jueves, 5 de abril de 2018

LOS PUNTOS SUSPENSIVOS DE LA VIDA


Con relativa frecuencia dejamos inconclusas algunas tareas que pudieron haber dado respuesta a interrogantes diarios y, con diáfana indiferencia, le ponemos unos puntos suspensivos con el propósito de dejar ese quehacer para otro día y la reflexión sobre esa realidad para otro momento.

Colocamos puntos suspensivos cuando evitamos un diálogo oportuno con un miembro de la familia, o un amigo necesitado de impresiones, que podrían ayudarle a resolver sus dudas interiores y afrontar sus indecisiones con un espíritu propositivo y cargado de elementos de valor, con el único fin de integrarlos en laS alternativas disponibles para dar solución al problema generado.

Colocamos puntos suspensivos cuando somos incapaces de comprometernos con una disputa, intentando ser ecuánimes con ambos contendientes, por lo que más tarde nos preguntaremos cómo acabaría esa riña que encontramos ya avanzada.

Colocamos puntos suspensivos si conocemos de los errores que cometen quienes creen conocer el lenguaje de masas y utilizan el discurso para alienar, en nombre del falso bien común y no nos atrevemos a poner la ortografía adecuada a cada silencio y a cada voz de mando, con el único propósito de que otros puedan hacer una lectura adecuada del relato de la calle.

Colocamos puntos suspensivos si, como todos los que pasan por esa misma acera, dejamos una moneda al mendigo sin preguntarle por su suerte en la vida y qué tipo de apoyos serían más válidos y coherentes que una calderilla que no cubre necesidades.

Colocamos puntos suspensivos cuando somos parte del cuchicheo y no contribuimos a buscar la verdad en las voces que quedaron atrapadas en las cuatro calles de los pueblos y barrios de nuestras ciudades.

Colocamos puntos suspensivos si dejamos pasar la crítica en las relaciones de pareja, que sólo buscan el crecimiento del otro con la sabiduría del aporte verdadero, aprovechando el momento para huir de cobardía y culpar a la tarde porque estuvo nublado y los astros condicionaron la falta de comprensión, por lo que se busca refugio en el alcohol que consuela o la pandilla que acomoda.

Colocamos puntos suspensivos cuando permitimos que los hijos busquen respuestas en la calle, aunque tuviésemos las respuestas en nuestras horas de descanso, apoyados en unn diccionario en mano y ejemplos disponibles para adornar el mensaje.

Colocamos puntos suspensivos cuando salimos a la calle sin haber arreglado nuestro físico ni haber perdonado a nuestro vocabulario y nos disponemos a ser los mismos de siempre, con la oración reglada de la noche anterior, que no fue capaz de cambiar ni un ápice de nuestras ambiciones más traicioneras.

Colocamos puntos suspensivos cuando nos creemos superiores y aprendemos a regalar con menosprecio, porque la aceptación siempre será por miedo y no por respeto, la esencia de la confianza en el manejo de lo que se dispone.

Colocamos puntos suspensivos cuando alentamos la burla y el menosprecio, porque eso requiere otro signo de ortografía como el punto y final, para lo que hay que disponer de las agallas suficientes para terminar el párrafo de la no aceptación y la marginación más distante y fría.

Colocamos puntos suspensivos cuando nos embarcamos en proyectos donde se viola la ley y aprendemos lo que no es defendible ni ético, porque nos dejamos llevar por la corriente y así nos creemos vehículos de protesta social, sin pensar que hay como gritar aún en el silencio.

Deja de poner puntos suspensivos en tu vida y aprende a colocar comas y puntos y aparte en las situaciones más necesitadas de solución o en aquella brechas que se deben cerrar definitivamente, por lo que la vida empezará a tener más sentido para los demás.

Tu amigo, que nunca te falla



JUAN 

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