Da la impresión que no nos conformamos con lo que nacemos o con la suerte que nos ha tocado vivir y pasamos días y años intentando buscar el complemento para equilibrar nuestras emociones o buscarle el sentido a las angustias.
Tenemos momentos de carcajadas, sin un motivo claro y, a continuación, se suceden instantes cargados de preocupación y lamento, como si necesitásemos valorar el precio de una sonrisa y pagarlo con el presupuesto de unas lágrimas.
Metemos un gol y aplaudimos el esfuerzo, pero hay que tener la suficiente deportividad manifiesta para aceptar un gol en contra, sin menospreciar la actitud del contrincante.
Vivimos momentos de salud, que casi nunca apreciamos, pero el dolor y la pena de un contratiempo nos alarma, porque en ese instante algún otro caminante de esta vida necesitó una mínima alegría para equilibrar el sufrimiento prolongado que ya le preocupaba y lo nuestro pasó a ser suyo.
Las personas bajitas necesitan acoplarse con parejas más altas, quizás para poder disponer de un punto de mira intermedio entre las dos estaturas.
El crítico, que abusa de sus arrebatos, necesita de un tolerante que acepte y entre los dos construyen una actitud oportuna y resiliente, moderada y más acorde, buscando que la sociedad no te rechace y esperando que los demás te acepten de mejor manera.
El melancólico precisa que le escuche un entusiasta, así como el hipocondriaco desearía tener a su lado a un indolente o el hambriento a un fanático de tanta dieta, quizás porque el equilibrio los acerca en una propuesta más coherente de vida.
El estoico, en su afán por la racionalidad, se enfrenta a la búsqueda del placer del epicúreo y así se alcanza un término medio entre lo objetivo y lo subjetivo, a fin de entender mejor tu realidad, en relación con lo que te rodea.
El extrovertido se aferra a una personalidad introvertida, que le frene en sus impulsos y sedimente mejor sus pasiones. Mientras tanto, un profano puede pasear con un beato, en un intercambio de parpadeos por su apreciación por el culto, alcanzando un consenso sobre el verdadero sentido de los extremos.
El lego buscará a una persona versada para enriquecer sus contenidos y mejorar el sentido del diálogo emprendido en cualquier esquina. Y el avaro tenderá a buscar un generoso, porque hay que cuidar lo propio sin despilfarrar y así, la economía, en su punto medio, permitirá un balance más adecuado.
El charlatán se enamorará de un lacónico, porque hay que medir el desgaste del vocabulario, ya que el eco puede acarrear un gasto innecesario.
Tu amigo, que nunca te falla, te invita a reflexionar sobre los diferentes complementos que se suceden en el día a día y a encontrarle el verdadero sentido a los contrapuestos.
Juan
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