, proyectos de vida después de que los mayores se hayan ido y tantos otros condicionantes de la vida diaria con los que disfrutamos convirtiéndolos en remiendos; quizás lo lo ideal sería comprar la camisa de las reuniones familiares y de la atenta escucha de los planteamientos de cada cuál, pues ahí se estrechan vínculos y se va forjando la escuela para la vida familiar en aquellos que van apuntando a hacerse jóvenes lo más pronto posible.

Cuando nos hacemos viejos nos acordamos de los remiendos que pusieron nuestros padres y de los que pusimos a nuestros hijos, ahora hubiera sido maravilloso tener una camisa nueva de más presencia de todos en nuestras vidas y más recuerdos compartidos, más viajes entrelazados con manos y mejillas que besar, más cucharas sujetas por manos de nietos alimentándonos y más consejos de nuestras hijas para llevar una vida sana, mientras nos acompañan en el paseo diario al parque, pero nos lamentamos no haber pensado, cuando aún fue posible, que "esa camisa no aguanta más remiendos".

Remendemos lo necesario y compremos lo suficiente para seguir disfrutando de una camisa nueva, con el color y la textura de la vieja, porque hay que conservar la suavidad de la historia vivida y protegerse con los consejos de bolsillos en los que caben fotografía y mensajes, sudores y esperanzas.


Dr. Juan Aranda Gámiz.

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