Muchas veces me he preguntado por qué no duerme la lechuza y es porque durante la noche puede disfrutar de esa visión especial que le permitirá cazar mejor que en la mañana, a buen cobijo de sus propios depredadores, de los que pasa desapercibida.
En ocasiones me he preguntado si el vigilante nocturno nunca tiene sueño y es que no puede estar quieto, mirando a los demás sin controlar los espacios que tiene encargados, porque el reclamo de alguien le supondría perder la oportunidad de llevar algo de dinero a su casa, al final del mes.
El mejor profesor está ahí, mucho antes de que tú hagas acto de presencia, porque da la impresión que no durmió la noche anterior y está dispuesto a preguntarte y a responderte, al mismo tiempo, porque su verdadera tarea es que lo tomes de ejemplo y seas capaz de seguir sus pasos.
La madre siempre durmió antes de serlo y, al escuchar un gemido o un roce salta porque cree que su deber materno es el despertador que está enchufado para cuando fuese necesario, abordando cualquier tarea con empeño y dedicación, cariño y sabiduría, dando la impresión que por la leche que brota por sus senos se le escapa el deseo de dormir, pues durante el día no lo compensa jamás.
Las campanas de la iglesia no duermen y siempre dan su toque a la hora exacta, pero no sé porqué es tan importante el descanso si no se maltratan con tanta vigía y constancia en marcar siempre las horas exactas, en el momento indicado.
Las fachadas nunca duermen, pero en la noche no se distinguen bien y quizás echen una cabezada, aunque a la hora que llegues a tu casa la encontrarás en el mismo sitio y la puerta se abrirá con poco esfuerzo, si pones la llave en la cerradura, para que los demás no se enteren de la hora a la que diste el último paso en la calle.
Los libros no duermen y siempre estarán ahí para cuando los necesites, aunque algunos crean que no se los debe molestar porque quizás descansen a la hora que se te despierta el apetito por estudiar y tu delicadeza te obliga a dejarlos reposar, aunque suspendas el próximo examen.
Las iras no descansan, pues a veces nos acostamos y nos levantamos con la misma carga de furia y rebeldía, como si hubiesen decidido quedarse a vivir a nuestro lado y sólo la presencia de otro ser humano que nos llegue con algún consejo, vestido con otros colores y con un tono de voz más suave y pegajoso, será capaz de arrastrarlas a otro lugar y procurará que se peguen en otra habitación.
Las ilusiones nunca descansan, pues vivimos soñando por nuestro propio bien y para que en la cara se nos note que no nos atascamos en las mentiras ni en la rabia, ya que hay que mirar a ninguna parte y pensar en todo al mismo tiempo, con la compañía de un grifo abierto goteando y el silbido de algún pájaro, apostado en el marco de tu ventana.
Las sombras nunca descansan, pues por cada persona que camina o está sentado, se da media vuelta o renuncia a seguir caminando, hay una sombra que le acompaña y siempre está despierta, avanzando a la velocidad de sus pasos y al mismo lado de siempre, lo que no podría hacer si durmiese algún rato durante el día.
Los consejos nunca descansan, porque te levantas y alguien, en tu familia, te está regalando un consejo y, al acostarte, te meten en el bolsillo otro, como si no costasen nada y viviésemos hallando consejos en cualquier rincón, con lo difícil que es que algunos tengan la posibilidad de alcanzar uno de unas manos regalonas y bondadosas, al no disponer de afectos ni compañía que se las regalen.
Los regalos nunca descansan, pues los Reyes Magos llegan siempre de madrugada y los que no son tan magos te los llevan cuando duermes para que te levantes con los ojos abiertos, algunos te los dan, creyéndose Reyes, para que creas que son magos y otros te los entregan los magos, para que pienses que son Reyes.
Los apoyos no descansan, porque te mueves en la cama y te apoyas en la baranda, te levantas y te apoyas en la silla, tienes problemas y encuentras el apoyo del hermano, gritas y tienes el apoyo de una puerta abierta, comes y tienes el apoyo de la cuchara, lloras y tienes el apoyo de un hombro.
Las miradas no descansan porque si miras el agua cristalina de un río ves las miradas de quien te acompaña, reflejadas en ese espejo del bosque húmedo y si ves el espejo te explorará tu propia mirada cansina y triste.
Los amigos nunca descansan, porque llamas y responden, hablas y contestas, pides y te conceden, necesitas y te abrigan, huyes y te siguen, caminas y te protegen.
Los ídolos nunca descansan, pero los buenos de corazón y los que nunca fallan, porque lanzas preguntas y luego recibes respuestas, sin saber cómo las armaron, estás triste y reciben una bocanada de viento fresco que te empuja hacia el rincón de la felicidad y, si te olvidas por un momento de ser tú mismo te recuerdan que les prometiste no dejar de ser tú mismo, mientras que ellos seguirán siendo siempre tus ídolos.
Gracias por seguir ahí, yo descanso poco ...y tú?
Tu amigo, que nunca te falla
JUAN
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