viernes, 13 de enero de 2017

UN APLAUSO ES LO QUE MERECE TU GESTO








  A veces miro a quien va cabizbajo y pasa desapercibido para todos los que creemos que tenemos la seguridad de ir por la vida sabiendo qué hacer, en cada momento, pero cuando encuentra la oportunidad de servir levanta la cabeza, pregunta, apoya y sirve, mientras los demás la bajamos en ese preciso instante.

Todos conocemos la lengua, a veces más de una, tenemos boca para expresar lo que sentimos y, ante las verdaderas adversidades cargadas de ironía e injusticia, surgen voces que sacrifican su existencia y la de quienes le rodean, planteando alternativas o protestando para que todos tengamos un mejor futuro y más justo y a los demás nos invade una ronquera de reclamos y mantenemos la sordomudez sin tratamiento alguno, por miedo a mejorar bruscamente y tener que manifestar lo que llevamos dentro acumulado y que nunca nos atrevemos a plantear.

Acostumbramos a justificar nuestro malestar por un pasado que dejamos correr y nos alineamos, con posiciones que alzan su bandera en favor de los más desprotegidos, hasta que la foto reglamentaria nos delata como insurgentes en una aparente calma y entonces reculamos posiciones y buscamos paraguas donde cobijarnos para seguir pasando desapercibidos, mientras que otros actúan siempre acorde a sus principios morales, dibujados con pinceles de verdad y entrega constantes.

Lloramos cuando se nos va un ser querido, porque perdemos un soporte y recordamos lo que pudimos haber hecho a su lado, aunque muy pocos piensen en la herencia que deben seguir abrillantando, porque es el aporte cultural y sentimental que ellos desearon regalarnos cuando lo tuvieron preparado para legarlo, sin notarios de trámite, sólo con la esperanza de que tuviese más sabor el ejemplo dado que la tierra heredada y escasean quienes sienten el orgullo de los gestos y las miradas, las formas de las sombras y el color de la piel, las actitudes y los silencios, porque estuvieron siempre plasmadas en el cuerpo y el alma de sus padres.

Si seguimos creyendo que la talla es la distancia entre la cabeza y los pies o entre el extremo de una mano hasta el de la otra mano, con los brazos extendidos y reflejamos el crecimiento sólo por el aumento de centímetros que hay, en la horizontal o la vertical, cometemos un error craso porque olvidamos que en medio de esa longitud está un corazón, que a veces crece porque tiene oportunidades y otras decrece porque los demás lo arrinconamos y aplastamos desde fuera y sólo quien tiene en cuenta que somos seres vivos, al tratar al otro, merece sinceramente mi más sonoro y sentido aplauso.

Si pensamos que leer, sin interiorizar los mensajes que debieran calar hondo, promueve la cultura es porque estamos al margen de la voz que tiene una palabra y acumulamos libros para poder hablar bien o tener un conocimiento vacío. La cultura, al fin y al cabo, es la capacidad de intervenir con conocimiento de la verdad, la que construye cada día una personalidad más integral y verdadera, a través de los mensajes que sólo algunos incorporan y manifiestan, para alegría de los autores de los libros que cayeron en sus manos.

Se establecen normas para cambiar y las consideramos propias de la era de la globalización, por lo que mejoramos los parques, canalizamos los ríos, levantamos torres, ampliamos avenidas, impulsamos el ecoturismo, pero hay pocos agentes de cambio que piensen en lo que van a destruir o modificar para poder construir, en lo que van a alterar para poder desarrollar, en el dolor que van a generar para luego poder admirar y a ellos va dirigido mi aplauso.

No prestamos atención al noveno sentido de una madre y actuamos –muchas veces- por instinto animal, por tanto caemos y nos arrepentimos, sucumbimos y aprendemos a levantarnos, desconociendo que permanecemos conectados por un halo de protección virtual y dinámico, entre una madre y sus hijos y sólo algunos le preguntan antes de consultar el horóscopo, con lo que revitalizamos ese vínculo invisible que a ellas les da la vida porque consideran que siguen siendo “madres” y a nosotros nos aliviana el camino por evitar tropezones que no habíamos previsto.

