sábado, 18 de enero de 2025

¿Se arruga el alma?

 Cuando se habla de una tregua, en un conflicto armado, es porque se vive la paz con esperanza y, si en medio de tanto diálogo se siguen lanzando bombas para humedecer más aún de lágrimas los corazones desvalidos, se me arruga el alma. 

Cuando alguien habla, en medio de una aparente estabilidad, que quiere comprar o invadir Groenlandia, porque los intereses despiertan la avaricia de poder de sus bolsillos, en espera de que el mundo cambie a su antojo, porque su sensibilidad aún no ha alcanzado la mayoría de edad, se me arruga el alma.

Cuando un ser humano, en algún rincón del planeta, dice que no recibe la atención primaria que tanto se propugna, por falta de una iniciativa global, soporte económico o conciencia global de que la salud es un derecho para todos, se me arruga el alma.

Cuando alguien, embebido en odio, contrata a un niño para hacer daño a otro, copiando las guerras entre potencias, aprovechando territorios fuera de sus propias fronteras, sin importar las consecuencias y derivadas de la ejecución de tanto arrebato que sale desde el lado más obscuro de la conciencia, se me arruga el alma.

Cuando se habla en nombre de personas a las que se olvida cuando ya no representan la bandera que tanto dinero genera a quien arma su discurso desde la misma hipocresía, se me arruga el alma.

Cuando los padres se olvidan de los hijos con problemas o los hijos, adultos con futuro asegurado, se olvidan de los padres, sentados en una esquina de la casa para que no molesten, se me arruga el alma.

Cuando escucho que hay miles de medicamentos huérfanos, sin una indicación adecuada por falta de investigación oportuna y mueren personas que podrían haber sido receptores de un beneficio potencial de estos fármacos, se me arruga el alma.

Cuando se cobra, en exceso, por la patente de un medicamento y hay quien no lo puede tener accesible en años, quizás cuando ya no lo necesite y nadie se preocupa de acercárselo para apoyar en el tratamiento de su problema de salud, se me arruga el alma.

Cuando un ciudadano se queda más de una hora esperando, en la esquina de enfrente, a que alguien le coja de la mano para pasar la calle y ese alguien no llega, se me arruga el alma.

Cuando compruebo que cualquier paso que damos tenemos que mancharlo con un interés económico, a pesar de que la sociedad nos permitió formarnos, se me arruga el alma. 

Cuando acostumbramos a decir lo que nunca haremos y a hacer lo que nunca dijimos, se me arruga el alma.

Cuando empieza a flotar una esperanza de llegar a tierra firme, albergada en un cuerpo muerto que el océano tragó en sus intentos de apoyar a su familia a encontrar nuevos horizontes, se me arruga el alma.

Cuando el oro está presente en los altares y los portales, mientras la tierra es el material preciado de tanto niño abandonado y tanto abuelo de la calle, se me arruga el alma.

Cuando los aplausos y vítores son olvidados por grandes comensales que estuvieron vociferando en campaña y pronto dejaron atrás sus promesas de hojalata, aún encima de tanta esperanza muerta, se me arruga el alma.

Cuando tengo que despedir a alguien que se merecía vivir y tengo que dar la bienvenida a alguien que tenía que haber muerto, en alguno de sus desaires, se me arruga el alma.

Cuando mucha gente está pendiente del almanaque para felicitar, de las redes sociales para no olvidarse y no recuerda las lágrimas de quien vive esperando, se me arruga el alma.

Cuando sigue habiendo mendrugos de pan duro en medio de tanto alimento procesado y seguimos despilfarrando bolsas que cargan contenedores, en medio del hambre de muchos, se me arruga el alma.

Cuando las alianzas van buscando conquistas, las asesorías solo buscan el éxito, los documentos propician la segregación humana, las decisiones sólo engendran más distanciamiento y los discursos se olvidan de las necesidades más elementales, se me arruga el alma.

Tu amigo, que nunca te falla, quisiera saber si a ti, también, se te arruga el alma.



Juan 

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