miércoles, 3 de octubre de 2012

¿SE HEREDAN LOS PECADOS?


Hoy he querido reflexionar sobre una pregunta que siempre me he hecho ¿Se heredan los pecados? y la verdad es que habría que definir "pecado" como la transgresión voluntaria de los preceptos religiosos, pero también hay pecados fuera del ámbito religioso, por lo que violar las normas morales sólo puede hacer referencia a un cierto número de pecados.

Se habla del pecado original que todos heredamos de Adán y Eva, nuestros padres, al morder la manzana, por lo que aquí tenemos una herencia de la que no hemos participado directamente, pero que cada vez que transgredimos una norma pre-establecida, a sabiendas que lo hacemos mal y que entraña un riesgo para mí y para mi entorno (conducir a una velocidad superior a la indicada en las señales de circulación sin medir el riesgo) estamos heredando un pecado.

Hablamos del pecado mortal, al cometer un asesinato, secuestro o violación, con conocimiento pleno de que se viola el mandamiento de Dios, pero anteponemos el machismo al respeto de ser singulares y, por tanto, diferentes y complementarios, iguales en nuestra distinta sexualidad ante un mismo ser superior, por lo que hay violadores y abusadores, maltratadores y criminales que han heredado un pecado y lo cometen, asumiendo la cárcel o el aislamiento social posterior, el arrepentimiento ulterior y hasta terminan atentando contra su propia vida.

Hay pecados capitales como la lujuria, la gula, avaricia, pereza, envidia, soberbia e ira, que siempre estamos imitando de quienes son grandes maestros en el arte de pecar y en nuestras actitudes diarias, nuestros comentarios y miradas, en las oportunidades que les restamos a los demás o en el trato con personas cercanas cuando comprobamos, muy a nuestro pesar, que somos avaros sin querer o nos vestimos de gula para aparentar, nos cargamos las pilas de envidia para escuchar y nos rebelamos de iras porque no todo va bien y eso es porque hemos heredado algún pecado y lo estamos actualizando con nuestros gestos y nuestros despropósitos.

El mayor problema no es que lo practiquemos sino que demostremos a quienes nos ven y nos oyen, a quienes miran nuestras manos balancearse por la soberbia o maltratar a una persona del otro sexo por ira, descargar nuestra avaricia en un mundo de necesidades o vestirse de lujuria mientras paseamos por un barrio pobre, que se pueden copiar e imitar fácilmente, porque ahí está el germen de la herencia de los pecados.

Aparte del ámbito religioso también hay pecado en evitar una contribución de apoyo y de solidaridad cuando te sobra tiempo para dedicarlo a los demás, anular una orden de búsqueda para alguien que cometió un crimen porque la ley tiene vacíos, restar oportunidades a quien se las merece porque es un momento de exigencias para todos, sustraer ocupando una responsabilidad porque crees que nadie te ve ni te controla, tocar una puerta con un martillo de oro cuando no hay escuelas para seres humanos que sobreviven en cada minuto, entre barro e inmundicia, prohibir un grito de rabia a quien está cansado de escuchar gritos de hambre entre los suyos, no dar curso a proyectos por miedo a gastos innecesarios, desconfianza en sus gestores o supresión de partidas que podían encarrilar momentos de desarrollo porque el progreso puede traer apareados otros reclamos.

Se heredan estos pecados y el prometer para buscar una excusa que obligue a aceptar la falta de compromiso real, sustituir la vocación política por el afán de prestigio, deducir un impuesto por hablar con otra música y cumplir años sorteando dificultades con propuestas que saben a cuchara vacía de garbanzos, aunque te digan que te pusieron un plato de callos y para encontrar un garbanzo necesites un submarinista.

Sí, se heredan los pecados, pues vivimos para dar ejemplo y no podemos transmitir que obviar y excluir, menospreciar y aparentar, dejar correr y cuestionar, negar y manipular, entorpecer y criticar, cotar y sentenciar, son actitudes que sólo van a servir para el momento, porque una vez que se imitaron se incorporaron a nuestro código genético, el de nuestra vida de relación y ahí se abandona el criterio del bien común y la solidaridad, el apego a las buenas costumbres y los ideales.

Manipulemos los pecados manejables, casi todos, para que no lleguen a heredarse y así podremos soñar con una sociedad del mañana diferente, a pesar de los cuestionamientos de la sociedad del hoy, enfrascada en una crisis de valores porque los valores entraron en crisis.

Gracias por seguir ahí, vuestro amigo.


Juan

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