martes, 9 de enero de 2018

CON MÁS CAPAS QUE UNA CEBOLLA





Toda cebolla desprende una chispa
si se la intenta despojar de sus capas
y esa lágrima que siempre brota
es de dolor sentido y de alegría manifiesta.

Juan Aranda Gámiz



Venimos al mundo cargados de un potencial desconocido, necesario para conocernos mucho mejor y para aprender a despertar de la somnolencia en la que nos meten el orgullo desmedido y la auto-complacencia, al creer que necesitamos ser mucho más de los que fuimos unas horas antes.

No nos hemos dado cuenta que somos cebollas enteras,  envueltas por una fina membrana o capa que le da esa tonalidad anaranjada, seca y curtida, adherida a la secuencia de capas que la constituyen y que, conforme vamos desprendiéndolas nos percatamos que lloramos más y más, esperando terminar muy pronto con esa tarea, sin pensar en el aporte que dará al plato que estamos preparando.

Tenemos que aprender a quitarnos capas que nos cubren, con el único afán de descubrirnos en una capa inferior y asombrarnos con nuestro propio potencial, pero a costa de llorar con las salpicaduras y angustiarnos cada vez que encontramos una habilidad o un toque especial para algo, una sensibilidad muy marcada o un temor que desconocíamos hasta ese instante, una apetencia o un sabor que nos descubre en nuestras gustos y sinsabores.

A veces, incluso, nos desprendemos de capas que no aportan nada en nuestras vidas, como el deseo de maltratar o la falta de apego a las caricias o los abrazos, el afán por competir constantemente con quien tenemos a nuestro lado o el menosprecio por lo ajeno.

Pero para acercarnos a la cebolla hemos de haber instalado en nuestra mente el diseño del plato que queremos y eso nos obligará luego a cortarla de diferentes modos y maneras, aliñarla con lo indispensable para que se integre en el conjunto y permitirle que su aroma, en crudo o aromatizada, sancochada o hervida, frita o asada, sea un elemento diferencial para imprimir un sello culinario a nuestro aporte.

En la vida tenemos que pensar en las diferentes situaciones en las que nos involucremos para poder quitar hojas a la cebolla y descubrir quienes somos ante tales vicisitudes y cuál es nuestra real capacidad de aceptación, integración o predisposición para afrontar complejidades y opciones de vida, con lo que nuestra personalidad se irá integrando, cada vez más y seremos capaces de crecer en la adversidad, madurando frente a los retos que nos imponga la vida.

Aquel que no participa, que rechaza inmiscuirse o que se aleja para no sentirse parte del problema, está mostrando sólo la cara de la capa de la cebolla con la que nació y se va oxidando -poco a poco-, no dando la oportunidad para que los demás lo descubran en sus verdaderas potencialidades porque jamás se enfrentó a sí mismo y prefiere vivir dormido que soñar despierto.

Que nuestra vida siga siendo como la cebolla, entregando aportes diarios que hagan brotar lágrimas, pero eso significará que hemos sido capaces de desnudarnos y presentarnos cada vez más sinceros ante el mundo, con la verdad de la cebolla, para que a la hora de morir sintamos que nos hemos deshilachado y despedazado, a lo largo de nuestra existencia, quedando sólo el cogollo que nos transmitirá que hemos vivido para entregarnos y no para conservarnos, porque al final acabaríamos podridos por dentro y por fuera.

Tu amigo, que nunca e falla


JUAN



No hay comentarios:

Publicar un comentario