miércoles, 26 de marzo de 2014

SI PUDIERA SER UN VIRUS

A veces me quedo preocupado cuando entiendo el proceso por el que los virus producen enfermedades, entrando al organismo por una puerta de entrada, penetrando al interior de alguna célula (cada una de las partes de las que están compuestos los diferentes tejidos y con cuyo trabajo, en modo organizado, se pueden cumplir funciones y es así que cada una de las partes del hígado o células hepáticas hacen su pequeño trabajo, como las oficinas de un banco, para que al final el hígado cumpla su misión o el cliente del banco salga con su crédito aprobado).

Una vez dentro, procura incorporarse al código genético de la célula (el centro de operaciones de la célula, desde donde se dan las órdenes necesarias para que todo funcione adecuadamente) y empieza a dar órdenes para que la célula fabrique substancias para que los virus se sigan multiplicando y creciendo, llegando a controlar a la célula para que trabaje en su beneficio y cuando ya han crecido y multiplicado lo suficiente provocan el estallido de la célula y todos salen a buscar cada uno su casa (cada virus nuevo busca una célula nueva), continuando el proceso hasta que la infección puede poner en riesgo la vida de un ser humano o el proceso sencillo por el que el virus entró al organismo terminó convirtiéndose en un cáncer (crecimiento desordenado de una célula o un tejido).

Creo que nuestro organismo late -a veces- gotas de odio por lo que nos rodea y por los nuestros, a pesar de que también hay momentos en que late desesperación y desmotivación para seguir luchando, creyendo que nos vamos a convertir en presas fáciles de un destino que está dispuesto a comernos vivos y a deglutirnos como seres fáciles, apocados, desinteresados y sin energía ni convicciones.
Hay personas que creen que pueden dejarse llevar fácilmente porque no encuentran agujeros que le indiquen que hay una luz al final del túnel y se acuestan esperando que les llegue el autobús de la despedida de este mundo.

A diario vemos personas a quienes se les agotó la esperanza de que alguien se conmoviera con su situación real y se los ve dando los últimos pasos con la agonía del desamparo y la indiferencia de un mundo que, por momentos, pareciese que está más presente para apoyar a quien no lo necesita tanto y siempre que sea para recibir algún premio o halago, con cuya condecoración exculpan los momentos que no dedicaron a quienes lo solicitaban con urgencia e hicieron la vista gorda, desde que se levantaron y hasta que se acostaron.

Hay también personas que dominan y humillan, acorralan y condicionan voluntades y conductas, desde el que es responsable de una violencia de género hasta el que protagoniza un acoso escolar, los que abandonan a sus seres queridos y los que están acostumbrados a manipular y utilizar, como si los seres humanos fuésemos objetos de compra y venta.

Yo quisiera ser un virus para descubrir dónde puedo intercalar estos mensajes y que, al inmiscuirse y mezclarse con su condición, genéticamente predispuesta o mal aprendida e interpretada, se le pudiesen dejar la frase "el odio es la resultante de la envidia de quien reconoce que se vive en un mundo de seres humanos singulares y diferentes. Aprende a ser singular viviendo con respeto y nunca más tendrás odio".

De igual modo, le dejaría frases en su código genético a los desesperados y desmotivados "compra un kilo de paciencia y dos kilos de esperanza, es la única forma de fabricar una ensalada de motivación y confianza para seguir luchando. La tienda está en tu convicción de que los problemas están para vencerlos y fortalecerse con el mensaje que nos queda"-

A los que duermen vencidos, esperando que les llegue el autobús les regalaría este mensaje "hasta el último momento hay que luchar por los ideales y para sentirte ejemplo de cuantos te miran y te analizan en el anonimato, porque no hay mejor enseñanza que transmitir que hay que dar testimonio de fortaleza de conducta y tener objetivos claros".

A quienes se creen olvidados y postergados en el reconocimiento a su lucha les diría "los premios son reconocimientos públicos y los abrazos son las miradas que siempre te están pidiendo más de ti, por eso prefiere un abrazo a 1000 premios".

Y a quienes se sienten superiores o manipuladores les clavaría en su código que "la vida es un ejercicio constante de explicarte lo que recibes, como pago por lo que das, por lo que si siempre necesitas dominar y manipular es porque no has crecido y, por eso mismo, sigues vacío de lo que los demás te pudiesen dar. Aprende a recibir y te darás cuenta de cómo te estás entregando, sólo así te confesarás en tus vergüenzas y tus pequeñeces, tus miserias y tus angustias. Despierta para recibir con las manos de par en par y tu alma te pedirá entregar lo mejor de ti a un mundo que espera incluirte como un igual. Desecha ser diferente por lo que haces, pues se es diferente por lo que se puede y se sabe dar, en libertad, pero no por lo que se exige recibir en el cautiverio de tus imposiciones y tus silencios sin mensajes de verdad".

Quisiera, por tanto, ser un virus que dejase estos mensajes y que sus cerebros y sus corazones perdiesen ya la posibilidad de fabricar conductas y mensajes que desvinculan, apartan y distancian, apalean y condicionan, porque el mundo espera de nosotros un plato combinado de paz, armonía, convivencia y respeto mutuo.

Un virus, cuyos mensajes rompiesen las estructuras de conductas negativas y las transformasen en conductas positivas, pues vivimos ávidos de mensajes que salgan con ese alfabeto del alma que sólo es capaz de construir espacios de convivencia en libertad.

Tu amigo, que nunca te falla.

JUAN

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