jueves, 5 de enero de 2017

¿DÓNDE ESTÁN LOS REYES MAGOS?

Es habitual empezar un año y esperar la fiesta de los Reyes Magos, temblando de emoción por verles montados en sus camellos, surcando los desiertos para llegar al encuentro de tantos niños esperanzados en la llegada de un juguete.

Hemos leído que Jesús nació en la humildad de un pesebre, acostumbrado al frío de las noches sólas y que los animales quisieron arrimarse para calentar ese espacio de buena nueva, esperando que una estrella, la que iba guiando a unos Reyes Magos, aparcara su viaje justo antes del Portal y ahí señalase el lugar donde debía dejar el oro, el incienso y la mirra.

Pensamos, asimismo, que la fiesta de los Reyes Magos se celebra solo una vez al año y que debe haber un Rey al que se le deben regalar cosas, con la cantidad de niños que debieron haber nacido en ese día y sin animales ni estrellas y, mucho menos, sin Reyes Magos aparentes.

¿Qué pensará una niña que no haya tenido la oportunidad de un regalo y también tuvo humildad el pesebre al que vino al mundo?

¿Qué dirìa un niño, predestinado a morir pronto, que también llegó a ver la luz por primera vez entre nosotros, en otro pesebre distinto y con muchos Reyes Magos y una estrella que le alumbró durante nueve meses?

¿Qué dirían unos padres que no encuentran un pesebre para acoger a su hijo que está a punto de llegar al mundo y escuchan la algarabía de la fiesta de la Cabalgata de los Reyes Magos en su ciudad?

La fiesta de los Reyes Magos se celebra con cabalgatas y ceremonias, trajes elegantes y regalos que se reparten por doquier, concentración de personas ávidas de escuchar la música y comprobar que venir al mundo también debe tener algo de señorial y ceremonial, ante el asombro de los demás.

Escribimos cartas para pedir lo que se nos antoje y luego nos derrumbamos si comprobamos que no nos hicieron caso, aunque en nombre de las fechas tan especiales todos se encargarán de sacar de los ahorros para satisfacer los caprichos de un niño que quiere encontrarle el sentido a la mirra, el incienso y el oro.

Sinceramente, creo que la festividad de los Reyes Magos nos debe recordar que cada día nacen muchos niños en el mundo y que a todos se les debe acoger con el entusiasmo y cariño, la protección y la verdad que se necesitan al llegar al mundo, cada cual en un pesebre diferente y con una disposición distinta de la paja que se afloja y acomoda bajo su cuerpo.

Cada niño viene con una estrella de lo que va a ser de adulto o que le señala y alumbra el tiempo que va a quedarse entre nosotros, del significado que le va a dar a nuestras vidas o de la soledad y el desamparo al que se tiene que acostumbrar a tener de compañeros de viaje, porque a veces el pesebre está dibujado con menosprecio o con pocos deseos, con maltrato o desilusión, con rabia o ilusiones rotas, con miradas tristes o relaciones desacostumbradas.

La estrella nos recuerda que hay que prepararle el ambiente de bienvenida que debiera ser reconocido como otro Derecho del Niño-a, con unos Reyes Magos que en realidad son los que esperaban su nacimiento y llegan augurándole los mejores deseos, confiando en que tendrá una vida llena de distancias y retos a los que deberá aprender a superar, dejándole en los cofres los verdaderos regalos de compromiso con los momentos de respeto que hemos de regalar a los demás en las diferentes circunstancias de sus vidas, de entrega a las causas justas sin fallar como seres humanos en las diferentes etapas de la vida y de verdad en nuestro recorrido, con el propósito de que se transforme en testimonio cada paso que demos en los diferentes momentos de nuestras vidas.

El calor lo dará la voz del alma, con la que hay que recibir a quien llega, para que nunca se olvide de dónde llegó, la más simple fiesta que dará sentido -con posterioridad- a nuestras vidas.

Así que no os extrañe que en el nacimiento de algunos niños y niñas haya pocos animales, porque estén sustituidos por la opacidad de la opulencia y el reconocimiento fatuo de lo que llegará a ser por haber venido en gloriosa cuna o que en el pesebre de otros no haya posibilidad de colocar paja porque se sustituyò por unos brazos que balanceaban su cuerpo de orgullo y alegría, aunque la economía no diese ni para un burro pasajero o porque las balas y la discriminación ahuyentaron la alegría del parto en un barrio olvidado.

Que a nadie le desmotive si encuentra diferencias entre el Nacimiento de Jesús y el de quien vino al mundo habiendo soportado una amenaza de aborto voluntario o el resentimiento de padres separados antes de abrir los ojos a la vida, de ver circular la droga a través de la piel transparente del vientre de su mamá o de las escenas de muerte y olvido de la calle en la que lo paseaba su madre desde el primer mes de embarazo.

Nadie debería extrañarse porque la Navidad se celebrase en marzo y los Reyes en junio, porque cada vez que hay un nacimiento hay Navidad y cada vez que somos capaces de estar ahí, reconociendo el valor de la acogida y el abrigo, va a haber unos Reyes Magos, sin capas, coronas ni dromedarios, solo cargados de las buenas intenciones del compromiso generado y del calor de una sensación única, la que nos hace más humanos cada día de nuestras vidas.

Tampoco me va a importar que no se llamen oro, incienso y mirra los regalos, me conformo con la leche que pueda mamar porque su madre sigue viva despuès del parto o porque no padece ninguna enfermedad, porque le quiere y no le abandonó o lo regaló por dinero, con el abrazo de acogida para calentar su existencia, perdurando esa sensación más que la que pudiese dejar el cordón umbilical o la protección de esa promesa que le hacemos, sin hablar, y que la mantendremos viva hasta el final de nuestros días.

¿Reyes Magos?. Sí, bueno, todos esperamos revivir la fiesta, pero festejar la vida que está por nacer en un momento es la estrella que tenemos que seguir, para acostumbrarnos a vivir con todo el que llega, porque nuestro espacio se lo dejaremos algún día y la herencia no consiste en lo material que le dejaremos sino en el calor que le generamos al nacer.

¿Mi carta a los Reyes Magos?.

Yo ya la tengo, porque la escribí con el alfabeto del alma, el que no se equivoca al pedir que no seamos tan diferentes y que pensemos en ser los Reyes que aceptan y acogen, tiemblan y lloran, cuando un niño viene al mundo, porque así le estaremos dando un sentido más elemental y callado, más interior y verdadero, a nuestra existencia, aunque sea a obscuras y sin ruído, con paja y sin lana, a la luz de la luna y ante el cielo como testigo.

Que vivan los Reyes Magos de corazón, los que sienten la necesidad de estar ahí, sin coronas ni mantos, sólo con dos brazos, una sonrisa y una mirada que atraviese el corazón.

Aprendamos a ser los Reyes Magos que deben acompañar al verdadero pesebre y la estrella nos lo agradecerá.

Tu amigo , que nunca te falla



JUAN 





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