viernes, 19 de enero de 2018

APRENDE DE LOS MOMENTOS INVISIBLES






      Por cada momento de aplauso
hay cientos de miles de momentos invisibles,
por eso somos capaces de analizar la forma
y nos perdemos al querer estudiar el fondo.

Juan Aranda Gámiz




Nunca he visto anunciarse el rocío, sino que te levantas y ahí está, pero ha ocurrido porque se han dado una serie de circunstancias que han propiciado que ello ocurra y todos han sido invisibles, desde el frío que se palpa y la flor que se arruga para protegerse, la luz que despierta al amanecer y las voces que no se pronunciaron en esa mañana.

Nunca he visto formarse un sueño, sino que te duermes y empiezas a darle vueltas a proyectos inconclusos, actitudes desagradables, esperanzas frustradas, imágenes que te impactaron y soledades que te acompañaron, por lo que el cerebro inicia un proceso de relajación y re-composición de momentos, que han sido invisibles para todos nosotros y arma un sueño, del que disfrutas y te alientas a seguir vivo.

Nunca he visto el interior de una lágrima ni las fuerzas que impulsan su resquebrajamiento o disolución, pero ahí hay una vida cargada de dolor, o alegría, que no ha sido capaz de medirse ni cuantificarse porque es invisible y precisamos abrazar a quien llora para sentir su verdadero dolor.

Nunca he visto el mensaje de una mirada, porque pareciese que todos miramos por igual y, sin embargo, lo hacemos de modo tan diferente, de acuerdo a nuestras intenciones y propósitos, que precisamos del traductor del alma para que seamos capaces de interpretarla y agradecerla, o analizarla y rechazarla.

Nunca he visto la fuente de poder de un luchador, en contra de tanta adversidad, menosprecio, castigo o pseudo-verdades normatizadas, pero esa pelea interior por defender tus derechos, esa entrega vital por amparar los derechos del otro o el simple instinto por sobrevivir en un mundo de desiguales, a pesar de ser invisibles, siempre contarán en el resultado final.

Nunca he visto la capacidad de entrega de unos padres ante la lenta despedida, y anunciada, de un hijo, que quiere transmitirles que su rol está definido y su tarea cumplida y precisa tomar la maleta con la satisfacción plena de haber dado vida a unos seres humanos, aunque también progenitores, que no esperaron nunca recibir una lección de vida tan noble, enternecedora y cercana y ese momento invisible siempre se llevará adherido al cuerpo, por los siglos de los siglos.

Nunca he visto un aparato que mida la fe en lo que haces y en lo que el mundo proyecta, en las palabras próximas y en los aplausos de nuestro corazón, en los líderes que sólo buscan dar ejemplo y en las voces anónimas y desesperadas, pero es parte de un mundo invisible en el que vivimos a diario.

Nunca he visto llorar a mis ojos después de leer una nueva entrada a mi blog y hoy lo he hecho, porque es ese otro momento invisible que me ayuda a seguir luchando.

Tu amigo, que nunca te falla


JUAN 

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