Sabemos que deben existir los Reyes Magos porque todos recibimos regalos el 6 de enero de cada año, con lo que iniciamos la tarea que nos espera, saboreando el contenido y aplicándolo en nuestra vida diaria.
No todos probaron caramelos, pues algunos tuvieron sinsabores y, la gran mayoría, ni pudieron salir a la calle a recibir nada, porque para ellos no hubo esa "Estrella de Oriente", ya que se encuentran entre los más olvidados y no hay carreteras por donde se pueda guiar el trote de ningún camello ni las pisadas de ningún caminante.
Si pudiese leer las cartas, que realmente fueron redactadas por los más pequeños y no por sus padres, estoy seguro que encontraría una solicitud muy repetida de medio kilo de esperanza, porque hay quien espera por una reconciliación de sus progenitores, por el regreso de un familiar que dió el último adiós a los suyos, el distanciamiento de una mascota enferma, la soledad de la cama de un hospital, sin esperanza de curación plena, el abandono o la adopción, la guerra que le arrebató todo y no se vislumbra una paz, ni incluso acordada entre muchos, porque también son muchos los que esperan que sigan los combates para seguir ingresando fondos con la vida de terceros.
Y muchas horas estarían los camellos buscando un pesebre, porque una minoría espera su regalo sin conocer al burro ni la paja, en medio de la opulencia, donde no hay espacio en la cuadra para el perdón ni para la comprensión del significado de la necesidad más elemental.
Yo sustituiría a los Reyes por políticos que diesen un mensaje de compromiso, por padres que se comprometiesen más en recuperar la relación paterno-filial, en nietos que prometieran a sus abuelo más ratos escuchándoles, en vecinos compartiendo apoyos, en hogueras que diesen calor donde el frío está presente día y noche, en pedagogos que se transformasen en verdaderos maestros de oportunidades y líderes de andamio, de los que están encima esperando que la pared del educando siga construyendo lo que será en un futuro cercano.
Pienso que los regalos habría que darlos en mano, frente a frente y no en los balcones, aunque se pierda ilusión, porque ahí se generaría un compromiso, aunque no estuviese escrito en la carta retórica y anual que se lee en las rodillas de algún ser humano, con buena predisposición y con disfraz.
Pidamos un regalo en la pila bautismal, ante las rejas de una celda con alguien que quiere cambiar, en una esquina, mientras se acurruca quien fue desahuciado por los que aplaudieron su mala suerte, ante la pantalla de televisión cuando veamos un niño desnutrido, preguntando al mundo si pudieran dedicarle unas palabras para que entendiera el por qué de su suerte y su abandono.
Y no quisiera que los Reyes Magos tuviesen careta de político, que dijesen la verdad, que no esperasen aplausos, que viviesen sólo de repartir y se alimentaran de miradas, que pudiesen entrar en los sueños y que parasen las balas, que ondearan todas las banderas por igual y que también llegasen nadando,que empujasen a quien no puede caminar y que repartieran migajas para que todos ingiriésemos las mismas calorías, que se pudiesen meter en los lugares más remotos para convertir el agua en coladas, los panes en carne y los guijarros en caramelos.
No se necesitan juguetes de segunda mano sino presencia y de eso cabe mucho en una talega. No se necesitan incienso ni mirra, sino capacidad para juntar manos entre diferentes y lágrimas para aprender a llorar por los demás, agua para deshacer títulos entre quienes no tuvieron oportunidades y coladores para filtrar tanto virus oportunista .
Es cierto que no conozco a los Reyes Magos, pero si sé lo que haría si lo fuera.
Tu amigo, que nunca te falla
Juan
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