sábado, 4 de abril de 2015

¿QUIERO LO QUE PUEDO?

Alguien puede creer que teniendo buen poder económico ya tiene ganado el derecho de querer alcanzar las estrellas y pintarlas de colores, pues primero se mira al bolsillo y luego tiene un deseo que anhela convertirlo en posesión, a partir de una voz que le reclama lo que quiere.

Hay mucha gente que disfruta de un poder sin límites y pasa los momentos queriendo alcanzar lo inalcanzable, como un derecho sobreañadido que cree que debe sumar a los que tenemos los demás por el simple poder de pedir y luego alguien se encargará de concedérselo.

En la calle se escuchan los mensajes de campaña y todo el mundo puede regalar lo deseable y apetecible, porque lo que se escucha es lo que se quiere y nadie piensa que la parábola política pueda ser la catapulta al poder para seguir queriendo más aún de todo aquello que tú ya no podrás tener, aunque lo quieras.

Conozco a niños que creen tener un control emocional sobre los padres y, mientras más convencidos estén de esa ligazón que han trabajado con el paso de los días, fundada en un cariño desvirtuado y una manipulación de caracteres, más convencidos estarán de alcanzar lo que quieren pues asumen que pueden hacerlo en libertad.

Las personas con necesidades sueñan lo que pueden tener y también en sueños lo quieren, aunque se resignan al plato compartido y la cama de ocasión en mitad de la calle, añorando lo que los demás tienen porque creen que a ello también tienen alcance y tienen el derecho a soñar.

Los ladrones piensan que pueden hacerlo todo, pues no tienen recelo ni pudor y manejan su vida a costa de la vida de los demás, por lo que quieren todo aquello en lo que pueden intervenir y de lo que pueden disponer, aunque nadie se lo empreste ni regale.

Un abuelo diría que puede caminar 100 metros y eso es lo quiere hacer, porque acomoda sus deseos a lo que puede y nada más, avanzando muy poco en sus procesos de recuperación o en su capacidad de acomodarse a las circunstancias de su vida diaria, procurando que se vayan eliminando o amortiguando los efectos que ejercen sobre él.

Un lactante se aferra al seno queriendo todo lo que puede tocar, pues reconoce que allí hay una cantidad de leche que calmará su sed y su afán de conexión con un mensaje de la madre que dialoga con él o ella, en silencio, aunque sólo esté atento al trajinar de la leche derramada en su boca.

Una persona humillada puede protestar porque se cumplan sus derechos y ambiciona y quiere verlos satisfechos, más allá de sus deberes, ya que no hay mayor orgullo que sentirse parte de una sociedad que ya no te aliene y margine, sintiéndote en paz con tu autoestima y jugando a ser un ciudadano más con el deseo de seguir pudiendo.

Un locutor puede decir lo que siente, desea y quiere, porque se entrega al relato por el poder que le otorga el micrófono, aunque trastoque el sentido de la verdadera noticia procurando ambicionar todo lo que puede transmitir en un momento distorsionado, a pesar de que debió analizarse siempre desde el ángulo más convincente y objetivo.

Un estudiante puede sacar las mejores calificaciones a cualquier costo y se arriesga a copiar, aunque no aprenda, porque eso es lo que realmente quiere y se enfrasca en perder su tiempo sin estudiar con conciencia de profesional en potencia.

Un amigo puede convencer a su otro amigo, recién incorporado en la pandilla, para que aprenda un lenguaje y unas actitudes que le permitan ser parte de la familia de jóvenes desadaptados de la calle, hasta que llega a sentir que es lo único que quiere, ya que el grado de libertad y aceptación le abren las puertas de un protagonismo que estaba siendo muy frágil por las normas sociales y educativas de la sociedad y el mismo núcleo familiar.

Un cartero puede pasar de largo por una casa y no entregar una carta, privando a la familia de una comunicación que pudo haberles cambiado la vida, ya que es lo que quiso hacer por resentimiento o impulso.

Un enamorado puede violar a su amiga, novia o comprometida, porque nació en él un deseo irrestricto a cometer un acto humillante que denigra la vida humana y arrincona al ser humano en un pozo de depresión y dependencia, simplemente porque la relación la armó desde el poder que  creyó que le daba el sexo y la ocasión, el alcohol o el afán de protagonismo social.

Un transeúnte pisa un montón de hormigas porque cree que puede hacerlo por la dureza de su zapato y la envergadura de su cuerpo, ya que eso es lo que quiso hacer en ese momento concreto sin pensar en las consecuencias de sus actos.

Y yo pienso, en este momento ¿Realmente puedo lo que quiero?, porque si esa fuese la pregunta y no la que escribo en la entrada de mi nueva entrada al blog, el transeúnte se pensaría si debiera -en conciencia- pisotear unas hormigas, o el enamorado cambiaría un instinto animal de sobre-vivencia por un acto honesto y valiente de abrazar, el cartero entregaría su última carta con el poder que le da su profesión, preguntándose en el impacto negativo de no hacerlo o el amigo le asesoraría al novato sobre los condicionantes de su decisión de pertenecer a la pandilla para que su destino sea diferente al que él tuvo.

Me imagino que en ese caso el locutor hablaría sobre la realidad palpada y la persona humillada trataría de dar ejemplo, aún arrastrando su humillación, para que quien humilla se sienta humillado con su actuación insana, el lactante mamaría sólo lo que necesitase, el abuelo ensayaría caminar un poco más para aliviar a su corazón cansado y rejuvenecer sus ideales, los ladrones se robarían a sí mismos para avergonzarse entre sus propias miradas, las personas con necesidades querrían sólo lo que necesitan, los niños buscarían robarles presencia y gestos a los padres, porque los necesitan para seguir sintiéndose vivos, en las campañas se hablaría de lo que se ha hecho, porque es lo único cierto y los poderes estarían satisfechos sin querer, nunca más allá de que alguien les enseñe el camino más viable para compartirlo y empujar entre todos a una sociedad en crisis, de la que todos formamos parte.

Os invito entonces a que nos planteemos la reflexión ¿Quiero lo que puedo? o ¿Puedo todo lo que quiero?, porque no hay mejor mensaje que QUERER LO QUE NECESITE PARA NO SER DIFERENTE Y NECESITAR SÓLO LO QUE QUERAMOS, SIN QUE ALTEREMOS LAS NECESIDADES DEL OTRO, PARA PERMITIR QUE EL OTRO PUEDA QUERER TAMBIÉN LO QUE NECESITE EN SU VIDA.

Tu amigo, que nunca te falla.


JUAN 

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