A veces miro a quien va cabizbajo y pasa
desapercibido para todos los que creemos que tenemos la seguridad de ir por la
vida sabiendo qué hacer, en cada momento, pero cuando encuentra la oportunidad
de servir levanta la cabeza, pregunta, apoya y sirve, mientras los demás la
bajamos en ese preciso instante.
Todos conocemos la lengua, a veces más de
una, tenemos boca para expresar lo que sentimos y, ante las verdaderas
adversidades cargadas de ironía e injusticia, surgen voces que sacrifican su
existencia y la de quienes le rodean, planteando alternativas o protestando
para que todos tengamos un mejor futuro y más justo y a los demás nos invade
una ronquera de reclamos y mantenemos la sordomudez sin tratamiento alguno, por
miedo a mejorar bruscamente y tener que manifestar lo que llevamos dentro
acumulado y que nunca nos atrevemos a plantear.
Acostumbramos a justificar nuestro
malestar por un pasado que dejamos correr y nos alineamos, con posiciones que
alzan su bandera en favor de los más desprotegidos, hasta que la foto
reglamentaria nos delata como insurgentes en una aparente calma y entonces
reculamos posiciones y buscamos paraguas donde cobijarnos para seguir pasando
desapercibidos, mientras que otros actúan siempre acorde a sus principios
morales, dibujados con pinceles de verdad y entrega constantes.
Lloramos cuando se nos va un ser querido,
porque perdemos un soporte y recordamos lo que pudimos haber hecho a su lado,
aunque muy pocos piensen en la herencia que deben seguir abrillantando, porque
es el aporte cultural y sentimental que ellos desearon regalarnos cuando lo
tuvieron preparado para legarlo, sin notarios de trámite, sólo con la esperanza
de que tuviese más sabor el ejemplo dado que la tierra heredada y escasean
quienes sienten el orgullo de los gestos y las miradas, las formas de las
sombras y el color de la piel, las actitudes y los silencios, porque estuvieron
siempre plasmadas en el cuerpo y el alma de sus padres.
Si seguimos creyendo que la talla es la
distancia entre la cabeza y los pies o entre el extremo de una mano hasta el de
la otra mano, con los brazos extendidos y reflejamos el crecimiento sólo por el
aumento de centímetros que hay, en la horizontal o la vertical, cometemos un
error craso porque olvidamos que en medio de esa longitud está un corazón, que
a veces crece porque tiene oportunidades y otras decrece porque los demás lo
arrinconamos y aplastamos desde fuera y sólo quien tiene en cuenta que somos
seres vivos, al tratar al otro, merece sinceramente mi más sonoro y sentido
aplauso.
Si pensamos que leer, sin interiorizar
los mensajes que debieran calar hondo, promueve la cultura es porque estamos al
margen de la voz que tiene una palabra y acumulamos libros para poder hablar
bien o tener un conocimiento vacío. La cultura, al fin y al cabo, es la
capacidad de intervenir con conocimiento de la verdad, la que construye cada
día una personalidad más integral y verdadera, a través de los mensajes que
sólo algunos incorporan y manifiestan, para alegría de los autores de los
libros que cayeron en sus manos.
Se establecen normas para cambiar y las
consideramos propias de la era de la globalización, por lo que mejoramos los
parques, canalizamos los ríos, levantamos torres, ampliamos avenidas, impulsamos
el ecoturismo, pero hay pocos agentes de cambio que piensen en lo que van a
destruir o modificar para poder construir, en lo que van a alterar para poder
desarrollar, en el dolor que van a generar para luego poder admirar y a ellos
va dirigido mi aplauso.
No prestamos atención al noveno sentido
de una madre y actuamos –muchas veces- por instinto animal, por tanto caemos y
nos arrepentimos, sucumbimos y aprendemos a levantarnos, desconociendo que
permanecemos conectados por un halo de protección virtual y dinámico, entre una
madre y sus hijos y sólo algunos le preguntan antes de consultar el horóscopo,
con lo que revitalizamos ese vínculo invisible que a ellas les da la vida
porque consideran que siguen siendo “madres” y a nosotros nos aliviana el camino
por evitar tropezones que no habíamos previsto.
