martes, 11 de marzo de 2014

¿SE PUEDE?

A menudo queremos comportarnos adecuadamente y tocamos a la puerta, pedimos permiso para entrar y nos presentamos, con el único afán de que quien está en el interior de ese espacio acepte nuestra presencia, nos permita invadir su espacio de privacidad y manifieste su interés por escucharnos o integrarnos en una historia de vida tan personal.

Pasamos tangencialmente por la vida de los demás porque casi nunca pedimos permiso para inmiscuirnos en sus ambientes y entrar sutilmente con el propósito de escuchar y proponer o de observar y manifestar nuestra inquietud por lo que creemos que funciona inadecuadamente.

Podemos ser señalados como personas entrometidas en un entierro o una fiesta a la que no fuimos invitados ni en la que el dolor nos invada por proximidad o lazos familiares con los deudos, pero la verdad es que por cada vez en la que se critique nuestra osadía habrá 5 ó 6 ocasiones en las que al final nos agradecerán que hayamos entrado sin haber sido llamados.

Me imagino la necesidad de gente atrevida y cordial, al mismo tiempo, que tendrán los vagabundos y arrinconados, cuando alguien llegue y les ofrezca algo de comida o presencia o los internos de una sala para enfermos de cáncer cuando entremos a reír un rato o a pasar parte de su agonía mirándolos para aprender de su fortaleza interior.

Quisiera creer que si hubiésemos entrado a tiempo a un salón donde se celebraron reuniones de trabajo, a fin de tomar decisiones que involucraban a miles de seres humanos y hubiésemos dado nuestro punto de vista, en representación de nadie y sólo por el delicado interés de saber que la decisión final tendría algo de representativo, algo más hubiese cambiado en el devenir de la sociedad presente.

Hubiese sido interesante inmiscuirse en una discusión de padres y hablarles de lo que se siente cuando se escuchan las voces sin esperanza de tregua y cuando, mirándolos de frente, se les nota la cobardía de saber que tardará el reencuentro porque el duelo se prolongará en esta ocasión, debido a señalamientos familiares o dificultades insuperables que no son asumidas por los dos como un error o una oportunidad desaprovechada para seguir creciendo juntos.

Me gustaría entrar en una fiesta y disfrazarme, adoptar actitudes joviales para manifestar verdades que no pueden ser transmitidas con el traje formal, porque ahí sólo se interpreta el acto, aunque quede el mensaje y todos necesitamos interpretar nuestras propias convicciones para afianzar nuestro deseo de estar presente en la vida de los demás y alegrar momentos que trastocan la monotonía y generan entusiasmo, como elemento indispensable para cambiar desde adentro.

Sería apasionante entrar en un coloquio en televisión y participar desde el anonimato, para que la opinión se enjugue con la problemática real, sin necesidad de ponerle condimentos políticos ni aliños partidistas, porque la verdad no debiera tener color ni olor, sólo sensaciones encontradas y emociones calibradas.

Me gustaría decirle a quien me respeta que hay que cambiar por los demás y esa gratitud que me permite es parte del respeto que yo le empiezo a tener, porque la confianza en mí de ese otro se está transformando en amor de mi parte hacia él o ella y su ejemplo de dedicación y testimonio.

Por momentos, quisiera ser invisible y pedir permiso para entrar a colocarme en el lugar de quien no está preparado para aceptar y enseñarle a aceptarse a sí mismo, como fundamento para comprender la posición del otro, con lo que la disputa se transformaría en diálogo y este en aceptación de un tercero para que medie en el juego de vocablos que pretenden definir y acotar una relación que se está tiñendo de odio y envidia.

Sería ideal estar en modo virtual en una sala de espera y hablarles al oído a quienes creen que su destino no será el mismo desde el momento en el que entren al consultorio médico porque le van a descubrir su problema y no será agradable el diagnóstico, asumiendo que están despistados y quieren dejarse llevar por la marea de la desesperación, aunque cuando reciban el comunicado del profesional y se convenzan que no tienen nada de malo y mucho de climático, quieran asumir que esa era su real esperanza, pero si hubiesen escuchado un consejo se hubiesen sosegado a tiempo y no hubieran transmitido un clima funesto y trágico a quienes esperaban ansiosos su propio destino, porque el momento pertenece a todos por igual.