Minimizamos los errores porque pensamos que debemos parecernos al burro en algo y chocamos con la misma piedra una y otra vez. Sólo algunos, creo que también muy pocos, consideran que los espacios de vida de los demás, donde se acumula el hambre y la miseria, el refugio sinsentido y el abandono, la hégira de los desvalidos y arrinconados, los necesitados de paz y nunca acogidos como seres humanos, son consecuencia de que nosotros, todos los demás, somos esa piedra que no les permite caminar libremente y a ellos también va dedicado mi aplauso.

Pasamos de largo si alguien critica a su acompañante o nos olvidamos si el vecino sale a caminar, igual que todos los días, descuidamos las prisas de los demás porque no forman parte de nuestro tiempo, mantenemos en la agenda el recordatorio para hacer un regalo porque no queremos que se percaten que lo pasamos por alto y sólo algunos saben disculparse si lo olvidan porque nadie notó su ausencia un minuto, cuando están presentes toda una vida.

Hay quien conserva en su memoria, el mejor disco duro que se ha construido en la Naturaleza, lo bueno de quienes han pasado por su vida y pretende enseñar con ese libro de texto y sigue pensando que hacemos camino al andar, que el prestigio es para quien necesita el aplauso y que la grandeza sólo se encuentra en el gesto silencioso y a ellos va dirigido mi aplauso sencillo y poco ruidoso.

Hay quien saluda para que se alegre la presencia del otro y no por costumbre, quien se viste para que los colores de su atuendo iluminen los pasos del otro y quien reza porque la vida del otro tenga sentido a su lado y ellos merecen mi aplauso.

Algunos renuncian a su tarea, bien remunerada, porque compromete la vida de los demás o encuentra intereses creados que no ha podido hervir en la cocina de los acontecimientos, descubre muchos almuerzos de trabajo bien cotizados y ninguna merienda entre los que necesitaron parte de su sueldo o están cansados de señalar las diferencias patentes y el salario fijo, cargado de palabrería y desinterés, olvida que tiene deberes que no sabe cumplir y derechos que reclama a todo rato.

Hay quien escribe para hacer relevante y quien propone la rima para descubrir las lágrimas de los versos, quien dibuja las recónditas intenciones de los gestos que debieron pasar de moda y quien pone el punto de reflexión en una tertulia monótona y fría, por lo que debo seguir aplaudiendo su gesto con la boca llena.

Aplaudo el gesto a quienes siguen leyendo la letra de las canciones y miran más allá de las escalas, a los que lloran porque lo sienten y a quienes le encuentran el sentido a su existencia en un momento de presencia y no a la presencia de un momento, a quienes se iluminan con la verdad y a los que piensan que el corazón debe dar sombra, a los que no esquivan miradas ni retocan su sombra.

Aplaudo el gesto de los cobardes arrepentidos y los tristes que se manifiestan alegres, a los derrumbados que siguen levantando conciencias con sus impulsos para continuar en pie y a los que rezan sin golpearse el pecho, a los que aconsejan con presencia y a quienes descubren la riqueza en la humildad, a los que leen para descubrir en su propio interior y a los que escriben para manifestar sus vacíos.

Aplaudo el gesto de quien acepta que no hay camino y de quien pasa desapercibido y su mensaje cala hondo, de quien gatea a los 70 años para convertir este mundo en un mundo de niños grandes y de quien no recibe premios por detener las guerras, de quien devuelve lo que le pertenece a los demás y de quien camina habiéndose disculpado ante el espejo todas las mañanas.
Aplaudo el gesto de quien forma parte de una iglesia dando testimonio y de quien cree que vivir es una oportunidad para seguir creciendo desde las adversidades, para el que sufre por lo que sobra y el que reparte lo que no tiene.

Hoy sé, a ciencia cierta, que también puedo aplaudir tu gesto, ese que te va a seguir haciendo grande sin haber crecido centímetros ni tener que empezar una dieta, ese gesto que te llenó más que una cena de Navidad y nunca te empalaga, el que te permite dormir con hipotecas justas pero sin deudas de verdad.

Gracias, espero que algún día merezca que aplaudas un gesto de mi parte.

Tu amigo que nunca te falla




JUAN

No hay comentarios:

Publicar un comentario