miércoles, 18 de abril de 2012

SI DON MIGUEL DE CERVANTES LEVANTARA LA CABEZA

A veces es bueno realizar un viaje al pasado y reencontrarse con personajes que sustentaron su existencia en una lucha constante por superar obstáculos e injusticias, sobrantes de tristeza interior que agotaba su temperamento tímido, pero con afán de prosperar, aspirando a alcanzar el desahogo, en algún lugar y momento de su existencia.

D. Miguel de Cervantes, con una vida colmada de tartamudeo e inquietud peregrina, se balanceó en su accionar entre el realismo que le tocó vivir y la fantasía, ese cuarto que alquiló a su pluma para desdibujar de locura la versatilidad de su carácter inconstante y su adaptabilidad resistente a un momento histórico que desprendía incongruencias, diferencias, incomprensiones, descalabros, imposiciones, persecuciones y violaciones, en una sociedad de "hijos de alguien" (hidalgos) e "hijos de nadie"(sirvientes, vasallos). 

El afán de superarse a sí mismo, equilibrado con las zozobras que le despertaban tempraneras, cargadas de incertidumbre por estar siempre al filo de no conseguir nada o por oponerse a huracanes de contradicciones, que sonaban a molinos de viento, ante los cuales se despertaba la ansiedad por claudicar en el intento, le motivó a encender la ilusión por mantenerse vivo con la compañía de dos armas muy elementales, la fidelidad al honor y la lucha por los más débiles, que fueron las ruedas dentadas que articularon el argumento de "El Ingenioso Hidalgo D. Quijote de la Mancha".

"Si necesidad le ha de obligar a escribir, plaga a Dios que nunca tenga abundancia, para que con sus obras, siendo él pobre, haga rico a todo el mundo". Así se comentaba su trayectoria, con la carta de presentación de hombre hidalgo, pobre, desafortunado, persistente, soldado y casi delirante, ante la grandeza de una obra que pareciese no corresponder a un ser que vestía con tales atributos.

Si hoy despertase el genio y D. Miguel de Cervantes levantara la cabeza, nos obligaría a leer su obra magna desde la óptica de soñadores que esperan contribuir al cambio desde la humildad, propondría una dieta rica en razón y con una guarnición de reflexión, se inventaría un personaje loco e idealista para que comprendiésemos mejor los sinsabores de los desencuentros y las luchas de opuestos, aprovechando escenarios de inocentes necesitados y reinventaría el comic para darle el verdadero sentido a los gestos y las  expresiones, que estarían cargadas de exclamaciones e interjecciones.

La riqueza interior que provocaría su reflexión sería equiparable a una clase magistral dirigida a almas expectantes que perdieron la fé en este "mundo mundial" y desconocen el rumbo de nuestro propio devenir, porque no debe haber condicionantes que generen fronteras y murallas, cuando creimos nacer y despertar ante el derrumbe de las que aún quedaban en pie, sino espacios para soluciones que rompan barreras estructurales, mentales, educativas, sanitarias, humanitarias, sociales y hasta psicológicas y conductuales.

Si despertara en este siglo, encontraría aspas y gigantes con actitudes amenazantes, ensoñaciones y miradas burlescas, como las que él enfrentó o a las que él miro, en un desafío constante con esa voz interior que siempre nos acompaña, plena de prudencia y moral, papel que desempeñó a cabalidad Sancho Panza, hambriento y leal, pero temeroso de que el cuerpo al que pertenece -su hidalgo señor- sucumbiese en algún movimiento intencional de D. Quijote, intentando transmitir que los contenidos de su conciencia le abstraían del mundo verdadero, externo y real, y que provenían de una imaginación muy viva, fenómeno psico-patológico que define el delirio.

Sin embargo, nos regalaría un mensaje de fortaleza interior por demostrarnos cómo se puede disfrazar de loco un personaje cuerdo, porque la contradicción de "El Quijote" es que un sujeto obnubilado siente con frecuencia miedo y huye, siendo abordado por la perplejidad que le desconcieta y le obliga a abandonar cualquier conato de lucha, pero él arremetía contra todo porque estaba vivo, despierto, cuerdo e hipesensible a las injusticias, excitado y agitado por la sinrazón prevalente y la falta de un principio universal de igualdad de oportunidades, de la que no podía escapar.

Yo iría a un mitin de D. Miguel de Cervantes, porque creo que aprendería a escuchar y a articular mejor las palabras con los ejemplos, desconfiaría de la cordura que manipula y bailaría al son de la música que tocan los desprotegidos y "sin derechos", los abandonados y los inquilinos en los "sub-mundos", dejaría de ser apático frente a los ex-abruptos y la fragilidad de las disculpas que acompañan el maltrato del ejemplo, me sentaría junto a quien gerencia el humor que te despierta la crítica, borraría del diccionario la afectividad incongruente que te motiva a reirte con unos y llorar con otros, al mismo tiempo, porque todo ello acarrea un voto y roba una conciencia.

Es probable que D. Miguel de Cervantes tuviese una orientación cronológica delusiva al encontrarse despierto muchos años después de su muerte, pero no le dejaríamos ir a descansar nuevamente antes de aceptar un cargo de presidente, aunque sólo sirviese de "nota al pie de página", porque necesitamos un referente para seguir creyendo y un aliciente para seguir luchando.

Creo que nos sentirámos absortos si le escucháramos que la sociedad tiene los mismos limitantes y problemas, se siguen manteniendo las recomendaciones y las condenas, se permiten los distanciamientos entre iguales y persiste el sesgo de preferencias, vivimos bajo advocaciones parecidas, sufrimos los mismos déficits, sigue prevaleciendo la cultura del recorte sobre el estímulo y, tras una reflexión profunda, estoy seguro que diría "qué bien me vino este descanso de todos estos años, nada ha cambiado, parece mentira que el Quijote no haya tenido el impacto que yo esperaba y lo que aún puede quedar para que se haga realidad mi sueño, por el que tanto luché. Me voy a dormir, preocupado por cuánto tiempo más tendré que esperar para que se entienda a Mi Quijote".

Dr. Juan Aranda Gámiz.  

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