Me entusiasmaría que me dejaran pasar al espacio de quien sabe que ya tiene el boleto de ida y no de regreso, para que escuche que las decisiones no pueden ser impetuosas ni alocadas, sino que debe aún compartir su secreto y buscar comprensión en sus últimos días, aprovechando para hacer las maletas de la única manera posible, o sea, aprendiendo a comunicarse consigo mismo y a derrochar dotes de presencia donde antes no la hubo para que su esencia perdure entre los demás, legando ejemplo y actitudes, que son los únicos patrimonios que no perecen ni se devalúan.

Sería feliz si pudiese entrar en el vientre de alquiler y tuviese la oportunidad de explicarle al futuro ser cuál será su apellido y cómo será tratado, después de haber sido manipulado, de qué mundo estamos hablando y cómo está marcado para afrontar insensibilidades y apropiaciones, apellidos y relleno de vacíos, pero que debe vestirse con la elegancia de quien necesita reformar el mundo y sus apreciaciones egoístas y atascadas en el pasado.

Sería ideal entrar en el mundo abstracto de un paisaje y poder hablar con la conciencia de quien intenta violarlo, porque ahí hay una vida encerrada que debe ser conocida por futuras generaciones y tiene que aprender a manejarlo y cuidarlo oportunamente.

Sinceramente, me gustaría tocar a todas las puertas posibles y pasar con el debido permiso, a fin de aprender de coyunturas e impulsos, ya que este mundo necesita convertir coyunturas en realidades objetivas e impulsos en reflexiones verdaderas, si nuestro deseo es vivir en un mundo más igualitario y verdadero.

Me gustaría pasar al interior de un centro de oración y reconocer qué piensa el que ora con aparente devoción, porque sería necesario encajar su forma de pensar con su manera recogida de rezar y así sería más prudente al golpearse su pecho de pecador y más equidistante al tratar a sus empleados después de un Padrenuestro.

Sería interesante que aceptaran mi entrada a una sala de partos y poder sentir los latidos de quien viene al mundo en una sala fría y ancha, rodeado de personas y con la mirada fija de una mujer a la que no olvidará jamás, porque habría que escribirle en sus sensaciones que no debe perder ese lazo materno hasta que la muerte los separe, con lo que habría menos madres abandonadas y ultrajadas, desprotegidas o desplazadas.

Me gustaría invadir un cañón y atascarlo con sonrisas, porque las actitudes cambian las posiciones beligerantes y los enfrentamientos se medirían por el nivel de bandos acercados y no por el número de cadáveres.

Sería maravilloso que me dejaran pasar al alboroto de un niño abandonado, presa de sus lágrimas y decirle que el mundo es grande y ancho, acogedor y silencioso, pero que sus palmetadas son llamadas de atención porque al venir el último será siempre el primero de la fila para comer y pronunciarse.

Me gustaría que un niño adolescente inválido me escribiera un mensaje de campaña política y que un oligofrénico me tocara antes de hablar para sensibilizar mi discurso, que un resignado me explicara sus frustraciones tan normales y descoloridas y que pudiera pasar un tiempo hablando y hablando a una habitación perdida, donde nadie me dio permiso para entrar pero donde hay un calor atrapado que, cuando termine de convencerme de mis errores, el aire que entró al abrir nuevamente la puerta los repartirá por doquier como el mejor ejercicio de confesión ante el mundo.

Sería interesante poder pedir permiso para entrar al cielo, durante las vacaciones de Jesús y explicarle a su sustituto temporal cómo se tienen en cuenta a todos por igual y cómo se han repartido las cargas, cómo el titular del cielo derrocha amor por todos por igual y cómo todos tenemos una habitación allá arriba y si la ocupamos o no depende exclusivamente de nosotros y de nuestras propias actitudes aquí abajo.

Por qué no decimos con más frecuencia ¿se puede? para llegar a ser necesarios en un mundo tan cargado de momentos innecesarios.

Tu amigo que nunca te falla.


JUAN


No hay comentarios:

Publicar un comentario