Minimizamos los errores porque pensamos
que debemos parecernos al burro en algo y chocamos con la misma piedra una y
otra vez. Sólo algunos, creo que también muy pocos, consideran que los espacios
de vida de los demás, donde se acumula el hambre y la miseria, el refugio
sinsentido y el abandono, la hégira de los desvalidos y arrinconados, los
necesitados de paz y nunca acogidos como seres humanos, son consecuencia de que
nosotros, todos los demás, somos esa piedra que no les permite caminar
libremente y a ellos también va dedicado mi aplauso.
Pasamos de largo si alguien critica a su
acompañante o nos olvidamos si el vecino sale a caminar, igual que todos los
días, descuidamos las prisas de los demás porque no forman parte de nuestro
tiempo, mantenemos en la agenda el recordatorio para hacer un regalo porque no
queremos que se percaten que lo pasamos por alto y sólo algunos saben
disculparse si lo olvidan porque nadie notó su ausencia un minuto, cuando están
presentes toda una vida.
Hay quien conserva en su memoria, el
mejor disco duro que se ha construido en la Naturaleza, lo bueno de quienes han
pasado por su vida y pretende enseñar con ese libro de texto y sigue pensando
que hacemos camino al andar, que el prestigio es para quien necesita el aplauso
y que la grandeza sólo se encuentra en el gesto silencioso y a ellos va
dirigido mi aplauso sencillo y poco ruidoso.
Hay quien saluda para que se alegre la
presencia del otro y no por costumbre, quien se viste para que los colores de
su atuendo iluminen los pasos del otro y quien reza porque la vida del otro
tenga sentido a su lado y ellos merecen mi aplauso.
Algunos renuncian a su tarea, bien
remunerada, porque compromete la vida de los demás o encuentra intereses
creados que no ha podido hervir en la cocina de los acontecimientos, descubre
muchos almuerzos de trabajo bien cotizados y ninguna merienda entre los que
necesitaron parte de su sueldo o están cansados de señalar las diferencias
patentes y el salario fijo, cargado de palabrería y desinterés, olvida que
tiene deberes que no sabe cumplir y derechos que reclama a todo rato.
Hay quien escribe para hacer relevante y
quien propone la rima para descubrir las lágrimas de los versos, quien dibuja
las recónditas intenciones de los gestos que debieron pasar de moda y quien
pone el punto de reflexión en una tertulia monótona y fría, por lo que debo
seguir aplaudiendo su gesto con la boca llena.
Aplaudo el gesto a quienes siguen leyendo
la letra de las canciones y miran más allá de las escalas, a los que lloran
porque lo sienten y a quienes le encuentran el sentido a su existencia en un
momento de presencia y no a la presencia de un momento, a quienes se iluminan
con la verdad y a los que piensan que el corazón debe dar sombra, a los que no
esquivan miradas ni retocan su sombra.
Aplaudo el gesto de los cobardes
arrepentidos y los tristes que se manifiestan alegres, a los derrumbados que
siguen levantando conciencias con sus impulsos para continuar en pie y a los
que rezan sin golpearse el pecho, a los que aconsejan con presencia y a quienes
descubren la riqueza en la humildad, a los que leen para descubrir en su propio
interior y a los que escriben para manifestar sus vacíos.
Aplaudo el gesto de quien acepta que no
hay camino y de quien pasa desapercibido y su mensaje cala hondo, de quien
gatea a los 70 años para convertir este mundo en un mundo de niños grandes y de
quien no recibe premios por detener las guerras, de quien devuelve lo que le
pertenece a los demás y de quien camina habiéndose disculpado ante el espejo
todas las mañanas.
Aplaudo el gesto de quien forma parte de
una iglesia dando testimonio y de quien cree que vivir es una oportunidad para
seguir creciendo desde las adversidades, para el que sufre por lo que sobra y
el que reparte lo que no tiene.
Hoy sé, a ciencia cierta, que también
puedo aplaudir tu gesto, ese que te va a seguir haciendo grande sin haber
crecido centímetros ni tener que empezar una dieta, ese gesto que te llenó más
que una cena de Navidad y nunca te empalaga, el que te permite dormir con
hipotecas justas pero sin deudas de verdad.
Gracias, espero que algún día merezca que
aplaudas un gesto de mi parte.
Tu amigo que nunca te falla
JUAN
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