domingo, 25 de marzo de 2018

PERDÓNAME




       Por lo menos, pide perdón una vez 
en la vida, aunque no llegues 
a ser perdonado.

Es humano el arrepentimiento, la penitencia te 
penetra y el dolor de la espera 
sensibiliza tu corazón.



Juan Aranda Gámiz





Perdóname por no protestar cuando alguien te señaló indebidamente, porque desde ese momento te siguió señalando sin motivos.

Perdóname por sentir cosquillas de envidia en este mundo sin perdón, porque a partir de entonces los demás esperaban la envidia para sentir que había rivalidad y odio.

Perdóname por salir corriendo de la manifestación que reclamaba justicia, ya que ese fue el argumento para que algunos tardaran en aceptar la verdad, esperando que otros también renunciaran al derecho innato a reclamar.

Perdóname por tirar migajas para alimentar la fábula, esperando que alguien las recogiese y que ello me permitiese alimentar la idea que hay otros que viven peor que yo, porque ahí se fijaron los que siguen construyendo diferencias en un mundo de aparentes iguales.

Perdóname por no llorar el asesinato de líderes que entregaron su vida por una causa justa, porque la ausencia de lágrimas fue motivo suficiente para darle más importancia a la cocina de vanguardia.

Perdóname por no rezar por quien dejó de rezar, porque ello impulsó a los que cuestionan la oración y la señalan de resignación, cuando la verdad es que orando nos manifestamos con la voz de los sentimientos más nobles.

Perdóname por subir a la tarima a regalar parte de mi sueldo y esperar tu aplauso, porque a partir de ahí las Navidades se transformaron en un modo fácil de exculpar a quien no se preocupa de los demás, en el mejor de los casos.

Perdóname por no desmentir las mentiras que apoyaron esa campaña, porque eso sirvió para sentirse representado por quien no dispone de verdad para gobernar.

Perdóname por sentarme en la silla que es incómoda, sin haber pensado en el suelo que te sirve de sostén y asiento.

Perdóname por no haber respondido tu llamada, porque eso colmó la paciencia de quien confiaba y dejó de confiar en todo y en todos, porque a tu actitud le faltó paciencia y apoyo. 

Perdóname por no haber peleado junto a ti, por miedo a ser señalado sin motivo, porque desde ese momento se consideró que la sociedad estaba amedrentada y no convencida de sus vacíos.

Perdóname por ese beso que me faltó, porque ahí se consideró eternamente distante a esta generación que se desvive por las causas más humanitarias y los que vienen detrás dejaron de confiar en nosotros.

Perdóname por callar mi voz, la que pudo haber cambiado el rumbo de los acontecimientos, por temor a ser acallada a la fuerza, porque el yugo encaja perfectamente en este tipo de comportamientos.

Perdóname por no sentir el dolor ajeno como propio, porque quise vivir sin lo ajeno, encerrándome en un claustro de vergüenza que me apena y me deja de sensibilizar.

Perdóname por olvidar lo que pasó, pues otros borraron esos momentos de su vida y así no quedó huella alguna que pudiese ser contada, para su suerte maldita.

Perdóname por estudiar lo que no es ético, ya que otros aprovecharán para seguir publicando coyunturas que suenan a rancias propuestas para el olvido y el sin perdón.

Perdóname por romper con la tradición, ya que desde entonces los demás han empezado a olvidar lo que fueron nuestros mayores.

Perdóname por no estar a tu lado cuando te fuiste, porque así se explica hoy que los enfermos terminales sigan muriendo solos.

Perdóname por arrancar esa flor y dejar al tallo llorando, porque desde ese minuto el rocío riega por las mañanas creyendo que es la última vez que los moja.

Tu amigo, que nunca te falla



JUAN

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